¿Cuál será el castigo de los incorregibles?
A todos aquellos que nunca conocieron a Dios, él les dará amplia oportunidad para recibir la salvación. Sin embargo, algunos se negarán obstinadamente a arrepentirse y a someterse a su Creador para poder recibir el maravilloso don de la vida eterna en el Reino de Dios.
¿Qué será de estas personas? La Palabra de Dios nos revela que en lugar de vivir eternamente en las llamas del infierno, sencillamente morirán. Dejarán de existir y será como si nunca hubieran existido.
Después del juicio final, simbolizado en la Fiesta del Último Gran Día, cualquiera que no se halle “inscrito en el libro de la vida [será] lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis 20:15). Y en Apocalipsis 21:8 podemos leer que “los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda”. Nótese que estas personas morirán; no vivirán eternamente en un lugar de tormento horripilante.
El apóstol Pablo también afirmó que la pena que sufrirán los pecadores es la muerte. En Romanos 6:23 escribió: “La paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. En este versículo el apóstol hace un contraste entre la muerte, que es lo que nuestros pecados nos acarrean, y la vida, que es el don gratuito de Dios hecho posible por el sacrificio de Jesucristo en lugar nuestro.
El profeta Malaquías dejó muy claro cuál será el castigo de los incorregibles: “He aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho el Eterno de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama. Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada. Hollaréis a los malos, los cuales serán ceniza bajo las plantas de vuestros pies, en el día en que yo actúe, ha dicho el Eterno de los ejércitos” (Malaquías 4:1-3).