Esperanza cuando todo parece perdido

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Esperanza cuando todo parece perdido

Si preguntáramos a la gente qué cualidades esenciales contribuyen a una buena vida, ¿cuáles mencionarían? Las siguientes tal vez encabezarían la lista: paz mental, una salud excelente, satisfacción y felicidad, realización personal, seguridad económica y física y relaciones estrechas con la familia y los amigos.

Sin embargo, experimentar verdaderamente estas metas positivas puede resultar difícil en medio de condiciones problemáticas. Aun así, como escribió el poeta inglés Alexander Pope, “La esperanza brota eternamente en el pecho humano”, lo que significa que a pesar de los impedimentos y complicaciones, la gente a menudo mantiene la esperanza de que al final se harán realidad sus deseos y aspiraciones.

Y aunque esta aspiración es beneficiosa, los obstáculos a los que se enfrenta la gente a veces pueden ser abrumadores, lo que hace que necesidades genuinas queden sin satisfacer. Tal vez usted sea uno de los muchos que hoy experimentan este tipo de dilemas en su vida personal. Estos pueden ser: problemas matrimoniales, familiares o económicos; largos periodos de inestabilidad; enfermedades o dolor crónicos; pérdida del empleo o la vivienda; aislamiento, soledad o rechazo; problemas para conectarse emocionalmente con los demás; un diagnóstico médico de enfermedad grave; la ruptura de una relación, etc.

Cuando asuntos desconcertantes como estos no se resuelven, sobre todo tras largos periodos de espera y anhelos incumplidos, puede cundir un profundo desánimo que lleva a las personas a sentir que ya no tiene sentido seguir intentándolo. Algunos pueden incluso autolesionarse o suicidarse.

Y además de los retos personales, la sociedad está cayendo en picada. Muchos valores y normas bien establecidos se han debilitado gravemente o han sido abandonados, y varias instituciones gubernamentales y corporativas que antes parecían fiables ya no se consideran dignas de confianza. El creciente caos puede desanimar aún más a la gente y robarle la confianza necesaria para lograr un futuro estable y confiable.

Entonces, cuando los problemas se acumulan y una abrumadora sensación de desencanto y desesperación se apodera de las personas, ¿dónde pueden encontrar una esperanza real y duradera?

La esperanza que vence a la desesperanza

¿Existe una verdadera cura para la frustración y el vacío que amenazan con dejar a las personas deprimidas, amargadas y derrotadas?

De hecho, hay un remedio maravilloso para esta condición. Implica una esperanza que va mucho más allá del tipo de esperanza con el que la mayoría de la gente está familiarizada. Es la esperanza divina de la salvación y la vida eterna, que solo puede provenir del Creador Eterno. Esta esperanza de Dios es una de las tres grandes virtudes cristianas mencionadas por el apóstol Pablo, siendo las otras el amor y la fe (1 Corintios 13:13). La esperanza que Dios ofrece protege nuestras mentes (1 Tesalonicenses 5:8) de manera tan poderosa que, cuando la ponemos en práctica, repelemos la desesperanza, incluso cuando nos enfrentamos a grandes adversidades.

La esperanza de Dios puede vencer y conquistar la desesperanza, rompiendo por completo las pesadas cadenas de la duda y el desánimo que Satanás el diablo utiliza para mantenernos atrapados en una vida de pesimismo, egoísmo y pecado. La gran esperanza de Dios levanta las pesadas cargas para que ya no tengamos que llevarlas solos (Mateo 11:28-30; 1 Pedro 5:7; Salmos 55:22; 68:19).

La esperanza que Dios suministra puede complementar la mera fuerza humana de una persona con su poderosa energía divina, de modo que podamos hacer frente a las situaciones traumáticas de la vida con capacidad y confianza. Es muy superior a cualquier pensamiento positivo generado por el ser humano.

La esperanza de Dios produce verdadera alegría y amor en la vida de las personas (Romanos 12:12; 15:13). Al ser segura, firme y absoluta, puede ayudarnos a mirar con confianza más allá de las dificultades de esta vida física e incluso más allá de la tumba por medio de la resurrección de entre los muertos (2 Corintios 4:18; 1 Pedro 1:3).

Mientras que la esperanza humana es un deseo de algo sin la certeza de que se cumpla, la esperanza que Dios proporciona nunca deja descorazonadas a las personas si permanecen fieles (Hebreos 3:6; 6:11-12). Como declara Romanos 5:5 “Y esa esperanza no acabará en desilusión, pues sabemos con cuánta ternura nos ama Dios, porque nos ha dado el Espíritu Santo para llenar nuestro corazón con su amor” (Nueva Traducción Viviente).

Cómo seguir el ejemplo perfecto de Jesucristo

¿Pero cómo puede usted experimentar esto? ¿Cómo puede usted tener la plena seguridad de que, durante los periodos más duros y oscuros que enfrente en la vida, Dios estará a su lado en cada paso del camino?

Debemos comprender lo que Jesucristo hizo por nosotros y el camino de vida que trazó para que lo siguiéramos. Él experimentó los devastadores golpes de la brutalidad humana y salió triunfante, liberándolo a usted y a todos los seres humanos de la amenaza de la muerte eterna resultante del pecado (Juan 3:16). Cuando Jesús sufrió horribles azotes y una muerte tortuosa, ¿perdió acaso la esperanza? Lo hubiera hecho si se hubiese limitado a confiar en la esperanza humana.

Pero él tenía una esperanza espiritual perfecta que rechazaba absolutamente la desesperanza y la derrota. Esto se debió a que puso su vida enteramente en las manos de su Padre Celestial, sabiendo que él siempre lo fortalecería (Deuteronomio 31:6).

Así que si Jesús nunca perdió la esperanza, ¿debería perderla usted? ¡De ninguna manera! Pero para ello debe acudir a Dios con humilde arrepentimiento y fe, bautizarse, recibir el don del Espíritu Santo y desarrollar una relación personal con Jesucristo, quien vive en nosotros por medio del Espíritu Santo como “nuestra esperanza” (ver Hechos 2:38; Gálatas 2:20; 1 Timoteo 1:1; Colosenses 1:27).

Si lo abruman las adversidades de la vida, recuerde que Cristo le ofrece su ejemplo de esperanza para vencer la desesperación (Hebreos 12:2-4). Además, él lo ayudará a afrontar con valentía esas pruebas y a encontrar un camino satisfactorio para superarlas (Salmos 46:1). Gracias a que Jesús venció, puede fortalecernos con la esperanza que siempre es victoriosa (Juan 14:27; 1 Pedro 1:3, 13).

Cuando nos aferramos a la misma esperanza de Cristo, es posible elevar nuestros pensamientos más allá de los problemas inmediatos para enfocarnos en el glorioso futuro en la familia de Dios (Romanos 5:2), tal como lo hizo nuestro Salvador cuando enfrentó el peor momento de su vida.

Cuando se sienta amenazado por nubes de desánimo, el ejemplo de Jesús y la asombrosa esperanza que mostró al liberar a la humanidad de la maldición del pecado pueden convertirse en su motivación para luchar por la recompensa divina que Dios quiere darle (Tito 1:2). La gran esperanza de salvación (Lamentaciones 3:26) está asegurada si se aferra con fuerza a Jesucristo y a la promesa de Dios de no dejarlo ni abandonarlo jamás (Hebreos 13:5).

Dios nos lleva sanos y salvos a su reino eterno

El deseo de Dios es que usted se llene de esperanza y valor, sabiendo que el resultado de su travesía espiritual está asegurado (Salmos 33:18; 146:5). Cuando confiamos en su apoyo y nos mantenemos fieles a él y a su forma de vida, podemos estar seguros de que él nos conducirá a salvo a su reino eterno (Salmos 38:15; 39:7; 2 Pedro 1:10-11). Con la esperanza divina de Dios, puede deshacerse de la desesperanza que tantos experimentan en este mundo y, en su lugar, deleitarse con la profunda alegría de que tendrá un lugar en la familia espiritual de Dios para siempre.

Por último, a diferencia de la esperanza humana, la esperanza estimulante que Dios ofrece lo ayudará a mantener la confianza cuando se enfrente a pruebas a lo largo de su vida, e incluso más allá de la tumba (1 Pedro 1:3). La esperanza de Dios es audaz, alegre, e irradia plena confianza (Isaías 40:31). Jesucristo nos dejó el ejemplo perfecto de esperanza bajo presión (1 Timoteo 4:10). Habiendo resucitado de entre los muertos, está sentado con el Padre en el trono de Dios en el cielo, plenamente dispuesto a ser el Señor de su vida para guiarlo, fortalecerlo y sostenerlo.

Por tanto, no se conforme con la mera esperanza humana que puede llevarlo al desencanto, el desánimo y la amargura. Por el contrario, reciba y experimente la asombrosa esperanza divina que Dios nos ofrece, la esperanza que puede conducirlo a la salvación y a la vida eterna en el Reino de Dios venidero. De hecho, él quiere que usted tenga su maravillosa esperanza y se aferre a ella, y que recuerde que cuando todo parece perdido, ¡la esperanza permanece! BN