La peor guerra mundial aún está por ocurrir
El siglo xx fue testigo de las guerras más horrorosas en la historia humana. Felizmente no nos ha tocado ver nada semejante en los 70 años después de que culminara la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, cabe preguntarse si habrá otra vez un tiempo como ese. ¿Habrá líderes genocidas que en su intento por gobernar el mundo siembren el caos y la muerte, como sucedió en aquella conflagración?
Su Biblia dice que sí los habrá. Como consecuencia de las crecientes crisis mundiales, en Europa se alzará un líder muy carismático, semejante a los peores dictadores del pasado, que prometerá paz y seguridad. Otros diez gobernantes se le unirán y le cederán la soberanía de sus países por un breve tiempo. El libro bíblico de Apocalipsis se refiere a este bloque de poder y a su líder, que encarnarán un renacimiento del Imperio romano, como “la bestia”.
Más aún, este renacimiento seguirá el mismo patrón del Sacro Imperio Romano y volverá a imponer la unión iglesia-estado de los tiempos medievales. Este poder, la bestia, se unirá en sociedad con el falso profeta del que hablan las profecías, el líder del gran sistema religioso falso conocido como Babilonia la Grande (Apocalipsis 17). La Biblia revela que la religión seráel medio para mantener unido al imperio, que políticamente será muy inestable. Los falsos milagros quellevará a cabo el falso profeta convencerán a las masas de seguirlo a él y a la bestia.
Pero a pesar de sus flaquezas, este poder europeo se transformará en una formidable maquinaria de guerra, tal como sus predecesores. Un mundo muy asombrado preguntará: “¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?” (Apocalipsis 13:4). No obstante, sí habrá una guerra: la más terrible de todos los tiempos.
La chispa que encenderá el conflicto
entre el norte y el sur
El conflicto entre esta futura superpotencia europea y una coalición del Medio Oriente será la manifestación final de la lucha descrita en la profecía de Daniel 11 entre algunos poderes al norte y al sur de la Tierra Santa (ubicados alrededor de los antiguos territorios sirios y egipcios). El poder del norte eventualmente llegará a ser Roma y sus sucesores. El versículo 40 dice que en el tiempo del fin el rey del sur contenderá con el rey del norte.
El Salmo 83 habla de una confederación de naciones, actualmente musulmanas, que se unen y hacen causa común contra Israel. Esta confederación podría ser el reino final del sur, tal vez con sede en Egipto, el mayor Estado árabe, o en Arabia Saudita, la tierra natal del islam.
Daniel 11:40 muestra que cierto acto provocativo será dirigido desde esta región en contra del rey del norte del tiempo del fin— la poderosa bestia europea. Podría tratarse de un ataque terrorista de gran magnitud, muy en línea con los sueños yihadistas de aplastar al cristianismo europeo. En cualquier caso, esta será la chispa que encenderá una nueva guerra mundial, ya que el poder del norte se desquitará poderosamente. Sus fuerzas invadirán y ocuparán partes del Medio Oriente y de África del Norte y entrarán a la Tierra Santa (vv. 40-43).
La devastación de Estados Unidos y
otras naciones
En la profecía de Daniel también se nos dice que “muchas provincias caerán” como resultado de la campaña del rey del norte
(v. 41). Otros pasajes revelan el horror que esto implica: gran destrucción para las naciones que descienden de las así llamadas “diez tribus perdidas de Israel” — particularmente los Estados Unidos y las otras naciones de descendencia británica.
Jesús dijo que estos eventos serían seguidos de “gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mateo 24:21). Este mismo tiempo es descrito en Daniel 12:1 y Jeremías 30:7. Este último versículo se refiere a él como “tiempo de angustia para Jacob” (Jacob es el progenitor de las tribus de Israel).
Vemos entonces que la gran tribulación inicialmente es el periodo de sufrimiento que afectará principalmente a los descendientes del antiguo Israel por su rebelión contra Dios, y que será seguida del “Día del Señor”, un lapso de un año en el cual Dios juzgará a todas las naciones (Isaías 34:8).
El profeta Ezequiel escribió profecías para su propio tiempo y para el tiempo del fin, y muchas de ellas se aplican a ambos periodos. Note que en Ezequiel 5:4 se predice que saldría un fuego “a toda la casa de Israel”; sin embargo, las tribus norteñas de Israel habían sido llevadas encautiverio unos 150 años antes.
Esta profecía, entonces, aparentemente se refiere a los últimos días. Ciertamente es inquietante leer la advertencia de Dios de que un tercio de los seres humanos morirá por enfermedades y hambrunas, otro tercio por la espada y la guerra, y que el tercio restante será llevado en cautiverio y esparcido “a todos los vientos” (vv. 12-13). Algunos tratan de aplicar esto exclusivamente al sitio de Jerusalén en tiempos de Ezequiel, pero en Zacarías 13:8-9 hay una profecía paralela que fue dada mucho después de la antigua caída de Jerusalén.
Por lo tanto, si los descendientes del antiguo Israel que viven actualmente en naciones modernas fueran alrededor de 300 millones, significa que 100 millones morirán a causa de enfermedades y hambrunas y que otros 100 millones sucumbirán debido a las guerras. La suma total de víctimas superaría ampliamente la de muertos de todas las naciones a consecuencia de las dos guerras mundiales.
Todavía quedaría un último tercio, otros 100 millones, que serán esparcidos, perseguidos y llevados en cautiverio. Otros pasajes parecen implicar que solo un diez por ciento de ellos vivirá (vea Amós 5:3; Isaías 6:11-13). Esto dejaría solamente diez millones de sobrevivientes. El genocidio contra los judíos en el Holocausto nazi, con todos sus horrores, fue mucho menor en comparación.
En Ezequiel 6:6 Dios advierte una vez más a los descendientes de Israel, que en la actualidad componen las naciones de habla inglesa más desarrolladas: “Dondequiera que habitéis, serán desiertas las ciudades”. La destrucción de Judá en días de Ezequiel palidece en comparación con lo que este versículo en realidad quiere decir. Aparentemente lo que aquí se nos revela es que ciudades muy prominentes, como Nueva York, Los Ángeles, Chicago, Toronto, Londres, Sydney, Melbourne y Auckland, serán destruidas.
Quizá ahora entendamos mejor cómo podría producirse la tan extraordinaria cifra de muertos que se menciona en el capítulo 5. Esto probablemente requerirá el uso de armas nucleares o algún tipo nuevo de superarmas, tal vez aunadas a catástrofes naturales enviadas por Dios, como sequías, hambrunas, enfermedades epidémicas, terremotos y otros desastres (compare con Levítico 26:31-32 y Deuteronomio 28:24).
Esta destrucción profetizada es simplemente horrenda, pero a menos que se produzca un inesperado arrepentimiento nacional, síva a ocurrir.
Fuerzas orientales atacan y contraatacan
No obstante, algunas regiones del mundo no encajarán fácilmente en este sistema pseudocristiano basado en Europa. Considere el resto del mundo musulmán — los numerosos estados islámicos en Indonesia y por todo el sur y el centro de Asia. ¿Qué pensarán de todo esto las principales naciones de Oriente, como Rusia, India, China y Japón?
Sin sombra de duda, las acciones europeas en el Medio Oriente les causarán gran alarma. Los estados islámicos, especialmente, se enfurecerán por la ocupación europea de territorios musulmanes.
El líder de la poderosa bestia se atemorizará por las “noticias del oriente y del norte” (la ubicación geográfica de estas naciones en Asia) y lanzará un ataque para forzarlos a rendirse (Daniel 11:44). Como se explica en Apocalipsis 9:1-12, la maquinaria de guerra de la bestia, representada por langostas y escorpiones (posiblemente helicópteros y tanques, según el punto de vista del primer siglo, previo a la era industrial) se mantendrá activa durante varios meses.
La mención que se hace en Apocalipsis 9:5 de infligir dolor sin matar puede referirse al uso de agentes químicos o biológicos o a algún nuevo tipo de radiación para provocar dolor, e incluso a cierta clase de armamento que todavía no se ha inventado. Apocalipsis 9:12 describe esto como el primero de los tres ayes, los cuales corresponden a los tres últimos sonidos de trompeta.
El segundo ayes un masivo ataque contraofensivo de las fuerzas orientales, compuestas de un formidable ejército de 200 millones de tropas. Su intervención destruirá gran parte de Europa y matará a un tercio de la humanidad (vv. 13-19). El número de víctimas en esta ocasión alcanzará a miles de millones, cifra muchísimo mayor que las provocadas por cualquier otra guerra en la historia humana. Esto ciertamente parece describir el inimaginable horror de otro intercambio nuclear o de otras armas de destrucción masiva.
Después, con el tercer ay, en el curso del cual se derramarán siete plagas sobre la Tierra, sucederá algo extraordinario: “Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra” (Mateo 24:30). Lamentablemente, una humanidad desafiante seguirá rehusándose a arrepentirse de sus pecados.
Los acontecimientos en nuestro planeta seguirán escalando, completamente fuera de control. El dictador europeo establecerá la capital de su gobierno en la Tierra Santa (Daniel 11:45), lo cual hará que los ejércitos de los poderes orientales marchen hacia Israel con la intención de finalizar la tarea de eliminar a su competidor, la superpotencia europea.
Entonces, justo cuando ambos bandos se preparen para una batalla final y definitiva (Apocalipsis 16:16), y justo cuando parezca que la humanidad está al borde mismo de su autodestrucción, Dios intervendrá (Mateo 24:22).
El resplandor de la venida de Cristo
Después de esto, Jesucristo descenderá en toda su gloria a Jerusalén, pero vendrá en pie de guerra. Las naciones estarán furiosas por este giro de los eventos (Apocalipsis 11:18). Aparentemente la bestia y los reyes orientales verán al Señor que retorna como su enemigo común, porque “todas las naciones” marcharán hasta Jerusalén para pelear contra él (vea Joel 3:1-2; Zacarías 14:1-15). Sin embargo, Jesucristo los vencerá.
En Zacarías 14:12 leemos que “la carne de ellos se corromperá estando ellos sobre sus pies”. Tal será el poder del Rey de reyes. La bestia y el falso profeta serán lanzados a un lago de fuego (Apocalipsis 19:20).
Los santos que acompañarán a Jesucristo (sus seguidores convertidos en esta era), también participarán impartiendo juicio en aquel tiempo (Salmo 149:5-9). Jesús dijo que su reino no era de este mundo, por lo cual sus servidores no pelearían ahora (Juan 18:36). Pero cuando su reino sea establecido sobre toda la Tierra, ayudaremos a implementar la justicia de Dios, aunque desde luego, templada con su misericordia.
Tristemente, será necesario que todo esto suceda para que la humanidad enmiende su rumbo. El sendero a la verdadera paz solo podrá ser enseñado y aprendido a escala global cuando el mundo haya pasado por el más horroroso y espeluznante periodo de la historia y experimentado los sufrimientos más espantosos.
¡Pero usted no tiene que esperar hasta ese tiempo! Si Dios está abriendo su mente para entender sus caminos, acuda a él ahora mismo y reciba la ayuda que él le ofrece para desarrollar un carácter similar al suyo y encontrar la paz, apartándose de los senderos que conducen a la guerra.
Permita que la esperanza del Reino de Dios venidero le infunda aliento en medio de las condiciones cada vez peores del mundo que nos rodea. Sí, se acercan días muy tenebrosos; ¡pero más allá nos espera el más resplandeciente futuro! ¡Aférrese a esa esperanza, y nunca se dé por vencido! BN