Cuando el cielo venga a la Tierra

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Cuando el cielo venga a la Tierra

Las multitudes que rodeaban a Jesucristo vibraban de emoción. Durante días, las conversaciones entre aquellos que lo seguían a Jerusalén habían estado colmadas de entusiasmo y anticipación por lo que podía ocurrir: ellos pensaban que el establecimiento del Reino de Dios era inminente.

Las enseñanzas de Jesucristo acerca del reino se habían intensificado. Cuando los fariseos le preguntaron acerca de su advenimiento, su respuesta pareció indicar que estaba cerca, incluso entre ellos. Su declaración de que las condiciones de la sociedad reflejarían las de los días de Noé también contribuyó a que pensaran que su generación presenciaría la venida del reino. Después de todo, ¿no eran las condiciones de su tiempo similares a las del tiempo de Noé?

Los milagros habían aumentado, y el poder del mensaje de Jesús vinculaba su ministerio con las profecías relativas al gobierno del Mesías. Aunque él predijo su muerte y resurrección de acuerdo a lo predicho por los profetas, ni las multitudes ni sus discípulos más cercanos entendían lo que estaba diciendo.

Por último, Cristo entregó una de sus parábolas más impactantes, un mensaje destinado a transmitir el verdadero propósito del llamamiento de sus discípulos. Ellos ahora tenían por delante toda una vida de preparación para gobernar en el reino de Cristo, pero aun así no comprendieron lo que él les estaba diciendo.

El mensaje de Cristo contenido en esta historia, llamada la parábola de las minas, se aplica a nosotros hoy día. Vamos a examinar esta parábola en un momento, pero su mensaje básico es este: el Reino de Dios viene a la Tierra, y usted tiene la oportunidad ahora, en esta vida, de prepararse para estar con Cristo cuando él establezca su reino aquí.

Otra manera de expresar esto es que “el cielo”, el ámbito divino del reinado de Dios, vendrá a la Tierra. Cuando usted muera, no irá a vivir al cielo: ¡Dios traerá el cielo aquí a la Tierra!

Las dos perspectivas de hoy comparadas con el futuro real

Dos perspectivas acerca de nuestro mundo y la perpetuación de la existencia humana dominan el pensamiento moderno.

Una de esas perspectivas es de índole mayormente material y busca la salvación mediante la ciencia y la intervención gubernamental para el manejo de los asuntos ecológicos. Una creencia muy común es que la actividad humana está alterando el ambiente de nuestro planeta hasta un punto tal, que la vida aquí podría llegar a su fin o cambiar radicalmente. Algunos llegan a afirmar que el cambio global antropogénico (trastornos ambientales provocados por el hombre) podría hacer de la Tierra un planeta inhabitable dentro de 10 a 12 años, y se han propuesto ideas como la colonización de la Luna o Marte como una manera de salvar a la raza humana. Este punto de vista parece ser extremo y cruel, pero es enseñado con toda sinceridad en los principales medios de comunicación e instituciones educativas.

La segunda perspectiva es la típica creencia religiosa según la cual la salvación humana consiste en una vida incorpórea en el más allá. Este popular concepto, que asegura que las almas de la gente flotan y ascienden al cielo para pasar la eternidad con Dios, tiene poca o nula relevancia para la actual existencia humana en la Tierra. Muchas personas religiosas aceptan este futuro como si fuera una enseñanza bíblica, sin investigar concienzudamente las Escrituras para comprobar si verdaderamente es así.

Sin embargo, el hecho es que la popular creencia de que al morir uno se va al cielo o al infierno por toda la eternidad no se encuentra en la Biblia. Lo que la Biblia muestra es que, al morir, la persona pasa a un estado inconsciente y “duerme” mientras espera ser resucitada, y que solo al regreso de Jesucristo “los muertos en Cristo” resucitarán para reunirse con él en el aire y estar todos juntos (1 Tesalonicenses 4:16-17). (Para aprender más, lea nuestro folleto El cielo y el infierno).

El profeta Zacarías predijo así ese tiempo: “Y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos” (Zacarías 14:4), ubicado al lado oriental de Jerusalén. Jesús volverá a la Tierra junto a sus seguidores resucitados, y Jerusalén se convertirá en el centro de su reino. Gente de todas las naciones acudirá hasta allá para aprender cómo administrar la autoridad de Dios en todo el mundo.

Apocalipsis 20:4-6 resume lo que le depara el futuro a la humanidad y a la Tierra cuando Jesús retorne con gran poder y gloria: “Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia [un imperio tiránico y su líder en el fin del siglo] ni a su imagen [una jerarquía religiosa basada en dicho imperio], y que no recibieron la marca [señal de autoridad] en sus frentes ni en sus manos [es decir, su lealtad y prácticas]; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección . . .

“Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años”.

Con estos versículos (y hay muchos más que revelan otros detalles de las Escrituras) concluimos que la Tierra será el lugar donde Cristo morará con sus seguidores resucitados y transformados. Junto a ellos, él dará inicio a una era de restauración y renovación de la Tierra que fue predicha hace mucho por los profetas de Dios (Hechos 3:19-21).

Usted no irá a morar al cielo cuando muera ni tampoco a un infierno eterno, y no debe temer que la raza humana sea borrada del mapa debido al daño ambiental causado por los seres humanos. Sin embargo, como dijimos anteriormente, es cierto que la gente ha causado y continuará causando un gran daño al ambiente (Apocalipsis 11:18) y que la Tierra será devastada por desastres cataclísmicos como castigo por el pecado de la humanidad y para motivarla al arrepentimiento.

En lugar de que todo se acabe o que la gente se vaya a vivir al cielo y la Tierra caiga en el olvido, Cristo traerá el “cielo” a la Tierra.

Cómo usar este tiempo de preparación

En la actualidad, Dios está preparando a un pueblo para reemplazar los reinos de este mundo. Esto es lo que Jesús les dijo a sus discípulos en los días que precedieron su muerte a fin de prepararlos, y también a nosotros, para el verdadero propósito de nuestra vida presente en la Tierra. Veamos lo que él dijo.

Las multitudes que seguían a Jesús a Jerusalén pensaban que el Reino de Dios iba a aparecer inmediatamente. Para corregir esta impresión, él les mostró mediante una parábola que tenían por delante un tiempo de preparación. Hoy en día esta parábola nos enseña la misma cosa: estamos en una etapa de preparación para vivir y reinar con Cristo en su reino. Tal es el propósito de nuestra vida ahora, si lo aceptamos.

Jesús describió esta realidad en Lucas 19 valiéndose de la historia de cierto “hombre noble [que] se fue a un país lejano para recibir un reino y volver” (v. 12). El noble representa a Cristo, y el país lejano es el cielo, adonde él fue para quedarse un largo tiempo, comenzando a los cuarenta días después de su resurrección. “Recibir un reino” aquí representa a Jesús cuando el Padre le entregó poder y autoridad para reinar.

Note además que antes de partir, el noble confió ciertas responsabilidades a otros. “Antes de partir, reunió a diez de sus siervos y dividió entre ellos cinco kilos de plata, diciéndoles: “Inviertan esto por mí mientras estoy de viaje”; pero sus súbditos lo odiaban y enviaron una delegación tras él a decir: “No queremos que él sea nuestro rey” (vv. 13-14, Nueva Traducción Viviente).

Cristo dijo esto solo días antes de su crucifixión. Su pueblo, la nación judía, lo había rechazado tanto a él como a su mensaje. Pero todo esto había ocurrido tal como los profetas lo habían predicho.

Jesús a continuación se refiere a su futura aparición en gloria como Rey de reyes. Como él afirma en cuanto al hombre noble, que lo representa a él, esto comprende un llamado a rendir cuentas de parte de sus siervos. “Después de que lo coronaran rey, volvió y llamó a los siervos a quienes les había dado el dinero. Quería saber qué ganancias habían tenido. El primer siervo informó: Amo, invertí su dinero, ¡y multipliqué diez veces el monto inicial!

“¡Bien hecho! –exclamó el rey–, eres un buen siervo. Has sido fiel con lo poco que te confié, así que como recompensa serás gobernador de diez ciudades” (vv. 15-17, NTV).

Mediante el ingenioso uso de una parábola alusiva al manejo del dinero de un hombre noble, Jesús explica que él espera que sus siervos –sus verdaderos seguidores– estén ocupados multiplicando los dones del conocimiento y las habilidades espirituales que él les ha entregado, y que aquí están simbolizados por medio del dinero. El primer siervo usó sabiamente lo que le fue confiado, y lo multiplicó diez veces.

A continuación, el siguiente siervo da cuenta de lo que había recibido: “El siguiente siervo informó: Amo, invertí su dinero y multipliqué cinco veces el monto original. ¡Bien hecho! –exclamó el rey– Serás gobernador de cinco ciudades” (vv. 18-19, NTV).

Ambos siervos hicieron lo que se les había pedido devolviendo lo entregado con una ganancia varias veces superior a la cantidad original, y fueron recompensados en consecuencia. Su recompensa fue ser líderes sobre ciudades y gente, de acuerdo a lo que se afirma en Apocalipsis: que los seguidores de Cristo recibirán autoridad para gobernar como “reyes y sacerdotes” con él en su reino (Apocalipsis 5:10). Esto es lo que Dios planea traer a la Tierra: su gobierno y su reino.

Cuando hablamos acerca del Reino de Dios en la Tierra o de que el cielo vendrá a la Tierra, estamos hablando de algo real. Esta no es una alegoría ni un concepto simbólico. Se acerca un verdadero reino, un sistema de gobierno mediante el cual Dios les enseñará a todas las naciones su ley y su camino.

El profeta Daniel vio a Jesús recibiendo su reino en una visión descrita en Daniel 7:14: “Se le dio autoridad, honra y soberanía sobre todas las naciones del mundo, para que lo obedecieran los de toda raza, nación y lengua. Su gobierno es eterno, no tendrá fin. Su reino jamás será destruido” (NTV, énfasis nuestro en todo este artículo).

¡Dios va a usar a aquellos que experimenten un anticipo de su magnífico camino de vida en la actualidad para que le ayuden a hacer realidad este nuevo camino de vida en el futuro! La preparación para ese futuro se ha estado llevando a cabo durante mucho tiempo; en cada era de la historia Dios ha llamado y escogido a quienes tendrán parte en el establecimiento y supervisión de su reino. Él quería que nuestra vida humana hoy en día fuera un aprendizaje de lecciones muy importantes y que sus discípulos vivieran vidas productivas y virtuosas, desarrollando carácter y un estado mental que él pueda usar para enseñar a otros.

Es impresionante entender la gran verdad de que esta vida actual fue diseñada como un tiempo de preparación para gobernar con Cristo. ¡Haga cuenta de que es parte de esta parábola de las minas e imagínese cómo puede ser su futuro si llega a formar parte del grupo que Dios usará para traer el cielo a la Tierra!

Se nos advierte que no desperdiciemos este tiempo

Cristo habla en esta parábola acerca de otra categoría de personas: aquellas que no tomarán en cuenta el llamado de Dios y se rehusarán a obedecer su exhortación a utilizar bien lo que se les ha dado. Veamos cómo se describe esto:

“Pero el tercer siervo trajo solo la suma original y dijo: Amo, escondí su dinero para protegerlo. Tenía miedo, porque usted es un hombre muy difícil de tratar, que toma lo que no es suyo y cosecha lo que no sembró.

“¡Siervo perverso! –dijo el rey a gritos–. Tus propias palabras te condenan. Si sabías que era un hombre duro que tomo lo que no es mío y cosecho lo que no sembré, ¿por qué no depositaste mi dinero en el banco? Al menos hubiera podido obtener algún interés de él” (Lucas 19:20-23).

Este siervo se dirige al rey como “amo”, pero se había rehusado a hacer lo que este le había ordenado. Dice que sintió miedo de hacer malas inversiones debido al carácter supuestamente severo de su amo. Y además de no haber cumplido con sus expectativas de ganancia, es evidente que alberga cierto resentimiento por el hecho de haber sido puesto en esta difícil situación.

Pero lo que realmente vemos aquí es un espíritu acusatorio y una total distorsión de la verdad. Una persona como esta no va a someterse ni permitirle a Cristo trabajar en él. Por lo menos pudo haber entregado el dinero a otros, lo que aquí está representado por el interés que hubiese ganado en un banco, en vez de guardarlo. Si hubiera hecho eso, podía haber mostrado un espíritu diligente a pesar del temor de cometer un error. En cambio, muestra un espíritu amargado y un evidente rechazo a servir además de culpar y acusar a su amo. Cristo no puede trabajar con este tipo de persona.

La rebelde actitud del último discípulo merece un duro juicio por parte de Jesucristo: “Luego, dirigiéndose a los otros que estaban cerca, el rey ordenó: Quiten el dinero de este siervo y dénselo al que tiene cinco kilos. Pero amo –le dijeron–, él ya tiene cinco kilos. Sí –respondió el rey–, y a los que usan bien lo que se les da, se les dará aún más; pero a los que no hacen nada se les quitará aun lo poco que tienen. En cuanto a esos enemigos míos que no querían que yo fuera su rey, tráiganlos y ejecútenlos aquí mismo en mi presencia” (vv. 24-27, NTV).

Cristo nos muestra aquí la recompensa infinitamente mejor que reciben aquellos que aceptan el llamado del Padre y se someten a él para dejar que su Espíritu trabaje en ellos, produciendo el fruto de la justicia. Esta es una advertencia para que tomemos en serio el llamado de Dios y no lo rechacemos.

Su propósito, su vida

La misión de Cristo en su primera venida no era la de establecer su reino sobre las naciones. Su cometido en ese entonces era ser el Cordero de Dios que iba a morir para borrar todos los pecados del mundo y fundar su Iglesia: su pueblo espiritual, los hijos de Dios, como su comunidad de creyentes. Esta parábola en Lucas 19 muestra que después transcurriría un largo tiempo, durante el cual Cristo prepararía a su Iglesia para reinar con él.

Esta preparación es lo que la Iglesia de Dios está haciendo, y Cristo es su Fundador y Líder. La razón de ser de esta Iglesia es continuar la obra que él comenzó en su ministerio terrenal, y su propósito principal es proclamar la venida del Reino de Dios y preparar a un pueblo para que lo asista cuando regrese.

Este es el verdadero propósito de responder al mensaje del evangelio y cambiar su vida hoy. El Padre y Jesucristo están preparando ahora mismo un cuerpo espiritual de discípulos que serán resucitados a inmortalidad divina al regreso de Cristo, muchos de los cuales ya están preparados y ahora “duermen” en sus tumbas esperando el momento en que Cristo los llame a una vida nueva en un cuerpo glorificado y resucitado. Este es el grupo que él usará para enseñarle al mundo sus caminos.

Usted puede ser parte de ese cuerpo si Dios lo está llamando a entender. La elección es suya; ¿aceptará el llamado de Dios?

Hay mucho trabajo por hacer. Si tenemos la convicción fundamental de que el cielo vendrá a la Tierra y que debemos prepararnos para ayudar con el establecimiento del Reino de Dios en ella, debemos comenzar hoy mismo, buscando la ayuda de Dios para enfocar nuestras vidas en su reino y su camino de vida (Mateo 6:33).

Todo comienza con la oración “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10). Esta plegaria simple pero directa que todos hemos escuchado muchas veces, en realidad contiene el profundo mensaje de que, cuando venga el Reino de Dios, el cielo es el que va a venir a la Tierra y la voluntad de Dios se cumplirá aquí tal como ahora la cumplen allá arriba sus ángeles. Con esto en mente, quienes somos siervos de Dios debemos estar liderando el camino y haciendo la voluntad de Dios en nuestras vidas ahora mismo.

Debemos poner a Dios primero, sirviéndolo a él y a nuestros compañeros humanos. Debemos honrarnos, respetarnos y cuidarnos mutuamente. Dios nos dice que nos amemos unos a otros tal como debemos amarlo a él. Estos son principios fundamentales de conducta que sientan las bases para entender el propósito de Dios en nuestras vidas.

Cómo vivir una “vida de diez ciudades”

Lo que hacemos refleja nuestros sentimientos hacia Dios y nuestro prójimo. Nuestra manera de vivir debe reflejar una profunda convicción de que existe un Dios y que él ha revelado su voluntad para la humanidad. Sí, podemos llegar a conocer a Dios y vivir su camino con consecuencias profundamente positivas para nuestras vidas.

Un discípulo de Jesucristo vive una vida plena cuando realmente practica lo que cree; no es un esfuerzo a medias. Vivir una vida cristiana a medias es una sutil forma de ateísmo, porque con nuestras acciones mostramos que en realidad no creemos lo que Dios dice. Es decir, decimos que creemos en Dios, pero en algunos aspectos nuestras vidas carecen de una creencia verdaderamente profunda que influya sobre nuestros pensamientos y conducta.

En mis años de trabajar con gente como ministro y pastor, he observado que la gente a menudo es sincera cuando profesa su fe pero fracasa cuando debe probarla. Esto es humano, pero puede ser un defecto que puede impedirnos vivir lo que podríamos llamar “una vida de diez ciudades”, basándonos en la parábola de Cristo. ¿Recuerda que en la historia a uno de los siervos se le entrega autoridad sobre diez naciones y a otro sobre cinco, pero el tercero no recibe nada y en cambio se le quita lo que ya tenía? ¡Todos debemos esforzarnos por hacer lo que más podamos con lo que nos ha sido dado!

Cristo ofrece una recompensa por la forma en que vivimos esta vida. Puede que usted no haya considerado su relación con Dios de esta manera, pero esa es la moraleja de esta parábola. Cristo no espera nada menos que un compromiso absoluto con él y sus enseñanzas y nos dice que recibiremos una recompensa comparable con nuestro esfuerzo. La salvación es un don gratuito otorgado por gracia, pero en el reino venidero seremos recompensados de acuerdo a nuestras obras (Mateo 16:27; Apocalipsis 22:12). Nuestro galardón dependerá de cuánto nos hemos sometido a Dios para que obre en nosotros.

Si la idea de que el cielo venga a la Tierra no es lo que usted cree, tal vez deba examinar este tema más profundamente. Solicite o descargue una copia gratuita de nuestro folleto El Evangelio del Reino. ¡Usted necesita entender lo que la Biblia dice acerca de este vital tema!

Usted nació para vivir una vida que Jesucristo pueda usar cuando retorne a la Tierra con el reino que recibirá de su Padre. ¿Está utilizando su tiempo ahora a fin de prepararse para su futuro rol? ¡Esta es la razón de que haya nacido! BN