El hombre y su búsqueda de significado en el universo
Cuando pienso en el espacio sideral, mis pensamientos se remontan inevitablemente a mi infancia. Tal vez a muchos de nuestros lectores les suceda lo mismo. Uno de mis recuerdos más antiguos es el de mis dos hermanos, un primo y yo tendidos sobre una manta en la parte trasera de la camioneta de mi abuelo, esperando que un satélite cruzara el firmamento. No recuerdo cuál de los satélites esperábamos vislumbrar: el Sputnik, el Vanguard, el Explorer o algún otro, pero sí recuerdo que observaba cómo el minúsculo puntito de luz se deslizaba por un mar de estrellas y me preguntaba qué significaría todo aquello.
Pero más que nada me intrigaba que los adultos –mi madre, una tía, un tío y mis abuelos– estuvieran tan emocionados por un diminuto puntito de luz que se movía a través del cielo nocturno. No lograba entender que mis abuelos, que habían crecido en una época de carretas arrastradas por caballos, ahora estaban presenciando los primeros pasos del hombre en su intento de traspasar las fronteras de nuestro planeta.
Los temas de la “guerra espacial” y del espacio sideral constituían el trasfondo de nuestras vidas en los años sesenta. Como muchos otros niños, yo tenía una colección de astronautas de plástico además de mis soldaditos, vaqueros e indios de juguete. Uno de mis tíos trabajaba para un grupo de contratistas aeroespaciales y de vez en cuando me regalaba un modelo de cohete en miniatura, cortesía de su compañía.
A mi hermano mayor le gustaban las cosas que se movían rápido y hacían mucho ruido, así que le atraían más los modelos de cohetes que realmente volaban. Construyó varios que despegaban en medio de destellos de humo y luz, se encumbraban velozmente en el aire y desaparecían antes de retornar al suelo con un ruido sordo. A veces me dejaba ayudarle con algunos de sus lanzamientos, aunque en retrospectiva me pregunto si su generosidad no habrá estado motivada por la curiosidad de saber qué podría pasarle a su hermanito un tanto fastidioso si uno de sus cohetes explotaba al momento del despegue.
Pero la intrigante duda estaba siempre presente: ¿había vida en el espacio sideral? Los tabloides sensacionalistas y revistas que cubrían temas sobre ovnis [objetos voladores no identificados] eran muy populares en los quioscos de periódicos. Series de televisión como Los invasores, Rumbo a lo desconocido, La dimensión desconocida y Viaje a las estrellas exploraban mundos nuevos y extraños, buscaban nuevas civilizaciones y formas de vida, se aventuraban valientemente en lugares que la humanidad nunca antes había visitado, y nos aseguraban que estábamos rodeados de planetas abarrotados de formas de vida extraterrestre.
Ahora que ha transcurrido más de medio siglo, ¿qué hemos aprendido? En julio recién pasado se cumplieron cincuenta años desde que se envió el primer hombre a la Luna. Hemos enviado sondas a todos los planetas de nuestro sistema solar, e incluso a algunas de las lunas de tales planetas. Hemos hecho circular vehículos por control remoto sobre la superficie de Marte. Hemos conducido naves espaciales más allá de los famosos anillos de Saturno, del congelado Urano, de Neptuno y Plutón, e incluso más allá de los límites de nuestro sistema solar. ¡Hasta hemos hecho aterrizar naves espaciales en un asteroide y un cometa!
Mediante las increíbles fotografías tomadas por el telescopio espacial Hubble hemos vislumbrado maravillas en el universo que nunca hubiéramos podido imaginar. Hemos podido dar un vistazo hasta miles de millones de años en el pasado para ver la formación de soles y galaxias. Hemos atisbado maravillas situadas a incontables años luz de distancia que jamás podríamos visitar, ni aunque viajáramos mil millones de vidas. Por décadas hemos escudriñado los cielos con poderosos telescopios radiales en busca de transmisiones que indiquen la presencia de vida inteligente.
Y en todo este tiempo, y después de todo este esfuerzo, ¿qué hemos encontrado? Cero evidencia de vida física inteligente o de cualquier tipo de vida física más allá de nuestro planeta. Y considerando las asombrosas distancias involucradas –la estrella más cercana a nosotros, Alfa Centauro, está a 4367 años luz (más de 276 000 veces la distancia entre la Tierra y el Sol)–, no existe ninguna posibilidad de que alguno de nosotros pueda visitar un planeta fuera de nuestro sistema solar durante esta vida física.
Ello no quiere decir que estos interrogantes acerca de la vida y el universo y nuestro rol en ellos no sean importantes. ¡Ciertamente lo son! La humanidad parecer estar “programada” para querer explorar, aprender, investigar y comprender por qué estamos aquí y a dónde nos dirigimos. En esta edición exploraremos algunas de estas importantes preguntas, ¡porque son la clave para darle significado a su vida y para que entienda su futuro! BN