¿Qué significa ser un hombre?
Es muy probable que todos hayamos visto películas en las que un sargento de instrucción intenta que los nuevos reclutas se pongan en forma. Corren durante kilómetros, hacen flexiones y otros ejercicios aparentemente imposibles, en los que inevitablemente fracasan. Entonces, el viejo y curtido sargento les grita: “¡Ustedes son una muestra de los tipos más débiles de la especie masculina que he visto jamás! ¡¿Son hombres o no?!”
¿Es eso lo que significa ser un hombre? ¿Ser más fuerte, más rápido y más recio que los demás? ¿O quizá se trate de ser el más divertido, el más inteligente o el más rico? Tal vez eres tan apuesto y te vistes tan bien que podrías ser modelo para la portada de una revista de moda, alguien que es la envidia de todo el mundo. Y si bien no hay nada malo en ser rico, apuesto, fuerte o divertido, ¿es eso acaso lo que significa ser un hombre?
El síndrome de Peter Pan
“¡No quiero crecer!” En esencia, esto es lo que se conoce como “síndrome de Peter Pan”: jóvenes que se niegan a asumir las obligaciones de la edad adulta y se aferran a las cosas de la adolescencia. Ya sabes a qué me refiero: no quieren sacar la basura porque les da miedo la oscuridad; cuentan chistes groseros, sucios y subidos de tono; sacan malas calificaciones en un examen por invertir más tiempo en videojuegos que en estudiar. En algunos casos, los jóvenes adultos se sienten incapaces de vivir solos porque no tienen una fuente suficiente de ingresos.
La Biblia presenta una imagen varonil que es a la vez masculina y tierna, valiente y sabia, audaz y cortés, segura de sí misma y fácil de enseñar, autónoma y capaz de responder por los demás, fuerte y amable. Si todos los hombres se esforzaran por entender la descripción bíblica de la virilidad, habría familias más fuertes, hijos seguros y empresas más rentables.
A continuación veremos algunos aspectos para ayudarte a implementar la masculinidad bíblica en tu propia vida.
Sé responsable
El apóstol Pablo escribió: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia; porque a Cristo el Señor servís” (Colosenses 3:
23-24, énfasis añadido). En términos generales, esto quiere decir que cada persona debe sentirse orgullosa de hacer su trabajo. Sin importar si uno es el barrendero o el gerente general de una corporación multimillonaria, debe trabajar como si Jesucristo fuera su jefe.
Pablo continúa: “Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas” (v. 25). En otras palabras, no te justifiques por las cosas que no has hecho bien o por algún trabajo que no has terminado; más bien, asume el compromiso de hacerlo. Si no sacaste la basura a la acera porque nadie te lo recordó hasta que se hizo de noche, no es culpa de otros que no te hayan recordado más temprano, pues ese es una de tus obligaciones semanales. No inventes excusas. Simplemente procura cumplir con las tareas que te han asignado. Como preadolescente, puedes demostrar tu liderazgo de varias maneras: cumplir con tus tareas domésticas, tomar en serio tus deberes escolares y hacer lo mejor posible, ayudar a tus padres en todo lo que puedas, preocuparte por las personas mayores de la Iglesia y conocer de sus vidas, u ofrecerte como voluntario para servir en tu congregación según tus habilidades personales.
En la etapa de la adolescencia hay muchas oportunidades de desarrollo personal: poner todo tu empeño en la escuela para ser admitido en la universidad, ser un conductor confiable, trabajar y ahorrar dinero para los estudios o para un auto, etc. Sea lo que sea, hazlo como si fuera para el Eterno, ¡y asume la responsabilidad de tu propio futuro!
Mantén el equilibrio
Aunque ser un hombre requiere asumir las responsabilidades de la hombría, hay que tener en cuenta una advertencia: algunos empiezan a desarrollar una mentalidad de “triunfar a toda costa”. Aunque esto pueda ayudarte a ganar “montones de dinero”, no necesariamente significa que vas a ser una buena persona.
Ser hombre no significa ser impositivo frente a los demás con el fin de conseguir el mejor empleo o de ganar popularidad. Se requiere humildad, gentileza y también ser compasivo con los demás.
Considera cómo fue la vida de Jesucristo. Entre todos los seres humanos, ¡él es la figura más destacada de todos los tiempos! Sin embargo, no actuó de manera dominante, exaltándose a sí mismo por encima de los demás. En realidad, hacía todo lo contrario: “Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor” (Mateo 9:35-36).
Jesucristo pudo haber exigido que las demás personas se postraran ante él; sin embargo, no lo hizo. De hecho, rara vez leemos que les haya permitido a otros adorarlo. Aunque algunos puedan ver la compasión como una forma de debilidad, especialmente en los hombres, la vida que Jesús vivió es prueba de lo contrario.
Cambios con el tiempo
El significado de ser un hombre cambia un poco a lo largo de la vida, sobre todo si uno se casa y tiene hijos. La Biblia afirma que el esposo debe ser el líder de su familia (Efesios 5:23). Sin embargo, hay formas correctas e incorrectas de ser un líder. ¿Recuerdas al sargento de instrucción al principio de este artículo? Si bien eso puede ser apropiado como preparación para la guerra, ¿es ese el tipo de comportamiento que un esposo debe tener hacia su esposa? ¡Desde luego que no!
Colosenses 3:19 (Nueva Traducción Viviente) dice lo siguiente: “Maridos, ame cada uno a su esposa y nunca la trate con aspereza”. Es una advertencia sencilla, pero profunda: ¡mostrar siempre amor y respeto por la esposa! O, en tu caso, por la joven que algún día podría ser tu esposa.
Una vez que llegan los hijos, hay nuevas y más responsabilidades. Deuteronomio 6:6-7 nos lo recuerda: “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes”. Es un simple recordatorio de que, como dijimos, ser la cabeza de la familia conlleva responsabilidades. No solo debemos tratar a los demás con amor y respeto, sino que tenemos la obligación de enseñar a los hijos que traemos a este mundo el amor, las leyes y el camino de vida de Dios.
Un ayudante en el viaje
Las responsabilidades de la hombría cristiana pueden parecer desalentadoras pero, felizmente, no estás solo en esta travesía. Además de tus padres y amigos, hay ayuda adicional a tu alcance. Esa ayuda proviene de Dios y está disponible a través del Espíritu Santo.
¡Sé un verdadero hombre!
La próxima vez que veas una propaganda o escuches una discusión sobre cómo ser un hombre, reflexiona detenidamente sobre lo que se está fomentando: ¿Se conforma a lo que Dios espera de la hombría? ¿O es solo una forma de venderte algo o de enseñarte a dominar a los demás? Si es así, y a juzgar por lo que afirman, los que difunden este mensaje probablemente no saben mucho sobre cómo ser un hombre.
Dios creó a los seres humanos, a hombres y mujeres, con un propósito: el de crear una familia a su imagen. Como hombres jóvenes, ustedes desempeñan un papel clave en el plan de Dios: el de asumir las responsabilidades de la edad adulta y templar su energía con compasión. ¡Así se convertirán en la clase de hombres que Dios quiere en su familia!