¿Alguien en la Biblia cometió suicidio?
Hay casos de suicidio en la Biblia, pero estos fueron principalmente actos de desesperación en el calor de un momento, no el resultado de una depresión prolongada. Los profetas de Dios expresaron algunos pensamientos aparentemente suicidas en tiempos de angustia, pero la Biblia no indica que ninguno de estos hombres justos hubiera deseado suicidarse o que alguna vez intentara hacerlo.
Judas Iscariote, el discípulo que traicionó a Jesús, es el ejemplo más destacado de suicidio en la Biblia. Cuando Judas vio que Jesús había sido condenado a morir, de repente se dio cuenta de la gravedad de lo que había hecho:
“Entonces Judas, el que le había entregado (a Jesús), viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente… Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó.” (Mateo 27: 3-5).
Judas se suicidó apresuradamente porque no pudo hacer frente a su culpa ante Dios. Su acto de suicidio junto con su aparente remordimiento ha hecho que muchos se pregunten: ¿está Judas Iscariote en el infierno?
También hay ejemplos en la Biblia en los que algunos hombres se suicidaron para evitar la muerte inminente a manos de un enemigo. Estos incluyen a Saúl, el primer rey del antiguo Israel, que se quitó la vida después de ser herido en la batalla (1 Samuel 31:4-5). Otro era Ahitofel, un asesor del rey David que lo había traicionado y que corría el riesgo de morir cuando David recuperó el control (2 Samuel 17:23).
La historia de Sansón está relacionada, pero tiene un contraste único. Después de haber sido capturado por los filisteos y obligado a entretenerlos, derribó un edificio entero como un acto final de desafío y murió en el proceso (Jueces 16:28-30). Si bien esto técnicamente podría considerarse suicidio, en realidad fue una demostración de sacrificio de su fe restaurada en Dios.
Finalmente, hay numerosos siervos de Dios cuyas vidas se volvieron tan difíciles que quisieron morir o incluso desearon nunca haber nacido, pero en los hechos, ninguno de ellos expresó realmente la intención o el deseo de suicidarse. Entre estos se encuentran el justo Job (Job 6:8-11), los grandes profetas Elías (2 Reyes 19:2-4) y Jeremías (Jeremías 20:14-18), y el reticente profeta Jonás (Jonás 4:3-8). El apóstol Pablo, quien sufrió increíbles dificultades físicas y emocionales al predicar el evangelio, señaló que sería más cómodo para él morir, pero que se sometió completamente a la voluntad de Dios, ya que vivir significaba que podía continuar predicando el evangelio y servir al pueblo de Dios (Filipenses 1:19-25).
El suicidio es una realidad difícil y trágica en la cultura moderna que nunca debería tener lugar. Si usted o alguien que conoce tiene pensamientos suicidas, busque ayuda profesional inmediata. Dios ama a cada individuo y no desea que ninguno de nosotros sufra bajo el peso del pecado, la culpa, la depresión o los pensamientos suicidas. Él está dispuesto a perdonarle cualquier pecado, y tiene un propósito para su vida. Ese propósito requiere una acción que a veces es difícil de soportar, pero el resultado final es alegría y paz que nadie puede quitarnos (Juan 16:22). Los profetas y los apóstoles sufrieron mucho durante sus vidas, y sus ejemplos nos enseñan a fortalecernos en la fe y a fijar nuestra esperanza en la liberación de Dios.