¿Es así como viviremos para siempre? Lo que la tecnología no comprende sobre el espíritu de la mente humana

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¿Es así como viviremos para siempre?

Lo que la tecnología no comprende sobre el espíritu de la mente humana

Los crecientes avances de la inteligencia artificial renuevan en algunos la esperanza de que la vida humana pueda prolongarse por medios digitales. La idea es que los seres humanos puedan “transferir” su mente y su memoria a un computador y que continúen existiendo como seres conscientes, fuera de los confines del cuerpo humano físico. Y aunque esto parezca ciencia ficción, son cada vez más los que aceptan y buscan dicha posibilidad.

Wesley Smith, investigador principal del Centro para el Excepcionalismo Humano, que forma parte del grupo de expertos en diseño inteligente del Instituto Discovery, ha señalado: “Los transhumanistas, como se les suele llamar, persiguen diversos caminos para alcanzar, si no exactamente la vida eterna, al menos una existencia indefinida. Algunos pretenden ampliar radicalmente las expectativas de vida mediante la biotecnología, como por ejemplo, superando el envejecimiento celular, fabricando órganos clonados para sustituir partes del cuerpo desgastadas y utilizando terapias con células madre.

“Pero la propuesta de inmortalidad transhumanista más destacada en estos días pretende cargar nuestras mentes en computadores mejorados con capacidades de inteligencia artificial, desde donde podamos ‘vivir’ en la nube computacional o como ciberseres. En teoría, el programa informático resultante de esta ‘carga mental’ sería un clon intelectual del ser humano del cual se derivó, con la misma personalidad, memoria a largo plazo, gustos, aversiones, etc. Algunos científicos y futuristas de renombre mundial esperan confiadamente que los investigadores desarrollen la tecnología para lograr esta hazaña en la primera mitad de este siglo” (“Your Mind Uploaded in a Computer Would Not Be You” [“Tu mente cargada en un computador no serías tú”], First Things, 2 de marzo de 2018, énfasis nuestro en todo este artículo).

Tal criterio supone que las personas son máquinas puramente biológicas y que el pensamiento, la conciencia y las emociones humanas no son más que procesos computacionales de sistemas neurológicos que evolucionaron mediante “una confluencia fortuita de átomos”. Pero incluso más allá de una posible existencia animatrónica al estilo Disney en el futuro, toda la base de este pensamiento no pasa de ser una fantasía.

El hombre y la mente humana no son accidentes del azar sino producto del diseño de un Dios creador, y tienen un propósito extraordinario. Su funcionamiento no es puramente físico y bioquímico: hay mucho más en la existencia humana de lo que se ve a simple vista, o de lo que puede manejar la tecnología de transferencia de datos.

Pero ¿qué es en realidad el hombre? ¿A qué se puede atribuir el asombroso ingenio y la tecnología de la civilización humana? Esto trasciende el hecho de tener un cerebro físico más avanzado que el de los animales. Muchos creen que el hombre tiene un “alma inmortal” espiritual independiente del cuerpo, y se suele pensar que esta idea se enseña en la Biblia. Sin embargo, en realidad no es así.

¿Cuál es entonces el propósito de la mente humana, y qué implicancias tiene para el viejo anhelo de la gente de vivir más allá de la tumba y alcanzar la inmortalidad? ¿Es esto verdaderamente posible?

Un espíritu en el hombre que le da entendimiento

La Biblia se refiere a un “espíritu” que forma parte de la constitución del hombre, y presenta la creación de este en los siguientes términos: “El Señor, quien extendió los cielos, echó los cimientos de la tierra y formó el espíritu del hombre en su interior . . .” (Zacarías 12:1, Nueva Versión Internacional). Job 32:8 dice: “Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente le hace que entienda”.

La palabra hebrea para “espíritu” usada aquí, ruach, se refiere literalmente a un viento o soplo, a una exhalación de aire (nótese el uso paralelo de “soplo”, neshamah, en el versículo de Job citado más arriba). Detrás de esta terminología está la idea de una fuerza invisible, semejante al uso de la palabra griega pneuma en el Nuevo Testamento. Tanto ruach como pneuma se utilizan para referirse a la existencia y el poder de Dios, y también al de los de ángeles y demonios, todos ellos seres no materiales, seres de espíritu o seres espirituales (véase Juan 4:24; Salmo 104:4).

El hombre, sin embargo, no fue creado como un ser espiritual sino como uno físico, de carne y hueso. Génesis 2:7 dice que Dios sopló aliento de vida en el primer hombre y este “se convirtió en un ser viviente” (NVI). Aquí, la palabra hebrea nephesh, traducida a veces como alma, se refiere a un ser de carne y hueso, como los animales. Pero el hombre es único, ya que Dios le infundió vida de manera especial, a diferencia de lo que se dice de los animales.

Al crear al hombre hubo una conexión más personal, con un propósito más sublime, que se asemeja a la mención en el libro de Job de un espíritu y aliento que dan entendimiento. Por lo tanto, el término ruach se refiere no solo a una fuerza de poder invisible, sino a un componente invisible que otorga vida e inteligencia — en este caso, inteligencia humana especial. En Génesis 1:26-27 también se afirma que los seres humanos fueron creados a imagen y semejanza de Dios.

Dios colocó en los seres humanos un espíritu que los distingue de la creación animal. Le llevó a Adán los animales para que les pusiera nombre y le ordenó cultivar y cuidar la creación (Génesis 2:15). El hombre está por encima de la creación y es superior en intelecto y atributos a los animales. Pero no somos iguales, ni nos elevamos por sobre el resto de la creación gracias a algún proceso evolutivo fortuito. La humanidad ha sido creada especialmente a imagen de Dios y con la capacidad de relacionarse con él.

Y aunque somos seres físicos, nuestra existencia tiene un componente espiritual. El apóstol Pablo menciona esto claramente y pregunta sin ambages: “Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él?” (1 Corintios 2:11). Así pues, la autoconciencia y el intelecto humanos proceden de la presencia invisible del espíritu humano.

¿Y el cerebro? Las investigaciones demuestran que contiene almacenamiento de memoria y en varios aspectos funciona como un computador biológico. Sin embargo, la función física del cerebro no es suficiente para explicar la magnificencia del pensamiento y el genio humanos, especialmente en comparación con los animales. La diferencia radica en el espíritu del hombre, que imparte la complejidad y profundidad del pensamiento y el sentimiento humanos al cerebro: el cerebro y el espíritu humano funcionan juntos, produciendo la mente humana.

Gracias al espíritu del hombre, la humanidad ha formado culturas y civilizaciones. Gracias al espíritu del hombre, se han hecho grandes descubrimientos y la tecnología de la ingeniería ha progresado para crear nuestro mundo moderno. Los animales no componen sinfonías ni envían cohetes a la Luna. Los seres humanos son clara y enormemente diferentes.

Gracias al espíritu humano, el hombre toma decisiones morales. Lamentablemente la humanidad ha tomado muchas decisiones erróneas en este campo, abusando del potencial que le da este espíritu. Sin embargo, Dios quiere que el hombre aprenda aquí importantes lecciones, especialmente la necesidad de confiar plenamente en él y de recibir su ayuda.

El medio para tener una vida futura más allá de la tumba

Es importante entender que el espíritu humano no es lo mismo que lo que a muchos se les ha enseñado falsamente sobre un alma inmortal. La idea de que el hombre nace con un alma consciente que continúa después de la muerte no se enseña en las Escrituras. Este concepto fue adoptado de la religión y la filosofía griegas por formas corruptas del cristianismo y el judaísmo primitivos. (Véase “Por qué usted no tiene un alma inmortal”, a partir de la página 8).

El espíritu en una persona no es la persona. No está vivo ni consciente de sí mismo, no es independiente del cuerpo, y no vive de manera incorpórea en el más allá tras la muerte. Cuando una persona muere, carece absolutamente de conciencia. Como escribió  Salomón, rey de Israel, en Eclesiastés 9:5: “Los muertos nada saben” (véase también el versículo 10). No hay conciencia después de la muerte hasta una futura resurrección (descargue o solicite nuestra guía de estudio gratuita ¿Qué sucede después de la muerte? para obtener más información).

El apóstol Pablo era un judío sumamente educado. Fue instruido en la tradición farisaica a los pies de Gamaliel, el renombrado maestro del primer siglo (Hechos 22:3; véase 5:34). Sin embargo, Pablo era también un estudiante del mundo griego. Como era de Tarso, un centro de aprendizaje en Grecia, debe haber estado muy familiarizado con el pensamiento filosófico griego. En Hechos 17 citó a los poetas griegos al presentar a los filósofos atenienses el verdadero Dios, honrado en sus monumentos como “el Dios desconocido” (Traducción en Lenguaje Actual). De seguro conocía las ideas platónicas sobre la inmortalidad del alma, y siendo un judío instruido en las Escrituras, también sabía que esto no era lo que Dios revelaba sobre la naturaleza del hombre.

Al escribir sus dos cartas a la Iglesia de la ciudad griega de Corinto, Pablo tuvo una oportunidad perfecta para confirmar las ideas griegas sobre la inmortalidad. Pero en 1 Corintios 15 hizo hincapié en la futura resurrección de los muertos en un cuerpo aún por venir, y se refirió a la muerte como si fuera algo parecido al sueño, exento de conciencia. También, como vimos anteriormente, mencionó el espíritu humano en el capítulo 2 como el medio para el conocimiento humano. Por tanto, debe quedar claro que no consideraba que este espíritu tuviera conciencia separado del cuerpo.

Pero, evidentemente, el espíritu humano tiene un papel que jugar en la futura resurrección.

Examinemos algo más que Salomón escribió en Eclesiastés sobre la conclusión de la vida física. Él describe una serie de imágenes que muestran cómo la vida se desgasta, el cuerpo envejece y llega la muerte, pero nos aconseja tener en cuenta que hay algo más: “Sí, acuérdate de tu Creador ahora que eres joven, antes de que se rompa el cordón de plata de la vida y se quiebre la vasija de oro. No esperes hasta que la jarra de agua se haga pedazos contra la fuente y la polea se rompa en el pozo. Pues ese día el polvo volverá a la tierra, y el espíritu regresará a Dios, que fue quien lo dio” (Eclesiastés 12:6-7, Nueva Traducción Viviente).

Al morir el espíritu vuelve a Dios, quien lo dio. Este espíritu no es un alma inmortal consciente que flota y asciende al cielo, sino el componente espiritual de la mente del hombre, que no puede pensar ni está consciente de sí mismo, que es recibido de nuevo por Dios y queda bajo su custodia. ¿Con qué fin? Aparentemente, para preservar lo que la persona fue y así poder reconstituirla, con sus pensamientos individuales y su personalidad restaurados, en la futura resurrección de los muertos (ver “¿Qué es el ‘espíritu del hombre?’” en la página 6).

Por tanto, de alguna manera que solo Dios conoce, la mente de una persona es efectivamente “cargada” en la custodia de Dios y más tarde “descargada” en un futuro cuerpo resucitado (carente de conciencia en ese lapso), aunque esto ocurre en el reino espiritual a través del poder omnipotente de Dios, mucho más allá del alcance y la capacidad de cualquier tecnología del hombre.

Sin embargo, aquí sigue faltando un elemento.

Cómo conectarse con Dios para la eternidad

La vida humana funciona mejor y en su máxima expresión cuando se tiene una relación con Dios, el Creador de la vida, basada en las enseñanzas reveladas de su Palabra, la Biblia. De hecho, hemos sido creados como seres relacionales. Y Dios puso en el hombre un espíritu, una parte del reino eterno, que permite una conexión, una relación entre ambos.

Pero este espíritu humano es insuficiente para la relación que Dios desea tener con nosotros a fin de convertirnos en sus verdaderos hijos espirituales. Dios quiere imbuirnos de su propio Espíritu (el Espíritu Santo), el único medio para que finalmente podamos seguir los caminos de Dios, transformarnos y obtener la vida eterna.

Observe el contexto de la declaración de Pablo sobre el espíritu humano en 1 Corintios 2. Él dice que Dios ha revelado su verdad y sus planes para nosotros “por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido” (vv. 10-12).

La profundidad de comprensión que necesitamos no está disponible solo a través del espíritu humano: necesitamos que el Espíritu de Dios nos la revele.

Y en Romanos 8, Pablo añade la última dimensión a este panorama. Demuestra que necesitamos el Espíritu de Dios para vencer la arraigada resistencia a Dios en nuestra corrupta naturaleza humana (versículos 5-10). Además, explica que es el Espíritu de Dios unido al espíritu humano, lo que le permite al hombre participar de la naturaleza divina como hijo de Dios: “El Espíritu que ustedes han recibido ahora no los convierte en esclavos llenos de temor. Al contrario, el Espíritu que han recibido los hace hijos” (v. 15, Palabra de Dios para Todos). “Por el Espíritu podemos gritar: ‘¡Querido padre!’  El Espíritu mismo le habla a nuestro espíritu y le asegura que somos hijos de Dios. Por ser hijos de Dios recibiremos las bendiciones que Dios tiene para su pueblo. Dios nos dará todo lo que le ha dado a Cristo, pero también tenemos que sufrir con él para compartir su gloria” (vv. 16-17, PDPT).

El hombre, por tanto, ha sido creado a imagen de Dios. Tenemos un espíritu único que imparte el pensamiento del hombre a su cerebro formando la mente humana, que no puede ser duplicada por la tecnología humana. Gracias a ese espíritu singular dentro de nosotros adquirimos la capacidad de conectarnos con Dios y responder a su enseñanza. Pero eso no es todo: mediante un proceso definido bíblicamente podemos recibir el don del Espíritu Santo de Dios, y a través de él alcanzar nuestro potencial supremo, el de heredar la vida eterna y formar parte de la familia de Dios.

Solo así podemos los seres humanos trascender nuestra existencia mortal para alcanzar nuestro asombroso destino con Dios para siempre. Verdaderamente, ¡el futuro que Dios ha planeado para nosotros supera cualquier avance que pueda producir la tecnología moderna! No se conforme con falsas esperanzas. ¡Confíe en Dios y en su propósito supremo para su vida!  BN