Más allá de nuestras estrategias humanas
Un antiguo adagio dice que la vida es lo que nos sucede mientras hacemos otros planes. Creemos que ya hemos aprendido la lección . . . hasta la siguiente vez. Pero, ¡sorpresa! Por mucho que planifiquemos y nos esperancemos, la vida no es una línea recta que comienza en el punto A y termina en el punto Z. En el trayecto tenemos que enfrentarnos a baches, montículos y curvas. Algunos son provocados por nosotros mismos, otros por las acciones de los demás; pero hay algo en lo que sinceramente deseo enfocarme: las interrupciones provocadas por un Dios misericordioso, quien nos pone en nuevos senderos que nunca imaginamos para cumplir sus propósitos más allá de nuestras mejores intenciones. Pongámonos en los zapatos de José de Nazaret durante unos minutos. Acompañémoslo mientras su vida se ve interrumpida repentinamente, para que comprendamos mejor cómo mejorar espiritualmente nuestra vocación personal de aceptar la invitación de Jesucristo: “Sígueme” (véase Lucas 9:23; Juan 21:21-22).
Confrontado a un dilema aparentemente terrible
Nos acercamos a José tal y como se nos presenta en el capítulo 1 del Evangelio de Mateo. Aquí, él se está preparando para formalizar su relación con una señorita llamada María y unirse a ella en matrimonio. ¡La emoción podía palparse en el aire! Según la costumbre judía de la época, los matrimonios solían ser concertados durante la infancia por los padres, y en algunos casos por un casamentero. Al alcanzar la mayoría de edad y estar de acuerdo con la unión, el joven y la jovencita quedaban “comprometidos” el uno con el otro durante un año, y técnicamente se les consideraba casados salvo en lo referente a la intimidad física, que no tenía lugar hasta que se celebrara la ceremonia nupcial. Tanto el hombre o la mujer podían poner fin a la relación durante la etapa del compromiso, pero eso requería un divorcio oficial.
Es aquí, en Mateo 1:18, donde un hombre que anticipa su próxima boda, esperanzado en que su prometida le ha sido fiel, recibe una impactante noticia: ¡se entera de que está embarazada! Según se nos dice, “se halló que había concebido del Espíritu Santo” (Mateo 1:18). ¿Cómo podía ser posible? Básicamente, los planes de toda una vida comenzaron a desmoronarse ante él. Uno solo puede imaginar la terrible confusión que invadió a José ante el sorpresivo anuncio de María: “¡¿Qué has hecho, y con quién?!” Como dije, no quiero adentrarme demasiado en la mente de José donde las Escrituras callan, pero quizá podamos rellenar algunos espacios en blanco basándonos en lo que podríamos pensar interiormente cuando los planes mejor diseñados de los hombres, e incluso los nuestros como discípulos de Cristo, se trastornan.
Como persona religiosa, José estaba al tanto de la bendición previa de Dios sobre los vientres de Sara y Ana, pero ambas habían concebido con la participación de sus esposos Abraham y Elcana, ¡no mediante la obra del Espíritu de Dios, sin un padre humano! “¡No podía ser!” José apenas podía comprender el gran significado de lo que Dios estaba haciendo en aquel momento.
En cualquier caso, sí sabemos por las Escrituras lo que supuestamente fue la respuesta inicial de José. Se nos dice en Mateo 1:19 que él, siendo un “hombre justo”, no quería hacer de María un ejemplo público, sometiéndola a la vergüenza e incluso a la muerte por lapidación (Levítico 20:10; Juan 8:3-11). En su lugar, se propuso divorciarse discretamente de ella.
Dios presenta una tercera opción
Comprendamos la gravedad del momento. La vida de José había sido trastocada; le parecía que debía optar entre estos dos cursos de acción, así que se inclinó por el más misericordioso.
No obstante, en esta coyuntura crítica Dios pide un “entretiempo”, por utilizar una metáfora deportiva, y se comunica con José a través de un mensajero: “Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu desposada, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús . . .” (Mateo 1:20-21).
¿Qué está pasando aquí? Después de evaluar la situación, José había decidido cuál era, aparentemente, la mejor manera de manejarla. Sin embargo, Dios intervino con una tercera opción: “¡Cásate con ella!”. Esto excedía la consideración humana y compasiva de José, así que Dios le concedió una nueva alternativa: una tercera opción para medir los resultados y superar sus estrategias humanas a fin de glorificar personalmente a Dios. Con esta presentación de “la tercera opción” nos enfrentamos al abismo que existe entre nuestra mejor versión humana y la perfección de Dios.
Cuatro pasos hacia la virtud
¿Cuáles son algunos de los puntos a tener en cuenta aquí mientras aceptamos la invitación a seguirlo que nos hace el Maestro?
Primer paso: El hecho de conocer a Dios y saber un versículo bíblico sobre cómo intervino él en la vida de otros no tienen ningún valor a menos que usted se abra fielmente a la intervención íntima de Dios en su momento personal de necesidad. Él nos dice sin rodeos: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo el Eterno” (Isaías 55:8-9). Nuestros corazones deben estar preparados y dispuestos a ir más allá de la miopía humana, expectantes ante la mayor realidad de Dios centrada en la eternidad y no solo en nuestro momento en el tiempo, tal y como lo percibimos.
Paso 2: Al orar por “nuestro pan de cada día” (Mateo 6:11), proyecte sus pensamientos más allá de los armarios de su cocina y pida que nuestro Padre celestial le proporcione el alimento espiritual vital para ver y vivir más allá de nuestra perspectiva humana. Recuerde que no se trata solo de cuándo ora, sino de cómo ora y qué pide y desea recibir (véase Mateo 7:7-8; Santiago 1:2-6). Las oraciones con rodillas dobladas pero sin un corazón inclinado no subirán más allá de su techo. En lugar de eso, incline su corazón y dígale a Dios que está atascado en el intento de ver y decidir su camino. Necesita algo más que buenas respuestas: ¡necesita su santa perfección!
Paso 3: A continuación, prepárese para conocer el momento y la forma en que Dios responde sus oraciones, que puede ser muy distinta de la que usted tenía en mente. José recibió la visita de un ángel, pero Aquel a quien José iba a llamar Jesús proclamaría más tarde: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Juan 14:18), dirigiéndose a sus discípulos de entonces y de ahora y lo hace a través del Espíritu Santo, guiándonos en la dirección correcta (Romanos 8:9, 14). Apocalipsis 3:20 presenta a su pueblo un aviso para preparar nuestros corazones: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. Quizá sea el momento de admitir que no tenemos todas las respuestas, que estamos atascados y necesitamos la “tercera opción” de Dios. Puede que Cristo esté llamando a su puerta ahora mismo por medio de este artículo.
Paso 4: Al abrir la puerta al Espíritu de nuestro Padre celestial y de su Hijo Jesucristo, prepárese para recibir su dirección y responder a su mandato. Jesús siempre les pidió a sus discípulos que hicieran lo que pudieran, pero luego él y el Padre hacen a través de nosotros lo que solamente ellos pueden hacer (véase Juan 15:4-8). Proverbios 16:9 nos informa: “El hombre planea su futuro, pero Dios le marca el rumbo” (Traducción en Lenguaje Actual).
José y María siguieron las directrices o tareas que se les dieron. Concluiremos con tres de ellas: “¡No temas!” (Mateo 1:20; Lucas 1:30). Se les dijo que se casaran, que tuvieran y criaran al niño que tenía en su vientre María, el Hijo de Dios. Y se les dijo que llamaran Jesús a ese Hijo, que significa “el Eterno es la salvación”. Tanto José como María siguieron cada una de estas directivas de lo Alto, mientras cada paso se añadía a otro para glorificar a Dios y sus propósitos más allá de sus propios planes humanos.
Hasta la próxima vez que nos veamos, les imploro que den y sigan dando estos cuatro pasos mientras caminamos con fe hacia la perfección de Dios más allá de nuestras estrategias, aceptando el llamado del Maestro: “Sígueme”. BN