El despertar del oso ruso
Durante la campaña presidencial de 2012 en los Estados Unidos, muchos se burlaron del candidato Mitt Romney por referirse a Rusia como “la mayor amenaza para la política internacional”. ¿Acaso eso no era cuestión del pasado, algo que había concluido junto con la Guerra Fría en la década de 1990? Irónicamente, ahora son muy pocos los que se mofan de tal idea.
Bajo el liderazgo del presidente Putin, y para asombro y preocupación de muchos, Rusia ha retomado su antiguo papel provocador y desestabilizador invadiendo primero Georgia, luego la península de Crimea y finalmente la misma Ucrania. Las argucias, engaños, acusaciones mutuas y hasta guerras sin cuartel han hecho que las tensiones entre Rusia y Occidente aumenten dramáticamente.
Debido a mis fuertes lazos con Rusia, Ucrania y la ex Unión Soviética y a mi amplia experiencia en dicha región, he estado vigilando de cerca las tormentosas nubes de guerra que se ciernen sobre Europa Oriental y Asia.
La lucha por Ucrania ha provocado un gran número de muertes, incluidos muchos civiles y niños. Millones más han visto desintegrarse sus vidas para convertirse en refugiados anónimos. Y la sombría posibilidad de un conflicto mundial a una escala no vista desde la Segunda Guerra Mundial parece mucho más probable.
Con la toma y ocupación de Crimea en 2014, Rusia capturó buques de guerra de la era soviética y recuperó un puerto de aguas cálidas, libre de las limitaciones que presenta el hielo marino, desde el cual puede hacer zarpar sus nuevos submarinos nucleares y cruceros de guerra.
La paz ha desaparecido completamente en esta región, y la ferviente esperanza de independencia ininterrumpida después de la disolución de la Unión Soviética hace casi 24 años se ha hecho trizas.
¿Cómo terminará el conflicto entre Rusia y Ucrania? ¿Se extenderá a las naciones bálticas y aún más allá? ¿Adónde se dirige todo esto, y qué significa para usted y para mí?
¿Podría el aumento de las tensiones culminar en un intercambio nuclear?
El mundo actual difiere muchísimo del de los años cincuenta y sesenta, cuando la Guerra Fría drenaba el planeta de recursos. En ese entonces, la fantasiosa doctrina de la destrucción mutua parecía mantener a los protagonistas en sus puestos, a pesar de que la Unión Soviética y los Estados Unidos se provocaban y estorbaban mutuamente en conflictos por todo el orbe.
Y de repente, a principios de la década de 1990, un mundo asombradísimo vio cómo la bandera soviética descendía de lo alto del Kremlin para ser reemplazada por el emblema tricolor de Rusia. ¡Lo impensable había sucedido! La poderosa y temida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) se había desmoronado; la Unión Soviética había llegado a su fin, y con ella, la Guerra Fría.
Sin embargo, en la actualidad los renovados vientos de un peligroso futuro soplan despiadadamente sobre nuestros rostros, mientras vemos el renacimiento de sentimientos nacionalistas hostiles.
¿Estaremos reviviendo circunstancias parecidas a las que precedieron a la Segunda Guerra Mundial? En aquel entonces, mientras Hitler invadía a sus vecinos al son de los vítores del pueblo alemán, nadie estuvo dispuesto a detenerlo. Y todos conocemos el fin de esa historia: una conflagración mundial que dejó 60 millones de muertos.
Debido al apoyo de las naciones occidentales a Ucrania cuando fue invadida por Rusia, el ruido de los sables nucleares rusos se ha vuelto a escuchar nítidamente, como en el periodo de la Guerra Fría, solo que ahora el sonido proviene del armamento táctico de nueva generación emplazado cerca de las fronteras de las naciones de Europa del Este y de la región báltica pertenecientes a la OTAN.
¿Qué posibilidad hay de que tales armamentos sean usados? Mijaíl Gorbachov, último líder soviético y ganador del Premio Nobel 1999, dio su opinión al respecto hace algunos años. En una entrevista que le hizo el diario alemán Der Spiegel a principios de enero de 2015, Gorbachov advirtió que las crecientes tensiones entre Rusia y las potencias europeas causadas por la crisis en Ucrania podrían culminar en un conflicto de grandes proporciones, incluido un intercambio nuclear.
De hecho, un drástico cambio (que antes hubiera sido impensable) por parte del canciller alemán Olaf Scholz respecto a la política exterior pacifista de su país, que ha durado décadas, ha revelado el peligro que se avecina. Además de paralizar el muy lucrativo y largamente disputado gasoducto Nord Stream 2 (que habría permitido que el gas ruso llegara directamente a Alemania, pasando por alto y aislando a Ucrania e incrementando así la dependencia alemana de Rusia para sus necesidades energéticas), Scholz anunció que su Gobierno enviaría armas a Ucrania y aumentaría el gasto militar en 100 000 millones de euros adicionales en 2022.
No debemos olvidar que la Federación Rusia mantiene (según un tratado con los Estados Unidos) más de 1600 cabezas nucleares montadas en más de 500 misiles balísticos intercontinentales, misiles balísticos de lanzamiento submarino y bombarderos estratégicos. Rusia tiene además 2000 cabezas nucleares tácticas, algunas de las cuales han sido reinstaladas recientemente a lo largo de las fronteras europeas, y todavía debe desmantelar 3700 cabezas nucleares adicionales [en cumplimiento del tratado mencionado arriba].
Se ha calculado que hasta “un pequeño” intercambio nuclear –por ejemplo, un simple ataque mutuo entre Rusia y Ucrania, entre Irán e Israel o entre India y Pakistán– podría dejar al mundo entero en condiciones no aptas para la vida humana. Y tomemos en cuenta que actualmente se sabe de la existencia de más de 17 000 armas nucleares. La Biblia habla de este tiempo en el que vivimos, pero nos referiremos a ello más adelante.
No obstante, mucha gente ni siquiera se preocupa de las peligrosas tensiones nucleares mundiales. Tal vez usted haya leído que el famoso Reloj del Juicio Final [reloj virtual creado por la junta directiva del Boletín de Científicos Atómicos de la Universidad de Chicago, para representar cuán cerca nos encontramos de un desastre nuclear, científico o medioambiental ocasionado por el hombre y capaz de eliminar la vida humana en la Tierra] fue cambiado a “tres minutos para la medianoche” (medianoche aquí denota una destrucción universal masiva, ¡y posiblemente la extinción de la raza humana!). ¡El cambio más reciente lo adelantó a “100 segundos para la medianoche” a principios de 2022!
El colapso del imperio soviético
En diciembre de 1991, el mundo observó incrédulo el desplome de la Unión Soviética. Prácticamente de la noche a la mañana, 15 países independientes surgieron casi sin derramamiento de sangre. Los Estados bálticos y Ucrania, en particular, no desperdiciaron tiempo librándose del yugo de la URSS.
¿Cómo pudo esta superpotencia, que llegó a encabezar la carrera espacial, hacerse añicos tan rápidamente?
He viajado muchas veces a las regiones de la antigua Unión Soviética, comenzando en 1967. Ese año visité la zona como fotógrafo periodístico y traductor para cubrir el cincuentenario de la Revolución de Octubre ocurrida en 1917, que estableció el comunismo en Rusia y a la cual le siguió la creación de la Unión Soviética. Pude apreciar muy de cerca cómo se vivía en casi todos los países del Bloque del Este (las naciones que estaban bajo el dominio soviético) antes y después del colapso del comunismo.
Antes de que este cayera, parecía no haber límite posible a lo que el presidente Reagan llamó “el imperio del mal”. Sin embargo, después de 70 años el Gobierno comunista colapsó debido a su propia podredumbre provocada por el ateísmo, la corrupción, la opresión y un sistema económico fallido.
Miles de millones de personas por fin pudieron respirar con libertad. “Los cielos se abrieron”, pensaban todos. ¡Habían evitado el holocausto mundial! En poco tiempo volvieron a forjarse muchas alianzas políticas, económicas y militares, y la gente se felicitaba por su buena fortuna. En 1991 nadie quería pensar mucho en la posibilidad de otras amenazas globales en el futuro. La extinción nuclear ya era cosa del pasado.
Pero eso fue entonces. Más de 2000 millones de personas han nacido desde que el oso ruso comenzó su hibernación en 1991. Ellas no tienen ningún recuerdo de lo que quedó grabado en mi mente y en las mentes de otros miles de millones de personas que vivieron antes de ese tiempo. Y ahora que el oso ruso ha despertado, muchas son incapaces de reconocer el peligro que este representa.
Muchos desean que Rusia restaure su imperio
En Rusia, la súbita pérdida del imperio soviético no ha sido olvidada. Para muchos rusos de la tercera edad (exciudadanos de la Unión Soviética) dicha pérdida fue muy humillante. Hoy en día muchos rusos, incluyendo a gente joven, quieren el regreso de su imperio y que la grandeza de su país sea restaurada. El presidente Vladimir Putin cree que su misión es devolverle a Rusia su antigua gloria como superpotencia mundial.
Esto explica en gran parte lo que está sucediendo en Ucrania. El hecho de que este país, exmiembro de la Unión Soviética, simpatice con Occidente y con la OTAN, reaviva viejos temores en cuanto a la seguridad de Rusia. Mis amigos en Ucrania hace poco me dijeron que cuando Rusia se apoderó de Crimea, uno de los mensajes propagandísticos rusos afirmaba que si no se rendían ante la ocupación, ¡Estados Unidos instalaría en Crimea misiles apuntando a Rusia!
Como usted puede leer o ver por sí mismo, el intento de restaurar la gloria y la expansión de Rusia se está haciendo abiertamente. ¿Qué puede hacer este mundo al respecto? ¿Cómo puede responder Occidente a las ocupaciones territoriales de Putin? ¿Habrá más Ucranias en nuestro futuro?
Las pequeñas naciones de Estonia, Letonia y Lituania poseen territorios en la costa del mar Báltico, que Rusia también codicia. En tiempos del imperio soviético, los rusos mantenían bases militares de alta seguridad en los países bálticos, y muchas áreas estaban absolutamente prohibidas a los visitantes. Una de esas áreas era la ciudad de Tartu, en Estonia, donde se hallaba la mayor base de bombarderos en la región báltica. Ahora los visitantes pueden viajar libremente a Tartu. La Iglesia de Dios Unida, que publica Las Buenas Noticias, ha efectuado servicios religiosos y mantiene una oficina allí. Actualmente la base de bombarderos está abandonada.
¿Pero qué nos depara el futuro? Mientras me encontraba en Estonia hace unos cuantos años, algunos de mis amigos rusos viajaron desde San Petersburgo para visitarme. Estaban visiblemente descontentos por una nueva exigencia de visa que había impuesto Estonia a los rusos que querían ingresar a ella. En tiempos de la URSS esta nación había sido de fácil acceso por tierra para ellos. “Dejen que batan sus alas . . . ¡mientras puedan!”, se burlaban, expresando así su molestia ante la libertad de que disfrutaba Estonia.
Siglos bajo una dictadura autoritaria
La ubicación de Rusia, sin salida al mar, ha jugado un importante rol en la formación del carácter nacional ruso y en las ambiciones imperialistas de sus líderes (vea “Perspectiva geográfica de Rusia” en la página 10). Otro factor de mucha influencia en la mentalidad rusa han sido los siglos de gobierno autocrático.
Desde 1240 hasta cerca de 1480, los rusos estuvieron sometidos a los gobernantes mongoles del Lejano Oriente. Esos casi 250 años de gobierno foráneo todavía están grabados en las mentes rusas, y hasta cierto punto se manifiestan en actitudes xenofóbicas hacia la vecina nación de China, que también posee armas nucleares.
Los chinos superan en cantidad a los rusos en proporción de cinco a uno, y ambos pueblos comparten una frontera de 4345 kilómetros, a lo largo de la cual ha habido enfrentamientos militares ocasionales. (Sin embargo, Rusia y China están uniéndose más y más en oposición a Estados Unidos y otras potencias occidentales).
Tras el fin del reino mongol, los regímenes de los zares (término derivado de “César”) dominaron Rusia durante casi cuatro siglos, desde 1547 hasta 1917.
Su dictatorial control fue alentado y permitido por la Iglesia ortodoxa de Rusia, que oprimía al pueblo aplicando de manera muy particular el capítulo 13 de Romanos, donde dice: “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos” (vv. 1-2).
Mientras Europa pasaba por la Reforma protestante, el Renacimiento y la Ilustración, Rusia se quedó estancada en el pasado medieval y los zares continuaron castigando despiadadamente a sus disidentes. El sometimiento a la opresión totalitaria se convirtió en un rasgo del carácter ruso.
La revolución comunista y sus consecuencias
Después del estallido de la Primera Guerra Mundial, Rusia sufrió enormes pérdidas y derrotas debido a la incompetencia de sus líderes y sus bajas se contaban por millones. El pueblo oprimido ya no pudo soportar más la corrupción del Gobierno, y una sublevación popular protagonizada por un grupo de mujeres en San Petersburgo encendió la chispa que terminó en un golpe de Estado. El último zar, Nicolás II, fue destronado en la revolución de febrero de 1917 y luego ejecutado junto a su familia en julio de 1918.
El nuevo gobierno provisional duró muy poco y fue derrocado a fines de ese mismo año por los bolcheviques en la Revolución de Octubre, iniciándose así el Estado comunista. Una prolongada guerra civil entre los “Rojos” (bolcheviques) y los “Blancos” (facciones antisocialistas) concluyó con la victoria de los bolcheviques y el establecimiento de la Unión Soviética en 1922. Su primer líder, Vladimir Lenin, murió poco después, en 1924.
Lenin fue sucedido por uno de los líderes más brutales de todos los tiempos: José Stalin. Mi madre nació en Ucrania durante su gobierno, que duró 29 años y fue extremadamente cruel. Entre sus atrocidades hubo matanzas, expulsiones, desterramientos obligatorios, reclusión en campos de trabajos forzados, hambrunas programadas, torturas, asesinatos masivos y masacres. Aún se debate la cifra total de las víctimas de Stalin, pero se calcula que alcanza a decenas de millones, a lo cual se agregan los que murieron a consecuencia de la Primera Guerra Mundial.
Mi madre ucraniana tenía siete años cuando sobrevivió a la hambruna impuesta por Stalin a los habitantes de Ucrania en 1933, año en que murieron seis millones de personas. Según lo que ella me contó años más tarde, aún recordaba cómo en su pueblo natal los cuerpos de los fallecidos eran depositados afuera de las casas para ser recogidos, en una tarea interminable.
Mis padres emigraron a los Estados Unidos en calidad de refugiados en 1949, a poco de mi nacimiento. Todavía recuerdo cómo los inmigrantes ucranianos en Estados Unidos estallaron de alegría cuando escucharon el anuncio de la muerte de Stalin en 1953. Este dictador malvado, psicópata e inmoral no tenía ningún respeto por la vida humana y eliminaba a todo el que pareciera amenazar su poder.
Devastación provocada por la Segunda Guerra Mundial
La Segunda Guerra Mundial, conocida en la URSS como “la Gran Guerra Patriótica”, fue un conflicto horripilante detonado por la invasión alemana a la Unión Soviética. Esta invasión, que comenzó en junio de 1941, fue apodada “Operación Barbarroja” por Adolfo Hitler. Quienes habían estado bajo el mandato ruso habían sufrido la mortandad de millones entre la Primera Guerra Mundial, la Revolución bolchevique, la guerra civil y las purgas políticas de Stalin, y ahora experimentaban otros 20 a 40 millones de muertes, entre militares y civiles. ¡Estas cifras son verdaderamente pasmosas e impensables para nosotros!
Cuando viajé a la Unión Soviética en 1967 como traductor para un editor y profesor universitario de 38 años, él notó que había una ausencia absoluta de hombres de su edad. Y tenía toda la razón: no existían, porque de todos los que vivían en la URSS y entraron a la milicia a los 19 años durante la Segunda Guerra mundial, solo volvieron del frente uno de cada cien hombres.
Mientras visitaba un cementerio militar en Járkov, Ucrania, vi muchas piedras con inscripciones y pregunté qué significaban. ¡Me dijeron que cada piedra representaba a 14 000 muertos!
Los cementerios y monumentos conmemorativos soviéticos son gigantescos. Me tocó estar en Stalingrado (ahora Volgogrado) poco después de la inauguración de la impresionante Estatua de la Madre Patria, de 83 metros, erigida sobre la colina Mamáyev en honor a los millones que murieron en batalla en ese lugar. Los generales alemanes no podían creer que los líderes militares rusos tenían tan poco respeto por sus hombres, que los enviaban en gran número a la batalla, como simple carne de cañón.
Los monumentos conmemorativos de guerra en Kiev y Moscú también son magníficos, y muestran gran respeto y honra a los caídos. ¡Ojalá se les hubiera manifestado tal honor mientras vivían!
Desaparición del comunismo y destrucción de nuevas esperanzas
La historia de la Unión Soviética es sin duda muy lamentable, y también lo son su economía y su sociedad fracasadas. La ideología del comunismo, que el Gobierno soviético se empeñó en grabar en los corazones y las mentes de su pueblo, nunca echó raíces firmes.
Cuando viajamos por la Unión Soviética en 1967, nos sorprendió el escaso rendimiento de las enormes granjas colectivas estatales. Por el contrario, las pequeñas parcelas privadas que se le permitía tener a la gente eran muy productivas, y una considerable parte de las hortalizas para el consumo nacional provenía de estas diminutas huertas.
Bajo el comunismo existían los ideales de igualdad y justicia, pero sus promotores malentendían radicalmente la naturaleza humana. A la gente se le decía que estaba “en un paraíso del trabajador”, pero todos sabían que eso no era cierto. Como dice un popular chiste, las personas sí llegaron a ser todas iguales: igualmente pobres.
En 1985, Gorbachov asumió el poder después de casi siete décadas de tragedia nacional y fracaso económico bajo la opresiva dictadura socialista. El país sufría un gravísimo estancamiento y profundos problemas económicos. Gorbachov intentó ser revolucionario e implementó un sistema dual para resucitar a la nación: primero inició la glásnot, una política que promovía la transparencia de las operaciones gubernamentales a la vez que alentaba una creciente libertad de expresión. Su segunda iniciativa fue la perestroika, que significa “restaurar” o “reestructurar”.
Durante mi recorrido por la URSS aquella vez, se escuchaban rumores de que tomaría cinco años, o diez, o toda una generación para que se hicieran realidad los cambios que la gente quería. Sin embargo, al permitir la libertad de expresión Gorbachov dio rienda suelta a pasiones largamente reprimidas y a ideas políticas que estallaron de manera inesperada y fluyeron con gran fuerza. Pero la reforma económica era lenta e ineficaz, y los resultados que la gente esperaba no se materializaban. El pueblo soviético puso en práctica sus nuevas libertades y se volvió en contra de Gorbachov, causando su ruina.
Esto llevó directamente a la disolución de la URSS el 26 de diciembre de 1991, y varios países de la unión se convirtieron en Estados independientes. Boris Yeltsin asumió como primer presidente de la Federación Rusa, y fue sucedido por Vladimir Putin el 31 de diciembre de 1999.
Los sueños de un mundo mejor siguen sin materializarse
En un comienzo parecía que veríamos una Rusia nueva y civilizada dándole la espalda a su pasado tradicional de beligerancia e intimidación; pero lamentablemente no fue así. El mismo espíritu que animó e hizo actuar a los zares y a los jefes soviéticos sigue vivo y muy saludable.
No obstante, por mucha esperanza que abriguemos en cuanto a un cambio en la naturaleza de las naciones y los individuos, las palabras del profeta Isaías resuenan y se imponen: “No conocieron camino de paz, ni hay justicia en sus caminos” (Isaías 59:8).
En uno de mis viajes a Rusia conversé largamente con la conductora de un tren. Ella me preguntó: “¿Por qué ustedes [los estadounidenses] desean guerra, cuando todo lo que nosotros queremos es paz?” ¡Me impactó mucho su manera de pensar! ¿Qué le habían enseñado? ¿Cómo habían manipulado su mente?
Nuestra experiencia humana es una sucesión de tragedias y violencia; y lo que se vislumbra en el horizonte de esta nación probablemente va a desembocar en más miseria, producida por gobiernos opresores, guerras y muerte. Esto me afecta profundamente, porque he trabajado extensamente en esta parte del mundo y le tengo gran aprecio; allí es donde se encuentran mis raíces ancestrales.
La gente rusa puede ser la más generosa, hospitalaria, amable y cariñosa que uno pueda encontrar, y lo mismo se aplica a los ucranianos. Conozco a muchas personas de ambas naciones, no solo por mis viajes a la región sino también por mi trabajo con ellas a través de proyectos humanitarios y relacionados con la Iglesia de Dios Unida.
Sin embargo, debido a que los rusos son tan obedientes y humildes ante la autoridad, se someten sin darse cuenta a líderes oportunistas que se aprovechan astutamente de los vacíos de poder y después se vuelven en contra de sus gobernados atropellándolos, oprimiéndolos y destruyéndolos, como claramente han demostrado varios líderes belicosos de Rusia y la URSS. Putin es simplemente la manifestación más reciente de ello.
¿Qué pretende Putin? Él parece no inmutarse frente a lo que haga Occidente y está decidido a implementar sus planes de recuperar lo que se perdió en el colapso de la URSS. Él quiere los recursos y los 45 millones de personas de Ucrania, pero ¿se detendrá ahí? Occidente sigue acomodándose a Rusia en sus conversaciones, a pesar de que esta sigue mintiendo descaradamente y negando sus acciones, todo al estilo soviético. Es que con poder en las manos y falta de resistencia, uno puede hacer lo que le venga en gana.
(Un aspecto digno de tomar en cuenta es lo que nos dice la Biblia sobre el resurgimiento en los últimos días de un Imperio romano centrado en Europa. Y las últimas acciones de Rusia han suscitado serias discusiones entre las naciones europeas para independizarse de Estados Unidos y tomar los asuntos de seguridad en sus propias manos, como por ejemplo, estableciendo una fuerza militar europea).
A la espera de una solución segura
Quienes tenemos fuertes vínculos con personas de estas áreas también tenemos un intenso deseo de que puedan gozar de paz y una vida normal. Y aunque no tengamos tales lazos, todos debemos sentir compasión por aquellos que sufren bajo situaciones tan difíciles; sin embargo, humanamente sentimos mucha impotencia frente a lo que podemos hacer. ¿Cuál es la respuesta?
En un largo relato profético acerca de los tiempos del fin, Jesucristo declaró respecto a los últimos días antes de su retorno: “Orad, pues . . . porque habrá entonces gran tribulación, cual no la habido desde el principio del mundo hasta ahora” (Mateo 24:21). Él continúa diciendo que aquel tiempo será tan terrible, que “si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo . . .” (v. 22, énfasis nuestro en todo este artículo). Desgraciadamente, la extinción humana mediante destrucción masiva es ahora posible.
¡Pero hay muy buenas noticias para un mundo amenazado por el espectro de la guerra nuclear y catástrofes devastadoras! Jesús afirmó a continuación: “. . . más por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” ¡La humanidad sobrevivirá!
Este calamitoso periodo del tiempo del fin es anunciado en muchas profecías bíblicas; su desenlace, sin embargo, depende de la intervención de Dios y de su plan de salvación, y en ellos ponemos nuestra confianza y esperanza. No necesitamos vivir atemorizados ni esconder nuestras cabezas en la arena; debemos poner nuestra fe en las palabras consoladoras y fidedignas de Jesucristo, nuestro Salvador.
Se avecina un tiempo de restauración para los rusos, los ucranianos y para todos los pueblos de la Tierra. Vivimos en un mundo muy peligroso y aunque deseamos fervientemente el advenimiento de aquel tiempo, aún tenemos que esperar un poco más.
Junto con acercarse a ese terrible tiempo de lucha por la supervivencia, el mundo se ha degradado moralmente y ha descendido casi universalmente a los niveles conductuales más abyectos y primitivos; pero aun así, la Biblia nos exhorta claramente a aferrarnos a la esperanza y al camino de Dios, perseverando hasta el fin.
Vale la pena esperar las promesas del mundo que vendrá. Dios les dice a quienes estén dispuestos a esperar: “Les daré un nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen, y les pondré un corazón de carne” (Ezequiel 36:26, Nueva Versión Internacional). De hecho, Dios dice: “Y . . . derramaré mi Espíritu sobre toda carne” (Joel 2:28). “Toda carne” incluye a los rusos, ucranianos y todos los demás pueblos. ¡Dios cambiará nuestra naturaleza para que se asemeje a su propia naturaleza amorosa!
Entonces, ¿qué podemos hacer por el momento? Nos esperan tiempos muy difíciles y turbulentos, ¡pero actualmente Dios les da a quienes lo siguen el poder y la guía para salir victoriosos! Él nos ordena que cambiemos nuestra manera de pensar y aceptemos el nuevo corazón que quiere darnos ahora mismo. Como Jesús mismo nos dice: “Se ha cumplido el tiempo . . . El reino de Dios está cerca. ¡Arrepiéntanse y crean las buenas nuevas!” (Marcos 1:15, NVI). La palabra traducida como “arrepiéntanse” en este pasaje significa cambiar nuestra mente o propósitos, es decir, abandonar nuestra manera de hacer las cosas para buscar a Dios y hacerlas a la manera de él.
¿Cuál es el consejo que Dios nos da en estos tiempos? “Sed salvos de esta perversa generación” (Hechos 2:40). No tenemos por qué sentirnos solos ni desesperanzados frente a la creciente oscuridad que se cierne sobre este mundo. Aunque nuestro planeta sea remecido por una terrible devastación, que aparentemente incluirá una guerra nuclear, este no será el fin de la raza humana ni del plan de Dios para la humanidad. Así como la oscuridad siempre precede a la aurora, un nuevo y glorioso amanecer se acerca y puede estar más cerca de lo que imaginamos. Cuando ello suceda, por fin habrá paz mundial. ¡Que llegue pronto aquel día! BTE