¿Qué significa que Jesús es nuestro Sumo Sacerdote?
Como parte de sus instrucciones para el antiguo Israel, Dios instauró un sistema de sacerdocio a través de la familia de Leví (Deuteronomio 21:5). El sacerdocio Levítico tenía como principales responsabilidades transportar el tabernáculo (la tienda donde el Espíritu de Dios hacía presencia y se efectuaba la adoración), su instalación y mantenimiento, el ofrecimiento de los sacrificios diarios, además de otros deberes. El ministerio sacerdotal comenzaba a la edad de 30 años y finalizaba a los 50 (Números 4:23). Una vez el templo fue edificado y el culto comenzó a realizarse en su recinto, en sustitución del tabernáculo, el servicio sacerdotal tuvo algunos cambios, pero los deberes y las condiciones permanecieron inalterables. Los sacerdotes eran los mediadores entre Dios y el pueblo, realizaban labores de juzgamiento, cuidaban del templo y su área de ubicación.
Entre los consagrados, había uno que era escogido como Sumo Sacerdote. Durante la permanencia de Israel en el desierto fue seleccionado Aarón. Cuando Aarón murió, el manto fue traspasado a su hijo Eleazar, después a Fineas, continuando la sucesión de padre a hijo. El Sumo sacerdote ejercía la vigilancia sobre el tabernáculo o el templo (Números 4:16) y sobre él recaían una serie de imposiciones y santificaciones como parte de sus deberes (Levítico 21:10-15).
El Sumo Sacerdote también servía a Dios y a su pueblo de una manera especial. Una vez al año, el Día de la Expiación, entraba al Lugar Santísimo dentro del santuario, ante el "Trono de la Gracia" (el nombre del lugar que representaba el trono de Dios en el Cielo, donde el Eterno manifestaba su presencia a través de su Espíritu). Presentaba la sangre de un toro y una cabra como ofrenda por el pecado del pueblo de Israel, y la ofrecía a Dios en su nombre para cubrir los pecados (Levítico 16). Durante el resto del año, el Sumo Sacerdote tenía prohibido entrar detrás del velo que separaba al pueblo de la presencia de Dios.
Cristo, al ser descendiente físico de la tribu de Judá, no de Leví, no era elegible para convertirse en Sumo Sacerdote. Pero espiritualmente, como el mediador del Nuevo Pacto, fue el primero en una nueva modalidad del sacerdocio según el orden de Melquisedec (Hebreos 7; lea más sobre Melquisedec aquí ). Cuando Jesucristo murió, el velo del templo se rasgó en dos (Mateo 27:51). La pieza de tela gruesa que separaba al pueblo de la presencia de Dios se desgarró, simbolizando que la expiación por nuestros pecados había sido efectuada de una vez por todas por la sangre de Jesucristo (Hebreos 10:10). En adelante no sería necesario llevar la sangre de toros y cabras al propiciatorio. Actualmente, cuando celebramos el Día de la Expiación, conmemoramos y reflexionamos acerca del sacrificio de Cristo por nosotros, lo que nos habilitó para acercarnos a Dios en reconciliación.
El autor de Hebreos entendió cómo Cristo y su función como Sumo Sacerdote concuerdan con el plan de Dios. Reconoció que las cosas que se habían practicado durante años en el Día de la Expiación representaban el sacrificio de Cristo. Es cierto que con el libro de Hebreos originalmente se tenía la intención de llevar a la colectividad hebrea a esa misma convicción.
El libro de Hebreos, afirma que solo la sangre de Jesús, no la sangre de toros y cabras, hizo posible la expiación verdadera y permanente con el Padre (Hebreos 9; Hebreos 10:4). Como nuestro Sumo Sacerdote, Jesucristo entró en el Lugar Santísimo por su propia sangre, intercediendo por nosotros (Hebreos 10:10). El velo se rasgó, simbolizando la caída de la barrera que nos separaba de Dios y nuestro acceso continuo a Dios Padre en oración.
En la actualidad, Cristo continúa siendo nuestro Sumo Sacerdote, intercediendo por nosotros, como mediador en el cielo, a la diestra de Dios (Romanos 8:34; Hebreos 10:12). Es el Sumo Sacerdote del Nuevo Pacto, un mejor pacto comparado con el celebrado con Israel (Hebreos 8). Es el Sumo Sacerdote de su Iglesia, el cuerpo espiritual de los creyentes a quienes Dios ha llamado.
Cristo es nuestro Sumo Sacerdote, y debido a todo lo que hizo a nuestro favor, podemos, como dice en Hebreos 4:16, "venir valientemente ante el trono de la gracia, para que podamos obtener misericordia, y encontrar la gracia que nos proteje en tiempos de necesidad."
Lea nuestra ayuda para el estudio de la Biblia El Nuevo Pacto y este capítulo en particular para obtener una comprensión más completa del Nuevo Pacto y de nuestro Sumo Sacerdote, Jesucristo.