Mateo 22: La invitación a la fiesta de bodas

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Mateo 22

La invitación a la fiesta de bodas

En más de una ocasión he tenido un sueño que se repite: me encuentro en algún lugar público y me doy cuenta de que me falta una o más de mis prendas de vestir. Leyendo ciertos libros sobre sueños, he llegado a la conclusión de que no soy el único que tiene este problema. Es algo bastante incómodo, hasta que despierto y me doy cuenta de que solo estaba soñando.

No conozco la razón psicológica que explique este tipo de sueños, y en realidad no me importa; no soy la clase de persona a la que le gusta salir de la casa desnuda y, más aún, creo que es pésima idea. Pero una de las parábolas de Cristo me hace meditar sobre la importancia de vestirse bien.

En dicha parábola Cristo habla de un rey que prepara una gran fiesta de bodas para su hijo. Sin embargo, ninguno de los invitados de la lista preferencial está dispuesto a asistir a la celebración, así que un segundo grupo es invitado, y mientras están todos sentados disfrutando la ocasión, la atención se centra sobre un hombre que no está vestido apropiadamente.

“Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció” (Mateo 22:11-12). No dice que estaba desnudo, pero evidentemente le faltaba algo: el atuendo apropiado para una boda.

¿Por qué es tan importante este tema de la vestimenta adecuada para una boda? Porque el hombre estaba mostrando una actitud diametralmente opuesta a lo que representa una boda, y su presencia era una ofensa intolerable. Entiendo muy bien que a la mente moderna esta reacción le pueda parecer exagerada, porque hoy en día el código de vestuario en los eventos formales parece ser mucho más relajado que antaño, así que para entender de qué se trata esta parábola, retrocedamos un poco en el tiempo.

La boda del hijo de un rey

La historia contenida en esta parábola comienza como muchas otras: “El reino de los cielos es semejante a . . .”
(v. 2). En este caso, es semejante a un rey que concierta el matrimonio de su hijo y envía invitaciones. Una invitación a una fiesta matrimonial extendida por un rey es un acontecimiento sumamente importante. El hijo de este rey es un príncipe, y un evento tan importante merece atención.

Las grandes bodas reales de nuestros tiempos atraen muchísima atención. Hace dos años, el príncipe Guillermo, nieto de la reina de Inglaterra, Isabel II, se casó en la abadía de Westminster ante la atenta mirada del mundo entero. Muchos de los que no fueron invitados hubieran pagado una fortuna por asistir a su desposorio.

Debido al interés que suscita una boda real en nuestros tiempos modernos, al leer esta parábola es difícil entender por qué algunos rechazaron la invitación. Pero lo que dice es que “no quisieron venir” (v. 3). Aun cuando la fiesta era magnífica, equivalente a un banquete moderno con filete de res, manjares sin límites, orquesta y baile bajo las estrellas en los jardines de un palacio, los invitados se rehusaron a asistir.

Entonces, para animarlos a aceptar la invitación, el rey envió a sus siervos, pero éstos fueron agredidos y algunos hasta asesinados, lo que para el rey fue una terrible afrenta. El monarca se enfureció enormemente: “Al oírlo el rey, se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad” (vv. 7-8).

Pero la fiesta de bodas debía llevarse a cabo a pesar de que los invitados no habían querido asistir. El rey decretó que la segunda invitación se hiciera “a las salidas de los caminos”, para darle a la gente de cualquier condición social y moral, “malos y buenos”, la oportunidad de asistir al matrimonio de su hijo y las festividades planificadas. Esta invitación era insólita, ya que gente de todas las naciones tuvo ocasión de participar de la boda o de rechazar la oferta. Esta parábola encierra una profunda enseñanza.

Un llamado a la salvación

El llamado o invitación de Dios no es un asunto cualquiera. El llamado a la salvación, representado en esta parábola por el regocijo propio de una fiesta de bodas, es un acontecimiento bellísimo y muy valioso que tiene lugar solo una vez en la vida de las personas. Esto explica por qué la vestimenta, o la falta de ella, era tan importante para el rey.

Es necesario que entendamos lo que significa la vestimenta, pero también es importante entender la actitud del hombre que no estaba ataviado apropiadamente. Primero veamos qué simboliza la vestimenta.

Esto no es muy difícil, ya que la Biblia nos dice exactamente qué significa el vestuario en esta parábola. Apocalipsis 19 afirma: “Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos” (vv. 6-8).

Aquí se nos explica claramente el significado de estas vestimentas: en las bodas del Cordero (Jesucristo), su novia (la Iglesia) se ha vestido de “lino fino”, que a continuación se define como “las acciones justas de los santos”. Todo tiene que ver con las acciones personales: buenas decisiones hechas por la persona (y la Iglesia está compuesta de personas), que se manifiestan en una vida ordenada, un carácter íntegro y buenas obras. Esto exige arrepentirse del pecado, aceptar el sacrificio de Jesucristo para el perdón de nuestras transgresiones y recibir el Espíritu Santo, que nos permite vivir en obediencia a las leyes de Dios.

La Biblia usa las vestimentas como analogía para mostrarnos que debemos “vestirnos” de una conducta agradable a Dios.

Note cómo describe esto el apóstol Pablo en un pasaje donde enseña la forma de deshacerse de los malos hábitos y de vestirse de buenos hábitos: “No fue ésta la enseñanza que ustedes recibieron acerca de Cristo, si de veras se les habló y enseñó de Jesús según la verdad que está en él. Con respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos; ser renovados en la actitud de su mente; y ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad” (Efesios 4:20-24, Nueva Versión Internacional).

Una prenda a la vez

El apóstol Pedro escribe sobre cómo resistir a Satanás y vestirnos “de humildad” (1 Pedro 5:5). Cada mañana nos levantamos y vestimos para el día que tenemos por delante; nos ponemos la ropa una prenda a la vez, comenzando con la ropa interior y continuando con los pantalones, camisas, blusas o faldas. El carácter es semejante: debemos mejorar nuestra actitud, una acción a la vez.

Algunas cosas son más fáciles que otras; si usted ha tenido un problema de mal genio por años, puede ser muy difícil cambiar su temperamento para que sea más calmado y menos agitado, pero se puede lograr.

Si usted es una persona muy orgullosa y carente de humildad, un simple episodio difícil en su vida puede modificar su
autoimagen y transformarlo en alguien menos arrogante. Solo pregúntele a alguien que haya perdido su empleo o sufrido una experiencia traumática.

Los investigadores que estudian el mecanismo del comportamiento humano han concluido que una persona tiene muchas más probabilidades de cambiar una conducta cuando su nivel emocional alcanza cierto nivel. En otras palabras, cambiamos cuando algo nos toca el corazón, y solo entonces se puede iniciar una transformación duradera en la vida de uno. Por lo tanto, para que se produzca un “cambio de vestuario”, uno debe llegar al punto en que debe desear cambiar.

Pero junto con ese deseo, también debemos hacer el compromiso de perseverar.

Desobediencia intencional

Con esto en mente, volvamos al invitado a la fiesta de bodas que no llevaba la ropa adecuada. Este hombre no vestía el atuendo correcto por voluntad propia. Sabiendo cuál era el código de vestuario esperado, intencionalmente optó por asistir con la ropa equivocada. Más aún, estaba firmemente decidido a no vestirse mejor.

Él estaba desafiando abiertamente al rey y a todo lo que éste representaba, oponiéndose a todo lo que el matrimonio simbolizaba y haciendo causa común con la oposición, es decir, con aquellos que inicialmente se habían rehusado a aceptar la invitación. Su actitud era extremadamente desafiante.

Cuando el rey lo confrontó no tuvo nada que decir, porque sabía las consecuencias de violar el código de presentación
personal.

La reacción del rey es estremecedora: “Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 22:13). Este era un castigo muy severo; la oscuridad de afuera se refiere a un tiempo de juicio en el cual Dios juzgará al mundo, y todos los que muestren actitudes desafiantes, como la que se describe en esta parábola, tendrán que rendir cuentas.

En este juicio se condenará a quienes no vistan las ropas adecuadas; en otras palabras, a quienes tengan una manera de pensar opuesta a Dios. Este es uno de los aspectos más difíciles de las enseñanzas de Cristo, pues es bochornoso darse cuenta de que nuestras acciones tienen consecuencias. De acuerdo a nuestra moderna manera de pensar, nos gusta pretender que nuestras decisiones y acciones en realidad no importan mucho y que todo es relativo, pero esta parábola muestra que tal cosa no es cierta.

Muchos son llamados, y pocos escogidos

La parábola concluye con la declaración de Cristo de que “muchos son llamados, y pocos escogidos” (v. 14). La palabra “escogidos” aquí se aplica a quienes no solo reciben un llamado, sino que además deciden aceptarlo voluntariamente porque tienen la seguridad de estar adecuadamente vestidos, y perseveran en su compromiso de esforzarse por entrar al Reino de Dios. Ellos están dispuestos a pagar cualquier precio, a hacer cualquier sacrificio que sea necesario, y a comprometerse de por vida con Dios y sus valores.

En esta parábola el rey representa a Dios el Padre, y el hijo del rey es, por supuesto, Jesucristo. Quienes son invitados a la fiesta de bodas son aquellos que Dios está preparando ahora mismo, durante esta generación, para su Reino, el cual será establecido sobre la Tierra cuando Cristo regrese.

Yo despierto de mis sueños aliviado de no haberme encontrado desnudo en público. ¿Y qué hay de usted? ¿Cree estar vestido y listo, pero en realidad le falta una prenda? ¡Esta parábola es una llamada de atención para que todos nos aseguremos de ponernos las ropas apropiadas de la justicia de Dios!  BN