Cómo Dios es uno
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“Oye, Israel: el Eterno nuestro Dios, el Eterno uno es” (Deuteronomio 6:4).
La Biblia deja muy claro que sólo hay un Dios. Jesús mismo citó las palabras de Moisés: “Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es” (Marcos 12:29; comparar con Deuteronomio 6:4). El apóstol Pablo nos dice que “no hay más que un Dios” (1 Corintios 8:4), y que “hay un solo Dios” (1 Timoteo 2:5).
En la Biblia se nos dice además que todos los que supuestamente son dioses, en realidad son ídolos, producto de las imaginaciones descaminadas del hombre. A lo largo de la historia el hombre ha creado muchos dioses falsos. Es precisamente con esto en mente que debemos analizar Deuteronomio 6:4: “el Eterno uno es”.
Mucha gente no entiende enteramente cómo se utilizan algunos números en la Biblia. Por eso existe gran confusión acerca de Dios.
¿Cómo debemos entender que Dios es uno? Al igual que el uso normal de los números, el concepto de perfecta unidad también se asocia con la voz hebrea traducida por “uno” en Deuteronomio 6:4.
Dos vienen a ser uno
Vayamos al primer libro de la Biblia. Allí podemos leer que después de que Adán y Eva fueron creados se instituyó la relación matrimonial: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:24). Una pareja viene a ser “una sola carne” al unirse en el acto sexual. Pero también existe otro importante significado metafórico. Aunque son dos seres separados y distintos, en este contexto, los dos vienen a ser uno.
Cerca de 4000 años después, Jesús repitió este concepto cuando dijo que “los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno. Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Marcos 10:8-9). En el matrimonio los dos vienen a ser uno cuando se unen en el acto sexual. Sin embargo, continúan siendo dos personas distintas, un hombre y una mujer, juntos en el matrimonio como una unidad familiar.
Desde luego, esta unidad no es completa o total. Pero en un aspecto físico esa unidad total se alcanza en el momento de la concepción. Como se dice en un libro científico: “La vida humana empieza en . . . una cooperación de la manera más íntima. Las dos células se fusionan completamente. Amalgaman su material genético. Dos seres muy diferentes vienen a ser uno. El acto de hacer un ser humano incluye . . . una cooperación tan perfecta que desaparecen las identidades separadas de los participantes” (Carl Sagan y Ann Druyan, Shadows of Forgotten Ancestors [“Sombras de antepasados olvidados”], 1992, p. 199).
Aun las sustancias separadas de ADN de dos personas diferentes se combinan en la concepción para formar un nuevo ser humano único, diferente de todas las demás personas.
¡Qué maravillosas son las cosas de Dios! Qué grandiosos son sus propósitos para la familia humana. Entender lo que son realmente el matrimonio y la familia nos ayuda a captar algunos aspectos del Reino de Dios.
Una iglesia pero muchos miembros
Al continuar con nuestro estudio del uso bíblico de los números, vemos que el apóstol Pablo escribió que “ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28). Lo que Pablo dice aquí es que sólo hay una iglesia, pero compuesta de muchas personas que poseen una variedad de dones y talentos espirituales.
Más adelante, a los hermanos en Corinto les escribió: “Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo” (1 Corintios 12:4-6).
Pablo se esforzó por dejar claro este sencillo hecho. En el versículo 12 continuó: “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo”. Aquí, el apóstol compara a la iglesia con el cuerpo humano.
Luego, en el versículo 13 nos recuerda un principio acerca del cual ya había escrito en Gálatas 3:28 (esa epístola fue escrita antes que la primera a los corintios). “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un mismo cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”.
La iglesia es el cuerpo espiritual de Jesucristo (Efesios 1:22-23). A fin de que pudiéramos entenderlo claramente, en 1 Corintios 12:14, 1 Corintios 12:20 Pablo continúa con la analogía del cuerpo humano, que igualmente tiene muchos miembros que desempeñan diferentes funciones, y nos repite que “el cuerpo [humano] no es un solo miembro, sino muchos . . . Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo”.
Finalmente, Pablo reitera una vez más este punto fundamental: “Ahora bien, ustedes son el [único] cuerpo de Cristo, y cada uno [individualmente] es miembro de ese cuerpo” (1 Corintios 12:27, NVI). En ese sentido, la familia divina es semejante: un Dios y sólo un Dios; no obstante, dos glorificados miembros individuales de la familia que ahora forman ese único Dios, y en potencia muchos miembros más entre la humanidad (Romanos 8:29).
Dentro de otro contexto Pablo también escribió: “Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra” (Efesios 3:14-15). Aunque sólo hay una familia, los miembros son muchos y son llamados “las primicias” (Santiago 1:18). Guiados por el Espíritu Santo, los verdaderos seguidores de Cristo son considerados ya como miembros de esa familia (Romanos 8:14; 1 Juan 3:1-2), aunque todavía no han sido glorificados con la inmortalidad en la resurrección a la vida eterna, lo cual se efectuará al retorno de Jesucristo (1 Tesalonicenses 4:16-17).
En 1 Corintios 15:50 Pablo nos dice que “la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios”. Tendremos que ser transformados en la resurrección (1 Corintios 15: 51-54; Filipenses 3:20-21). Dios llevará a cabo eso a su debido tiempo, siempre y cuando nosotros hayamos logrado vencer nuestra naturaleza humana y hayamos desarrollado un carácter justo y santo (Apocalipsis 2:26; Apocalipsis 3:21; Apocalipsis 21:7-8).
Una iglesia, un Dios
En la oración que Jesús elevó al Padre unas horas antes de su muerte, dijo: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan [los seguidores de Cristo] a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). Sólo hay un Dios, y aunque Jesucristo es otra persona, distinta del Padre, es uno con el Padre, con quien está en perfecta unión.
Más adelante, continuando su conmovedora y singular oración, dijo: “Padre santo, a los que me has dado [todos sus seguidores], guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros” (Juan 17:11). En una ocasión anterior Jesús mismo había dicho: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30).
Es imperativo que entendamos este importantísimo aspecto. La iglesia debe ser una tal como el Padre y Jesucristo son uno. ¡Esto es algo que sólo Dios puede lograr! Todos los miembros deben estar unidos uno con otro tal como Cristo y el Padre están en perfecta unión. Aunque en la realidad tenemos que reconocer que a lo largo de la historia de la iglesia eso habrá sucedido, si acaso, en muy raras ocasiones, Dios espera que nos esforcemos por lograr esa unidad espiritual.
Todos los miembros de la verdadera Iglesia de Dios deben estar unidos por el Espíritu de Dios (1 Corintios 12:13), viviendo por ese Espíritu. Cada persona tiene la responsabilidad de buscar el grupo organizado que siga más fielmente el modelo de la iglesia primitiva que vemos en el Nuevo Testamento. (Para un mejor entendimiento sobre este asunto, puede solicitar nuestro folleto gratuito La iglesia que edificó Jesucristo.)
Vemos entonces que el Padre y Jesucristo son uno en el mismo sentido en que Jesús oró para que la iglesia fuera una: una en propósito, creencia, dirección, fe, espíritu y actitud; unificada por el Espíritu Santo.
En el Evangelio de Juan se nos da un poco más de información sobre esta maravillosa verdad. En su oración al Padre, Jesús dijo: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad . . .” (Juan 17:20-23).
Esta unidad espiritual, esta unidad entre los hermanos, sólo puede lograrse por medio del Espíritu de Dios obrando en todos los seguidores de Cristo verdaderamente convertidos. Su unificación por medio del Espíritu Santo debe reflejar la unidad perfecta, la de Dios el Padre y su Hijo Jesucristo.
Otro ejemplo de unidad
Cristo nos enseña que debemos vivir “de toda palabra de Dios” (Lucas 4:4). Antes de que fueran escritos los libros del Nuevo Testamento, las Escrituras hebreas, que se conocen como el Antiguo Testamento, eran la única “palabra de Dios” disponible. Ellas pueden ayudarnos a esclarecer y a entender el propósito espiritual del Nuevo Testamento. Debemos entender que todos los libros de la Biblia son la palabra de Dios revelada y todos contribuyen a nuestra comprensión (2 Timoteo 3:16).
En el libro de los Jueces se encuentra un pasaje que pocas veces se lee y que también nos aclara cómo uno puede significar unidad. “Todos los israelitas desde Dan hasta Beerseba, incluso los de la tierra de Galaad, salieron como un solo hombre y se reunieron ante el Señor en Mizpa” (Jueces 20:1, NVI).
Por una vez, toda la nación de Israel se encontraba completamente unificada con el propósito de enfrentarse a un problema que aquejaba a toda la nación. La expresión “como un solo hombre” se usa para dar a entender que la nación se encontraba completamente unida en esa ocasión específica.
En los versículos 8 y 11 leemos que “todo el pueblo se levantó como un solo hombre . . . Así que todos los israelitas, como un solo hombre, unieron sus fuerzas para atacar la ciudad”. Desde luego, individualmente seguían siendo muchos, todos ellos ciudadanos de la misma nación. Aquí una vez más la Biblia misma arroja luz sobre el significado de unidad.
Cómo entender la unidad de Dios
En 1 Corintios 8:6 se nos dice que “sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él”. En la Biblia se nos habla claramente de dos personas separadas y distintas, ambas espíritu, pero unidas en creencia, dirección y propósito; miembros de la misma familia divina. En Juan 10:30 Jesús mismo dijo: “Yo y el Padre uno somos”.
Cuando entendemos lo que la Biblia enseña, podemos ver que sólo hay un Dios, así como sólo hay un género humano: una inmensa familia que descendió de Adán y ahora consta de unos seis mil millones de personas. Así también, la única familia divina —la familia de Dios— está abierta a un número ilimitado de miembros.
Cada familia humana es un microcosmos de esa única gran familia divina (ver Romanos 1:20). Si podemos entender este maravilloso principio bíblico, nuestro tremendo potencial debe reflejarse en nuestros matrimonios, familias y vidas cotidianas. Debemos esforzarnos por reflejar el amor y la unidad que hay en la familia divina —Dios el Padre y su Hijo Jesús— en nuestra relación familiar.