¿Quién fue Melquisedec?

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Ya hemos visto que “hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5). Su sacrificio voluntario por nuestros pecados le dio el derecho de desempeñar este importantísimo papel. Sin embargo, el Verbo también prefiguró este sagrado puesto en el tiempo de Abraham.

Lo hizo en la persona de Melquisedec, sacerdote del Dios Altísimo. En el libro de Génesis se menciona muy brevemente este misterioso personaje. Pero en el libro de los Salmos, y particularmente en el de Hebreos, no se pasa por alto su profundo significado.

Para poder entender la identidad de Melquisedec necesitamos nuevamente dejar que la Biblia se interprete a sí misma. Nuestro entendimiento de este asunto aumenta grandemente cuando se unen estos tres relatos y los analizamos como un todo.

Primero veamos el relato en Génesis. Después de rescatar a su sobrino Lot de los reyes que lo habían llevado cautivo, Abraham habló con Melquisedec. “Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abraham del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano. Y le dio Abraham los diezmos de todo” (Génesis 14:18-20).

Resulta interesante observar que Melquisedec le brindó pan y vino a Abraham, los cuales siglos más tarde Jesucristo estableció como símbolos de su cuerpo y de su sangre ofrendados en su sacrificio como el cordero pascual. También Melquisedec hizo referencia a Dios como al “Creador de los cielos y de la tierra”. Casi dos mil años después, Jesús se refirió al Padre como “Señor del cielo y de la tierra” (Mateo 11:25; Lucas 10:21).

El Salmo 110, escrito por el rey David, es uno de los salmos más significativos en el aspecto teológico. Como ya vimos en un capítulo anterior, en el primer versículo se hace referencia tanto al Padre como al Verbo: “El Eterno dijo a mi Señor [el de David]: Siéntate a mi diestra . . .”. Cristo es quien ahora está sentado a la diestra del Padre (Hebreos 8:1; Hebreos 10:12; Hebreos 12:2).

Con esto en mente, analicemos ahora el versículo 4: “Juró el Eterno, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec”. Aquí, el Eterno es el mismo ser que le habló al Señor de David (el Verbo preexistente) en el versículo 1, y aún le está hablando. Esto ciertamente nos ayuda a conocer la identidad de este misterioso personaje del Antiguo Testamento. Sin embargo, es en el libro de Hebreos donde se nos proporciona la prueba más convincente.

Lo que en Hebreos se explica acerca de Melquisedec

Esta cuestión es tan importante que se utiliza todo un capítulo en el Nuevo Testamento para explicar el significado de sólo tres versículos en el libro de Génesis. El tema se inicia en el último versículo del capítulo 6 de Hebreos, donde se hace hincapié en que Jesucristo fue “hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec”, tal como, muchos siglos antes, lo había vaticinado el rey David en el Salmo 110.

Luego, en el capítulo 7 de Hebreos, el autor empieza a repasar las asombrosas características y cualidades de ese antiguo sacerdote de Dios. “Porque este Melquisedec, rey de Salem . . . cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz . . . permanece sacerdote para siempre” (vv. 1-3).

Si tenemos en cuenta que Melquisedec significa “Rey de justicia”, podemos ver que sería una blasfemia atribuir este título a un ser humano, porque como se nos dice en Romanos 3:23, “todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. Sólo un ser divino podría llevar apropiadamente ese impresionante título.

En un comentario bíblico se dice: “Obsérvese que la Escritura lo señala [a Melquisedec] como rey y como sacerdote. La combinación de estos dos cargos debía ser una característica peculiar del Mesías” (The New Bible Commentary: Revised [“Nuevo diccionario bíblico: actualizado”], 1970, p. 1203, énfasis en el original).

El otro asombroso título de Melquisedec es “Rey de paz”. Desde luego, los seres humanos sencillamente no conocen el camino de la paz (Romanos 3:10, Romanos 3:17), y atribuir ese título a cualquier hombre también sería una blasfemia. Sólo Jesucristo es el Príncipe de paz (Isaías 9:6).

‘Semejante al Hijo de Dios’

La equivalencia entre estos dos grandes personajes se aclara aún más cuando en Hebreos 7:3 Melquisedec es descrito como alguien “sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre”. ¡Su sacerdocio nunca terminó! El único sacerdote que podría llenar estos requisitos sería el Verbo preexistente, el gran ser que estaba presente desde antes de la creación misma (Juan 1:1).

La expresión “sin padre, sin madre” quiere decir más que suponer simplemente que en el relato de Génesis se omitió mencionar a los familiares de Melquisedec. ¡Él no tuvo padres humanos! Dentro del contexto, la frase “que ni tiene principio de días, ni fin de vida” aclara perfectamente el asunto.

Por último, la frase “hecho semejante al Hijo de Dios” es otra convincente prueba de la identidad de Melquisedec. Él era “semejante” al Hijo de Dios porque, de hecho, aún no era el Hijo de Dios; es decir, no vino a ser el Hijo de Dios hasta más tarde, cuando fue engendrado por Dios el Padre por medio del Espíritu Santo.

Melquisedec no podía haber sido el Padre porque era “sacerdote del Dios Altísimo”. Sólo podía ser el Verbo, eterno y preexistente, quien luego vino a ser Jesucristo, el Hijo de Dios.