“Cristo, nuestra Pascua”

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“Cristo, nuestra Pascua”

¿Qué significa la Pascua para usted? Tal vez le venga a la mente una comida ceremonial judía o los extraordinarios acontecimientos de la antigua Pascua registrados en el libro bíblico del Éxodo. Ciertos rituales transmitidos durante miles de años conmemoran el momento en que Dios liberó a Israel de la esclavitud egipcia de manera sobrenatural. Miles de israelitas untaron sangre de cordero en los postes y dinteles de sus puertas para evitar la muerte. Esa noche, Dios mató a los primogénitos egipcios, pero “pasó por alto” las casas marcadas con sangre. Después los israelitas recogieron sus pertenencias y salieron de Egipto, libres de la esclavitud opresiva por primera vez en su vida. El aniversario de estos eventos se ha celebrado desde entonces.

Los cristianos de hoy quizá vean el relato bíblico de la Pascua en el tiempo del Éxodo como un relato alentador de cómo Dios intervino en la historia para cuidar a su pueblo. Pero estos sucesos son más que una historia de motivación. ¡La Pascua es un elemento vital del Evangelio cristiano! Comprender el mensaje de la Pascua revela las respuestas a interrogantes vitales sobre el perdón y la misericordia de Dios.

Casi 1500 años después de la primera Pascua en Egipto, Juan el Bautista predicó al pueblo judío que necesitaban arrepentirse y ser bautizados (Mateo 3:1-2) y les habló del Mesías venidero. Y cuando Jesús, el Mesías profetizado, inició su ministerio, Juan le dijo a la gente: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).

Hay dos aspectos cruciales en la proclamación de Juan. Primero, Jesús es el Cordero de Dios. Posteriormente, el apóstol Pablo llama a Jesús “nuestra Pascua” (1 Corintios 5:7). Los primeros cristianos entendieron que la Pascua no solo era una ceremonia profundamente significativa, sino también una Persona: la Persona de Jesucristo.

El segundo punto que resalta Juan el Bautista es que Jesús “quita el pecado del mundo”. Los antiguos israelitas solo podían salvarse del juicio de Dios con la sangre de un cordero, que se untaba en las puertas. El Nuevo Testamento enseña que Jesucristo es el Cordero Pascual por excelencia. Es solo a través de su sangre (derramada como sustituto por el castigo que los seres humanos realmente merecemos) que podemos ser salvados de la esclavitud y la muerte que acarrea el pecado.

Todas las denominaciones cristianas enseñan que podemos recibir el perdón de Dios gracias a que Jesús dio su vida por nuestros pecados. Entonces, ¿por qué tantos se angustian con preguntas como “¿Por qué siento que Dios no me ha perdonado?”, y “¿Por qué parece que no puedo superar mis debilidades y pecados?” No conocen las respuestas, aquellas que permiten comprender los aspectos fundamentales de la Pascua cristiana.

Debemos abandonar el pecado

Una razón por la cual algunos no se sienten perdonados es porque en realidad no han abandonado el pecado. Una cosa es declararse pecador y aceptar a Jesús como su Salvador, pero ¿es eso lo único que Dios requiere?

Jesús dijo muchas cosas para ayudarnos a responder esta pregunta. Veamos algunos ejemplos.

En cierta ocasión Jesús estaba tan ocupado enseñando a la gente acerca de Dios, que su madre, María, y sus propios hermanos no podían pasar a través de la multitud para hablar con él (Lucas 8:19-20). Cuando le hicieron notar lo que sucedía, respondió: “Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen” (Lucas 8:21, énfasis nuestro en todo este artículo).

En otra ocasión, una mujer se acercó a Jesús y le dijo en voz alta: “Bienaventurado el vientre que te trajo y los senos que te amamantaron” (Lucas 11:27).

¿Cómo cree que Jesús respondió a tan maravillosa alabanza dirigida a su madre? ¿Qué respondió? “Antes”, dijo, “bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la guardan” (Lucas 11:28). Jesús enseñó que sus seguidores genuinos obedecen la Palabra de Dios y, como resultado, son bendecidos.

Ahora volvamos a lo que dijo Juan el Bautista de que Jesús es “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).

El pecado es cualquier cosa que va en contra de lo que Dios instruye o manda en su Palabra. Jesús dijo que aquellos que hacen y guardan la Palabra de Dios son bendecidos. Reconocer que se es un pecador y pedir perdón no es lo único que Dios requiere. Admitir que uno es un pecador no es lo mismo que abandonar el pecado. Un ladrón puede saber que robar en una tienda es pecado, e incluso puede admitir que es un pecador; pero si continúa robando, sigue siendo un pecador. Para abandonar el pecado, es necesario confesarlo, repudiarlo y reemplazarlo, según Jesús, con la práctica de la Palabra de Dios.

Para aceptar realmente a Jesucristo como el Cordero de Dios es necesario un cambio radical en nuestra relación con Dios y con el pecado.

Recordemos cómo salvó Dios a los israelitas y los condujo por el mar. Les dio comida y agua, y aun así murmuraron y se quejaron. Algunos, de hecho, en un punto intentaron rebelarse y regresar a Egipto. Encontraron la libertad, pero asumir su responsabilidad les resultó demasiado difícil y prefirieron la seguridad de la esclavitud. Realmente querían que Dios los liberara, pero la verdad es que no estaban dispuestos a abandonar su antigua vida. ¡Fue más fácil para Dios sacar a los esclavos de Egipto que sacar a Egipto de los esclavos!

Lo mismo se puede decir hoy. La razón por la que no queremos abandonar el pecado es porque está enraizado en nuestros deseos y emociones. Dios nos ofrece perdón, pero a veces seguimos esclavizados emocionalmente de nuestros propios deseos. Queremos la bendición de Dios, e incluso nos abruma el remordimiento cuando pecamos. Pero si de verdad no hemos abandonado el pecado, es porque todavía lo deseamos.

Abandonar el pecado debe causar un impacto en la esencia de nuestro ser. Un cristiano no debe pensar: “No voy a engañar a mi hermano, pero sí puedo engañar en los negocios, después de todo, los negocios son los negocios”. Aquellos que se esfuerzan por seguir el ejemplo de Cristo deben abandonar todo engaño. No deben razonar: “No cometo adulterio, pero veo pornografía porque no afecta a nadie”. Cristo instruyó a sus siervos a abandonar toda lujuria.

Abandonar el pecado implica la decisión de someterse humildemente, y con un espíritu quebrantado, al poder de Dios. Solo así Dios puede sanar las emociones y deseos inestables e incorrectos. Con el poder de Dios, puede llegar un momento en su vida cuando verá lo que era usted en el pasado, antes de que Dios entrara en ella, y podrá decir honestamente: “Ya no soy esa persona”. Pero ello ocurrirá únicamente si abandona el pecado y los deseos de pecar.

Abandonar el pecado implica negarse a sí mismo (véase Lucas 9:23-24). Pablo les dice a los cristianos que “presenten sus cuerpos como sacrificios vivos” (Romanos 12:1). ¡Qué aparente contradicción! ¿Qué hacían los antiguos para ofrecer un sacrificio? ¡Mataban un animal! ¡Y aquí Pablo dice que los seguidores de Cristo deben vivir muriendo cada día!

Pablo continúa su explicación diciendo que nos presentemos como “sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es [nuestro] culto racional”, y que nos conformemos a este siglo sino que nos transformemos “por medio de la renovación de [nuestro] entendimiento, para que [comprobemos] cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:1-2).

Para aceptar de verdad a Jesucristo como el Cordero de Dios es necesario que haya un cambio radical en la relación con Dios y un cambio dramático con respecto al pecado. Implica más que simplemente admitir algunos malos comportamientos. El poder real del cristianismo solo se manifiesta en la vida de la gente que es humilde y se arrepiente ante el gran Dios. Uno debe renunciar a sus propios deseos y reemplazarlos con lo que Pablo llama “la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).

Debemos aceptar verdaderamente el perdón de Dios

Otra razón por la que muchos cristianos preguntan “¿Por qué no me siento perdonado?”, o “¿Por qué no puedo vencer el pecado?” es porque realmente no han aceptado el perdón de Dios. Este es un concepto difícil. Tal vez esté pensando: “Pero si repetí la oración del pecador”, o “Acudí a un llamado al púlpito y acepté el perdón de Dios”. Considere lo siguiente: ¿cuántas veces sigue repitiendo “parece que no tengo en mi vida el poder de vencer el pecado”?

Para entender mejor el perdón de Dios, vamos a ver lo que sucedió en la víspera de la crucifixión de Jesús. Cuando los discípulos se sentaron a tomar la cena de Pascua con él, les dijo: “Cuánto he deseado comer con vosotros esta Pascua antes que padezca” (Lucas 22:15). Acto seguido, repartió el pan y les dijo: “Este es mi cuerpo que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí” (v. 19). Después de que comieron el pan, Jesús les dio una copa de vino y les dijo a los discípulos: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama” (v. 20). Y la sangre de Cristo no solo fue derramada por esas pocas personas que se reunieron con él la noche de la Pascua; él murió por toda la humanidad, incluidos usted y yo.

Si Jesús, el Hijo de Dios, murió por nosotros y resucitó para sentarse a la diestra del Padre, ¿por qué no tenemos más poder de Dios, por fe, para experimentar su perdón y vencer el pecado?

Algunos creen que Dios los ha perdonado, pero no pueden perdonarse a sí mismos y por lo tanto realmente no se sienten perdonados. Si alguna vez se ha sentido así, examine más detenidamente la primera parte de la frase anterior. El Creador del universo envió a su Hijo, que se sacrificó voluntariamente por nuestros pecados y fue resucitado con poder. Dios es lo suficientemente grande como para lidiar con nuestros pecados. ¿Cree usted lo suficiente como para olvidar sus pecados y aceptar la misericordia que Dios ofrece?

Los cristianos deben esforzarse por olvidar su pasado y vivir en sumisión, agradecidos del Dios que nos libera de la muerte y la esclavitud. Observe lo que escribió Pablo: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado [es decir, haber logrado lo que finalmente nos tiene reservado]; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14).

Por tanto, estos aspectos pueden ser ingredientes que faltan en el arrepentimiento de una gran cantidad de personas. ¡Algunos quieren el perdón de Dios, incluso confiesan que son pecadores, pero no pueden encontrar la fuerza para renunciar a su pecado ni la fe para aceptar su perdón!

La Pascua sigue vigente

Aunque muchos judíos observan la Pascua, mucha más gente celebra hoy el Domingo de Resurrección. ¿Por qué la mayoría de los cristianos no observan la Pascua en el tiempo y la forma en que Jesús lo hizo? Jesús observó la Pascua con sus discípulos. Jesús es la Pascua, el Cordero de Dios, y los cristianos deben seguir su ejemplo.

En vez de celebrar la Pascua, el cristianismo celebra una tradición no bíblica que incorpora huevos de colores y conejitos de chocolate.

¡Qué sustituto tan indigno para seguir el ejemplo que nos dio el Salvador: lavarse los pies, comer el pan que simboliza su cuerpo quebrantado y beber el vino, que simboliza su sangre derramada, en la misma noche en que él lo hizo! Fue en esa noche de Pascua que ordenó a sus discípulos que hicieran esto “en memoria de mí” (Lucas 22:19; 1 Corintios 11:24). Sí, es cierto que la mayoría de las iglesias regularmente toman el pan y el vino durante el año, pero esta observancia está lejos del contexto apropiado de la celebración anual de la Pascua.

Años después de la muerte y resurrección de Jesús, el apóstol Pablo escribió a la Iglesia en Corinto acerca de celebrar la Pascua en la noche en que Jesús la celebró. Cristo incluso dijo que la celebraría después de su segunda venida, en su reino, cuando la tomaría con sus discípulos (Lucas 22:16, 18; Mateo 26:29).

La celebración de la Pascua también es importante porque une el Antiguo y el Nuevo Testamento de una manera singular. Muchos aspectos de la historia del Éxodo encajan perfectamente en el significado de la Pascua que apuntaba a Jesucristo: el Cordero, el concepto de sacrificio y la sangre de Cristo. Ambas secciones de la Biblia son necesarias para comprender el cuadro completo. El Antiguo Testamento está incompleto sin el Nuevo Testamento, y el Nuevo Testamento no puede entenderse completamente sin la historia del Antiguo.

Esto es particularmente cierto en cuanto a la Pascua y cómo cumplió Cristo el papel del cordero sacrificial. Estos vínculos hacen posible un conocimiento más profundo de la muerte de Cristo por nosotros, incluyendo su gran propósito y cuánto nos ama Dios.

Si siguen al verdadero Cordero de la Pascua y hacen lo que él dijo que hicieran en el momento y de la manera que él indicó, los cristianos de hoy pueden experimentar el poder y la gracia de Dios al ser liberados de los grilletes del pecado y dominar los malos deseos. Si desea una mayor comprensión del perdón de Dios y quiere que él lo libere de su esclavitud al pecado, lo exhorto a leer acerca de la Pascua en los últimos capítulos de los cuatro evangelios.

Los lectores interesados también pueden solicitar nuestra guía de estudio gratuita Las Fiestas Santas de Dios: Esperanza segura para toda la humanidad. Este folleto de fácil lectura presenta cronológicamente todos los festivales anuales de Dios, que se describen claramente en toda la Biblia. Es posible que usted no conozca el significado cristiano y profético de estos días, y cómo Dios los diseñó para revelarse a sí mismo y su plan para todos nosotros.

¡Ahora es el momento de romper los lazos de la tradición humana, buscar a Jesucristo como la Pascua y observar su sacrificio en la forma en que él nos instruye hacerlo! BN