Por qué Carlos Darwin rechazó la Biblia

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Por qué Carlos Darwin rechazó la Biblia

En 1959, durante la celebración del centenario de su obra (El origen de las especies) en Chicago, Sir Julian Huxley, tal vez el evolucionista más influyente del siglo 20, hizo la siguiente declaración: “Charles Darwin ha sido acertadamente descrito como ‘el Newton de la biología’: hizo más que cualquier otro individuo en la historia para cambiar la actitud del hombre frente a los fenómenos de la vida, proporcionando un marco coherente de ideas científicas sobre la biología en lugar de un enfoque compuesto mayormente de rumores, mitos y supersticiones. Hizo de la evolución un hecho ineludible, comprensible como proceso y global como concepto” (Julian Huxley, Evolution After Darwin, Vol.1: The Evolution of Life (La evolución después de Darwin, Vol. 1: La evolución de la vida), 1961, pp. 1-2). Darwin no fue un ateo declarado y se refería a sí mismo como un agnóstico. Sin embargo, no siempre pensó del mismo modo. “Carlos no siempre había considerado a Dios o la religión como un problema. De hecho . . .
tanto Carlos como su padre pensaban que él iba a ser un párroco rural”  (Deborah Heiligman, Charles and Emma: The Darwin’s Leap of Faith [Carlos y Emma: El salto de fe de los Darwin], 2009, p. 23).

Darwin asistió a la Universidad de Cambridge a fin de prepararse para servir en el clero. “Durante su  permanencia en la universidad, Carlos leyó acerca de teología, no solo como una asignatura, sino también por iniciativa propia. Disfrutó especialmente las obras de William Paley. Leyó la obra de Paley A View of the Evidences of Christianity (Perspectiva sobre las evidencias del cristianismo) . . . Paley escribió acerca de historia natural, argumentando que si se examinaban cuidadosamente los especímenes, se podía ver cuán maravillosamente fueron creados y cuán perfectas resultaron sus adaptaciones. “Para Paley, esto era una prueba de la existencia de Dios y la prueba de que Dios era el creador de todas las especies. Carlos consideraba estos argumentos como bien escritos, coherentes y lógicos. Hasta ese momento, Darwin no había cuestionado  las premisas de Paley sobre el papel de Dios en la creación” (ídem).

Darwin fue además un ávido estudiante de historia natural. Después de graduarse de Cambridge, tuvo la oportunidad de servir como naturalista a bordo del barco HMS Beagle, en un viaje que duraría cinco años y que finalizó en 1836. “Mientras viajaba . . . Carlos asistía a la iglesia con bastante regularidad, tanto a los servicios que dirigía su capitán a bordo como a aquellos en tierra, cada vez que tuvo la oportunidad. Parte de la tripulación se burlaba de él por su dedicada religiosidad . . . No obstante, la historia natural se convirtió en su verdadera pasión y luego, después de su viaje, en 1838, Carlos comenzó a tener serias dudas acerca de Dios y de Jesús, acerca del Apocalipsis, acerca del cielo y el infierno . . .
había empezado a rechazar el papel de Dios en la creación” (ídem, p. 26).

Una serie de eventos contribuyeron a que Darwin empezara a dudar. “En esa época se debatía sobre muchas cosas. Se cuestionaban tres elementos principales de las Sagradas Escrituras: el relato del Génesis sobre la creación del mundo y la caída del hombre; el carácter iracundo del Dios del Antiguo Testamento, y la revelación de Cristo sobre la vida eterna en el Nuevo Testamento . . .” Después de negarse a interpretar literalmente el relato de Génesis acerca de la creación y al enterarse de la inmensidad del tiempo geológico, Carlos cuestionó otras secciones históricas de la Biblia Hebrea y determinó  que no podía aceptar al Dios del Antiguo Testamento, ya que era descrito como un tirano vengativo” (Randal Keynes, Darwin, His Daughter and Human Evolution [Darwin, su hija y la evolución humana], 2001, p. 47-48).

Al mirar retrospectivamente, las dudas de Darwin acerca de la religión son comprensibles, al menos para aquellos que entienden lo que la Biblia enseña. El hecho es que algunas doctrinas que lo hicieron dudar no están en la Biblia.

Por ejemplo, para él era particularmente perturbadora la doctrina del tormento eterno en el infierno. Años más tarde escribiría en su autobiografía: “Yo, a la verdad, difícilmente puedo comprender cómo alguien puede siquiera desear que el cristianismo sea cierto; porque si lo fuera, el lenguaje llano del texto parece demostrar que los hombres que no creen –lo cual incluiría a mi padre, a mi hermano y a casi todos mis mejores amigos–  serán castigados eternamente. Y esta es una doctrina detestable “ (citado por Heiligman, p. 231).

En abril de 1851, Annie, la amada hija de Carlos y Emma, murió a los 10 años de edad tras una larga enfermedad. Carlos decidió no asistir a su funeral porque consideró que no obtendría ningún consuelo de un servicio cristiano. Este acontecimiento aparentemente cerró la puerta a cualquier vestigio de fe que Carlos pudiera haber tenido. “Después de la muerte de Annie, Carlos abandonó completamente la fe cristiana. Ya no asistió más a los servicios religiosos con la familia; los acompañaba hasta la puerta de la iglesia y ellos entraban solos” (Keynes, p. 243).

Si Carlos Darwin hubiese entendido lo que realmente dice la Biblia acerca del cielo, el infierno, la resurrección de los muertos y la vida eterna, es muy posible que nunca hubiera dudado de Dios, Jesucristo y la Biblia, en favor de la evolución. Probablemente alguien más le hubiera dado forma a la teoría de la evolución, pues la idea  flotaba en el ambiente en Inglaterra por ese entonces. No obstante, la misma pudo no haber tenido su origen en Darwin. Él admitió que su idea era una teoría, y estaba consciente de los vacíos que tenía. Aun así, la fe que tenía en ésta era mayor que la fe necesaria para creer en el Dios de la Biblia tal como él lo concebía.

En 1881, cerca del final de su vida, recibió una carta de un maestro de escuela que decía: “Si negamos que la vida proviene de materia inorgánica . . . la alternativa más probable es la idea de un ser inmortal o sempiterno, quien llena la inmensidad con su presencia y que insufló el aliento de vida en el primer animal” (citado por Keynes, pp. 316-317).

Darwin contestó: “No sé qué decir. Aunque en mi opinión no hay evidencias válidas que comprueben el desarrollo de un ser vivo a partir de materia inorgánica, no puedo evitar creer en la posibilidad de que esto será probado algún día de acuerdo con la ley de la continuidad . . . Si la existencia de un Dios consciente puede ser probada o no por las denominadas leyes de la naturaleza . . . es un asunto muy complejo, en el que muchas veces he pensado, pero no veo una respuesta clara” (ídem)