María: Lección acerca de la vida

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María

Lección acerca de la vida

Si analizamos el embarazo más especial y único en la historia de la humanidad, el de una joven llamada María, quien dio a luz a Cristo, podemos aprender una importantísima lección con respecto a la vida humana y las implicaciones del aborto. Algunos de los elementos principales que vemos en el actual debate respecto al aborto se encuentran en un particular relato bíblico.

Vayamos al Nuevo Testamento y leamos en el libro de Lucas el anuncio del nacimiento de Cristo: “Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ‘¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres . . .’

“‘Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús . . .’ Entonces María dijo al ángel: ‘¿Cómo será esto? pues no conozco varón’” (Lucas 1:26-34).

Este embarazo no fue planeado por María. Ella era una jovencita sin experiencia sexual y estaba “desposada” (lo que equivalía en ese entonces al compromiso de matrimonio moderno) con un hombre llamado José. Aunque ambos se habían comprometido en casamiento, la boda formal aún no se había llevado a cabo. En aquel tiempo y en esa cultura, un embarazo fuera del matrimonio tenía consecuencias para toda la vida. María estaba a punto de convertirse en una madre soltera, relegada a una vida de pobreza y vergüenza, e incluso corría peligro de ser apedreada hasta la muerte. La sociedad israelita del primer siglo era mucho menos tolerante que nuestra cultura moderna, por lo que la tentación de acabar con su embarazo debió haber sido muy fuerte.

José, su esposo, tuvo algunas dudas iniciales y también vergüenza. El relato de Mateo nos dice que él “quiso dejarla secretamente”, para romper su compromiso y cancelar la boda venidera, porque él no quería acarrearle vergüenza a la familia.

Pero después de que se le apareció un ángel en un sueño mientras dormía, José entendió que el embarazo de María provenía de Dios, para el cumplimiento de un plan divino (Mateo 1:18-25). Puede que no haya comprendido cada detalle, pero él aceptó su rol, y al hacerlo, su vida cambió para siempre. Él aceptó la responsabilidad de la vida de un hijo que biológicamente no era suyo. Este acto de José fue uno de los más nobles que un hombre, un verdadero hombre, puede llevar a cabo: él aceptó voluntariamente el papel de padre.

La decisión de María de quedarse con el hijo que crecía en su vientre también le envía un mensaje a nuestra mente moderna. En el relato de Lucas, después que María se entera de que su vida será trastornada por este inesperado acontecimiento, ella acepta su rol y le dice al ángel: “Que se cumpla todo lo que has dicho acerca de mí” (Lucas 1:38, Nueva Traducción Viviente).

Note estas palabras: “Que se cumpla” – simplemente, que se cumpla.

¿Qué pasaría si hoy en día muchas de las mujeres que se embarazan, por cualesquiera sean las razones, simplemente dijeran: “Que se cumpla”, por respeto a Dios, el Creador de la vida?

María y José tenían en gran estima a Dios y a la vida. En este ejemplo vemos una verdad fundamental, que debería ser el centro de la discusión acerca del aborto y la vida en cualquier momento y lugar. Esta verdad es la santidad de la vida.

Y debemos destacar también que la vida que María llevaba en su vientre no era cualquier vida. Era la vida de quien es llamado “Hijo del Altísimo” (v. 32). Éste era Aquel llamado “el Verbo”, quien había estado “con Dios, y . . . era Dios” (Juan 1:1). Él llevaría una vida perfecta y moriría por los pecados del mundo. Él era Cristo, el Mesías.

Es muy importante que comprendamos lo siguiente: este evento clave —la concepción, el nacimiento, la vida y la muerte de Jesucristo—tuvo que ocurrir en la historia de la humanidad, tal como había sido profetizado mucho antes en las Escrituras. Sin este acontecimiento no habría esperanza de obtener salvación y vida eterna para ningún hombre, mujer y niño de ninguna raza ni época. Este embarazo tenía que completarse, porque esta vida, que se estaba formando en el vientre de María, era la respuesta al anhelo más grande que tiene el hombre: la vida eterna. ¡Sin ella no hubiese habido, ni habría, ninguna esperanza!

Considere además esto: ¿cuándo comenzó la vida humana de Cristo? ¿En qué momento se convirtió el Verbo en un ser de carne? ¿Al nacer, o nueve meses antes, cuando fue concebido mediante el Espíritu Santo en el vientre de María? (Juan 1:14; Mateo 1:20). Claramente, fue en el instante mismo de la concepción.

¿Comprendemos entonces esta vital lección de la vida de María? ¿Qué hubiese pasado si ella hubiese decidido tener un aborto? ¿Qué hubiese pasado si este nacimiento no se hubiese llevado a cabo? Puede que esto suene académico y como un simple argumento sin propósito, pero saca a la luz un tema muy incómodo para la mente moderna.