Siete maneras de amar a nuestros enemigos

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Siete maneras de amar a nuestros enemigos

Este puede ser el mandamiento más difícil de Jesús: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:44-45). Jesús nos instruyó que amáramos no solo a nuestros amigos, sino también a nuestros enemigos.

Esto seguramente es difícil para todos nosotros. Es posible que en nuestro trabajo o escuela haya alguien que siempre está tratando de superarnos, ridiculizarnos o degradarnos. Alguien que solía ser nuestro amigo puede estar divulgando mentiras desagradables sobre nosotros. Puede que tengamos un competidor comercial decidido a hacer crecer su negocio en detrimento del nuestro. O tal vez hemos llegado a considerar a ciertas personas como enemigas no por lo que nos han hecho personalmente, sino porque defienden sus opiniones políticas o religiosas contrarias a las nuestras de forma exagerada y agresiva.

Tener amor por esas personas a menudo es precisamente lo contrario de lo que quisiéramos hacer. La natural inclinación humana es sentir aversión, embarcarse en batallas verbales, deseos de desprestigiarlos, ridiculizarlos o intentar que sufran igual que nosotros. Quizá los que somos menos conflictivos podríamos simplemente cortar toda comunicación con la gente que nos es molesta y simplemente “ser indiferentes” con ellos.

Sin embargo, amar a nuestros enemigos es el ejemplo que Dios Padre y Jesucristo quieren que sigamos. Incluso cuando el mundo entero era enemigo de Dios y vivía en oposición a su camino de vida, Dios entregó a su Hijo, que murió voluntariamente en la cruz para que todos pudiéramos reconciliarnos con Dios y pudiéramos ser salvos (Romanos 5:10; Juan 3:16; 10:11, 17-18). La orden de Jesús es que mostremos este mismo tipo de amor por nuestros propios enemigos.

En pocas palabras, amar a nuestros enemigos significa que debemos desarrollar una preocupación genuina por ellos y desearles lo mejor. Esto no quiere decir que debamos ignorar o tolerar una conducta inadecuada; tampoco significa necesariamente tener una relación “normal” con ellos si no están dispuestos a cambiar. No obstante, debemos ser amables y compasivos al tratarlos.

Pero, si queremos ser realistas, este tipo de amor por nuestros enemigos en realidad es prácticamente imposible si dependemos únicamente de nuestras limitadas fuerzas y perspectivas humanas. Para lograr ese propósito, necesitamos la ayuda de Dios. Debemos orar para que él nos dé el deseo espiritual para poder amar a quienes nos maltratan y nos ayude a ver la situación con la debida claridad (y no nublada por prejuicios personales). Él nos ayudará con eso.

En mi caso personal, también he notado que es útil reflexionar sobre formas específicas en las que podríamos mostrar amor por nuestros enemigos. Cuando sabemos exactamente lo que debemos hacer, resulta mucho más fácil amar a nuestros enemigos como Jesús nos enseñó. A continuación examinaremos siete hábitos basados en preceptos bíblicos que todos deberíamos desarrollar:

1. Orar por los enemigos

El mandato de amar a nuestros enemigos en Mateo 5:44 contiene la instrucción explícita de bendecirlos y orar por ellos en cuanto a su bienestar futuro (no para que persistan en su hostilidad). Jesús nos propone no pensar en el daño que se nos ha hecho y, sinceramente, desear el bien para aquellos que nos han maltratado. Cuando bendecimos a nuestros enemigos a través de la oración, estamos “poniéndonos en la brecha”, intercediendo en su favor, pidiendo que Dios los guie y tenga misericordia de ellos (véase Ezequiel 22:30; 1 Timoteo 2:1).

Concretamente, debemos orar para que Dios guíe a nuestros enemigos a reconocer lo malo de su conducta y el mal que causan, que se arrepientan y vean lo valioso que es vivir según los principios bíblicos. Pídale a Dios que intervenga en sus vidas para que cualquier factor latente que los motive a maltratar a otros se resuelva según sea el caso.

Nuestro deseo debe ser que se arrepientan y puedan aprender a vivir de acuerdo con los preceptos de Dios (lo que trae bendiciones), y para que podamos tener una buena relación con ellos. Orar por los enemigos también mejora nuestra propia actitud. Es difícil albergar malos sentimientos hacia los demás o desearles el mal cuando oramos regularmente por ellos.

2. Sea amable con ellos

Mateo 5:44 también nos manda hacer el bien a nuestros enemigos. Asimismo, Romanos 12:21 dice: “No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal”. Porpóngase cambiar cualquier ira y resentimiento que pueda estar albergando hacia su adversario por actos bondadosos y amables.

Esto podría incluir un saludo amistoso cada vez que los veamos: saludar, sonreír, dar la mano y estar dispuestos a conversar un poco, en lugar de evitarlos a propósito. Si observa en ellos cualidades sobresalientes, felicítelos sinceramente cuando se los encuentre. Ofrezca su ayuda cuando es evidente que la necesitan; por ejemplo, enviarles una tarjeta si están enfermos o llevarles algo de comer. Como dice Proverbios 25:21: “Si el que te aborrece tuviere hambre, dale de comer pan, y si tuviere sed, dale de beber agua”.

Tratar a nuestros enemigos con amabilidad es una muestra de que nos preocupa su bienestar e interrumpe el ciclo de enemistad que genera más maldad. Puede ayudar a descongelar el corazón frío de un adversario y promover el cambio de un enemigo. Proverbios 25 continúa diciendo que, si tratamos amablemente a un enemigo, “haremos que se avergüence de su conducta” (v. 22, Nueva Versión Internacional), lo que probablemente logrará que su hostilidad se disipe  o lo inducirá a tener sentimientos de culpa que conduzcan a un cambio para bien.

3. Perdónelos

Otro aspecto esencial de amar a nuestros enemigos es perdonar lo que nos hagan. Considere el ejemplo que dejó Jesús. Fue traicionado y perseguido, pero siempre escogió perdonar. Incluso cuando los romanos lo estaban crucificando, Jesús dijo en Lucas 23:34: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

Dios nos ha perdonado mucho, y de igual manera nosotros deberíamos perdonar a los demás. A lo largo de su ministerio, Jesús enfatizó la importancia del perdón. En Mateo 18, Pedro le pregunta a Jesús: “Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete veces?” (versículo 21, NVI). Jesús respondió: “No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete” (v. 22, NVI), o “setenta y siete veces”, como traducen otros. Básicamente, Jesús estaba diciendo que el perdón debe ser continuo. Lucas 17:3-4 aclara que esto es cuando se evidencia arrepentimiento, si bien constantemente nuestra actitud debe enfocarse en el perdón y no guardar rencores.

Perdonar es hacer a un lado la amargura o el resentimiento hacia quienes nos han hecho daño. Aunque no nos guste lo que nos hicieron ni ignoremos los malos tratos, no debemos albergar mala voluntad hacia ellos ni desearles el mal. Esto no significa necesariamente que vaya a haber reconciliación; hacer las paces con personas conflictivas puede no ser posible si no hay evidencia de arrepentimiento por lo que han hecho. Pero sí debemos controlar nuestras actitudes hacia ellos, despojándonos de la amargura, la ira, el disgusto y la malicia (ver Efesios 4:31).

4. Hable bien de ellos o no diga nada

En lugar de hablar mal de quienes nos ofenden, debemos hablar de ellos lo mejor posible. Este es otro aspecto de bendecir a nuestros enemigos (Mateo 5:44; Lucas 6:28). Recuerde que lo que decimos de los demás a sus espaldas, muy a menudo llega a sus oídos. Así que, si en nuestras conversaciones con otras personas surge el tema de nuestros enemigos, destaque algunas de sus buenas cualidades; eso podría sorprenderlos gratamente si terminan por enterarse, aliviando así la tensión. Además, eso nos ayuda a mantener una perspectiva menos negativa y más equilibrada.

En la mayoría de los casos, si no se nos ocurre nada positivo que decir de alguien, deberíamos mordernos la lengua. Esto va en contra de la práctica común, pues vivimos en una época en la que se considera aceptable e incluso terapéutico ventilar en público los agravios que comenten contra nosotros. Pero la Biblia nos dice que el amor cubre las ofensas (Proverbios 10:12; 17:9). En lugar de contarles a los demás cómo alguien nos hizo daño, mostramos amor al no difundir esa información negativa.

Por supuesto, hay ocasiones en las que es apropiado o necesario compartir información negativa, como hicieron incluso los apóstoles sobre ciertas personas. Los delitos y los abusos deben denunciarse. Y podría ser necesario advertir a otros del mal carácter de una persona, aunque siempre debemos ser cautelosos con lo que decimos. El amor a los enemigos debe equilibrarse con el amor que también sentimos por otras personas.

5. Intente comprender sus circunstancias y problemas

Si sus enemigos le dicen lo que tienen en contra suya, esté dispuesto a escuchar lo que tienen que decir, incluso si su forma de quejarse no sea la más amable. Podrían expresar una buena razón: un defecto suyo que realmente no había visto antes. Demuéstreles que quiere corregir la situación y que está dispuesto a admitir cualquier cosa que de su parte pueda estar causando que se agrave el conflicto (compare Mateo 5:23-24).

O si están luchando con muchos conflictos personales y los revelan, permita que se desahoguen. Escuche atentamente lo que tienen que decir. Aun si no se sinceran con usted, puede tratar de imaginar algunas de las luchas personales a las que pueden estar enfrentándose. Póngase en su lugar. Intente comprender por qué piensan como lo hacen, incluso si usted no piensa igual.

Esto puede estar comprendido en la instrucción de Filipenses 2:4 de velar por los intereses de los demás. Todos necesitamos ser comprendidos. El simple hecho de escuchar la historia de alguien puede ser increíblemente relajante. Puede hacer que la persona se sienta escuchada y apreciada, lo que puede allanar el camino para una solución pacífica.

Además, a veces, cuando intentamos comprender a “nuestros enemigos”, nos damos cuenta de que en realidad no intentan hacernos daño a propósito, o que a veces somos demasiado sensibles. Recuerdo situaciones en las que sentí que los demás estaban en mi contra, pero luego comprendí que había interpretado mal sus palabras o acciones; lo que realmente había sucedido reflejaba las diferencias de nuestras personalidades, orígenes o educación, no que estuvieran tratando de hacerme daño intencionalmente.

También es necesario recordar que Satanás siempre trata de confundir y engañar a otros tal como intenta hacerlo con usted. Él es el verdadero enemigo de todos nosotros; este hecho debería ayudar a relacionarnos mejor con aquellos que se nos oponen (ver 2 Timoteo 2:25-26).

6. No tome represalias

Puede que nuestros enemigos hayan sido crueles con nosotros; pero vengarse o devolver el maltrato solo intensifica el conflicto y empeora una mala situación. Además, estaríamos cediendo a impulsos indignos y dando paso a la maldad. Romanos 12:17-18 dice: “No paguéis a nadie mal por mal . . . En cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”.

Las Escrituras dicen que en lugar de tomar represalias, debemos responder a las acciones ruines y descorteses con una “respuesta blanda” o gentil (Proverbios 15:1), y “volviendo la otra mejilla” (ver Mateo 5:39). Debemos estar dispuestos a sufrir las injusticias que comenten contra nosotros, incluso si a nuestro juicio los ofensores deben ser castigados. En Lucas 6:36, Jesús nos instruye: “Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso”. Mostrar misericordia puede ayudar a disipar el conflicto y, a veces, es la única forma de provocar un cambio en los demás. Puede ser una forma de demostrarles a nuestros enemigos que realmente nos preocupa su bienestar y que no solo nos importa el nuestro.

Esto no significa que quienes han cometido actos malvados nunca deban ser castigados. Las sociedades necesitan aplicar justicia para evitar que crezca la maldad, por el bien de todos, incluso el de los malhechores; a estos no se les debe permitir continuar con su mal proceder, porque finalmente este causaría su destrucción definitiva. Sin embargo, no debemos procurar la justicia por nuestra mano pues Dios, en su perfecta sabiduría, ejecutará la venganza por nosotros (Romanos 12:19), que resultará en lo mejor para todos.

7. Sea paciente

Siempre recuerde que sus enemigos podrían cambiar su manera de actuar. No obstante, es probable que ello no suceda de la noche a la mañana, así que deles tiempo. Un elemento clave del amor divino es la paciencia (1 Corintios 13:4).  Tome en cuenta lo que está pasando en sus vidas en ese momento, y no olvide que ese no es el final de la historia. Dios trabajará con ellas a su debido tiempo; él sabe cuándo es el mejor momento para hacer lo necesario. Quizá percibimos en nuestros enemigos defectos que Dios aún no les ha mostrado, pero en algún momento lo hará.

Hasta que eso ocurra, debemos “[soportarnos] con paciencia unos a otros en amor” (Efesios 4:2). Esto significa tolerar con paciencia los errores, las provocaciones, las molestias y el dolor sin quejarnos ni perder los estribos. Al ser pacientes, propiciamos un ambiente de crecimiento y transformación tanto para nosotros mismos como para aquellos que nos han hecho daño.

También hay otras posibilidades. Cuando uno muestra  amor a sus enemigos, como hemos explicado aquí, puede hacer que se conviertan en nuestros amigos. Conozco a muchas personas que inicialmente chocaban de continuo, pero que con el tiempo aprendieron a apreciarse mutuamente y se hicieron amigas. Obviamente, no siempre ocurre así; sin embargo, debemos esforzarnos por mostrar amor a nuestros enemigos lo mejor que podamos.

Debemos ser pacientes, amorosos y perdonadores, porque ese es el tipo de personas que Dios quiere que seamos, y ese es el ejemplo que Jesucristo nos dio. Es la única manera de disfrutar una existencia verdaderamente agradable. BN