¿Estamos rechazando el gran regalo que Dios nos ha dado?

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¿Estamos rechazando el gran regalo que Dios nos ha dado?

Antes de pisar tierra firme a fines de 1620, los peregrinos de la Colonia de Plymouth en Massachusetts habían firmado el Pacto del Mayflower en el que proclamaban que habían emprendido, “para la gloria de Dios y el avance de la fe cristiana”, una travesía para establecer su colonia en el Nuevo Mundo.

Más de 150 años después, cuando los delegados que representaban a las trece colonias norteamericanas proclamaron su independencia de Gran Bretaña, firmaron un documento que contenía algunas de las frases más célebres que se han escrito: “Sostenemos como evidentes estas verdades, que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad, y la búsqueda de la felicidad” (énfasis nuestro en todo este artículo).

En la actualidad muy pocos se percatan de que la Declaración de Independencia de los Estados Unidos realmente termina con una plegaria. En el último párrafo, los firmantes reconocían que estaban “apelando al Juez Supremo del mundo por la rectitud de nuestras intenciones” y emprendiendo un peligroso viaje para construir una nueva nación, “confiando firmemente en la protección de la Divina Providencia” al mismo tiempo que luchaban por liberarse del yugo de la corona británica.

A pesar de los esfuerzos de los revisionistas por reescribir la historia, la mayoría de los padres fundadores de los Estados Unidos eran miembros de las iglesias predominantes de su época. Sus creencias se reflejaban en afirmaciones como las siguientes:

He examinado todas las religiones, y el resultado es que la Biblia es el mejor libro del mundo” —John Adams.

Siempre he dicho y seguiré diciendo que la lectura cuidadosa del Sagrado Volumen nos hará mejores ciudadanos” —Thomas Jefferson.

Es deber de todas las naciones reconocer la providencia del Dios Todopoderoso, obedecer su voluntad, agradecerle sus beneficios, y humildemente implorar por su protección y favor” —George Washington.

No obstante, en décadas recientes Estados Unidos ha experimentado un profundo cambio, cuyo inicio se puede rastrear hasta ciertos dictámenes de la Corte Suprema de la nación. En 1962, dicha Corte decretó la prohibición de orar en los colegios. Al año siguiente, el mismo alto tribunal prohibió la lectura de la Biblia en las escuelas públicas. Los resultados eran fácilmente predecibles.

Aunque la Biblia sigue siendo el libro más vendido, la gente simplemente no lo lee. Ni siquiera la mitad de los adultos estadounidenses es capaz de nombrar los cuatro evangelios y solo unos pocos pueden nombrar más de dos o tres de los doce apóstoles. Casi la mitad de la población rara vez abre la Biblia, y solo una cuarta parte considera que es la verdadera Palabra de Dios. La mayoría no puede enumerar ni la mitad de los Diez Mandamientos, lo que ciertamente ayuda a explicar por qué, como nación, los estadounidenses ya no los obedecen.

No es sorpresa que Estados Unidos se esté convirtiendo rápidamente en otra Sodoma y Gomorra. Millones de parejas prefieren convivir abiertamente antes que casarse. Al legalizar el matrimonio del mismo sexo, el país del norte ha desvirtuado el profundo significado de esta unión. Por medio del aborto se ha asesinado a decenas de millones de bebés en gestación, cantidad que supera incluso la población total de muchos países. Por otro lado, las cárceles están abarrotadas.

Estamos cosechando lo que hemos sembrado. Lo que el presidente estadounidense Abraham Lincoln escribió hace más de 150 años describe sorprendentemente a la nación de hoy: “Hemos sido los beneficiarios de las bondades más escogidas de los cielos . . . Hemos crecido en número, riqueza y poder como ninguna otra nación. Pero nos hemos olvidado de Dios . . . Embriagados por el éxito ininterrumpido, hemos llegado a ser demasiado autosuficientes . . . demasiado orgullosos para orar al Dios que nos hizo”.

El presidente Lincoln no tuvo miedo de decir las cosas como pensaba que eran y de exhortar a la nación a volverse a Dios: “Nos corresponde pues, humillarnos ante el Poder ofendido, confesar nuestros pecados nacionales, y orar por clemencia y perdón”.

Humillarnos, confesar nuestros pecados y orar por el perdón. Este es el mensaje esencial de nuestra revista y nuestro programa de televisión Beyond Today. Al igual que Abraham Lincoln, sentimos una profunda responsabilidad de transmitir este mensaje al mundo.

Por esta razón defendemos firmemente la inspiración, confiabilidad y autenticidad de la Santa Biblia. En esta edición exploramos parte de esta evidencia. No sea como la mayoría de las personas que rara vez abren la Biblia. Lea la palabra de Dios, ámela y vívala.  BN