¿Nos demuestra la parábola del rico y Lázaro que algunos serán atormentados en el infierno?
Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas.
“Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.
“Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá.
“Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento.
“Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos.
“Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán.
“Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos” (Lucas 16:19-31).
Un relato alegórico
Al analizar esta parábola a la luz de otros pasajes acerca de la muerte y la resurrección, nos damos cuenta de que este relato es una alegoría cuyo propósito es enseñarnos varias lecciones espirituales muy importantes. No debemos tomarla literalmente, porque no es una descripción real de los acontecimientos que ocurren ni después de la muerte de alguien ni después de su resurrección.
Un análisis acerca del contexto en que fue dada esta alegoría dice: “Esta parábola sigue un patrón muy definido, que es común en el pensamiento egipcio y judío, que consiste en que los hombres ricos e impíos y los hombres pobres y piadosos experimentan un cambio de posición después de la muerte. Esta historia es narrada desde el punto de vista del hombre rico . . . quien desde el lugar de su tormento le habla a Abraham . . .
“En el concepto judío del Hades . . . los buenos y los malos se encontraban separados por una sima imposible de franquear. Desde el otro lado de la sima el rico le imploraba a Abraham que le enviara a Lázaro para que lo consolara. Cuando se dio cuenta de que esto era imposible entonces le rogaba que enviara a Lázaro adonde sus hermanos para que les advirtiera de lo que les esperaba. Abraham le dijo que si no le habían creído a Moisés, tampoco le creerían a alguien que hubiera vuelto de la muerte.
“En esta parábola . . . se advierte a los ricos que su futuro no está garantizado por sus posesiones y riquezas. Parece ser que esta parábola estaba dirigida contra los saduceos, que pensaban que como no había nada después de la muerte, lo único que contaba era lo que se tuviera en esta vida. Por esto Abraham le dijo al hombre rico que ni siquiera una persona que volviera de la muerte podría convencer a los vivos de que era necesario arrepentirse” (The International Standard Bible Encyclopedia [“Enciclopedia internacional general de la Biblia”], 1986, vol. III, p. 94).
Una lección espiritual
Jesús se valió de una historia que muchos conocían para enseñarles una lección espiritual a todos aquellos que decían identificarse con la ley, pero no la guardaban. La lección principal de este relato es muy sencilla: la recompensa que tendremos eternamente depende de las decisiones que ahora tomemos y de la clase de personas que seamos.
Lázaro tenía una relación cercana con Abraham (vers. 22); es decir, por medio de las promesas hechas a Abraham, él había venido a ser un heredero del Reino de Dios. Otros pasajes (Hechos 7:2-5; Hebreos 11:8-13) nos dicen que Abraham aún no ha recibido lo que Dios le prometió; por lo tanto, Lázaro tampoco lo ha recibido aún.
El hombre rico murió. Cuando resucitó del sepulcro (hades), se dio cuenta de que iba a ser destruido por el fuego. El tormento que experimentó (vers. 23-24) se debió a su angustia mental. Había perdido todo por rechazar a Jesucristo y negarse a obedecer a Dios. La “gran sima” que había entre ellos (vers. 26) representaba la gran diferencia entre las recompensas. Lázaro recibiría la vida eterna, mientras que el hombre rico sería destruido en el lago de fuego.
Como hemos aprendido, los muertos nada saben (Eclesiastés 9:5, Eclesiastés 9:10; Salmos 6:5), por lo que el rico no podía haberse percatado del tiempo que había transcurrido desde el momento de su muerte. La conversación con Abraham no es algo literal; es una parábola que alegóricamente nos enseña una lección muy importante. Al darse cuenta el hombre rico de que por las decisiones que había tomado en su vida iba a ser destruido eternamente, suplicaba que alguien fuera enviado a sus hermanos y les advirtiera para que no les sucediera lo mismo (vers. 27-31).
Pero la conclusión de la parábola nos confirma que las consecuencias del pecado ya están descritas muy claramente en la Palabra de Dios. Si ellos no habían escuchado estas advertencias, tampoco escucharían la voz de uno que hubiera resucitado de la muerte. Poco tiempo después de enseñar esta parábola, Jesucristo fue crucificado y levantado de la muerte. Aquellos que no habían querido oír a Moisés y a los profetas, tampoco quisieron oír a Jesús aunque había sido resucitado.
Esta parábola nos enseña que si rechazamos la enseñanza de Dios, las consecuencias serán desastrosas: seremos destruidos para siempre en el lago de fuego.