La relación entre el método bautismal y su significado
¿Cuál es el método correcto para llevar a cabo el bautismo? ¿Es rociar o derramar agua sobre la persona, o debe ésta ser sumergida? ¿O existe algún método distinto? Tal como lo demuestran la mayoría de los diccionarios bíblicos, la voz griega que se traduce en español por “bautizar” es baptizo, que quiere decir “sumergir”, “hundir”. En el idioma griego existen varias palabras que se refieren a rociar o derramar, pero ninguna de ellas se usa en relación con el bautismo.
En todos los ejemplos bíblicos podemos ver que el rito del bautismo siempre se llevó a cabo en un lugar donde había aguas lo suficientemente profundas como para sumergir a la persona. Por ejemplo, en Juan 3:23 leemos que Juan el Bautista “bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas”. En Mateo 3:16 se nos dice que “Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua”.
Todos los demás ejemplos de bautismo efectuados por los discípulos de Jesús que se mencionan en la Biblia siguen este mismo patrón. En Hechos 8:38-39 leemos que Felipe y el eunuco “descendieron ambos al agua”, y después de efectuado el bautismo “subieron del agua”. En las Escrituras no se encuentra ningún otro método de bautismo en agua.
La inmersión es el único método o procedimiento correcto de bautismo, por una razón muy importante: el apóstol Pablo describió claramente el bautismo como una sepultura simbólica: “¿No sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo . . .” (Romanos 6:3-4). Ningún otro método de bautismo, a excepción de la completa inmersión en agua, puede representar una verdadera sepultura. El bautismo simboliza la sepultura de nuestro viejo ser.
En la Biblia vemos que el bautismo debe llevarse a cabo en donde haya suficiente agua para que la persona pueda ser sumergida completamente. Este método de bautismo tiene un profundo significado.
En Romanos 6 leemos que este rito no sólo representa la sepultura de nuestro viejo yo, sino también nuestra fe en la muerte, sepultura y resurrección de Jesús como nuestro Señor y Maestro. Es además una figura de nuestra resurrección de una muerte simbólica a una nueva vida de conversión al salir de la tumba acuática del bautismo. Simboliza también nuestra fe en que, así como Jesús fue resucitado, Dios nos resucitará a nosotros a la inmortalidad cuando Cristo retorne.