El oído tiene algo que decir: Dios, la ciencia y la Biblia

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El oído tiene algo que decir

Dios, la ciencia y la Biblia

La Biblia afirma valientemente: “El oído que oye, y el ojo que ve, ambas cosas igualmente ha hecho el Eterno” (Proverbios 20:12, énfasis nuestro en todo este artículo). Estos notables órganos sensoriales captan el mundo circundante, pero también nos declaran algo: fueron claramente diseñados, obra de un Diseñador Maestro. Además del intrincado mecanismo del oído interno, consideremos la forma del oído externo y la sustancia que protege la entrada.

El oído externo está perfectamente modelado para recibir el sonido

Al presentar su teoría evolutiva, Charles Darwin consideró que el oído externo humano carecía de desarrollo, ya que no se movía como los de muchos otros mamíferos y no parecía ayudar a oír. Escribió en su libro The Descent of Man (“El origen del hombre”): “Los músculos extrínsecos que sirven para mover todo el oído externo, y los músculos intrínsecos que mueven las diferentes partes . . . se encuentran en una condición rudimentaria en el hombre; también son variables en su desarrollo, o al menos en su función . . . Toda la estructura externa del oído puede considerarse un rudimento, junto con los diversos pliegues y prominencias” (1871, vol. 1, pp. 20-21).

Sin embargo, ahora se sabe que el oído externo es vital para una buena audición. Durante la guerra de Afganistán, las fuerzas talibanes aplicaron castigos extremos a los sospechosos de colaborar con las tropas occidentales, como cortarles las orejas y la nariz de forma horripilante. El periodista Christopher Beam escribió: “¿Pueden las víctimas seguir oyendo y oliendo? Sí, pero con más dificultad. La parte externa de la oreja, conocida como pabellón auricular, canaliza el sonido hacia el conducto auditivo, como un megáfono invertido. Si alguien se la cortara, todo sonaría más bajo . . .

“Los pabellones auriculares también nos indican de dónde proceden los sonidos: las crestas y los surcos dan forma a las ondas sonoras de forma diferente dependiendo de dónde se origine el sonido. Como resultado, el cerebro aprende a asociar ciertos patrones de amplificación con determinadas direcciones. Así que, si perdemos las orejas, podríamos saber qué música estamos  escuchando, pero no dónde están los altavoces” (“Can You Hear Without Ears?” [“¿Se puede oír sin oídos?”], Slate, 21 de marzo de 2007).

Así que Darwin estaba equivocado. El oído externo ayuda sustancialmente en la amplificación y localización del sonido. El Dr. Geoffrey Simmons ha señalado: “Nuestros oídos actúan como antenas parabólicas, captando y concentrando las ondas sonoras en el centro del canal auditivo. Aunque no pueden moverse para captar mejor los sonidos, nuestras cabezas giran automáticamente para mejorar la recepción. Fíjese cómo una persona con problemas de audición tiende a ahuecarse la mano detrás de la oreja. La forma irregular de nuestras orejas, con una mitad posterior más ancha y curvada, actúa como una mano ahuecada” (What Darwin Didn’t Know [“Lo que Darwin no sabía”], 2004, p. 120).

De afuera hacia adentro: una capa protectora

Y luego tenemos el paso del oído externo al interno: el conducto auditivo exterior, con su revestimiento especial. Como señaló además
Simmons: “La cera del oído parece protegernos de los ácaros, y los diminutos vellos mantienen alejados los pequeños residuos”.

Ahora bien, la mayoría de la gente rara vez piensa en la cera del oído, o la considera una molestia menor, algo que hay que limpiar con un bastoncillo. Sin embargo, los científicos han descubierto que esta cera es crucial para la salud de nuestros oídos internos y esencial para una buena audición.

También conocida como cerumen, la cera de los oídos es una sustancia aceitosa producida por glándulas especializadas del conducto auditivo externo. Compuesta por una mezcla precisa de ácidos grasos y colesterol, actúa como una potente pero suave escoba de empuje, barriendo los elementos nocivos que entran en nuestro conducto auditivo.

Más concretamente, he aquí cuatro de sus características por las que debemos estar agradecidos, ya que mantienen sano nuestro oído interno:

1. Protege el oído interno del polvo, los microorganismos y el agua. Debido a su naturaleza oleosa, repele el agua para que no penetre en el conducto auditivo y pueda dañarlo. Al mismo tiempo, sigue permitiendo que el aire y el sonido entren en el oído interno.

2. La cera del oído se mezcla con las fibras capilares para proporcionar un filtro natural que atrapa el polvo y otras partículas nocivas. Cuando se combina con el polvo, su química cambia y el líquido viscoso se vuelve quebradizo, lo que permite que la cera se separe y caiga del oído.

3. Contiene propiedades antibacterianas y antifúngicas que eliminan gérmenes y hongos.

4. La naturaleza oleosa del cerumen ayuda a lubricar el conducto auditivo a medida que se desplaza hacia el oído externo, lo que es posible gracias a los movimientos de la mandíbula, que permite que salga con todos sus restos.

Aunque los evolucionistas insistan en que el cerumen no es más que otra característica accidental y no planificada que evolucionó con el tiempo, la idea de que esta extraordinaria sustancia con las propiedades adecuadas apareciera de repente para proteger los oídos de los mamíferos no es verdaderamente racional.

Un diseño óptimo que los ingenieros quieren imitar

Además, señala el Dr. Fazale Rana: “Merece la pena reflexionar sobre el cerumen, porque es una sustancia extraordinaria con propiedades excepcionales, como atestiguan los recientes trabajos de los ingenieros del Instituto de Tecnología de Georgia (GIT). De hecho, los investigadores del GIT creen que pueden utilizar sus nuevos conocimientos sobre la cera de los oídos para desarrollar filtros especializados para dispositivos electrónicos que deben funcionar en entornos polvorientos.

“Al utilizar el cerumen como inspiración para una nueva tecnología, estos investigadores han proporcionado, sin saberlo, más pruebas a favor del diseño inteligente, al tiempo que plantean un poderoso desafío a la explicación evolucionista de la historia y el diseño de la vida” (“Earwax Discovery Gives New Hearing to the Case for Intelligent Design” [“Descubrimiento sobre el cerumen brinda nueva oportunidad de audiencia al caso del diseño inteligente”], Reasons to Believe, 22 de febrero de 2017).

Los ingenieros se han sentido alentados por el hecho de que el cerumen no se limita a los oídos humanos, según señala el equipo del GIT: “Las propiedades del cerumen son extremadamente consistentes en los distintos mamíferos, que tienen una gran variedad de formas y tamaños de oreja. El grosor, la forma en que fluye e incluso el aspecto son muy similares. Esto indica que esas propiedades del cerumen parecen ser una solución que funciona bien en todas las especies” (“The Technological Potential of Earwax,” [“El potencial tecnológico del cerumen”], Sociedad de Biología Integrativa y Comparativa, 6 de enero de 2017, p. 1).

Los investigadores del GIT quedaron tan impresionados con la eficacia del cerumen, que quieren utilizarlo como plantilla para “algún tipo de superficie adhesiva biomimética de cerumen que pueda utilizarse en un sistema de ventilación para robótica u otro tipo de maquinaria” (ibíd.).

Como resume el Dr. Rana: “Se ha convertido en algo bastante habitual que los ingenieros empleen conocimientos de la biología para resolver problemas de ingeniería y para inspirar la invención de nuevas tecnologías. Esta actividad entra en el ámbito de dos áreas relativamente nuevas y apasionantes de la ingeniería conocidas como biomimética y bioinspiración. Como sus nombres indican, la biomimética implica la copia directa (o mimetismo) de diseños de la biología, mientras que la bioinspiración se basa en las percepciones de la biología para guiar a la empresa de ingeniería.”

“Desde mi punto de vista”, añade, “el uso de diseños biológicos para guiar los esfuerzos de ingeniería parece estar fundamentalmente en desacuerdo con la teoría evolutiva. En general, los biólogos evolutivos ven los sistemas biológicos como el producto de un proceso no guiado, históricamente contingente, que aprovecha sistemas preexistentes para improvisar otros nuevos. Los mecanismos evolutivos pueden optimizar estos sistemas, pero en esencia siguen siendo torpes e ineptos”.

Escuche el mensaje fuerte y claro

Resulta, entonces, que estas características de nuestros oídos no son rudimentarias, sino elementos vitales para la audición y la salud. Sin el plato receptor biológico de nuestro oído externo, el sonido se dirigiría insuficientemente a los mecanismos internos. Y sin cerumen como filtro de residuos y lubricante limpiador, nuestros conductos auditivos se obstruirían e infectarían constantemente, y con el tiempo podríamos perder la audición y sufrir otras dolencias. No es de extrañar que nuestro Creador se asegurara de que todos los mamíferos tuvieran esta característica esencial como protector contra los elementos nocivos.

Lamentablemente, vivimos en un mundo cada vez más incrédulo. Sin embargo, el testimonio del cuidadoso diseño divino de la vida puede verse incluso en sus más pequeños detalles.

Dios reprende a los hombres vanidosos que lo niegan en estos términos: “El que hizo el oído, ¿no oirá? El que formó el ojo, ¿no verá? El que castiga a las naciones, ¿no reprenderá? ¿No sabrá el que enseña al hombre la ciencia? El Eterno conoce los pensamientos de los hombres, que son vanidad. Bienaventurado el hombre a quien tú, Eterno, corriges, y en tu ley lo instruyes” (Salmo 94:9-12).

Déjese instruir por la milagrosa creación de Dios. Como dijo Jesucristo en múltiples ocasiones: “El que tenga oídos para oír, oiga”. BN