Los siete atributos del temor de Dios
Qué quiere decir la Biblia cuando habla de temer a Dios, o del temor de Dios? Es un tema muy extenso, mencionado más de trescientas veces en las Escrituras.
Como sabemos, el miedo puede ser una emoción tanto positiva como negativa. Un miedo saludable puede impedir que nos metamos en problemas y peligros. Esto es especialmente cierto cuando se trata del respeto y admiración que le debemos a Dios. Sin embargo, hay también un tipo de miedo cobarde que limita a la gente de manera equivocada, y que es condenado en la Biblia. Ambos tipos de temor se encuentran profusamente en la Palabra de Dios, y es fundamental conocer las diferencias entre ellos para que desarrollemos el tipo adecuado y evitemos el que nos perjudica.
Un ejemplo del temor equivocado
En la Biblia encontramos un ejemplo del tipo de miedo nocivo: cuando los israelitas estaban a punto de entrar en la Tierra Prometida, diez de los doce espías enviados a reconocer el territorio volvieron con un reporte pesimista. Este fue tan desalentador, ¡que el pueblo se llenó de miedo y desánimo al punto de querer rebelarse contra Moisés y regresar a Egipto!
El relato se encuentra en Números 14:1-4: “Entonces toda la congregación gritó, y dio voces; y el pueblo lloró aquella noche. Y se quejaron contra Moisés y contra Aarón todos los hijos de Israel; y les dijo toda la multitud: ¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojalá muriéramos! ¿Y por qué nos trae el Eterno a esta tierra para caer a espada, y que nuestras mujeres y nuestros niños sean por presa? ¿No nos sería mejor volvernos a Egipto? Y decían el uno al otro: Designemos un capitán, y volvámonos a Egipto”.
Debido al informe negativo, los israelitas estaban listos para darse por vencidos, volver a Egipto y convertirse nuevamente en esclavos. Recuerde que esta era la misma generación que acababa de presenciar los poderosos milagros de las plagas en Egipto y la separación del mar Rojo. Durante el día los había guiado una columna de nube y durante la noche una de fuego, y habían sido testigos del extraordinario poder de Dios en el monte Sinaí. ¡Y ahora estaban siendo alimentados y sostenidos milagrosamente en el desierto! Sin embargo, cuando su miedo carente de fe invadió sus corazones, se olvidaron de la presencia de Dios y sus promesas y solo querían renunciar.
La clase correcta de temor que tenían Josué y Caleb
Por otro lado, dos de los espías tenían el tipo apropiado de temor: Josué y Caleb. Esta es la clase de temor que respeta profundamente a Dios y sus promesas.
Ellos le dijeron a la congregación: “La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra en gran manera buena. Si el Eterno se agradare de nosotros, él nos llevará a esta tierra, y nos la entregará; tierra que fluye leche y miel. Por tanto, no seáis rebeldes contra el Eterno, ni temáis al pueblo de esta tierra; porque nosotros los comeremos como pan; su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros está el Eterno; no los temáis” (vv. 6-9).
Dios recompensó la fe viviente de estos dos jóvenes. Mientras a todo el resto de esa generación se le impidió entrar a la Tierra Prometida, Josué y Caleb pudieron entrar a ella porque tenían “otro espíritu”, es decir, la actitud correcta de confianza en Dios (vv. 24, 38).
Por tanto, es muy importante distinguir el temor de Dios del temor entorpecedor y paralizante que carece de fe. De hecho, Dios dice que si nos dejamos invadir por el miedo cobarde y falto de fe, aquel que nos hace eludir nuestras responsabilidades y deberes cristianos, simplemente no seremos parte de su reino.
Al respecto Dios dijo: “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Apocalipsis 21:8, énfasis nuestro en todo este artículo).
Las palabras originales traducidas como “temor” en la Biblia
En la Biblia hay dos palabras principales que describen el miedo, sea este bueno o malo. En el Antiguo Testamento, la palabra yirah es traducida mayormente como “miedo”. En el Nuevo Testamento la palabra es phobos, de la cual se deriva el vocablo español fobia: un temor extremo o irracional a algo en particular.
El rey bíblico David, que tenía un gran don con las palabras, escribió mucho acerca de temor de Dios. En una ocasión él usó la palabra yirah para describir el miedo normal a ser perseguido. Dijo: “Temor y temblor vinieron sobre mí, y terror me ha cubierto” (Salmos 55:5). Sin embargo, la mayoría de las veces que usaba la palabra yirah él se refería a un temor positivo de Dios, que incluía una profunda reverencia hacia él y su Palabra.
Por ejemplo, él exclamó: “Bienaventurado el hombre que teme al Eterno, y en sus mandamientos se deleita en gran manera. Su descendencia será poderosa en la tierra; la generación de los rectos será bendita. Bienes y riquezas hay en su casa, y su justicia permanece para siempre” (Salmos 112:1-3).
Con estos antecedentes, demos una mirada a los siete atributos del temor divino en la Biblia.
1. Es un regalo que él nos hace
El amor genuino de Dios acompaña la conversión verdadera y es el resultado de someterse a él y recibir su Espíritu. Note cómo describe Isaías 11:1-3 algunas de las cualidades del Mesías, Jesucristo:
“Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces. Y reposará sobre él el Espíritu del Eterno; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor del Eterno. Y le hará entender diligente en el temor del Eterno. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos . . .”
El apóstol Pablo también muestra que Dios cumple un papel para inculcarnos el respeto y temor apropiados, al mismo tiempo que nosotros hacemos nuestra parte. Como Pablo indica, “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses 2:12-13).
2. Produce humildad
Cuando alguien verdaderamente teme a Dios, se somete a él sin importar el costo. Esta persona se asombra y tiembla con un temor apropiado ante Dios y su Palabra y este sentimiento no es algo pasajero. Como David escribió, “Tema al Eterno toda la tierra; Teman delante de él todos los habitantes del mundo” (Salmos 33:8).
Dios mostró por medio del profeta Isaías su deseo de que tengamos este tipo de actitud: “Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice el Eterno; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu [es decir, que se humilla y arrepiente], y que tiembla a mi palabra” (Isaías 66:2).
Vemos también esto en Noé, quien mostró un respetuoso temor de Dios cuando recibió las abrumadoras instrucciones para construir una gigantesca arca. Hebreos 11:7 nos dice: “Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe”.
Proverbios 22:4 destaca las bendiciones que produce este tipo de actitud reverente hacia Dios: “Riquezas, honra y vida son la remuneración de la humildad y del temor del Eterno”.
Este tipo de temor reconoce cuán pequeños somos ante la infinita majestad de Dios y nos protege para que no tengamos más alta opinión de nosotros mismos que la que corresponde. También nos ayuda a ser considerados y no arrogantes hacia los demás, especialmente cuando hablamos de nuestra fe y creencias. Como Pedro explica, “sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pedro 3:15).
3. Nos enseña obediencia
El temor de Dios desarrolla en nosotros un intenso deseo de obedecerlo y complacerlo por sobre todas las cosas para evitar decepcionarlo, y también nos hace darnos cuenta de que tendremos que rendirle cuentas. Así, el temor divino es mucho más que un simple respeto por Dios; es mucho más profundo, porque está consciente de que habrá un día de juicio ante él.
El apóstol Pablo escribió: “Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables. Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo. Conociendo, pues, el temor [aquí él usa la palabra phobos] del Señor, persuadimos a los hombres . . .” (2 Corintios 5:9-11).
David entendía la conexión entre el temor de Dios y la obediencia cuando escribió: “El principio de la sabiduría es el temor del Eterno. Buen entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos; su loor permanece para siempre” (Salmos 111:10). Esta obediencia y reverencia hacia Dios también motivó a David a relacionarse con otras personas que tenían este mismo temor respetuoso. Él declaró: “Compañero soy yo de todos los que te temen y guardan tus mandamientos” (Salmos 119:63).
Este temor de Dios llevó a David a dedicar uno de los salmos a la obediencia del cuarto mandamiento: descansar y honrar el día sábado. Note el subtítulo al comienzo del salmo 92, seguido del primer versículo: “Salmo y cántico para el sábado. Altísimo Señor, ¡qué bueno es darte gracias y cantar himnos en tu honor!” (Dios Habla Hoy).
Y note lo que Keil and Delitszch Commentary on the Old Testament (Comentario del Nuevo Testamento de Keil y Delitszch) afirma en cuanto a este versículo: “El sábado es el día que Dios ha santificado, y debe ser consagrado a Dios alejándonos de los asuntos de trabajo de los días laborales . . . para dedicarnos a la alabanza y adoración a Dios, que es la mejor manera de ocupar el sábado. Esto es bueno, no solo a los ojos de Dios sino también para el hombre, beneficioso para el corazón, agradable y bendito”.
El camino de vida de Dios puede resumirse en este versículo: “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre” (Eclesiastés 12:13).
4. Desarrolla valentía espiritual
Otro atributo que procede del temor de Dios es el coraje espiritual. Una vez más, David lo expresó muy bien: “El Eterno es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? El Eterno es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron. Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado” (Salmos 27:1-3).
Cuando uno teme a Dios más que a los hombres, es más fácil llenarse de valor para enfrentarse a ellos y defender sus principios. Vemos un ejemplo de esto en Hechos 5, cuando los apóstoles fueron ante los poderosos líderes judíos y recibieron amenazas de violencia si continuaban predicando acerca de Jesús. Pedro y los otros apóstoles respondieron: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (v. 29). Seguidamente fueron víctimas de una paliza y se les amonestó a dejar de predicar en el nombre de Jesús, ¡pero ellos no se amedrentaron y siguieron haciendo lo correcto ante Dios!
Pablo también alentó a su joven compañero y ministro Timoteo para que desarrollara el valor de Dios y evitara el temor cobarde, exhortándolo así: “Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:6-7).
5. Nos ayuda a evitar el pecado
Otra cualidad que acompaña al temor correcto es el rechazo al pecado y el seguir el camino de justicia de Dios. Como nos dice Proverbios 8:13, “El temor del Eterno es aborrecer el mal; la soberbia y la arrogancia, el mal camino, y la boca perversa, aborrezco”. Más adelante, Proverbios 16:6 añade: “Con misericordia y verdad se corrige el pecado, y con el temor del Eterno los hombres se apartan del mal”.
Pablo amonestó a los cristianos en Corinto con estas palabras: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Corintios 7:1).
¡Debemos esforzarnos por no perder nunca ese temor de Dios que nos ayuda a huir del pecado y sus mortales consecuencias!
6. Desarrolla y fomenta el liderazgo a la manera de Dios
Uno de los requisitos para servir a Dios es temerlo correctamente. Siguiendo el sabio consejo de su suegro, Moisés levantó líderes con las siguientes cualidades: “. . . varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia” (Éxodo 18:21).
Josafat, uno de los reyes justos de Judá, hizo lo mismo: “Y puso jueces en todas las ciudades fortificadas de Judá, por todos los lugares. Y dijo a los jueces: Mirad lo que hacéis; porque no juzgáis en lugar de hombre, sino en lugar del Eterno, el cual está con vosotros cuando juzgáis. Sea, pues, con vosotros el temor del Eterno; mirad lo que hacéis, porque con el Eterno nuestro Dios no hay injusticia, ni acepción de personas, ni admisión de cohecho. Puso también Josafat en Jerusalén a algunos de los levitas y sacerdotes, y de los padres de familias de Israel, para el juicio del Eterno y para las causas. Y volvieron a Jerusalén. Y les mandó diciendo: Procederéis asimismo con temor del Eterno, con verdad, y con corazón íntegro” (2 Crónicas 19:5-9).
Aquellos que tienen temor de Dios resisten el impulso de aprovecharse de otros abusando de sus puestos de autoridad. El gobernador judío Nehemías registró un excelente ejemplo de esto cuando escribió: “Pero los primeros gobernadores que fueron antes de mí abrumaron al pueblo, y tomaron de ellos por el pan y por el vino más de cuarenta siclos de plata, y aun sus criados se enseñoreaban del pueblo; pero yo no hice así, a causa del temor de Dios” (Nehemías 5:15).
Por otro lado, existe un tipo de miedo equivocado, no apropiado para quienes ejercen el liderazgo. Vemos un ejemplo de esto en Deuteronomio 20:8, cuando Dios les dijo a los israelitas por medio de Moisés: “Después los jefes se dirigirán de nuevo al ejército y dirán: Si alguno tiene miedo y le falta valor, que se vaya a su casa para que no acobarde también a sus compañeros” (Dios Habla Hoy). Aquí vemos que quienes carecen de fe y valor pueden desanimar a otros y crear inestabilidad, lo cual indica que no son aptos para guiar al pueblo de Dios.
Promueve el amor a Dios y a quienes comparten nuestras creencias
La Iglesia primitiva se caracterizaba por un temor y amor a Dios que fomentaba un compañerismo muy afectuoso entre los hermanos. Hechos 9:31 lo describe así: “Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo”.
Así, el temor de Dios debe manifestarse en amor hacia Dios y hacia otros cristianos. El apóstol Juan mostró que debemos evitar caer presa del miedo cobarde y paralizante y de la preocupación, y que en cambio debemos tener confianza en el amor de Dios hacia nosotros, en el amor que le tenemos a él, y en el amor hacia aquellos que verdaderamente le temen.
Como Juan escribió: “Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo. En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan 4:16-19). Vemos aquí que el temor y el amor de Dios ahuyentan el tipo equivocado de temor.
En suma, ojalá todos desarrollemos ese temor de Dios apropiado y necesario, aquel que nos lleva a amarlo a él y a nuestro prójimo y a evitar el miedo cobarde poniendo a Dios primero en nuestras vidas. ¡Esto es lo que la Biblia quiere decir cuando nos insta a tener temor de Dios! BN