El secreto fatal de Carlos Darwin
A pesar de que la teoría de la evolución es ampliamente aceptada, sus orígenes son más siniestros de lo que la mayoría de la gente se imagina. Carlos Darwin dio a conocer la evolución al público con sus obras sobre este tema, pero la idea no se originó con él. ¡Las semillas de esta idea son antiquísimas! El filósofo griego Epicuro (341-270 a.C.) “consideró que el mundo y todo tipo de vida eran parte de un cosmos autocreado, y que la vida era solo un accidente” (Marvin Olasky, “Staring at Death”[Mirando fijo a la muerte], World, julio 13, 2013).
El epicureísmo se mantuvo vigente por varios siglos después de la muerte de Epicuro. La esencia de esta filosofía enfatizaba el placer físico como el propósito principal de la vida y negaba que ésta tuviera algún componente espiritual.
El poeta y filósofo romano Lucrecio (99-55 a.C.) fue un seguidor de Epicuro y creía que el placer era la meta suprema del hombre. Él describió la vida ideal de esta manera: “Los hombres pueden recostarse en un suave césped, uno al lado del otro, bajo las ramas de un alto árbol cerca de un arroyo, y fácilmente, placenteramente, satisfacer sus necesidades” (On the Nature of Things [De la naturaleza de las cosas], 1977, p. 29).
Lucrecio creía además que el hombre no tenía ninguna posibilidad de alcanzar la inmortalidad. Él escribió: “Dormidos en la muerte; así estarán ustedes por lo que queda de tiempo” (p. 77). Él creía que no había tal cosa como la intervención divina, milagros ni vida eterna.
El punto de vista de Lucrecio respecto al comienzo de la vida se parece asombrosamente a la teoría de la generación espontánea: “Correctamente se le da a la Tierra el nombre de madre, porque de la Tierra nacen todas las cosas. E incluso ahora, de la Tierra surgen muchas criaturas moldeadas por la lluvia y por el aliento cálido del sol” (p. 131).
Darwin solamente popularizó ideas antiguas
Carlos Darwin no fue el primer evolucionista, ni siquiera en la era moderna. De hecho, su abuelo, Erasmo Darwin, fue también un evolucionista (Paul Johnson, Darwin: Portrait of a Genius [Darwin: retrato de un genio], 2012, p. 41).
Carlos Darwin simplemente popularizó la idea de la evolución con la publicación de su libro El origen de las especies. Eventualmente, el concepto de la evolución se propagaría por el mundo; pero esta idea no era “inofensiva”. Estaría destinada a ser la raíz de mucha maldad, incluyendo la muerte de millones de personas inocentes, tal como veremos dentro de poco. La teoría evolucionista es el enemigo de la vida civil, el amor, la religión y Dios.
Muchos científicos y profesores se han convertido en discípulos de lo que llegó a ser la religión de la evolución. Esto es lo que un biólogo evolucionista escribió: “La evolución es el concepto más importante en la biología. No hay ni un solo ‘¿por qué?’ en la biología que pueda ser contestado adecuadamente si no se toma en cuenta la evolución. Pero la importancia de este concepto va mucho más allá de la biología.El razonamiento de los seres humanos modernos, nos demos cuenta de ello o no, está profundamente afectado –y uno casi se ve tentado a decir ‘determinado’– por el pensamiento evolucionista” (Ernst Mayr, What Evolution Is [Lo que es la evolución], 2001, p. xiii, énfasis nuestro en todo este artículo).
El profesor Mayr está en lo correcto al decir que el razonamiento “de los seres humanos modernos” ha sido profundamente afectado. La teoría de la evolución ha engañado a millones de personas, llevándolas a creer que la vida no tiene ningún propósito trascendental. El famoso evolucionista y activista ateo Richard Dawkins dijo que “no hay diseño ni propósito” en nuestra existencia. Su conclusión es que los seres humanos “bailan” ciegamente según la melodía de su propio ADN (River Out of Eden [El río del Edén], 1995, p. 133).
Bueno, ¡innumerables seres humanos han bailado desquiciadamente! Su “demencia espiritual” va desde la discriminación antibíblica y la malévola eugenesia (la manipulación genética para crear seres humanos superiores) hasta el asesinato a sangre fría. Uno de los propios profesores de Darwin, Adam Sedgwick, le advirtió que la humanidad bajo la influencia del pensamiento evolucionista “abandonaría todos los códigos morales que permiten la sobrevivencia de la civilización” (Carl Zimmer, comentario dentro de The Descent of Man, and Selection in Relation to Sex[El origen del hombre, y la selección en relación al sexo], Carlos Darwin, 2007, p. 151).
Los códigos morales que gobiernan a la sociedad han sido frecuentemente pasados por alto. A menudo, el fracaso de la moralidad puede ser directamente rastreado hasta la evolución y el ateísmo, y sus ejemplos van desde la simple discriminación hasta la brutalidad más absoluta.
De Darwin a Hitler
Esto es lo que dijo Viktor Frankl, un sobreviviente del Holocausto, sobre la influencia del pensamiento evolucionista en el desarrollo del Holocausto:
“Las cámaras de gas en Auschwitz fueron la consecuencia final de la teoría de que el hombre no es más que el producto de la herencia y el ambiente – o, como a los nazis les gustaba decir, ‘de la sangre y la tierra’. Estoy absolutamente convencido de que las cámaras de gas de Auschwitz, Treblinka y Maidanek en realidad no fueron diseñadas en algún ministerio en Berlín, sino que en los escritorios y aulas de científicos y filósofos nihilistas[quienes creen que la vida no tiene valor ni significado]” (The Doctor and the Soul: From Psychotherapy to Logotherapy [El doctor y el alma: de la sicoterapia a la logoterapia], 1986, p. xxvii).
Hitler declaró ser un promotor del cristianismo. Observe lo que él dijo una vez a un grupo de pastores: “Respetados señores . . . He aceptado con mucho gusto su invitación para darles a conocer mi programa para las iglesias. Me gustaría convencerlos de que estoy trabajando para la restauración moral de nuestra nación, tal como ustedes.
“Desde su derrota, Alemania necesita más que nunca al cristianismo. Ella necesita a las iglesias. Debemos frenar el movimiento de quienes no creen en Dios. Necesitamos su apoyo. Necesitamos el apoyo de todos aquellos que tienen como meta el bien de la patria” (Leo Stein, Hitler Came for Niemoeller: The Nazi War Against Religion [Hitler persiguió a Niemoeller: La guerra nazi en contra de la religión], 2003, p. 78).
En retrospectiva, es indudable que la solicitud de Hitler fue simplemente deshonesta y con doble sentido. El autor William Shirer notó que, lejos de restaurar la moralidad cristiana del país, “el régimen nazi pretendía eventualmente destruir al cristianismo en Alemania, si es que fuese posible, y sustituirlo por el paganismo antiguo de los dioses germanos tribales y el nuevo paganismo de los extremistas nazis” (The Rise and Fall of the Third Reich [El ascenso y caída del Tercer Reich], 2011, p. 240).
El cristianismo, que tiene como meta ayudar a otros, era considerado débil en comparación con la filosofía de que “el poder hace la fuerza”, que en parte surgió del concepto darviniano de “la supervivencia del más apto” y la violencia en la evolución de las especies.
El concepto de la evolución fue además inmensamente influyente en el desarrollo de la eugenesia. Hitler creía en la superioridad del pueblo alemán, y que ellos tenían derecho a mejorar la raza humana eliminando a los grupos de personas “inferiores” (Richard Weikart, From Darwin to Hitler [De Darwin a Hitler], 2004, p. 212).
Los nazis estaban determinados a asegurar que los judíos no sobrevivieran “ni evolucionaran más”. Con tal propósito en mente, los oficiales superiores del régimen nazi tuvieron una conferencia en 1942, que se llevó a cabo en un suburbio de Berlín ubicado en Wannsee, Alemania, para establecer la “solución final” e informar a los líderes administrativos de los departamentos responsables de varias políticas relacionadas con los judíos.
Una de las declaraciones más importantes de su política oficial decía así: “En el curso de la solución final y bajo el liderazgo apropiado, los judíos deben ser puestos a trabajar al Oriente. Los judíos que sean aptos para trabajar deben hacerlo en largas filas del mismo sexo, construyendo caminos en dirección oriental. Indudablemente, la gran mayoría será eliminada por causas naturales.
“Cualquier remanente final que sobreviva consistirá sin duda de los elementos más resistentes. Se tendrá que lidiar con ellos apropiadamente, porque de otra manera, por selección natural, formarán la célula germinal de un nuevo renacimiento judío” (Mark Roseman, The Wannsee Conference and the Final Solution [La Conferencia de Wannsee y la solución final], 2002, p. 101).
Las altas cifras de muertos en las sociedades ateas
Varias frases emitidas en la declaración de la Conferencia de Wannsee muestran que la doctrina de la supervivencia del más apto —postulada por la teoría de la evolución— fue utilizada para intentar exterminar grupos étnicos de personas. Sin embargo, este no fue el único “experimento” de exterminación en masa llevado a cabo durante el siglo XX por regímenes totalitarios.
“Si uno examinara únicamente los tres grandes regímenes ateos del siglo XX —Mao en China, Stalin en Rusia, y Hitler en Alemania nazi—, descubriría que fueron responsables de más de 100 millones de muertes. Esta cifra ni siquiera incluye los muertos por otros regímenes, como los asesinatos en masa de Pol Pot en Camboya” (Sean McDowell y Jonathan Morrow, Is God Just a Human Invention? [¿Es Dios solo una invención humana?], 2010, pp. 138-139).
Obviamente, la falta de fe en un Dios justo y atento a lo que sucede solo intensificó y creó aún más violencia e inmoralidad en estas sociedades. Los ciudadanos más vulnerables eran quienes sufrían, debido a una perspectiva que rechaza al Dios Creador como la suprema autoridad moral. Esta es la descarnada realidad en las sociedades no religiosas.
“Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, hacen obras abominables; no hay quien haga el bien”
(Salmo 14:1).
Tal persona, o realmente cree que Dios no existe, o no le importa. “Dios no es importante en su vida”, dice un comentario respecto a esta escritura. “Él descarta la intervención divina en los asuntos de este mundo, y niega toda responsabilidad personal de sus actos frente a Dios” (Expositor’s Bible Commentary [Comentario expositivo de la Biblia], vol. 5, p. 143). Y el problema es de amplio alcance. “Mientras Dios observa a la humanidad, se siente agobiado por la maldad que ve. Pareciera ser que ‘todos se desviaron’, ‘se han corrompido’ y ‘no hay quien haga el bien’” (ídem, p. 145).
Así eran las cosas en el tiempo de Noé (vea Génesis 6:5), y Jesús dijo que las cosas volverían a ese mismo estado al fin de esta era (Mateo 24:37). Tristemente, la humanidad seguirá recorriendo este camino de degradación mientras continúe rechazando a Dios.
El darvinismo social y sus efectos
Los evolucionistas darvinianos creen que la vida surgió espontáneamente. El darvinismo social defiende la idea de que el egocentrismo despiadado y ateo es el método más exitoso: en otras palabras, el mejor plan de acción de un individuo consiste en preocuparse de sí mismo, sin importar las consecuencias que ello tenga para el resto.
También plantea que la vida evoluciona no solamente de manera biológica, sino también intelectual y cultural, y que las personas consideradas como superiores a otras en estos aspectos tienen mayor derecho a la vida.
Si la ley, el gobierno y la religión evolucionan, entonces significa que no hay absolutos. Esto promueve una sociedad convencida de que “todo vale” y que uno puede hacer lo que se le antoje. Los seres superiores pueden matar inocentemente a los seres inferiores, según indica esta forma de pensar, y esta ha sido la práctica de muchos gobiernos genocidas.
Por qué debe regresar Cristo
Cuando Jesucristo se reunió con sus discípulos poco antes de su muerte, ellos le preguntaron acerca de las señales que precederían su regreso a la Tierra.
Jesús les contestó con una lista de acontecimientos y condiciones mundiales, comenzando con los problemas que existían en ese tiempo, los que aumentarían en frecuencia e intensidad hacia el fin de esta era. “Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores” (Mateo 24:7-8).
Estas cosas han ido en aumento desde el siglo pasado y continuarán empeorando. El astrónomo y autor Martin Rees comentó que aunque los desastres naturales han sido la amenaza más grande para la supervivencia de la humanidad a través de los siglos, la sociedad moderna está en peligro aún mayor debido a las guerras y los genocidios.
“Ciertos cálculos estiman que a causa de las dos guerras mundiales y sus secuelas murieron 187 millones de personas, no solo por las guerras, masacres y persecuciones, sino también por hambrunas inducidas por malas políticas. El siglo XX fue quizás el primero en el que más personas perecieron debido a la guerra y a regímenes totalitarios, que por desastres naturales” (Our Final Hour [Nuestra hora final], 2004, pp. 25-26). En la guerra, ¡todo vale!
La teoría de la evolución y sus repercusiones, como el ateísmo y el darvinismo social, son el resultado de un mundo que le ha dado la espalda a Dios. Este mundo se dirige a tropezones hacia una época de grandes problemas, tal como Jesucristo predijo.
El segundo sello de Apocalipsis también predice un mundo de horrendas guerras: “Cuando el Cordero rompió el segundo sello, oí al segundo ser viviente, que gritaba: ¡Ven! En eso salió otro caballo, de color rojo encendido. Al jinete se le entregó una gran espada; se le permitió quitar la paz de la tierra y hacer que sus habitantes se mataran unos a otros” (Apocalipsis 6:3-4, Nueva Versión Internacional).
Esta reveladora visión retrata un mundo ensangrentado que ha sido el resultado del rechazo a Dios por parte de la humanidad, y de la premisa amoral y vacía de la evolución darviniana.
El mensaje de Dios, sin embargo, es uno de gran esperanza. La Biblia nos dice que Jesucristo intervendrá para impedir que la mayor guerra de todos los tiempos termine por aniquilar a la humanidad: “Si no se acortaran esos días, nadie sobreviviría, pero por causa de los elegidos se acortarán” (Mateo 24:22).
Cristo regresará al sonido de la séptima trompeta para salvar a la humanidad de semejante fin (Apocalipsis 11:15). Puede que algunos rebeldes y evolucionistas maldigan y blasfemen a Dios (compare con Apocalipsis 16:11); sin embargo, si se arrepienten profundamente, podrán recibir la salvación del Dios al que actualmente resisten y odian.
A su tiempo, de acuerdo al propósito y plan de Dios, la humanidad finalmente aprenderá cuán viles son el camino de la guerra y las otras ideas nefastas que provienen de la evolución darviniana. ¡Luego de esto, la paz del Reino de Dios prevalecerá para siempre!