Siete pruebas científicas de la existencia de Dios
En la sociedad cada vez más irreligiosa de hoy, muchas personas, especialmente las que asisten a escuelas públicas o a instituciones de educación superior, se enfrentan a una intensa presión para rechazar la creencia en Dios. En la mayoría de los colegios y universidades, particularmente en el mundo occidental, muchos jóvenes que empiezan creyendo en Dios acaban negando su existencia. No están preparados para el aluvión de argumentos presentados en los libros de texto y en las clases impartidas por profesores ateos y agnósticos.
¿Qué se puede hacer para evitar tan trágicos resultados? Un elemento clave es educar y equipar a los jóvenes con argumentos y respuestas para que puedan contrarrestar los ataques que enfrentarán por creer en Dios.
¿Qué demuestra la evidencia?
Irónicamente, junto con el avance de los descubrimientos científicos, las pruebas de la existencia de Dios se han fortalecido en lugar de debilitarse, aunque la mayoría de los medios de comunicación y las instituciones educativas no lo admiten fácilmente. Una excepción a este caso fue un reciente artículo en la página de opinión del periódico estadounidense The New York Times, en el que Ross Douthat argumentó que “el progreso de la ciencia y la experiencia de la modernidad han reforzado de importantes maneras las razones para considerar la idea de Dios” (“A Guide to Finding Faith” [Guía para encontrar la fe], 14 de agosto de 2021, énfasis nuestro en todo este artículo).
Y explica: “El gran proyecto de la física moderna, por ejemplo, ha llevado a especular sobre un multiverso, en parte porque ha confirmado reiteradamente la extraña adecuación de nuestro universo a la vida humana. Y si bien la ciencia ha desacreditado ciertas ideas específicas acerca de cómo estructuró Dios el mundo natural, también ha hecho que la belleza matemática de las leyes físicas, así como su aparente calibración para la aparición de la vida, sean mucho más claras para nosotros de lo que eran para la gente hace 500 años”.
El Dr. Stephen Meyer, pionero del movimiento del diseño inteligente y mencionado en otra parte de esta edición, agrega que “el avance más grande en la ciencia en las últimas cinco décadas ha sido caminar de manera fuerte en la dirección del teísmo . . . La ciencia, bien hecha, apunta hacia Dios” (citado por Lee Strobel, El caso del Creador, 2005, Editorial Vida, p. 130).
Es fundamental tener fe en la existencia de Dios (Hebreos 11:6). Sin embargo, no se trata de una fe ciega, sino de una basada en pruebas claras de la creación que nos rodea (Romanos 1:20).
Puede que los científicos sean reacios a admitirlo, pero se les está haciendo cada vez más difícil negar el panorama general de un universo cuidadosamente diseñado y lleno de propósito.
Douglas Ell, licenciado en matemáticas y física del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT por sus siglas en inglés) y también en derecho, durante mucho tiempo fue escéptico en cuanto a la existencia de Dios. Sin embargo, ya no lo es. En su libro Counting to God: A Personal Journey Through Science to Belief (Conteo hacia Dios: Una travesía personal hacia la fe mediante la ciencia), 2014, explica por qué ahora acepta la existencia de Dios: “La ciencia moderna ha revelado un universo absolutamente prodigioso. Prodigioso en el sentido de sobrecogimiento, asombro, sorpresa y admiración. Prodigioso en el sentido de qué causó la aparición de nuestro universo; prodigioso en el sentido de por qué nuestro universo está diseñado precisamente para la vida, prodigioso en el sentido de cómo pudo surgir la increíble complejidad de la vida, incluso en sus formas más simples.
“Cada año aparecen nuevas pruebas científicas de este prodigio y de hechos para los que esencialmente no hay explicaciones sin Dios, y absolutamente nada creíble que lo justifique. Contrariamente a lo que usted pueda haber leído y a lo que pueda creer, la ciencia y la religión están convergiendo en cuanto a este prodigio. El universo es una maravilla impresionante, y tanto científicos como creyentes religiosos quedan estupefactos ante su magnífico diseño” (pp. 13-14).
Ell publicó un libro más reciente en 2020, titulado Proofs of God: A Conversation Between Reason and Doubt (Pruebas de Dios: Conversación entre la razón y la duda). Aunque está escrito para adolescentes y jóvenes adultos, su argumento claro y convincente a favor de un Creador es muy recomendable para todos.
Las pruebas de la creación inteligente siguen en aumento. Aquí veremos siete hallazgos científicos que prueban la existencia de Dios.
1. La ciencia ha descubierto amplias pruebas de que el universo tuvo un principio.
El consenso científico de hace cien años afirmaba que el universo era eterno. Esta idea comenzó a desmoronarse en 1916 con las implicancias de la teoría de la relatividad de Albert Einstein, cuyas ecuaciones apuntaban a un universo en expansión. Sin embargo, a él no le gustó ese resultado y añadió a su ecuación una constante que anulaba la expansión. Más tarde admitió que este había sido el mayor error matemático de su vida.
Posteriormente, en 1929, el astrónomo Edwin Hubble afirmó que veía galaxias que se expandían hacia afuera, lo que significaba que habían estado mucho más juntas en el pasado. Einstein, intrigado, quiso ver las pruebas por sí mismo y en 1931 visitó el Observatorio del Monte Wilson en Los Ángeles, California. Einstein miró por el telescopio, examinó las pruebas y concluyó: “Ahora veo la necesidad de un principio”. Esto suscitó un cambio en la actitud científica hacia el cosmos.
Décadas después, en 1965, dos científicos estadounidenses detectaron los restos del estallido inicial de energía del acto de creación típicamente llamado “la Gran Explosión” [o Big Bang]. Ambos ganaron el Premio Nobel de Física, y uno de ellos, Arno Penzias, declaró más tarde: “Los mejores datos que tenemos [sobre el Big Bang] son exactamente los que yo habría predicho aun si no contara más que con los cinco primeros libros de Moisés, los Salmos y la Biblia en su conjunto” (“Clues to Universe Origin Expected” [Se esperan pistas sobre el origen del universo], The New York Times, 12 de marzo de 1978, p. 1).
Con la evidencia a la vista, lo escrito en Génesis 1:1 realmente sorprendió a muchos científicos por su exactitud: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Aquí dice que el universo de materia y energía apareció en un momento determinado, y que todo fue hecho por un Creador Supremo que existía antes de que todo esto sucediera. Era una enorme prueba de la existencia de Dios, sin explicaciones alternativas reales para un universo que, según la física moderna, surgió de la nada.
2. La ciencia ha descubierto que el universo está perfectamente calibrado para la vida.
Hace casi 50 años, en 1973, el cosmólogo Brandon Carter descubrió que las constantes o leyes independientes de la física tienen en común una característica muy inusual: son precisamente los valores necesarios para establecer y mantener un universo capaz de producir vida. Esta es otra prueba gigantesca y prácticamente irrefutable de un universo que ha sido cuidadosamente diseñado.
Los científicos han hallado unas 30 constantes o leyes de la física que rigen el universo. Todas ellas carecen de relación entre sí, y sin embargo están minuciosamente calibradas en proporciones increíbles para hacer posible la vida. La evidencia indica que “Alguien” pasó mucho tiempo afinando todas estas leyes para que funcionaran simultáneamente.
Sorprendentemente, la Biblia reveló dicha verdad mucho antes de que cualquier científico descubriera estos hechos. Como dice Jeremías 33:25: “Yo . . . he hecho una alianza con el día y con la noche, y . . . he fijado las leyes que gobiernan el cielo y la tierra . . .” (Dios Habla Hoy).
3. Los científicos no pueden explicar el origen de la vida y su código genético sin un Originador.
Contrariamente a lo que muchos han hecho creer, los científicos no tienen una explicación realista de cómo surgió la vida.
Incluso Richard Dawkins, el famoso ateo y evolucionista, admitió respecto a la aparición de la vida: “Nadie sabe cómo ocurrió” (Climbing Mount Improbable [Escalando el monte improbable], 1996, p. 282). Además, uno de los descubridores del código del ADN, el ateo Francis Crick, concluyó: “Un hombre honesto, armado con todo el conocimiento de que disponemos ahora, solo podría afirmar que, en cierto sentido, el origen de la vida por el momento parece casi un milagro: tantas son las condiciones que tendrían que haberse dado para ponerla en marcha” (Life Itself: Its Origin and Nature [La vida misma: Su origen y naturaleza], 1981, p. 88).
En los últimos 60 años los biólogos han descubierto que la vida comenzó con una enorme cantidad de información precisa ya incrustada en la célula. Solo el genoma humano es una molécula con aproximadamente 3 000 millones de letras genéticas, todas ordenadas con precisión para dar instrucciones a la célula. Además, los científicos nunca han encontrado materia inorgánica capaz de crear un sistema codificado de información ni la maquinaria para interpretarlo. Desde las células más primitivas hasta los seres humanos, todos tienen el mismo sistema operativo básico de una complejidad apabullante, con códigos, transmisores y receptores que funcionan conjuntamente.
Además, el rompecabezas del origen de la vida suscita “la pregunta del huevo y la gallina”: ¿qué fue primero, el huevo o la gallina? En este caso, para que se produzca la vida se necesita tanto el código genético completo como las proteínas (las piezas de la máquina) que leen el código y construyen nuevas proteínas. Sin el código no se pueden construir proteínas, y sin proteínas no se puede procesar el código. Entonces, ¿cómo pudieron surgir ambas cosas al mismo tiempo?
4. La ciencia ha demostrado que la vida biológica funciona mediante millones de “máquinas robóticas” exquisitamente programadas.
Para entender lo que ocurre dentro de una célula, una buena ilustración es imaginarse una gran ciudad repleta de vida y movimiento.
El bioquímico Michael Denton describe la célula de esta manera: “Para comprender la realidad de la vida tal y como la ha revelado la biología molecular, debemos ampliar una célula mil millones de veces hasta que tenga veinte kilómetros de diámetro y se asemeje a una gigantesca aeronave lo suficientemente grande como para cubrir una gran ciudad como Londres o Nueva York. Lo que veríamos entonces sería un objeto de complejidad y diseño adaptativo sin parangón . . .
“Veríamos a nuestro alrededor, en todas las direcciones a las que mirásemos, todo tipo de máquinas similares a robots. Nos daríamos cuenta de que el más simple de los componentes funcionales de la célula, las moléculas de proteína, son piezas de maquinaria molecular asombrosamente complejas, cada una de ellas formada por unos tres mil átomos dispuestos en una conformación espacial tridimensional altamente organizada.
“Nos maravillaríamos aún más al observar las actividades extrañamente intencionadas de estas peculiares máquinas moleculares, sobre todo al darnos cuenta de que, a pesar de todos nuestros conocimientos acumulados de física y química, la tarea de diseñar una máquina molecular de este tipo –es decir, una sola molécula de proteína funcional– estaría completamente fuera de nuestra capacidad en la actualidad” (Evolution: A Theory in Crisis, 1986, [Evolución: Una teoría en crisis], p. 329).
Por eso, a los bioquímicos les cuesta creer y explicar que la evolución ciega pueda construir tal maquinaria y conseguir que todas las piezas funcionen juntas desde el principio. Además, para que el cuerpo humano siga funcionando, los biólogos calculan que “se sustituyen unos 330 000 millones de células al día, lo que equivale a cerca del 1 % de todas nuestras células” (Mark Fischetti, “Bodies Replace Billions of Cells Every Day” [Nuestros cuerpos reemplazan miles de millones de células cada día], Scientific American, 1 de abril de 2021).
“Damos por sentada la vida”, añade Douglas Ell, “porque está en todas partes. Nuestro planeta está invadido por máquinas biológicas. Hay al menos 10 millones de tipos (especies) diferentes de máquinas; algunos estiman que aún no se han descubierto decenas de millones de otros tipos (especies) . . .
“Sistemas coordinados permiten a las ballenas azules sumergirse a miles de metros bajo el nivel del mar sin ser aplastadas, y entonar complejos cantos que atraviesan los océanos. Otros sistemas permiten a las abejas hacer una danza que indica a otras abejas dónde encontrar las mejores fuentes de polen. Hay sistemas para esconderse, sistemas para luchar, sistemas para reproducirse, sistemas para conseguir comida, sistemas para comunicarse, etc.” (Counting on God [Contando con Dios], p. 110).
Estos descubrimientos demuestran que todo en la vida está programado hasta el último detalle y que prácticamente nada se ha dejado al azar. ¿A quién apunta este exquisito diseño? ¿A la evolución, o a Dios? La respuesta es obvia.
5. La ciencia ha descubierto que las primeras evidencias de vida son muy variadas, completamente formadas y sin transiciones.
Aunque Darwin tituló su libro El origen de las especies por medio de la selección natural, nunca fue capaz de fundamentar dicha suposición. Mucha gente da por sentado que la teoría de la evolución, con sus innumerables mutaciones, y la selección natural como medio de cambio, pueden explicar el origen y desarrollo de todos los seres vivos de este planeta.
Sin embargo esto es engañoso, ya que la evolución puede explicar la microevolución, o los cambios dentro de la especie (como los diferentes tamaños, formas y colores de los perros), pero no la macroevolución, o los cambios de un tipo de criatura a otro. La selección natural puede decir algo sobre la supervivencia de la especie, pero nada sobre su llegada. Desde luego, no puede rastrear el origen de los aproximadamente 10 millones de especies que hay en la Tierra. Estas se clasifican en unos 33 tipos de cuerpos principales o filum, como esponjas, gusanos, insectos y mamíferos.
Darwin predijo que a medida que gradualmente se fueran descubriendo más fósiles, aparecerían tipos de especies, comenzando con una o unas pocas, y luego se irían multiplicando, desde formas de vida simples a otras más complejas. Escribió: “Si realmente numerosas especies pertenecientes a los mismos géneros y familias han entrado en la vida simultáneamente, el hecho tiene que ser fatal para la teoría de la evolución mediante selección natural” (El origen de las especies, 1859, ReadOn, pp. 474-475). Sin embargo, eso es precisamente lo que se ha encontrado: tipos principales de organismos que aparecen en lo que se considera el comienzo del registro fósil, y no en estratos depositados posteriormente.
Los científicos llaman a esto “la explosión del Cámbrico”, que se refiere a los principales tipos de plantas y animales que aparecen de repente completamente formados en esa capa fósil. Esto es lo opuesto a lo que Darwin y los evolucionistas habían afirmado que se encontraría, y no tienen ninguna explicación o respuesta real. De los 33 tipos de organismos principales, 23 de ellos (o el 70 %) aparecen en la etapa inicial del registro fósil.
De lo que estamos hablando aquí, por analogía, es de encontrar juntos inventos tan diferentes como una lavadora, una nevera, una bicicleta, un automóvil y un avión. Aunque estos tienen algunas características en común, sus funciones y propósitos son muy distintos. Del mismo modo, los principales tipos de criaturas encontradas en la capa del Cámbrico, como esponjas, gusanos, trilobites y peces sin mandíbula, son muy diversos y complejos y aparecen súbitamente, sin que haya pruebas de que estos tipos de organismos principales hayan evolucionado a partir de otras criaturas.
Como admitió el paleontólogo Niles Eldredge: “Si la vida hubiera evolucionado poco a poco hasta producir tan maravillosa profusión de criaturas, debería haber algún registro fosilífero de esos cambios . . . Pero nadie ha encontrado ninguna evidencia de tales criaturas intermedias . . . ninguna de las pruebas fósiles hasta la fecha ha conseguido encontrar esos eslabones perdidos” (George Alexander, “Alternate Theory of Evolution Considered” [Se está considerando una alternativa a la teoría de la evolución], Los Angeles Times, 19 de noviembre de 1978).
En efecto, ¡el registro fósil ha defraudado a Darwin!
6. La ciencia ha demostrado que la Tierra es un planeta único, con muchas condiciones “simplemente perfectas” para sustentar la vida.
En 1966, Carl Sagan presentó la famosa serie documental de televisión Cosmos. Él pensaba que para que hubiera vida solo se necesitaban dos condiciones: un tipo de astro adecuado y un planeta a la distancia correcta. Pero esta conclusión resultó estar totalmente equivocada.
Ahora, más de medio siglo después, los científicos han llegado a la conclusión de que más de 200 condiciones tienen que ser “perfectas” para que la vida exista y prospere. Como explica el autor Eric Metaxas: “Hoy en día se conocen más de 200 parámetros necesarios para que un planeta pueda albergar vida, cada uno de los cuales debe cumplirse a la perfección, o todo se desmorona. Sin un planeta masivo como Júpiter en las cercanías, cuya gravedad atrae a los asteroides, miles más de ellos chocarían con la superficie de la Tierra. Las probabilidades contra la vida en el universo son simplemente asombrosas” (“Science Increasingly Makes the Case for God” [La ciencia fortalece cada vez más el argumento a favor de Dios], The Wall Street Journal, 25 de diciembre de 2014).
La Biblia nos dice: “¡Yo soy el único Dios! Yo he creado los cielos y he formado la tierra para que sea habitada. Yo no formé la tierra como un desierto seco, ni hablé desde un lugar oscuro y secreto” (Isaías 45:18-19, Traducción en Lenguaje Actual).
7. La ciencia revela que el universo está diseñado con precisión matemática, y al mismo tiempo permite el libre albedrío.
Increíblemente, se ha descubierto que el universo está diseñado matemáticamente y sigue leyes ordenadas que pueden describirse en términos matemáticos. Sir James Jeans, uno de los grandes astrónomos del siglo xx, comentó: “A partir de la evidencia intrínseca de su creación, el Gran Arquitecto del Universo comienza a mostrarse como un matemático puro . . . El universo empieza a parecerse más a un gran pensamiento que a una gran máquina” (The Mysterious Universe [El universo misterioso], 1930, pp. 134, 137).
Un gran problema para los evolucionistas y los ateos es este: la evolución no sabe de matemáticas, ya que se basa en variaciones y mutaciones aleatorias, y las matemáticas requieren un agente inteligente que pueda preparar primero un plano matemático de leyes antes de crear las cosas para que estén ordenadas. Por ello es que el cosmos actual puede remontarse a las reglas matemáticas.
Como señaló Einstein, “Lo más incomprensible del universo es que es comprensible”. Se refería a que el cosmos podía entenderse en términos matemáticos, pero que una explicación de por qué es así trascendía las matemáticas.
Ya a principios del siglo xx, los científicos estaban descubriendo las leyes que rigen el reino subatómico, el diminuto microcosmos descrito por la mecánica cuántica. Este tiene reglas muy diferentes a las de nuestro macromundo y parece dar cabida al surgimiento de cosas como el libre albedrío.
Muchos científicos se dieron cuenta de que no todo está determinado por la materia y la energía. Los experimentos demuestran que un observador puede alterar una partícula mediante su observación. Las implicancias son que podemos determinar el resultado de nuestras vidas por las elecciones que hacemos.
Esto nos recuerda lo que dijo Dios: “En este día, te doy a elegir entre la vida y la muerte, entre la prosperidad y la calamidad. Pues hoy te ordeno que ames al Señor tu Dios y cumplas sus mandatos, decretos y ordenanzas andando en sus caminos. Si lo haces, vivirás . . .” (Deuteronomio 30:15-16, Nueva Traducción Viviente).
¿Qué aprendemos de esto?
La ciencia ofrece muchas pruebas de nuestro universo físico que apuntan a la existencia de Dios. Aquí hemos visto siete. Y la ciencia de vanguardia está constantemente descubriendo más complejidad y un diseño más intrincado, no solo en el cosmos, sino también en todos los seres vivos.
El patriarca bíblico Job desafió una vez a los escépticos a observar el diseño de las criaturas que los rodeaban y a darse cuenta de que eran testigos de un Diseñador y Creador Supremo, y les dijo: “Pero pregúntales a las aves, y también a los animales, y ellos te lo contarán todo; ¡te darán una gran lección! Habla con la tierra, y con los peces del mar, y hasta ellos te lo dirán. Ellos saben muy bien que Dios lo ha creado todo” (Job 12:7-9, TLA).
En consecuencia, al examinar todas las pruebas y entender a dónde conducen, esperamos que crea en Dios, que siga creyendo y que busque sinceramente su voluntad en su vida. BN