El prejuicio del hombre en contra de lo sobrenatural

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El prejuicio del hombre en contra de lo sobrenatural

Grandes sectores de nuestra sociedad tienen prejuicio contra la Biblia. El historiador inglés Paul Johnson escribió: “Es un hecho sorprendente que, a fines del siglo xx, la gran mayoría de la gente en el mundo aún cree en un dios .?.

Pero, además, no se puede negar que el espíritu de Prometeo, el espíritu de los que creen que pueden arreglárselas sin Dios —o que pueden encontrar sustitutos para Dios— también es fuerte hoy en día, quizá más fuerte que nunca antes” (The Quest for God [“En busca de Dios”], 1996, p.18).

Prometeo fue el personaje de la mitología griega que desafió a los dioses robándole el fuego a Zeus o Júpiter, el padre de los dioses, para dárselo a la humanidad. El Sr. Johnson define el “espíritu de Prometeo” como la actitud del hombre o mujer que cree que puede “arreglárselas sin Dios”. Es un espíritu de orgullo, de confianza en la sabiduría e inteligencia humanos, y de resistencia y desafío a las cosas sobrenaturales, entre ellas las Sagradas Escrituras.

Durante siglos el mundo occidental aceptaba la Biblia como la palabra inspirada de Dios. La reconocía como la base de todo conocimiento, incluso de las ciencias. Sin embargo, los adelantos científicos y la tendencia humanista de la educación han dado origen a muchas dudas acerca de la autoridad religiosa y a un gran escepticismo sobre la Biblia misma.

El historiador James Hitchcock habló de este cambio lento pero masivo: “Desde el inicio de las universidades europeas en el siglo xii, la teología había sido la ‘reina de las ciencias’, y la religión había sido considerada como el centro de la realidad. Ahora [en el siglo xvii], pensadores como Descartes [1596-1650] ‘protegieron’ la religión haciéndola a un lado ... La religión no fue atacada abiertamente ni, en su mayor parte, fue dudada; simplemente dejó de ser importante...

“[Pero] si el siglo xvii trató todavía con respeto al cristianismo, el siglo XVIII lo atacó de frente. Los filósofos .?.?. se proclamaron a sí mismos apóstoles de una “ilustración”. Este término implica la existencia de una ignorancia previa, en gran parte el resultado del cristianismo, el cual fue equiparado con la superstición y la ignorancia. En el mundo filosófico de su mente no había lugar para el misterio ni para lo sobrenatural ... No había providencia divina ni milagros; Dios no ‘interfería’ en su creación. Tampoco se revelaba a su pueblo, ni en la Escritura ni por medio de la iglesia” (What Is Secular Humanism? [“¿Qué es el humanismo profano?”], 1982, pp.?36-37).

Las palabras de Paul Johnson confirman la generalización de tal punto de vista. Él afirma que esta actitud ha estado “difundiéndose con tremenda rapidez en los últimos 250 años” (Johnson, ob. cit., p.18).

El escepticismo hacia la Biblia como un libro inspirado por Dios aumentó aún más en el siglo XIX, y los críticos en las universidades casi hacían cola para poner la Biblia en tela de juicio y criticarla en los aspectos filosófico, teológico, histórico y textual.

Esta forma de pensar ha tenido gran influencia en la educación superior —incluso en muchos seminarios— hasta el día de hoy. Estos críticos no sólo dudan de la Biblia, sino que con frecuencia rehúsan escuchar a sus defensores y hasta rechazan de inmediato las claras pruebas científicas que la apoyan. El resultado es que muchos profesan creer en Dios pero no lo conocen realmente, y en muchos casos tienen dudas fundamentales acerca de la Biblia. Debido a tales dudas, ya sea que las reconocen o no, muchos en el mundo supuestamente cristiano ignoran gran parte del conocimiento básico de la Biblia.

Consciente o inconscientemente, mucha gente lee la Biblia dudando de su veracidad. Si realmente queremos saber la verdad, entonces debemos hacer a un lado el escepticismo y examinar la Biblia con una mente abierta. Uno se pregunta cuántos que no creen en Dios se mantendrían incrédulos si leyeran y estudiaran las Escrituras y examinaran las pruebas que apoyan su exactitud y autenticidad.