La conspiración para cancelar a Dios
La palabra “cancelar” se deriva del término latino cancellare, que significa “tachar” (eliminar o borrar), como cuando se anula una reserva de avión o un contrato de teléfono móvil. Sin embargo, en los últimos años la palabra “cancelar” se ha utilizado para declarar inaceptables, e incluso detestables, a personas y organizaciones. Este tipo de “cancelación” se realiza en muchos países occidentales a través de los medios de comunicación masivos y las redes sociales, y va en aumento.
Tanto se ha extendido esta práctica de rechazo o boicot público a diversos individuos, grupos o instituciones como castigo por sus puntos de vista o conductas sociales, morales o políticamente objetables, que se ha acuñado la frase “cultura de la cancelación” para describirla.
Los defensores de la cultura de la cancelación determinan qué puntos de vista son “aceptables”: casi siempre son los que están a favor del aborto y del movimiento LGBTQ, y en contra de Dios y la Biblia. Cualquiera que infrinja estos criterios ideológicos puede ser amenazado con la pérdida de su empleo, la ruina de su reputación, su expulsión de las redes sociales, o algo peor.
El cristianismo bajo asedio
El blanco principal de esta embestida suelen ser los principios y valores morales bíblicos. Un artículo del periódico en línea American Thinker describe la situación de esta manera :“En los últimos años, un nuevo y vigoroso secularismo . . . ha logrado que la ridiculización del cristianismo se incorpore a la corriente principal del comportamiento aceptable. Hoy en día, el ataque a la Biblia y las burlas a los cristianos son el pasatiempo favorito en la televisión, las películas y las redes sociales.
“El ataque al libre ejercicio de la religión ahora va más allá de la oración en los partidos de fútbol y ceremonias de inicio de curso y ha originado incluso batallas legales sobre pasteles de boda. [En Estados Unidos, algunos dueños de pastelerías han sido demandados por negarse a hacer pasteles para bodas de homosexuales]. Un grupo relativamente pequeño de organizaciones activistas ateas y radicales . . . ha conseguido prohibir la oración en las escuelas y los símbolos cristianos en edificios públicos. Al mismo tiempo . . . el cristianismo es apartado del modo de vida común. Esta es simple y llanamente una guerra cultural, y sus efectos se extienden más allá de Estados Unidos” (Jeff Lukens, “Christianity is Under Siege in America” [El cristianismo está bajo asedio en Estados Unidos], 12 de junio de 2019).
La eliminación de los valores cristianos no es solo un fenómeno contemporáneo, ya que el cristianismo siempre ha tenido sus detractores. De hecho, a lo largo de los tiempos ha habido una diabólica y persistente campaña para expulsar a Dios y su influencia de la vida de las personas.
Sin embargo, el respeto y el honor hacia Dios y la Biblia formaron los cimientos de la cultura occidental y proporcionaron importantes beneficios a la sociedad durante muchas generaciones. Como explica un informe de la Fundación Heritage: “La fortaleza de la unidad familiar está entrelazada con la práctica de la religión. Quienes van a la iglesia tienen más probabilidades de estar casados, menos probabilidades de divorciarse o quedarse solteros, y más probabilidades de manifestar altos niveles de satisfacción en el matrimonio. La asistencia a la iglesia es el índice más importante de la estabilidad y la felicidad matrimonial.
“Las creencias y prácticas religiosas contribuyen sustancialmente a la formación de criterios morales personales y a un juicio moral sólido. La práctica religiosa regular suele proteger a la gente contra una serie de problemas sociales como suicidio, abuso de drogas, nacimientos fuera del matrimonio, delincuencia y divorcio. La práctica regular de la religión también fomenta efectos beneficiosos para la salud mental como menos depresión, más autoestima y mayor felicidad familiar y matrimonial” (Patrick Fagan, “Why Religion Matters: The Impact of Religious Practice on Social Stability” [Por qué importa la religión: El impacto de la práctica religiosa en la estabilidad social], 25 de enero de 1996).
El antagonismo hacia el cristianismo sigue creciendo
La civilización occidental se ha beneficiado de las enseñanzas de Jesucristo al abolir o reducir en gran medida prácticas tan horrendas como los sacrificios humanos, el infanticidio y la esclavitud. Asimismo, los principios cristianos han tenido una influencia positiva en la sociedad en lo que respecta a la santidad del matrimonio, la crianza de los hijos y la vida familiar.
Estas enseñanzas también lograron elevar la condición de la mujer al condenar las relaciones sexuales fuera del matrimonio, la infidelidad marital, el divorcio, el incesto, la pornografía y la prostitución. Además, la historia está llena de ejemplos de adherentes al cristianismo que hicieron contribuciones vitales al progreso humano en cuanto a la atención sanitaria, la literatura, el gobierno, los negocios, el derecho, la filantropía y las ciencias.
Pero si bien el culto a Dios y el cumplimiento de sus mandamientos han brindado enormes bendiciones a las personas a lo largo de los tiempos, el antagonismo hacia los valores divinos ha aumentado constantemente, especialmente en las dos últimas generaciones en el mundo occidental. Parte de la razón de esto es que tanto individuos como instituciones han sido sometidos a crecientes restricciones gubernamentales en cuanto a la enseñanza y el aprendizaje acerca de Dios y su forma de vida justa.
Por ejemplo, en 1962 la Corte Suprema de los Estados Unidos dictaminó que la oración en las escuelas públicas era inconstitucional. Al año siguiente declaró que las escuelas públicas ya no podían permitir que se leyera la Biblia en las aulas.
En 1973, la Corte Suprema legalizó el aborto (el asesinato de bebés en gestación) en todo el país. Más tarde, en 1980, el mismo tribunal decidió que colocar copias de los Diez Mandamientos en las escuelas públicas era una violación a la Constitución.
Más recientemente, en 2015, la Corte Suprema anuló cualquier ley que prohibiera el matrimonio homosexual. Y en 2020 dictaminó que la Ley de Derechos Civiles de 1964 se reinterpretara de manera que supuestamente incluyera la orientación sexual y los derechos de los transexuales, excediendo por mucho su intención original. La promulgación de estas y otras espantosas regulaciones para obstruir la enseñanza y adhesión a los estándares morales correctos han contribuido eficazmente a eliminar a Dios y su influencia de la sociedad estadounidense.
Consecuencias de una conducta destructiva
La intensificación de la hostilidad hacia la religión, particularmente hacia los principios cristianos, se debe no solo a los elementos radicales de la sociedad, sino también a los políticos débiles o intolerantes, a los burócratas del Gobierno, a los funcionarios de escuelas y universidades, a los profesores y a los principales medios de comunicación.
Los esfuerzos por desprestigiar los valores bíblicos han erosionado gravemente los cimientos de una sociedad sólida y recta. Por lo tanto, no debe sorprendernos que se produzcan tantas consecuencias negativas cuando la gente se involucra en conductas destructivas como el sexo inmoral, la pornografía, la cohabitación y el divorcio, lo que lleva a hogares sin padre, violencia, adicción a las drogas y al alcohol, y a muchos otros males.
Un artículo en el periódico evangélico en línea The Christian Post hace énfasis en este punto, afirmando: “Desde la prohibición de la oración en las escuelas, pasando por la prohibición de exhibir en público los Diez Mandamientos y los símbolos cristianos, hasta las demandas contra fotógrafos cristianos por negarse a fotografiar bodas de homosexuales, la guerra contra la presencia cristiana en Estados Unidos es cada vez más abierta y agresiva.
“¿Y qué ocurrió durante el último medio siglo mientras esto sucedía? Las instituciones y el comportamiento que proporcionan la amalgama necesaria para mantener unida a una sociedad fiel, civil y virtuosa se han derrumbado. La familia estadounidense tradicional está en ruinas. El cuarenta y tres por ciento de nuestros bebés nacen ahora de madres solteras, en comparación con el cinco por ciento de hace medio siglo . . .
“No fue casualidad que el primer presidente de Estados Unidos, George Washington, advirtiera a la joven nación en su discurso de despedida que la religión y la moralidad son ‘indispensables’ . . . y que hablara en contra de ‘la suposición de que la moralidad puede mantenerse sin la religión’” (Star Parker, “The Ongoing War Against Christianity” [La continua guerra contra el cristianismo], 3 de abril de 2015).
Los ataques a los principios bíblicos por parte de los secularistas ateos y amorales están diseñados intencionalmente para menoscabar la moral divina y justa. Funcionarios de gobierno, jueces, magistrados de la Corte Suprema, periodistas, profesores y muchos otros se han dejado influir perniciosamente por las llamadas “voces progresistas”. Como si esto fuera poco, lo más terrible ha sido que muchas iglesias cristianas tradicionales, que deberían haberse opuesto férreamente a esa influencia perjudicial, se rindieron ante ella.
A menudo respondieron a la presión secular diluyendo las verdades eternas y los valores morales fundamentales. Cuando se negaron a oponerse firmemente a la relajación moral representada por las relaciones sexuales prematrimoniales, la cohabitación, el “matrimonio” entre personas del mismo sexo y la transexualidad, muchas iglesias se convirtieron simplemente en un reflejo de los valores seculares y mundanos.
En lugar de guiar a sus rebaños a regirse por una moralidad sólida como roca y con fundamento bíblico, tanto ministros como funcionarios eclesiásticos abandonaron su responsabilidad ante sus ovejas, revelando que eran pastores falsos y sin carácter (Juan 10:12-13).
Esto es claramente evidente por el número de personas que han abandonado por completo la religión organizada. Una encuesta de Gallup publicada el 29 de marzo de 2021 reveló que la afiliación a organizaciones religiosas en los Estados Unidos se desplomó a solo un 47 %, de un 70 % en 1999.
Además, según una encuesta realizada por el Centro de Investigación Pew en 2018, muy pocos de quienes se identifican como cristianos se molestan en asistir a los servicios religiosos. En el Reino Unido solo el 18 % va a la iglesia con regularidad. En Canadá, apenas 13 %. En Estados Unidos, 19 %. En Australia, 17 %, y en Nueva Zelanda un escaso 15 %.
Advertencias proféticas sobre tiempos peligrosos
El desmoronamiento de los cimientos morales de la sociedad sigue en constante aumento. ¿Qué nos dice la Biblia sobre lo que se avecina?
En una asombrosa profecía sobre el turbulento y peligroso período que precede su segunda venida, Jesucristo advirtió que “por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mateo 24:12). Las consecuencias de la implacable presión secular para cancelar a Dios y sus mandamientos incluyen la escalada de incidentes de violencia, corrupción, deshonestidad y crimen. Cuanto más rechaza la sociedad a Dios, más sufre el azote del asesinato, la agresión, la violación, el robo y el secuestro, así como los actos brutales y despiadados del terrorismo y la guerra.
El apóstol Pablo escribió esta funesta profecía: “También debes saber que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios”(2 Timoteo 3:1-4, énfasis nuestro en todo este artículo).
Cuando las personas eliminan de sus vidas a Dios y su perfecta guía divina, se ven obligadas a decidir por sí mismas lo que está bien y lo que está mal. Pero ¿cuál es el resultado de intentar usurpar un papel que le pertenece al Creador Eterno por derecho exclusivo?
Proverbios 14:12 y 16:25 nos advierten: “Hay camino que al hombre le parece recto, pero su fin es camino de muerte”. Además, en Oseas 4:6 Dios nos dice: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento”. El conocimiento que la gente rechaza incluye las leyes eternas y espirituales de Dios expresadas en los Diez Mandamientos y sus muchos otros estatutos perfectos registrados en la Biblia. Dios los estableció para que todas las personas pudieran experimentar alegría, paz y prosperidad ideales.
Y aunque los seres humanos han descubierto innumerables leyes científicas que regulan el universo físico, se niegan a reconocer que existen leyes espirituales que rigen las interacciones entre personas y con Dios mismo. Estas leyes, explicadas a través de la revelación divina, se resumen en dos grandes principios: el amor hacia Dios y el amor hacia el prójimo (Lucas 10:27).
Cuando los seres humanos no se apegan a los mandamientos de Dios, invariablemente se perjudican a sí mismos y a los demás. Esto se debe a que las leyes de Dios operan de manera natural: producen recompensas por actuar de acuerdo con ellas, o castigos por actuar en su contra, tal como sucede con la ley física de la gravedad.
La maligna, clandestina e incesante obra del diablo
El Todopoderoso quiere que los seres humanos confíen plenamente en que siempre los guiará cuidadosamente si se someten voluntariamente a él. Nos dice: “Fíate del Eterno de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Proverbios 3:5-6).
Lamentablemente, la gran mayoría de la gente insiste en que sabe mejor cómo vivir. Este concepto por demás insensato se originó hace mucho tiempo en el huerto de Edén, donde Dios creó a los primeros seres humanos, Adán y Eva, y les infundió aliento de vida (Génesis 2:7; 15-17; 21-22).
Pero Satanás el diablo también estaba allí, en el huerto. ¿Y qué hizo? Distorsionó su visión de Dios ante sus ojos, insinuando que Aquel que les había enseñado acerca del bien y del mal era en realidad un mentiroso (Génesis 3:1-5). Aunque Eva fue engañada por el diablo, Adán no lo fue, pero aun así desobedeció abiertamente a Dios comiendo el fruto prohibido junto con su esposa (vv. 6-7).
Así que la venenosa estrategia del diablo para engañar y dañar a la humanidad funcionó desde el mismo principio. Desde entonces, este ser espiritual absolutamente corrupto se ha esforzado por convencer a todos los seres humanos de que deben determinar por sí mismos lo que está bien y lo que está mal, pero bajo su malévola influencia e ignorando los caminos de Dios.
Satanás trabaja incesante y clandestinamente a través de agentes humanos involuntarios para convencer a la gente de que no basta con aceptar de buenas a primeras la Palabra de Dios sobre los asuntos de la vida. Así, este experto manipulador ha traído, y sigue trayendo, profundas tinieblas y horrendos males sobre la humanidad (Efesios 2:2; 6:11-12; 1 Pedro 5:8).
Cuando las personas cancelan a Dios abandonando sus caminos, se apartan de él como única fuente de valores verdaderos. Sin el conocimiento perfecto y revelado del Creador se sumen en la ignorancia, causándose a sí mismos y a los demás una terrible angustia y gran sufrimiento físico, mental y emocional.
El profeta Isaías resumió este triste dilema cuando escribió: “Sus pies corren al mal, se apresuran para derramar la sangre inocente; sus pensamientos, pensamientos de iniquidad; destrucción y quebrantamiento hay en sus caminos” (Isaías 59:7).
Por supuesto, no todo lo que hacen los seres humanos es erróneo, malintencionado o incorrecto. Cuando los esfuerzos de la gente armonizan con las leyes de Dios, pueden producirse buenos resultados. Sin embargo, donde existe una combinación de verdad y error o donde prevalece el error y reina la injusticia, los esfuerzos humanos simplemente no pueden producir resultados satisfactorios. Debido a que las personas eliminan a Dios de sus vidas y toman decisiones erróneas, el mundo está colmado de problemas interminables e insolubles. El rechazo a las perfectas instrucciones y sabiduría del Creador es precisamente la razón por la que la sociedad se halla en constante agitación y llena de ansiedad.
Así pues, la humanidad se encuentra en este terrible dilema. A excepción de Jesús, todas las personas desde el principio de la historia hasta ahora (por muy buenas que puedan parecer ellas o sus acciones desde una perspectiva humana) han participado en la injusticia, es decir, han pecado. Como declara 1 Juan 3:4, “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; el pecado es infracción de la ley”.
¿Pero por qué pecan los seres humanos? Porque tienen una naturaleza corrupta que se resiste a obedecer los mandamientos de Dios (Romanos 8:6-7). Esta condición está tan arraigada y nos afecta de manera tan natural desde temprana edad, que a menudo no vemos la necesidad de resistirnos a su atracción negativa. Nuestra naturaleza humana está influenciada entre bastidores por el diablo, lo que da lugar al pecado. Y el pecado es un obstáculo para Dios y la justicia que él diseñó y desea para nosotros.
El absurdo intento de rechazar a Dios
Dios estaba plenamente consciente de esta condición humana cuando eligió a las tribus de Israel y ofreció al pueblo sus Diez Mandamientos junto con sus estatutos y juicios. Les dijo que si le mostraban reverencia y temor y obedecían sus leyes perfectas, tendrían una sociedad floreciente y próspera y serían un magnífico ejemplo para todas las naciones que los rodeaban (Deuteronomio 4:5-6; 6:17).
Lamentablemente, el pueblo elegido por Dios no lo siguió a él ni a sus caminos. A pesar de que Dios les recordaba continuamente por medio de sus jueces y profetas que debían ser obedientes por su propio bien, optaron inexorablemente por la desobediencia y por lo tanto cosecharon terribles y dolorosas consecuencias (Isaías 1:2).
E incluso cuando Dios Padre envió a la Tierra a su único Hijo, Jesucristo, para enseñarles más plenamente la salvación y el Reino de Dios venidero, los seres humanos lo rechazaron, persiguieron, traicionaron y asesinaron (Lucas 17:25; 23:18; Juan 5:43; Hechos 7:51-54).
El mundo en que vivimos actualmente niega a Dios y lo desafía, y muchísimos lo cancelan de sus vidas: individuos, Gobiernos y la sociedad en general. Pero todos ellos deberán aprender que este intento absolutamente fantasioso únicamente puede ocasionar sufrimiento y ruina para ellos mismos, sus familias y comunidades.
Pero aunque Dios es misericordioso y permite que la gente elija con libertad, finalmente no les va a permitir que lo ignoren. Todas las personas deben entender que descartar a Dios y sus leyes es simplemente vivir una mentira. Seamos claros: Dios es Supremo, y no puede ser cancelado.
¿Qué debe hacer usted?
Teniendo en cuenta todo esto, ¿qué deberíamos hacer usted y yo? La respuesta es: volverse a Dios con un profundo y sincero arrepentimiento y buscarlo humilde y obedientemente.
Dios promete responder entonces con un favor y una misericordia abrumadores: “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oraré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra” (2 Crónicas 7:14).
Esta es solo una de las muchas promesas que Dios registra en la Biblia y que han sido enfatizadas reiteradamente por sus siervos humanos a lo largo de los tiempos. Sin duda, él siempre ha tenido portavoces en la Tierra para que declaren que honrarle y guardar sus leyes es esencial para una vida virtuosa. A veces se trataba de un individuo solitario, como el patriarca Noé. Hoy es la Iglesia de Dios, que enseña fielmente la verdad de la Biblia (Mateo 16:18; 1 Timoteo 3:15).
Una parte vital de esta verdad que la Iglesia de Dios anuncia es el maravilloso período que pronto comenzará para toda la humanidad en la segunda venida de Jesucristo. En ese momento él hará que el diablo y sus demonios sean encarcelados durante mil años para que ya no puedan conducir engañosamente a la humanidad hacia la destrucción y la muerte. Y, lo más importante, Jesús establecerá su gobierno justo, el Reino de Dios en la Tierra (Apocalipsis 11:15; 1 Tesalonicenses 4:16).
En aquel asombroso tiempo, la humanidad pondrá fin a su larga historia de intentos fallidos por determinar el bien y el mal. Una maravillosa paz, alegría y prosperidad serán el resultado del verdadero conocimiento que se enseñará y aplicará cuidadosamente bajo el justo gobierno de Cristo (Isaías 2:2-4; 11:1-9).
Además, Dios dará su Espíritu Santo a todos los que estén dispuestos a arrepentirse y obedecerle, empezando por el pueblo de Israel. “Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: pondré mis leyes en la mente de ellos, sobre su corazón las escribiré” (Hebreos 8:10, citando Jeremías 31:33).
La insidiosa campaña que se está llevando a cabo en este momento para eliminar de la vida de la gente a Dios, sus mandamientos y sus valores justos, finalmente fracasará, pero no antes de haber hecho un enorme daño al mundo y a los seres humanos.
Pero usted no tiene que ser parte de ello. La emocionante y buena noticia es que Jesucristo regresará a la Tierra y establecerá su modo de vida correcto en todas partes, trayendo una maravillosa paz y prosperidad a toda la humanidad. En ese momento, como nos dice Habacuc 2:14, “la tierra será llena del conocimiento de la gloria del Eterno, como las aguas cubren el mar”.
Por lo tanto, ¡volvámonos a Dios en profundo arrepentimiento y obediencia mientras esperamos ese magnífico tiempo venidero en el que “cancelar a Dios” será cancelado! BN