Los festivales proféticos bíblicos

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Los festivales proféticos bíblicos

Como revela en su Palabra, la Santa Biblia, el Dios creador hizo a los seres humanos con la intención de que llegaran a ser parte de su familia: miles de millones de hijos que se unirán en gloria a Dios el Padre y Jesucristo para siempre, compartiendo su naturaleza y carácter.

Sin embargo, desde los tiempos de Adán y Eva, el primer hombre y la primera mujer, la humanidad ha sido descarriada por el ángel rebelde caído conocido ahora como Satanás el diablo. Debido a su influencia, todos los seres humanos han pecado (han desobedecido a Dios) y han sufrido el consecuente castigo y en última instancia la muerte (ver Romanos 3:23 y 6:23).

¿Quiere decir entonces que la humanidad está irremediablemente perdida? ¿Acaso el plan de Dios de tener a su familia se ha visto impedido? De ninguna manera, porque Dios ya tenía listo un plan para salvar a sus preciados hijos incluso antes de que existieran.

La Biblia describe el asombroso plan de salvación de Dios. Como dicho plan abarca muchos siglos, incluye a algunos que han sido guiados en esta era para que se den cuenta de la necesidad del perdón de sus pecados, y continúa hasta el momento en que se ofrezca la salvación a todos los que alguna vez hayan existido. Los pasos principales de este plan se revelan por medio de las festividades bíblicas que la Palabra de Dios nos manda observar (según la secuencia explicada en Levítico 23). Y a través de estas conmemoraciones anuales aprendemos el papel clave que desempeña Jesucristo en la salvación de la humanidad.

La Pascua

Éxodo 12 presenta al cordero pascual como el medio de redención para los antiguos israelitas en la esclavitud egipcia. Cuando Dios envió una plaga mortal sobre la tierra de Egipto, la sangre de los corderos sacrificados untada en las puertas de las casas de los israelitas permitió que ellos se salvaran. Tal ocasión debía celebrarse todos los años el mismo día en que ocurrió, a principios de la primavera, como una conmemoración (ver también Levítico 23:4-5). Sin embargo, el principal propósito de sacrificar un cordero sin defecto era representar a Jesucristo, en quien no hubo defecto espiritual alguno por el pecado.

El Nuevo Testamento revela que Cristo fue crucificado en el mismo día de la Pascua y que él es “nuestra Pascua, sacrificada por nosotros” (1 Corintios 5:7). De hecho, él es “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). A través de su sacrificio, por la gracia de Dios, nuestros pecados son perdonados y finalmente somos librados de la pena de muerte por el pecado.

Hoy en día a los cristianos se nos ordena conmemorar la Pascua todos los años, en la misma época, bebiendo de la copa del nuevo pacto y comiendo panes sin levadura en memoria del increíble sacrificio de Cristo. Al hacerlo, recordamos con gratitud y solemnidad la muerte del Señor hasta que regrese (1 Corintios 11:25-26). Este festival representa el comienzo del plan de redención de Dios: el lavamiento de nuestros pecados por la propia sangre de Jesucristo.

La Fiesta de los Panes sin Levadura

¿Acaso quiere decir esto que una vez perdonados nuestros pecados por la gracia de Dios mediante el sacrificio de Cristo, tenemos derecho a seguir pecando?

Pablo pregunta: “¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?” (Romanos 6:1). En otras palabras, ¿seguiremos siendo iguales, con nuestros hábitos pecaminosos, esperando que Dios los pase por alto? Pablo responde enfáticamente: “En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (Romanos 6:2).

Por el contrario, debemos valorar profundamente lo que Dios ha hecho y está haciendo por nosotros por medio de su Hijo, continuar arrepintiéndonos de nuestros pecados y vivir una vida transformada. A medida que nos sometemos a la gracia y la misericordia de Dios, debemos continuar “limpiándonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Corintios 7:1).

Los Días de Panes sin levadura siguen inmediatamente a la Pascua (Levítico 23:5-8). Históricamente, los siete días de este festival conmemoran el momento de la liberación de los israelitas que abandonaron Egipto y sus caminos impíos. Para un cristiano que vive bajo el nuevo pacto, estos días revelan la verdad incuestionable de que debemos dejar nuestros caminos pecaminosos y luchar para vencer el pecado. ¡No podemos continuar pecando!

Sin embargo, a diferencia de los israelitas de antaño, tenemos una nueva y mejor manera de hacer este trabajo espiritual. Este festival comienza a mostrarnos cómo se puede lograr una nueva vida, basada en Cristo.

Este festival de siete días destaca elementos de la obra de Jesucristo que son esenciales para nuestro entendimiento del proceso de salvación de Dios el Padre. Por un lado, fue durante esta fiesta que Jesucristo resucitó de entre los muertos, tres días y tres noches después de haber sido puesto en la tumba, como él dijo que sucedería (1 Corintios 15:3-4). Esta verdad medular de las Escrituras es clave para nuestra salvación, porque sin un Salvador resucitado todavía estamos en nuestros pecados, sin esperanza (1 Corintios 15:14, 17).

Las Escrituras nos dicen que durante el lapso de una semana debemos evitar toda la levadura, el agente que hace que el pan se expanda al hornearlo. La levadura representa “malicia y maldad”, o pecado (1 Corintios 5:8). Y durante esta semana, en cambio, debemos consumir pan sin levadura con nuestras comidas (Éxodo 12:15; 19-20). Al hacerlo, recordamos nuestra constante necesidad de eliminar el pecado de nuestras vidas reemplazándolo por la sinceridad y la verdad (1 Corintios 5:8) en nuestras vidas.

Además, los Días de Panes sin levadura también representan la obra de Cristo resucitado. En cumplimiento de una ofrenda especial de las primicias de los granos que se traía durante esta fiesta (véase Levítico 23:9-14; 1 Corintios 15:20, 23), Jesús, en el momento en que iba a ser ofrecido, ascendió al trono de Dios a presentarse para ser aceptado como la primicia de la cosecha espiritual de Dios de la humanidad y como Aquel que nos guía a todos por el camino de la salvación. Al ser aceptado como el Cordero de Dios, entró al Lugar Santísimo con su propia sangre y comenzó un nuevo papel como Sumo Sacerdote intercediendo por nosotros (Hebreos 9:12, 24-25).

Además, esa labor continua hace que el consumo de panes sin levadura durante esta fiesta tenga mayor significado. Jesucristo, como el pan de vida (Juan 6:48, 51), entra en la vida de un cristiano a través del Espíritu de Dios. Entonces es posible vivir una nueva vida con Jesucristo, gracias a su ayuda, mientras él vive de nuevo a través de nosotros y en nosotros.

El apóstol Pablo habló de esta asombrosa verdad cuando escribió: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).

La Fiesta de Pentecostés

La siguiente fiesta que Dios reveló a los israelitas (Levítico 23:15-22) caía a finales de la primavera en Israel, después de siete semanas o el día cincuenta después de la ofrenda de las primicias que había tenido lugar durante la Fiesta de los Panes sin levadura. En este día, llamado también fiesta de las semanas (Éxodo 34:22; Deuteronomio 16:10, 16), Pentecostés (que significa 50, o quincuagésimo, en griego) y fiesta de la cosecha (Éxodo 23:16), se traía otra ofrenda de grano de las primicias. Este día representa el siguiente paso en el gran plan de salvación de Dios.

Hechos 2 explica que el Espíritu Santo de Dios fue derramado sobre los discípulos de Cristo en este mismo día. Ese Espíritu cambió para siempre a estas personas. Enseguida Pedro pronunció un sermón inspirado y exclamó a la multitud reunida: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare” (vv. 38-39).

Sí, la promesa de recibir el Espíritu Santo está disponible para todos aquellos a quienes Dios está llamando hoy. Se dice que los que reciben el Espíritu de Dios tienen “las primicias del Espíritu” (Romanos 8:23), siendo ellos mismos “una especie de primicias de sus criaturas” (Santiago 1:18).

Si bien Jesús, como vimos, fue las primicias de la cosecha espiritual de Dios para la humanidad, aquí vemos que los seguidores de Cristo en esta era también son considerados primicias — por lo tanto, Jesús es el primero de los primeros frutos. El hecho de que los siervos de Dios en la era actual sean sus primicias significa que otros se convertirán espiritualmente en el futuro, un hecho que analizaremos más detenidamente en breve.

De los festivales de primavera a los de otoño

Hasta aquí vemos una secuencia lógica en el plan de salvación de Dios. Primero, Jesús, nuestro cordero pascual, demuestra el amor de Dios por nosotros al morir por nuestros pecados.

En segundo lugar, los Días de los Panes sin levadura nos enseñan a vencer el pecado en nuestras vidas y a seguir el ejemplo del Cristo resucitado, quien nos libra del poder del pecado y nos ayuda a vivir en rectitud.

En tercer lugar, aprendemos a través del Día de Pentecostés que Dios promete darnos el Espíritu Santo, su poder, mente y vida, como primicias en la cosecha espiritual de su familia. Únicamente a través del Espíritu podemos “hacer morir las obras [pecaminosas] de la carne” (Romanos 8:13) y caminar como lo hizo Cristo.

Ahora echemos un vistazo a los últimos cuatro festivales. Desde finales del verano y el otoño en la tierra de Israel, las fiestas otoñales proféticas representan sucesos que acontecen después de los que se describen en las fiestas de primavera. De hecho, presagian acontecimientos maravillosos que aún no han ocurrido en el gran plan de Dios.

La Fiesta de las Trompetas

Levítico 23:23-25 ordena al pueblo de Dios observar “un reposo sabático, un memorial al toque de trompetas”.

Las trompetas tenían un gran significado para los israelitas. Eran utilizadas para convocar asambleas especiales (Números 10:1-10) y para hacer sonar la alarma de guerra (Jeremías 4:19). Además, en una manifestación de poder, Dios había descendido en el monte Sinaí para revelar su ley con el sonido de una trompeta (Éxodo 19:16-19).

Las Escrituras también profetizan que las trompetas servirán como señal de grandes eventos futuros que pronto tendrán lugar en la Tierra. El libro del Apocalipsis nos dice que unos ángeles tocarán siete trompetas para anunciar asombrosos acontecimientos del tiempo del fin. La trompeta del primer ángel anunciará una gran plaga de granizo, fuego y sangre que destruirá una tercera parte de la vegetación de la Tierra (Apocalipsis 8:7).

Se escucharán más toques de trompeta, culminando con la séptima y última trompeta (Apocalipsis 11:15). Esta trompeta anuncia el regreso de Jesucristo a la Tierra y el establecimiento de su glorioso reino sobre todas las naciones.

El apóstol Pablo también nos dice que esta trompeta marcará la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de todos los seguidores de Cristo de carne física a una existencia espiritual glorificada (1 Tesalonicenses 4:16; 1 Corintios 15:50-52). Jesús mismo dijo que su pueblo escogido se reunirá al “gran sonido de trompeta” (Mateo 24:31).

Al observar este festival de Trompetas hoy, debemos tener en cuenta los grandes eventos que pronto tendrán lugar en la Tierra, que culminarán con el regreso de Jesucristo y la resurrección de los santos.

El Día de Expiación

El Día de Expiación (Levítico 23:26-32) se menciona en el Nuevo Testamento en Hechos 27:9, donde se le llama “el ayuno”, como afirman las notas marginales en muchas Biblias modernas. Por lo tanto, para los cristianos del Nuevo Testamento era una celebración normal que aún guardaban con ayuno.

Este Día de Expiación, en el cual debemos ayunar, es un “día oficial de asamblea santa” (Levítico 23:27-32, Nueva Traducción Viviente). Los antiguos rituales del día se explican con gran detalle en Levítico 16. La ceremonia principal incluía dos machos cabríos: uno era sacrificado en representación del Señor ya el otro, llamado en hebreo Azazel, significaba “el macho cabrío expulsado” y era enviado al desierto, representando a Satanás.

Levítico 16:22 nos dice: “El macho cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades [es decir, las de los israelitas] a tierra inhabitada; y él [el hombre idóneo elegido para la tarea, versículo 21] dejará ir el macho cabrío en el desierto”.

A este macho cabrío no se le permitía volver a habitar entre los humanos: era expulsado y desterrado. Este es el concepto exactamente opuesto al papel de Jesucristo, quien como Emanuel, que significa “Dios con nosotros” (Mateo 1:23), ha prometido estar siempre cerca nuestro. Él nos dice que nunca nos dejará ni desamparará (Hebreos 13:5). Entonces, a diferencia del macho cabrío desterrado, Jesús estará siempre con nosotros.

Satanás es quien será desterrado de la faz de la Tierra. Cuando Jesús regrese, el diablo será atado y arrojado a un abismo (Apocalipsis 20:1-3) y luego será apartado de la humanidad para siempre (versículo 10).

El Día de Expiación representa el maravilloso momento en que la humanidad en general se arrepentirá y aceptará el sacrificio expiatorio de Cristo, representado por el primer macho cabrío, y Satanás será desterrado, como lo muestra el destierro del segundo macho cabrío. Se nos dará la victoria completa sobre el diablo por medio de Jesucristo.

La Fiesta de los Tabernáculos

El siguiente festival anual, de siete días, la Fiesta de los Tabernáculos (Levítico 23:33-36), fue celebrada por los antiguos israelitas con viviendas improvisadas, recordando su morada transitoria cuando salieron de Egipto y se dirigieron a la Tierra Prometida.

También llamada fiesta de la cosecha (Éxodo 23:16; Deuteronomio 16:13), este festival celebraba la cosecha de finales del verano y principios del otoño en la tierra de Israel. En un sentido espiritual, representa la gran cosecha espiritual de la humanidad que llevará a cabo Dios después del regreso de Cristo. Esta fiesta anticipa el tiempo del reinado terrenal de Jesucristo.

Jesús mismo observó esta fiesta durante su ministerio y les dijo a otros que también lo hicieran (Juan 7:8-14). La Biblia incluso dice que esta fiesta, en lugar de ser eliminada, será guardada por las naciones gentiles (no israelitas) durante el reinado de Cristo sobre la Tierra (Zacarías 14:9, 16-18).

La Escritura nos dice que los santos resucitados reinarán con Cristo. Apocalipsis 20:4 dice: “Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar . . . Y vivieron y reinaron con Cristo mil años” (comparar con Daniel 7:27).

La maravillosa verdad es que cuando Cristo regrese, los verdaderos cristianos de esta época gobernarán bajo su mando como reyes y sacerdotes (Apocalipsis 5:10; 20:6), guiando al resto del mundo a los caminos de Dios.

El Octavo Día

Inmediatamente después de los siete días de la Fiesta de los Tabernáculos hay otro día santo, o sábado, al que las Escrituras se refieren simplemente como “el octavo día” (Levítico 23:36, 39). Este día representa el acontecimiento más gozoso de todos los que han tenido lugar en el gran plan de Dios.

Debemos tener presente que la celebración de la cosecha de toda la humanidad no se completa con el reinado de Cristo de mil años. ¿Qué sucederá entonces con todos los que hayan muerto en esta era, aquellos que no hayan sido llamados a ser parte de las primicias de Dios? Habrá miles de millones de personas que aún no habrán sido salvadas.

Entonces, ¿se perderán para siempre?

Muchos estudiosos de la Biblia se dan cuenta de que un día todos estaremos ante el tribunal de Cristo (2 Corintios 5:10). Lo que la mayoría no percibe es que para quienes murieron sin el verdadero conocimiento del plan de salvación, llegará el momento en que serán resucitados a vida física y tendrán la oportunidad de comprender realmente el plan de Dios y tomar una decisión consciente al respecto.

Apocalipsis 20:11-15 habla de aquel tiempo futuro, mil años después de “la primera resurrección” (ver Apocalipsis 20:6), cuando “los otros muertos” volverán a la vida en una segunda resurrección (ver Apocalipsis 20:5). Ezequiel 37:1-14 describe el mismo período, un tiempo en el que aquellos que parecían condenados, sin ninguna esperanza (versículo 11), resucitarán. Se asombrarán al descubrir que Dios les ofrecerá su Espíritu Santo (versículo 14) y les dará la oportunidad, por primera vez, de saber realmente quién es el Dios verdadero (versículo 13).

Esta visión, por tanto, habla del tiempo en que todos los seres humanos que nunca comprendieron suficientemente la verdad de Dios finalmente llegarán a conocerla. Será en ese momento cuando tendrán que decidir si van a someterse y servir a Dios. En otras palabras, su salvación dependerá de si eligen o no aceptar la sangre derramada de Jesús por sus pecados y servir a Dios fielmente una vez que lleguen a conocerlo.

Este será un tiempo de juicio en el sentido de que las vidas de estas multitudes resucitadas estarán bajo evaluación. Aquellos que permanezcan en el camino correcto con la ayuda de Dios serán salvos. Los que finalmente rechacen a Dios son los únicos que finalmente serán condenados. Sin duda, la mayoría de la humanidad tomará la decisión correcta de obedecerle y seguir sus caminos.

En su gran sabiduría, Dios tiene un plan para ofrecer a todos los que alguna vez han vivido: la oportunidad de heredar la vida eterna. Él está llamando a algunos al arrepentimiento ahora, y llamará al resto durante el reinado de Cristo en el Milenio y en la futura segunda resurrección.

Si ha leído hasta aquí y está comprendiendo el gran plan de Dios, tal vez él lo esté llamando en este momento. ¡Que Dios le ayude a responder a su llamado de recibir a Jesucristo y seguir sus caminos, incluida la observancia de estos importantes festivales que muestran el camino a la salvación eterna en la familia de Dios! BN