Su cita con el destino: Encontrarse con el verdadero Jesús

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“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).

Una de las desventuras más grandes es malentender lo que Jesús espera de sus seguidores. Muchos, al suponer erróneamente que Jesús pagó por nuestros pecados de manera que ahora podamos hacer lo que queramos, se han formado una imagen mental de Jesús como un ser callado, manso y amoroso que da la vida eterna a quienquiera que simplemente lo reconozca como Señor y Salvador. Otros muchos creen que hay numerosas formas de llegar a Dios y a una gozosa vida después de la muerte.

En la Biblia se nos declara que todos tenemos una cita con el destino, cuando nos presentaremos ante Jesús para darle cuenta de nuestras acciones. Sorprendentemente, la forma en que Jesús aparecerá cuando regrese y el criterio que usará para decidir quién estará en su reino son muy diferentes de lo que se ha hecho creer a la mayoría de las personas. Así como hubo gran confusión con respecto a la primera venida de Jesús, las malas interpretaciones con respecto a su retorno también abundan. ¿Cuál es la verdad —la verdadera historia— acerca de su retorno?

¿Por qué vendrá Cristo por segunda vez?

En el último libro de la Biblia, el Apocalipsis, leemos acerca de Jesús como el Salvador resucitado, el Mesías que se está preparando para retornar a la tierra: “Yo soy . . . el que vivo, y estuve muerto; más he aquí que vivo por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 1:17-18).

Pero ¿cómo va a venir, y por qué? En Mateo 24 él nos da la reveladora respuesta. Cuando sus discípulos le preguntaron acerca del tiempo de su retorno y del fin de esta era, Jesús les presentó un escalofriante cuadro que incluía una proliferación de engaños religiosos, guerras, hambres y catastróficos fenómenos naturales. “Todo esto —les dijo— será apenas el comienzo de los dolores” (Mateo 24:8, NVI), que marcarán el inicio de esa nueva época que traerá a su regreso.

¿En qué momento intervendrá? Cuando la humanidad esté a punto de destruirse a sí misma. “Habrá entonces una angustia tan grande, como no la ha habido desde que el mundo es mundo ni la habrá nunca más. Si no se acortaran aquellos días, nadie escaparía con vida; pero por amor a los elegidos se acortarán” (vv. 21-22, Nueva Biblia Española).

¿Por quétiene que regresar Jesucristo? La situación mundial llegará a ser tan terrible, tan amenazadora, que la vida misma de la humanidad estará en peligro de extinguirse. La primera vez vino a salvarnos de nuestros pecados. Vendrá la segunda vez para salvarnos de nosotros mismos.

Inicialmente no será muy agradable. En Apocalipsis 6:16-17 leemos que vendrá con gran ira, debido al continuo rechazo de su ley por los hombres y al caminar del mundo hacia la maldad y la autodestrucción. Su retorno será anunciado con el toque de trompetas que darán inicio a tremendas calamidades sobre la tierra (capítulos 8-9). En todo ello, sin embargo, esa justa indignación es el resultado de su gran preocupación por el hombre.

Jesús vendrá como aquel que retorna para gobernar a todas las naciones del mundo (Apocalipsis 11:15). Rechazará toda oposición a su justo gobierno y combatirá a las naciones y a los gobernantes rebeldes (Apocalipsis 19:15). Castigará y regirá por nuestro propio bien, a fin de que haya paz en un mundo obstinado en su propia destrucción.

Quizá esta es la imagen más importante de Jesús en la Biblia, porque este es el Jesús que todo el mundo encontrará en algún momento del futuro, tal vez un futuro no muy lejano.

Estas profecías nos muestran claramente que Jesús no murió para que nosotros viviéramos como quisiéramos. Él “se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla” (Filipenses 2:8-10).

Cuando Jesús regrese, ocupará su justo puesto como el gobernante de todo el mundo, como el Mesías salvador. ¿Dónde estará usted en ese tiempo?

¿Estamos pasando por alto algo?

Como vimos al empezar este capítulo, muchas personas suponen que Jesús murió para que ya no tuviéramos que obedecer a Dios, y que un Jesús amable y manso nos admitirá en su eterna presencia si tan sólo lo reconocemos como nuestro Señor y Salvador, sin que importe cómo decidamos conducir nuestras vidas.

Pero creer estas cosas es creer en un Jesús falso y pasar completamente por alto el propósito de su regreso prometido. Él tiene que regresar precisamente porque nosotros hemos seguido la senda de hacer lo que queremos y de rechazar las leyes de Dios, y ese camino nos va a conducir casi hasta la autoaniquilación mundial.

¿Qué sendero seguirá usted? El sacrificio de Cristo ciertamente demostró el amor de Dios, y no podría haber ninguna otra demostración más poderosa de ese amor. Pero ¿termina allí todo? ¿Acaso ser cristiano sólo tiene que ver con lo que Jesús hizo por nosotros? ¿O se trata de estar dispuestos a seguirlo haciendo lo que él mandó e imitando su ejemplo?

¿Sólo vamos a creer en él, o creeremos también su mensaje? Hay una gran diferencia. Jesús predicó el evangelio del Reino de Dios, el reino mundial que establecerá a su retorno. ¿Está usted preparándose para estar en ese reino? ¿Se da cuenta de que el Reino de Dios será un reino literal que gobernará todo el mundo, y que, en su máximo cumplimiento, se extenderá infinitamente por la eternidad?

En lo que se conoce como el Sermón del Monte, Jesús explicó las leyes del Reino de Dios. Estas son amplificaciones de las mismas leyes que dio en el monte Sinaí, leyes que obedeció perfectamente durante toda su vida. Y dijo que si alguien quebrantaba aun la más pequeña de esas leyes, esa persona sería considerada muy pequeña (Mateo 5:19). No obstante, de manera trágica, la mayoría de quienes dicen que son seguidores de Jesús pasan por alto sus claras palabras sobre este aspecto tan importante.

Tal parece que, después de la época de los apóstoles, las enseñanzas de la cristiandad se han enfocado en el atrayente concepto de alguien que nos ama, nos perdona, nos consuela y nos acepta. Pero son pocos los que han explicado que Jesús requiere que sus seguidores obedezcan los mandamientos del Padre, tanto para su propio bien como para el beneficio y bendición de aquellos a su alrededor (1 Juan 2:3-6; 1 Juan 5:3).

Si usted no entiende los mandamientos de Dios, no entiende el pecado, porque el pecado es la infracción a la ley de Dios (1 Juan 3:4). Y si no entiende lo que es el pecado, entonces ¿cómo puede arrepentirse? Y si no se arrepiente —si no se vuelve de su propia manera de vivir para vivir conforme al camino de Dios— ¿cómo puede aceptar realmente a Jesús como su Señor y Salvador?

Jesús no murió para que nos sintiéramos mejor con nosotros mismos. Murió para pagar la pena de muerte por los pecados que usted y yo cometimos. Si después de saber estas cosas nos volvemos a una vida de pecado, estaremos “crucificando de nuevo . . . al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio” (Hebreos 6:6). ¿Por qué habríamos de menospreciar su sacrificio y darle muerte una vez más?

¿Qué espera Jesús?

En Lucas 6:46 Jesús hizo una pregunta que todos debemos considerar seriamente: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?”

No basta con simplemente llamarlo “Señor”, o aceptarlo como tal. En otra ocasión él mismo explicó: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21). Entrar en el Reino de Dios exige vivir conforme a la voluntad de Dios. No hay ninguna otra manera.

En los versículos 22-23 leemos lo que a continuación agregó: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”.

¿A qué leyes se refería Jesús? Las mismas que él obedeció perfectamente. Las mismas leyes que él, como el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, reveló a Moisés. Las mismas leyes que establecerá en su reino para gobernar a toda la humanidad. ¡Nunca dará su maravillosa dádiva de la vida eterna a los que, volviéndose al pecado, estén “crucificando de nuevo . . . al Hijo de Dios”!

Resulta muy claro que Jesús espera plenamente que dejemos el camino del pecado y empecemos a obedecer los mandamientos de su Padre, la perfecta “ley de la libertad”, que nos libera del sufrimiento y la muerte que trae el pecado (Santiago 1:25; Santiago 2:12).

Una vida plena y abundante

Resulta trágico que tanta gente piense que someterse a las leyes de Dios es “esclavitud”, incluso, irónicamente, muchos dirigentes religiosos que se consideran cristianos. Por lo que muy claramente escribió el apóstol Juan, podemos ver que tales personas están equivocadas: “Este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3).

Jesucristo sabía que vivir conforme al camino de vida que Dios revela es la clave para una vida abundante, feliz y productiva. “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).

A quienes quieran seguirlo les dice: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:29-30). Lo que el mundo ve como esclavitud es de hecho la libertad y felicidad verdaderas en Cristo. Esto es lo que Dios les promete a aquellos que sigan al verdadero Jesús y sus verdaderas enseñanzas.

Pero no es fácil hallar ese camino, y sólo usted puede tomar la decisión de seguirlo. Jesús nos dice: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso es el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella”. Nos advierte que no escojamos el camino fácil que prefiere la mayor parte de la humanidad. Y agrega: “Porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:13-14). Si usted toma la decisión de seguir a Jesús, que sea teniendo en mente al verdadero Jesucristo y su verdadera historia. Él es rey; es digno de gobernar el mundo entero, y lo hará.

Es el Creador de la tierra y el autor de la vida misma. Asumió toda la responsabilidad de su creación al venir a la tierra a demostrar su buena voluntad hacia nosotros y, completamente sometido a la voluntad de Dios, a morir por nosotros. No dejará de cumplir la misión de establecer su reinado de paz sobre el mundo entero.

Así que si usted lo acepta, recuerde que lo acepta como Rey y Legislador de su vida ahora. Él es a quien usted sirve ahora, y a quien servirá por siempre.