¿Se puede probar la existencia de Jesús basándose en fuentes ajenas a la Biblia?

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¿Se puede probar la existencia de Jesús basándose en fuentes ajenas a la Biblia?

¿Fue Jesús de Nazaret una persona real? ¿Existió verdaderamente? ¿Son ciertas las historias que hay acerca de él en la Biblia? ¡Estas son preguntas importantes, y es crucial que sepamos las respuestas!

Algunos arguyen que Jesús no pudo haber existido porque no hay registros históricos del primer siglo que lo mencionen. No obstante, ¡sí hay biografías contemporáneas acerca de él! Cuatro de ellas, de hecho, y por diferentes autores. Se llaman los Evangelios y se hallan en la Biblia.

Pero ese argumento no es suficiente para los que están decididos a no creer en Jesucristo. Piden aún más. Exigen registros escritos de historiadores contemporáneos del primer siglo que no fueran seguidores de Jesús.

Sin embargo, tal exigencia implicaría una condición que pocas figuras históricas del mundo antiguo podrían cumplir. Después de todo, se conservan muy pocos registros históricos del primer siglo, y básicamente las únicas obras romanas importantes y en gran parte completas de aquella época son un manual sobre agricultura, una comedia de un amigo de uno de los emperadores y algunos fragmentos de obras, en ninguno de los cuales uno esperaría ver alguna mención del cristianismo o de Jesucristo.

Historias romanas que mencionan a Jesús y al cristianismo

Sin embargo, los historiadores conocen muy bien algunas obras romanas no cristianas que se conservan desde principios del segundo siglo que mencionan a Jesucristo y al cristianismo. Entre otras:

Vidas de los primeros doce césares, por Gaius Suetonius Tranquillus, un funcionario de la corte romana y secretario principal del emperador Adriano, quien escribió alrededor del año 120 d. C.

Cartas de Plinio el Joven, un funcionario del gobierno romano en el centro-norte de Turquía, que escribió alrededor del año 120 d. C.

Anales, por el historiador romano Tácito, quien escribió alrededor del año 115 d. C.

Además de estos, el famoso historiador judío del primer siglo, Josefo, escribió sobre Jesús y otros personajes mencionados en los Evangelios.

¿Qué nos dicen estos escritores?

Seguidores de “Chrestus”, desterrados de Roma

Gaius Suetonius Tranquillus (comúnmente conocido como Suetonio), que escribió alrededor de 120 d. C., relata que el emperador Claudio “expulsó a los judíos de Roma, que continuamente causaban disturbios, siendo Chrestus [Cristo] su líder” (Lives of the First Twelve Caesars: Life of Claudius [Vidas de los primeros doce césares: Vida de Claudio]).

Claudio gobernó del año 41 al 54 d. C. En este punto de la historia los romanos no veían ninguna diferencia entre judíos y cristianos, ya que ambos creían y practicaban en gran medida las mismas cosas, por lo que aparentemente Claudio los expulsó a todos.

Lo significativo en la breve declaración de Suetonio, mencionada de paso, es que varios judíos en Roma se habían convertido en seguidores de “Chrestus”, que parece ser un error ortográfico de “Christus”, la forma latinizada de “Cristo”. Entonces vemos que aproximadamente en el año 50 ya había un número considerable de cristianos en Roma, y ​​esto estaba creando conflictos para las autoridades romanas, aunque no se nos dice exactamente la razón.

Esta expulsión de los judíos de Roma se menciona en la Biblia, en Hechos 18:2: “Y halló [Pablo] a un judío llamado Aquila, nacido en el Ponto, que acababa de llegar de Italia con su mujer Priscila (porque Claudio había ordenado a todos los judíos que salieran de Roma); y fue a ellos”.

Lo que resulta especialmente interesante es la estrecha correlación de esta breve mención con lo que leemos en el libro de los Hechos. En la Fiesta de Pentecostés, cuando se fundó la Iglesia según se registra en Hechos 2, alrededor de 31 d. C., leemos que “visitantes de Roma” estaban entre los que presenciaron los milagrosos sucesos de Hechos 2:6-12. En ese momento, personas que hablaban múltiples idiomas y dialectos de más de una docena de distintas partes del Imperio romano escucharon a los apóstoles “hablar en nuestras propias lenguas las maravillosas obras de Dios”.

No se nos dice explícitamente cuándo aparecieron los primeros creyentes cristianos en Roma, pero no es exagerado suponer que algunos de los que estaban en Jerusalén para ese Pentecostés llevaron un asombroso informe a Roma, donde se difundió entre los judíos y prosélitos judíos de allí, lo que después de unas dos décadas desembocó en la expulsión de judíos y cristianos de Roma.

Qué hacer con los cristianos que no creían en la divinidad del emperador

Alrededor de 120 d. C., Plinio el Joven, un funcionario del gobierno romano en lo que hoy es el centro-norte de Turquía, escribió al emperador Trajano solicitando consejo sobre cómo lidiar con los cristianos que se negaban a rendirle homenaje a la imagen del emperador romano. Plinio observó que estos cristianos se reunían regularmente y cantaban himnos “a Cristo como a un dios” (Cartas, p. 559, Editorial Gredos, 2005).

Sobre esta breve mención de los cristianos y el cristianismo, dos hechos destacan de inmediato. El primero es que había un número considerable de seguidores de Jesucristo en el norte de Asia Menor menos de cien años después de su muerte. Un segundo hecho significativo es que estas personas se reunían y cantaban himnos a Cristo “como a un dios”.

El primer hecho es importante, porque este es exactamente el patrón que vemos una y otra vez en el libro de los Hechos: los primeros maestros cristianos como Pablo, Bernabé y Apolos iban de ciudad en ciudad en Asia Menor (la actual Turquía) y Grecia, proclamando la divinidad y resurrección de Jesucristo y que la salvación estaba disponible solo a través de él. A veces enfrentaban gran hostilidad; en otras ocasiones se encontraban con una audiencia receptiva y el cristianismo comenzó a propagarse de manera lenta y constante, a menudo a pesar de la persecución.

El segundo hecho es significativo, porque la pregunta de Plinio al emperador muestra que los cristianos con los que se encontró consideraban a Jesucristo como divino. Y sus cartas demostraban que su creencia era tan sólida, ¡que algunos se negaban a renunciar a ella incluso bajo amenaza de tortura y muerte!

Una vez más, esta es la pauta que vemos reiteradamente en el libro de los Hechos: ¡personas tan firmemente convencidas de que Jesucristo era un ser real que había vivido, muerto y resucitado, que estaban dispuestas a morir antes que renunciar a esa creencia!

“Cristo . . . sufrió la pena máxima durante el reinado de Tiberio a manos de . . . Poncio Pilato”

La información más completa que tenemos de un escritor romano de este período proviene de Publio (o Gayo) Cornelio Tácito, un senador e historiador romano, que nació alrededor del año 56 d. C. y escribió sus obras a principios del segundo siglo. En su calidad de historiador, habló sobre el devastador incendio de Roma en 64 d. C. durante el reinado del emperador Nerón. Note lo que agrega en una discusión paralela sobre Nerón culpando a los cristianos del incendio:

“En consecuencia, para deshacerse de los rumores [de que Nerón mismo había iniciado el fuego para aumentar sus propiedades], Nerón culpó e infligió las torturas más exquisitas a una clase odiada por sus abominaciones, quienes eran llamados cristianos por el populacho. Cristo, de quien el nombre [cristianos] tuvo su origen, sufrió la pena máxima durante el reinado de Tiberio a manos de uno de nuestros procuradores, Poncio Pilato, y la superstición muy maliciosa, de este modo sofocada por el momento, de nuevo estalló no solamente en Judea, la primera fuente del mal, sino incluso en Roma . . . En consecuencia, el arresto se hizo en primer lugar a quienes se declararon culpables; a continuación, por su información, una inmensa multitud fue condenada, no tanto por el delito de incendiar de la ciudad como por su odio contra la humanidad” (Anales, 15.44, traducción del latín por A. J. Church y W. J. Brodribb, 1876).

Entonces, ¿qué aprendemos de este relato del historiador Tácito sobre las condiciones en Roma en 64 d. C.? Tengamos  en cuenta que Tácito no era amigo de los cristianos. Por el contrario, los detestaba.

• Había un grupo en Roma en ese momento, apenas tres décadas después de la crucifixión de Jesús, conocido como “cristianos”.

• Fueron llamados “cristianos” por causa de alguien llamado “Cristo”.

• Su líder, “Cristo”, fue ejecutado durante el gobierno del procurador Poncio Pilato (26-36 d. C.) y el reinado del emperador Tiberio (14-37 d. C.).

• Los romanos pensaban que los cristianos creían en “una superstición muy maliciosa”.

• Los cristianos eran “odiados por sus abominaciones”.

• Su movimiento se originó en Judea (Tierra Santa) y de allí se extendió a Roma.

• Para el año 64, había “una inmensa multitud” de cristianos en Roma.

Como dijimos, esto es sorprendente porque confirma exactamente lo que leemos en los Evangelios y el libro de los Hechos, incluido el momento de la crucifixión de Cristo durante el gobierno de Tiberio y Poncio Pilato (Lucas 3:1-2).

¿Cuál era esta “superstición muy maliciosa” en la que creían los cristianos? Tácito no lo dice. ¿Podría haber sido que un hombre había sido ejecutado por crucifixión y resucitado de entre los muertos? ¿O que los mismos cristianos creían que ellos también resucitarían de entre los muertos? ¿O que su líder, “Cristo”, vendría nuevamente como Rey de un reino que reemplazaría a Roma y gobernaría al mundo?

No lo sabemos, pero las palabras de Tácito acerca de que este movimiento tenía sus raíces en “una superstición muy maliciosa” es bastante sorprendente, ¡especialmente porque los romanos, con su gran variedad de creencias religiosas paganas, aceptaban casi cualquier cosa excepto la resurrección de los muertos!

Josefo menciona a Juan el Bautista

Examinemos a otro escritor no cristiano de este período, el famoso historiador judío Flavio ​​​​Josefo. Escribió La guerra judía y Antigüedades de los judíos a fines del primer siglo. En sus Antigüedades, Josefo se refiere a muchas personas nombradas en el Nuevo Testamento, incluidos Jesús, Juan el Bautista y Santiago, el medio hermano de Jesús.

Nacido en una familia sacerdotal en 37 d. C., Josefo había tenido una buena educación y, como comandante militar, dirigió un destacamento judío en Galilea durante la revuelta judía de 66-70 hasta que fue capturado por los romanos. Al final de la guerra fue a Roma con el general romano Tito, donde vivió y escribió hasta su muerte, alrededor del año 100 d. C.

Esto es lo que Josefo escribe sobre Juan el Bautista y su verdugo, Herodes Antipas: “Herodes lo hizo matar, a pesar de ser [Juan] un hombre justo que predicaba la práctica de la virtud, incitando a vivir con justicia mutua y con piedad hacia Dios para así poder recibir el bautismo . . .

“Herodes, temeroso de que su gran autoridad indujera a los súbditos a rebelarse, pues el pueblo parecía estar dispuesto a seguir sus consejos, consideró más seguro, antes de que surgiera alguna novedad, quitarlo de en medio, de lo contrario quizá tendría que arrepentirse más tarde, si se produjera alguna conjuración. Es así como por estas sospechas de Herodes fue encarcelado y enviado a la fortaleza de Maquero, de la que hemos hablado antes, y allí fue muerto” (Antigüedades de los Judíos, 18:5:2, editorial CLIE, 2013).

De nuevo, esto tiene una estrecha relación con lo que leemos sobre Juan en los Evangelios. Mateo 3:1-10, Marcos 1:1-6 y Lucas 3:1-14 mencionan la popularidad de Juan y su mensaje de arrepentimiento registrado décadas después por Josefo. Y Mateo 14:3-12 describe la escena en el palacio de Herodes cuando este dio la orden de ejecutar a Juan.

Josefo y Santiago, “hermano de Jesús, llamado el Cristo”

Además de varios gobernantes y miembros de la familia del sumo sacerdote mencionados en los Evangelios (lo que confirman descubrimientos arqueológicos), Josefo también menciona a Santiago, medio hermano de Jesucristo:

“[El procurador romano] Festo había fallecido y Albino todavía estaba en camino, [así que Anán] reunió al sanedrín. Llamó a juicio al hermano de Jesús que se llamó Cristo, su nombre era Jacobo [Santiago], y con él hizo comparecer a varios otros. Los acusó de ser infractores de la ley y los condenó a ser apedreados” (ibídem, 20:9:1).

Este mismo Santiago es autor de la epístola en la Biblia que lleva su nombre. Aunque era medio hermano de Jesús, inicialmente no creía en su mesianismo (Juan 7:5), pero después de la muerte y resurrección de Jesús estuvo entre los reunidos en Jerusalén en la Fiesta de Pentecostés cuando se fundó la Iglesia, alrededor de 31 d. C. (Hechos 1:14).

Entonces, tenemos aquí tres personajes destacados del Nuevo Testamento: Juan el Bautista, el apóstol Santiago y su medio hermano Jesús, a quien llamaban Cristo o Mesías, mencionados por un historiador judío más tarde en ese mismo siglo. ¿Dice Josefo algo más acerca de Jesús?

El relato de Josefo sobre Jesucristo

Note su relato (con porciones subrayadas que se explican después): “Por aquel tiempo existió un hombre sabio, llamado Jesús, si es lícito llamarlo hombre, porque realizó grandes milagros y fue maestro de aquellos hombres que aceptan con placer la verdad. Atrajo a muchos judíos y a muchos gentiles. Era el Cristo.

“Delatado por los principales de los judíos, Pilatos lo condenó a la crucifixión. Aquellos que antes lo habían amado no dejaron de hacerlo, porque se les apareció al tercer día resucitado; los profetas habían anunciado este y mil otros hechos maravillosos acerca de él. Desde entonces hasta la actualidad existe la agrupación de los cristianos” (ibídem, 18:3:3).

Si bien muchos eruditos disputan partes o la totalidad del pasaje, el historiador Eusebio lo cita en  griego como se mencionó anteriormente ya en el año 315 d. C., y aparece de esta manera en todas las copias más antiguas que se conservan de las obras de Josefo. La mayoría de los eruditos rechazan las porciones subrayadas como adiciones del segundo o tercer siglo, pero aun así estas serían testimonio de la vida y el ministerio de Jesús. Una versión en idioma árabe no contradice su resurrección después de tres días, pero afirma que eso era lo que decían sus seguidores y no lo que creía Josefo.

De cualquier modo, tanto aquí como en otras fuentes, se confirman los puntos claves de los Evangelios y el libro de los Hechos: que Jesús fue un hombre sabio y virtuoso a quien tanto judíos como gentiles eligieron seguir como el Mesías, que fue crucificado bajo Poncio Pilato, y de cuya resurrección y aparición se informó a sus seguidores tres días después de su muerte.

¡Aquellos que nieguen la existencia de Jesucristo tienen que explicar no solo una serie de referencias específicas sobre él, sino también referencias históricas sobre su medio hermano Santiago y Juan el Bautista, además de las declaraciones de los historiadores que confirman los temas y hechos claves de los Evangelios y el libro de los Hechos!

La Biblia, que se declara a sí misma la Palabra inspirada de Dios, dice que Jesús vivió, murió y resucitó y que era el Hijo divino de Dios y Dios en la carne. Como hemos visto a partir de otras obras de los primeros historiadores que escribieron sobre esa época, estos testifican que Jesús era real y de hecho fue una figura histórica que vivió en el primer siglo. ¡Ciertamente él todavía vive hoy y para siempre! BN