Hace un tiempo que me divorcié. ¿Puedo volver a casarme?
Se nos dice que el matrimonio es una relación contractual y ordenada por Dios para toda la vida. Por lo tanto aconsejamos a nuestros miembros solteros que lo consideren con este enfoque y animamos a nuestros miembros casados a que resuelvan sus diferencias y trabajen sus dificultades en vez de buscar una separación.
Sin embargo, la Biblia también reconoce que ciertos matrimonios pueden terminar en divorcios. La razón más obvia es cuando uno de los dos deja de cumplir con sus responsabilidades y deberes. La pareja se retira de la relación. Él o ella puede incluso abandonar el hogar, pero no necesariamente. Algunos se alejan de la relación, pero no se van de la casa, dejando a su pareja decidir si ha de iniciar el proceso de divorcio.
Dicho de otra manera, una parte puede separarse emocionalmente sin dejar el hogar, o él o ella puede separarse por completo, emocional y físicamente. Cualquiera sea el caso, la separación termina la relación matrimonial. El versículo 15 de 1 Corintios 7 habla de este tipo de ruptura.
Si uno se separa emocionalmente, pero físicamente no se marcha, esto traumatizará al cónyugue, dejándola o dejándolo con la carga de tener que decidir si el matrimonio está acabado. Usualmente, la parte fiel siente un sentimiento de culpa inapropiado simplemente porque le corresponde iniciar los trámites legales, ya que él o ella fue quién terminó la relación.
Por esta razón, siempre es bueno buscar consejería cuando se vive una situación como esta.
Otra circunstancia que termina con los matrimonios es la falta de carácter. Pablo no menciona esto en 1 Corintios 7, pero otras secciones de la Biblia nos enseñan este principio. En este caso la pareja no debe separarse emocional ni físicamente. Sin embargo, en esta situación él o ella no tiene el carácter o la capacidad de cumplir con la responsabilidad del matrimonio. El defecto de la personalidad puede ser un desorden mental, pecado habitual o actividades criminales. El alcoholismo o la adicción a las drogas pueden ser parte de esta categoría.
Cualquiera sea la razón, el divorcio es siempre doloroso y necesitamos la fuerza de Dios para guiarnos a través de él.
En cuanto a las segundas nupcias, este tema se aborda de manera diferente si ambos, o uno, o ninguno son partes de la Iglesia de Dios. El apóstol Pablo hace esta distinción en 1 Corintios 7:10-15. Dios aconseja al creyente que permanezca en el matrimonio si su cónyuge no creyente así lo desea. Sin embargo si el matrimonio se rompe porque el incrédulo se separa del pacto (él o ella lo puede hacer mientras aún permanezca en el hogar negándose a cumplir con los deberes y responsabilidades del matrimonio), el creyente es libre de volver a casarse con otro creyente (1 Corintios 7:39).
Cuando el matrimonio de dos creyentes termina en divorcio, ellos pueden o no ser libres de volver a casarse. Dentro de la Iglesia de Dios Unida, el ministro considera las circunstancias que llevaron al fracaso con el fin de tomar una determinacíón conforme con las directrices bíblicas (Mateo 5:31-32; 19:3-9) y así estudiar si las personas pueden volver a casarse.