La meditación: ¿Qué cosas ocupan su mente?

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La meditación

¿Qué cosas ocupan su mente?

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La meditación: ¿Qué cosas ocupan su mente?

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“Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh Eterno, roca mía, y redentor mío . . .” (Salmos 19:14).

¿En qué estaba pensando usted? ¿En qué está pensando ahora? ¿En qué estoy pensando yo? Dios lo sabe muy bien, y está preocupado. ¡Y más vale que también nos preocupe a nosotros!

Nuestra mente es lo que más importa, porque cómo somos por dentro revela nuestra verdadera naturaleza. La Biblia tiene mucho que decir acerca del “corazón” humano, una palabra que puede ser sinónima de “mente”, pero que enfatiza las funciones del pensamiento, las actitudes, las emociones, la personalidad y el carácter. En la versión Reina-Valera de la Biblia, ¡la palabra “corazón” aparece 876 veces!

Dios nos juzga principalmente por lo que está pasando en nuestros corazones. “Porque el Eterno no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el Eterno mira el corazón” (1 Samuel 16:7). 

En el sermón del monte (Mateo 5 al 7), Jesucristo dejó muy claro que obedecer a Dios con nuestros pensamientos es tan importante como obedecerlo con nuestras palabras y  acciones. Por lo tanto, el espíritu de la ley es tan importante como la letra de la ley. Con razón Dios odia la hipocresía. Hablándoles a los hipócritas líderes religiosos, Jesús dijo: “Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad” (Mateo 23:28).

Los pensamientos rara vez se mantienen escondidos para siempre y por lo general conllevan a palabras y acciones. “Porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6:45; vea también Mateo 15:19).

En los dos capítulos anteriores cubrimos las vitales herramientas espirituales de la oración y la lectura y estudio de la Biblia. Pero la calidad y efectividad de nuestras oraciones y  estudio bíblico mejoran en gran manera cuando pensamos cuidadosamente o meditamos acerca de lo que Dios nos está diciendo y lo que le decimos a él. El hecho de tomarse el tiempo para pensar concienzudamente hace que nuestra oración y estudio bíblico sean significativos en vez de mecánicos, e inspiradores en vez de superficiales. 

Muchos tipos de “meditación” 

El hecho de analizar un tema y reflexionar acerca de él comúnmente se llama meditación. Esta palabra no es en sí religiosa, y la Biblia no hace una gran distinción entre pensar y meditar. Originalmente, la Biblia fue escrita casi en su totalidad en hebreo y griego. Una determinada palabra puede traducirse como pensar en una versión y meditar en otra, o usando palabras similares como examinar, considerar o reflexionar.

Esto es lo importante: en la Biblia la meditación nunca es representada como un ritual religioso, mental o emocional. Simplemente describe pensamientos, reflexión, contemplación o concentración dirigidos. Y ciertamente la calidad de nuestros pensamientos puede continuar mejorando, especialmente cuando oramos regularmente para que Dios nos guíe.

La oración, el estudio bíblico y la meditación exigen tiempo. La mayoría de las personas tienden a descuidar estas herramientas porque sienten que están demasiado ocupadas, lo cual es igual a un brote nuevo que es ahogado por demasiadas malezas (Lucas 8:14). Busque un lugar tranquilo y cómodo ¡y encuentre el tiempo –u oblíguese a apartarlo– para Dios! Nuestra relación con nuestro Padre necesita que la alimentemos, y ello requiere tiempo y comunicación.

Hoy vemos una manía virtual por todo tipo de meditación no bíblica. La meditación verdaderamente cristiana difiere completamente de la meditación de las religiones orientales. A pesar de lo mucho que se ha escrito acerca del “poder del pensamiento positivo,” este es más humanismo, psicología errónea y una fascinación con el concepto “la mente por  encima de la materia” auspiciado por la Nueva Era, que algo bíblico. En cierto modo, ¡este concepto promueve adorar la mente y no a quien la creó! 

Muchos cristianos, y también muchos no cristianos, consideran que la meditación es un ritual mental o religioso. Esto desanima a muchos creyentes porque hace de la meditación algo extraño y difícil. Puede que a algunos esto les sorprenda, pero la Biblia nunca instruye que meditemos –tal como nunca nos dice que pensemos– porque supuestamente ya debemos estar haciéndolo. Sin embargo, sí nos instruye en cuanto a aquello en lo cual debemos meditar.

¿Cuál cree usted que es el tipo más común de meditación? Probablemente sea la preocupación. ¡Qué triste! En vez de preocuparnos de los problemas (o posibles problemas), ¡debemos orar! En Mateo 6:25-34, Jesucristo nos dice que no debemos preocuparnos, sino que debemos poner a Dios primero y confiar en que él satisfará nuestras necesidades.

Hay muchos tipos constructivos de meditación, tales como el análisis, la planificación y la resolución de problemas. ¡La meditación debe ser práctica! Pero la mayor parte del pensamiento, a pesar de no ser malo, consiste en temas triviales. Tenga cuidado de no derrochar su tiempo y su vida de esa manera.

Lamentablemente, muchos pensamientos son carnales y destructivos: nos dejamos llevar por temores, resentimientos, celos, codicia, orgullo, y cosas de ese tipo. Dios, no obstante, desea que todos nuestros pensamientos sean limpios, puros y piadosos. “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8). La manera de expulsar los pensamientos negativos de nuestra mente consiste en llenarla con los pensamientos correctos. ¡Necesitamos que Dios sane nuestro problema “del corazón”!

En qué debemos meditar

Examinemos más de cerca lo que Dios dice acerca de aquello que debe ocupar nuestros pensamientos. Si desea hacer un estudio más profundo, puede utilizar una concordancia bíblica para encontrar y leer todos los versículos que mencionan palabras tales como meditar, pensar, contemplar, considerar, imaginar, recordar, examinar, velar, etc. En Filipenses 4 encontramos dos versículos clásicos del apóstol Pablo acerca de este tema. En uno de ellos dice: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (v. 4). Y en el
otro: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (v. 8).

¡El centro de nuestra atención y adoración debe ser nuestro magnífico Dios Creador! Tendemos a enfocarnos más en nosotros mismos que en Dios. “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3:1-2).

Medite en nuestro Creador y Maestro. Contemple su omnipotencia, omnisciencia y omnipresencia. Llénese de gratitud por su bondad, gracia y gloria. Considere su perfección, personalidad y providencia. Maravíllese de Dios. 

Medite en las palabras y obras de Dios

Lea y medite en la revelación de Dios a la humanidad, las Santas Escrituras. Esto es escuchar verdaderamente a Dios. Como mencionamos en el capítulo anterior, cuán apropiado es que el capítulo más largo de la Biblia, el salmo 119 y sus 176 versos, esté completamente dedicado a alabar a Dios por su Palabra y sus leyes. “En tus mandamientos meditaré; consideraré tus caminos” (v. 15). “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación” (v. 97). “Se anticiparon mis ojos a las vigilias de la noche, para meditar en tus mandatos” (v. 148).

Podemos aprender mucho acerca de nuestro amoroso Creador y Diseñador al contemplar su magnífica creación (Romanos 1:20; Salmos 19:1-4; 139:13-18; Job 38-39). Una  excelente manera de meditar es pasar tiempo en contacto con la naturaleza, ¡maravillándonos de la flora y fauna de Dios! 

También debemos meditar en nuestra relación con Dios y su plan y propósito para nuestras vidas. David expresó esto de manera muy hermosa en Salmos 8: “Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que allí fijaste, me pregunto: ¿Qué es el hombre, para que en él pienses? ¿Qué es el ser humano, para que lo tomes en cuenta?” (vv. 3-4, Nueva Versión Internacional).

Cuándo debemos practicar la meditación espiritual

Idealmente, ¡debemos meditar cada día y cada noche acerca de Dios y sus cosas! Salmos 1:2 dice lo siguiente de un hombre justo: “. . . en la ley del Eterno está su delicia, y en su ley medita de día y de noche”. Dedique tiempo para pausar y meditar en lo que está leyendo en la Biblia a fin de poder desarrollar entendimiento e inspiración espiritual. 

Piense en el paralelo entre comer y el alimento espiritual. La comida se digiere mejor cuando comemos lentamente y la masticamos bien. Para digerir y absorber la Palabra de Dios, necesitamos “masticarla” bien y degustar cada bocado. Es interesante que la palabra rumiar se puede referir tanto a un mamífero rumiante que mastica su alimento, o a reflexionar sobre un tema una y otra vez en nuestra mente. A medida que reflexionamos sobre la verdad de Dios, absorbemos, interiorizamos y personalizamos sus palabras y su camino. En vez de palabras que están grabadas o escritas en papel, ¡las leyes de Dios se graban en nuestros corazones! (Hebreos 8:10).

El principal propósito de meditar en la Palabra de Dios debiera ser el análisis de cómo podemos aplicarla y poner en práctica lo que estamos aprendiendo. Tal como Dios le dijo a Josué, el sucesor de Moisés: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Josué 1:8, énfasis nuestro en todo este folleto).

Intercale su oración con meditación para que su adoración sea una conversación bidireccional con Dios. Ore y medite en las soluciones de Dios cuando tenga problemas, y medite con gratitud mientras va contando sus bendiciones. 

La meditación debe incluir un autoexamen

El crecimiento espiritual exige introspección para descubrir los pecados y faltas que debemos eliminar (compare con Lamentaciones 3:40; 1 Corintios 11:28; 2 Corintios 13:5). Ore para que Dios lo ayude a verse de la manera que él lo ve. Ayunar para que él le dé humildad (tema que será abordado en el siguiente capítulo) le puede servir como un espejo espiritual. A medida que nos evaluamos y llevamos a cabo esta introspección según los patrones de la Palabra de Dios, se hace necesaria la dádiva de su Espíritu Santo para  adquirir una comprensión espiritual profunda. (Cómo recibir el Espíritu de Dios es un tema que también será abordado más adelante en este folleto). 

Una vez que reconocemos nuestros pecados, debemos confesárselos a Dios y procurar su perdón. En el salmo 51, escrito por el rey David, encontramos un ejemplo inspirador de arrepentimiento, confesión y oración: “Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado . . . Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (vv. 2, 10).

Cuando meditamos en la Palabra de Dios, debemos utilizarla como un espejo para que nos ayude a ver lo que tenemos que cambiar (Santiago 1:22-24).

El peligro de la manipulación mental

Ahora le daremos una fuerte advertencia. Considere la poderosa influencia que ejercen los modernos medios de comunicación en la manipulación de nuestros pensamientos. Por ejemplo, sin importar cuanto dure una película, generalmente nos mantiene atentos de principio a fin; y con todo el realismo de la tecnología actual, nosotros, los espectadores, indirectamente experimentamos todo lo que se nos presenta en el drama y reaccionamos a él. 

Los productores de cine y televisión muchas veces trabajan con la oscura intención de moldear los valores morales del público. Si desean que nos compadezcamos de un ateo que lleva una vida inmoral y que sintamos asco por un hombre de familia sincero y cristiano, pueden manipular fácilmente nuestros sentimientos en esa dirección (compare con Isaías 5:20). Pero, al final de cuentas, detrás de toda la influencia malvada y el engaño está Satanás el diablo (1 Juan 5:19; 2 Corintios 11:3, 14). 

En vez de ignorar los peligros, debemos proteger nuestras mentes de ser infectadas con la contaminación espiritual: si entra basura, eso es lo que sale. Cuando estamos expuestos reiteradamente al mal, como por ejemplo el sexo inmoral, la pornografía, la violencia y el lenguaje obsceno, nuestras conciencias se vuelven insensibles y nuestros estándares  morales personales se deterioran. Las acciones se convierten en hábitos, y los hábitos en adicciones. 

Todos podemos repetir regularmente la petición en Salmos 119:37: “Aparta
mis ojos, que no vean la vanidad; avívame en tu camino”. Debemos preguntarnos: ¿Qué películas y programas de televisión vería Jesucristo? ¿Qué música escucharía? ¿Qué libros y revistas leería? ¿En qué pensaría?

“Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23, NVI). ¡Gobierne su corazón! O, aún mejor, ¡deje que Dios gobierne su corazón!

Dios lee las mentes

La gente tiende a creer que no importa si los pensamientos son pecaminosos mientras no actúen según ellos, porque nadie conoce sus pensamientos. Pero Alguien sí los conoce. Dios conoce los pensamientos de cada persona (vea Salmos 139) y nos hace responsables de ellos y también de nuestras palabras y decisiones (vea Mateo 5). 

En 2 Corintios 10:3-5, el apóstol Pablo habla de la guerra espiritual que debemos librar. Él dice que debemos destruir “argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y [llevar] cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo” (v. 5). Esto es imposible como seres humanos, pero posible cuando permitimos que Dios opere en nosotros. Junto con Pablo podemos decir “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).

Que la conclusión del hermoso salmo 19 en el versículo 14 sea nuestra oración: “Sean, pues, aceptables ante ti mis palabras y mis pensamientos, oh Señor, roca mía y redentor mío”.