La Biblia y la profecía
¿En qué otro libro podemos encontrar no sólo predicciones del futuro, sino también la historia de cómo esas mismas predicciones se cumplieron siglos después? No existe prueba más impresionante de la veracidad de la Biblia que el cumplimiento de las profecías.
Aunque numerosas profecías bíblicas están aún por cumplirse, muchas otras ya se han cumplido, como lo demuestra la historia bíblica. Si podemos comprobar que alguna profecía se cumplió incluso en los pequeños detalles, será difícil hacer caso omiso de tales pruebas.
Por medio de la profecía, Dios les da a los escépticos una gran oportunidad para refutar la Biblia, si pueden demostrar que está equivocada. Isaías, Daniel y otros profetas hicieron muchas declaraciones, algunas con lujo de detalles, y Dios nos invita a que examinemos lo que nos ha dicho por medio de sus instrumentos humanos.
El Todopoderoso desafía a los incrédulos: “Yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero” (Isaías 46:9-10).
Los antiguos israelitas con frecuencia consultaban deidades paganas y falsos profetas con la esperanza de saber de antemano lo que iba a suceder en diferentes situaciones. Su confianza en este tipo de información no era más que vana idolatría.
Dios desafía a los escépticos
El Eterno mismo dice que la profecía cumplida es una prueba del verdadero Dios: “El Señor, el rey de Jacob, dice: ‘Vengan ídolos, a presentar su defensa, vengan a defender su causa. Vengan a anunciarnos el futuro y a explicarnos el pasado, y pondremos atención; anúnciennos las cosas por venir, para ver en qué terminan; dígannos qué va a suceder después, demuéstrennos que en verdad son dioses. Hagan lo que puedan, bueno o malo, algo que nos llene de miedo y de terror’” (Isaías 41:21-23, Versión Popular).
Las personas más inteligentes y bien educadas se encuentran perplejas acerca de lo que está sucediendo en el mundo, incluso cómo resolver problemas que por generaciones han desafiado toda solución que el hombre ha concebido. No obstante, Dios conoce las soluciones y ha declarado exactamente cómo serán resueltos nuestros males abrumadores. Él sabe cómo terminará la experiencia humana.
En las Escrituras encontramos varias profecías y sus cumplimientos que demuestran que la Biblia es un libro inspirado por Dios. El hecho de que él pudo predecir acontecimientos con siglos de anticipación, y luego hacer que se llevaran a cabo, es una prueba irrefutable de su existencia y de que la Biblia ciertamente es su palabra inspirada para nosotros. Si él ha podido hacer que algunas de sus profecías se cumplan, resulta obvio que está dentro de su poder hacer que todas las profecías de la Biblia se cumplan.
Reflexionemos sobre lo difícil que es predecir el futuro. ¿Acaso algún ser humano pudo predecir la caída repentina de la Unión Soviética o la demolición del muro de Berlín? El mundo quedó asombrado ante esos sucesos tan inesperados.
Por otra parte, durante la guerra del golfo Pérsico en 1991 algunos seudoprofetas anunciaron que era el principio del “Armagedón”. Desde luego, ese conflicto bélico final ocurrirá exactamente como está profetizado, pero esa guerra no lo fue. Quienes entienden la profecía bíblica sabían que, a pesar de la gravedad de aquella crisis, en ese entonces no estaban presentes todos los factores necesarios para desatar la gran crisis que ocurrirá al final de la era actual.
Esta crisis viene con toda seguridad, pero el hombre no puede predecir exactamente cómo ni cuándo se producirá. A lo largo de la historia acontecimientos estremecedores han cogido totalmente desprevenidos a los más grandes estadistas. Cuando finalmente esté preparado el escenario para la última guerra, aun los más destacados dirigentes mundiales estarán desconcertados.
El potencial para que ocurran cambios espeluznantes en la situación mundial aumenta a la par con la revolución tecnológica. Estos acontecimientos asombrarán a la humanidad como nunca antes. Gran parte del mundo se enfrenta al futuro con temor y recelo, y no sin razón, especialmente a medida que se agravan las guerras, el terrorismo, la iniquidad y la inmoralidad. Nadie puede prever con absoluta certidumbre todos los giros y vueltas que ocurrirán en los próximos años.
¿Cuánto podemos saber?
¿Cuánto puede conocer realmente un cristiano acerca del futuro? En ocasiones, algunas personas han hecho predicciones descaradas, especialmente durante tiempos de crisis o incertidumbre. En el libro de Daniel se profetizaron acontecimientos que se cumplieron hace muchos siglos, así como otros que están aún por cumplirse. Dios dijo a Daniel: “Cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará” (Daniel 12:4). Este versículo nos indica que algunas profecías habrán de ser entendidas a medida que se acerque el fin de la era actual.
Las Escrituras nos dicen que gran número de profecías no se cumplirán en su totalidad hasta el retorno de Jesucristo, la resurrección de los muertos y el establecimiento del Reino de Dios (ver 1 Tesalonicenses 4:16-17; Apocalipsis 5:10). Parece probable que el pueblo de Dios no entenderá algunos de los grandes acontecimientos que conducirán a ese tiempo hasta el momento de su cumplimiento o poco antes (Daniel 12:9-10; Amós 3:7).
El entendimiento de algunos de los principales acontecimientos proféticos es una guía decisiva para comprender dónde nos encontramos cronológicamente en el plan de Dios. La Biblia es la única fuente de información confiable en estos asuntos. Así como predijo mucho de lo que conocemos como historia, en igual forma puede ayudarnos a entender lo que aún está por acontecer.
El propósito de este capítulo es examinar algunas de las profecías que ya se han cumplido. De esta manera podremos ver más claramente que la Biblia realmente es la palabra de Dios, una fuente de información confiable que puede ayudarnos a entender asuntos que afectarán profundamente nuestro futuro. Podremos ver por qué la profecía bíblica ha sido llamada “historia escrita por adelantado”.
Profecías clave
Las profecías del libro de Daniel nos proporcionan claves esenciales para establecer la exactitud de la profecía bíblica. Muchas de estas profecías son tan específicas y detalladas que, al mostrarse las pruebas, hasta la mente más parcial no hallará cómo refutarlas.
De hecho, algunos escépticos no han querido desafiar la exactitud del contenido del libro de Daniel; mas en lugar de aceptar que sus palabras fueron realmente inspiradas, dicen que el libro es un fraude. Afirman que no fue escrito por Daniel en el sexto siglo antes de Cristo (como podemos ver por los sucesos descritos en el libro), sino que fue escrito por un autor desconocido algún tiempo después del año 200 a.C., mucho después de que los sucesos profetizados habían ocurrido. Según estos críticos, esa es la razón de la brillante exactitud profética del libro.
Quizá la parte más conocida de este libro es el relato de cuando Daniel fue echado en el foso de los leones (capítulo 6). La atestación de Daniel desafía a los críticos, pero veamos primero la actitud de éstos. Los críticos niegan que Daniel fue quien escribió el libro porque en los primeros capítulos se hace referencia a él en tercera persona, como si alguien más estuviera escribiendo acerca de él. Sin embargo, Gleason Archer hace notar que esta “era la costumbre entre los antiguos escritores de asuntos históricos...” (The Expositor’s Bible Commentary [“Comentario bíblico del expositor”], 1986, 7:4). No obstante, al relatar algunas de sus experiencias Daniel escribió en primera persona (Daniel 7:15; Daniel 8:15; Daniel 9:2; Daniel 10:2).
Identificar a los críticos de Daniel también es importante. La primera persona que puso en tela de juicio la autenticidad del libro de Daniel fue el historiador griego Porfirio (233-304 d.C.). Los historiadores lo han clasificado como neoplatónico, o sea que fue mucho más partidario de las teorías de Platón que de la Biblia. “Porfirio es bien conocido como un violento opositor del cristianismo y defensor del paganismo” (Encyclopædia Britannica, undécima edición, 22:104). El Gran diccionario enciclopédico ilustrado, de Selecciones del Reader’s Digest, nos dice que Porfirio escribió una obra en 15 libros titulada Contra los cristianos.
El hecho de que Porfirio era enemigo del cristianismo hace sospechar de su imparcialidad. Él no tenía en qué basar su opinión, y su punto de vista contradecía las palabras mismas de Jesucristo, quien se refirió a Daniel como el autor del libro (Mateo 24:15).
El erudito bíblico Jerónimo (340-420 d.C.) refutó la opinión de Porfirio. Después de eso, nadie volvió a tomar en serio las críticas de Porfirio hasta muchos siglos más tarde. “...Los eruditos cristianos lo rechazaron como un simple detractor pagano quien había permitido que una parcialidad naturalista pervirtiera su juicio. Pero durante la época de la Ilustración, en el siglo xviii, se llegó a sospechar de todos los elementos sobrenaturales que se encuentran en las Escrituras...” (The Expositor’s Bible Commentary [“Comentario bíblico del expositor”], 1986, 7:13).
En la actualidad, algunos eruditos de tendencia liberal han revivido estos antiguos razonamientos. Eugene H. Merrill, historiador del Antiguo Testamento, dice que estas creencias están basadas en pruebas de poco peso. “La retórica y el lenguaje [de Daniel] encajan perfectamente en el siglo sexto [a.C.] ... Es sólo el razonamiento más subjetivo e indirecto que ha negado la historicidad del hombre y de sus escritos...” (Kingdom of Priests [“Reino de sacerdotes”], 1996, p. 484).
Una predicción y un cumplimiento prodigiosos
La exactitud de la predicción de Daniel acerca de sucesos del futuro remoto es impresionante. Por ejemplo, él escribió la profecía de las “setenta semanas” en “el año primero de Darío hijo de Asuero” (Daniel 9:1, Daniel 9:24). El primer año de Darío fue aproximadamente 539 a.C. En este asombroso pronunciamiento, “Daniel predice el año preciso de la aparición de Cristo y el comienzo de su ministerio en 27 d.C.” (The Expositor’s Bible Commentary [“Comentario bíblico del expositor”], 1986, 7:9).
Otra notable profecía consignada por Daniel es su interpretación del sueño de Nabucodonosor en el capítulo 2. En el segundo año de su reinado, ese rey babilonio tuvo un sueño inquietante que ninguno de sus consejeros pudo explicar. En la cultura babilónica se les daba mucha importancia a los sueños, y Nabucodonosor estaba convencido de que éste era muy importante (Daniel 2:1-3).
Su sueño nos da una “revelación del plan de Dios a lo largo de las edades hasta el triunfo final de Cristo” y “presenta la sucesión predeterminada de las potencias mundiales que habrán de dominar el Cercano Oriente hasta la victoria final del Mesías en los últimos días” (The Expositor’s Bible Commentary [“Comentario bíblico del expositor”], 1986, 7:39, 46).
Daniel, sin previo conocimiento del contenido del sueño, pero inspirado por Dios, se lo explicó a Nabucodonosor en forma detallada: “Tú, oh rey, veías, y he aquí una gran imagen. Esta imagen, que era muy grande, y cuya gloria era muy sublime, estaba en pie delante de ti, y su aspecto era terrible. La cabeza de esta imagen era de oro fino; su pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus muslos, de bronce; sus piernas, de hierro; sus pies, en parte de hierro y en parte de barro cocido” (Daniel 2:31-33).
Daniel le dijo a Nabucodonosor que su Imperio Babilónico estaba representado por la cabeza de oro (vv. 37-38). Luego la plata, el bronce y el hierro representaban los tres poderosos imperios que habrían de seguir a la extraordinaria Babilonia (vv. 39-40).
La interpretación de este sueño proporcionó una asombrosa presentación adelantada de la historia. Nabucodonosor tuvo ese sueño alrededor del año 600 a.C. y, según el relato, Daniel se lo interpretó sólo unos días después. La imagen representaba, en forma simbólica, la secuencia de grandes imperios que por siglos habrían de dominar el mundo civilizado.
“El imperio de plata sería el Imperio Medopersa, el cual empezó con Ciro el Grande, quien conquistó Babilonia en 539 ... Este imperio de plata fue supremo en el Cercano Oriente y el Oriente Medio durante aproximadamente dos siglos” (The Expositor’s Bible Commentary [“Comentario bíblico del expositor”], 1986, 7:47).
“El imperio de bronce fue el Imperio Grecomacedonio, establecido por Alejandro Magno ... El reino de bronce duró de 260 a 300 años, antes de ser suplantado por el cuarto reino” (ibídem).
“El hierro implica dureza y crueldad y describe al Imperio Romano que alcanzó su máxima extensión bajo el reinado de Trajano” (ibídem). Trajano gobernó del año 98 al 117 d.C., y el Imperio Romano por sí mismo ejerció su dominio por muchos siglos.
El cuarto imperio tenía 10 dedos de los pies. Los pies y los dedos de la imagen estaban compuestos “en parte de barro cocido de alfarero y en parte de hierro”, como se puede leer en el versículo 41. “El versículo 41 tiene que ver con una fase o manifestación posterior de este cuarto imperio, simbolizada por los pies y los 10 dedos hechos de hierro y arcilla, una base frágil para el gigantesco monumento. El texto claramente implica que esta etapa final será algún tipo de federación en lugar de un solo reino poderoso” (ibídem).
Otro sueño agrega detalles importantes
Otros aspectos de esta sucesión de imperios mundiales fueron revelados a Daniel en un sueño posterior. En esta ocasión los cuatro imperios estaban representados por cuatro bestias: un león (Babilonia), un oso (Persia), un leopardo (Grecia) y una cuarta bestia descrita como “terrible” y diferente de las otras tres (Daniel 7:1-7).
Leamos lo que el versículo 7 dice acerca de esta cuarta bestia: “Después de esto miraba yo en las visiones de la noche, y he aquí la cuarta bestia, espantosa y terrible y en gran manera fuerte, la cual tenía unos dientes grandes de hierro; devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies, y era muy diferente de todas las bestias que vi antes de ella, y tenía diez cuernos”. ¿Qué significa esta descripción? Es una referencia al gran poder de Roma, el cual aplastaba a todos los que se le oponían. “Así, lo que se resalta en el simbolismo de esta terrible cuarta bestia ... es el poder superior del coloso de Roma” (The Expositor’s Bible Commentary [“Comentario bíblico del expositor”], 1986, 7:87).
¿Cuál es el significado de los 10 cuernos? El cumplimiento final de esta parte de la profecía pertenece al futuro. “Parece ser que los 10 cuernos se refieren a un resurgimiento del Imperio Romano en el tiempo del fin...” (ibídem, p. 25).
Esto concuerda con Daniel 2:44, que señala claramente que el retorno de Cristo sucederá en una época durante la cual aún habrá vestigios de la cuarta bestia o reino: “En los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre”.
La mayor parte de estos acontecimientos proféticos, tal como se relatan en los dos sueños, ya se ha cumplido. Su fiel cumplimiento confirma que la Biblia ha sido inspirada por Dios, porque ningún ser humano hubiera podido jamás predecir esto por sí mismo. “Hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer en los postreros días...” (v. 28).
La profecía más detallada de la Biblia
En Daniel 11 se relata otra gran profecía. El tiempo en que fue revelada se da en el primer versículo del capítulo 10 como “el año tercero de Ciro rey de Persia”. Un ángel, Gabriel (Daniel 9:21), vino a Daniel para hacerle saber lo que le ocurriría a su pueblo “en los postreros días” (Daniel 10:14).
La profecía que aparece a continuación es la más detallada de toda la Biblia. El tercer año de Ciro fue más de 500 años antes del nacimiento de Cristo. No obstante, esta profecía revela las cosas que empezaron a ocurrir casi de inmediato y que continuarán hasta el retorno de Jesucristo. Las primeras fases de la profecía confirman lo que dice la Biblia, puesto que ya se han cumplido, como puede comprobarse con sólo estudiar un poco acerca de los imperios de Persia y Grecia. Ningún ser humano podría haber predicho esto con tal lujo de detalles.
Algunos de los detalles que vamos a examinar a continuación requieren de mucha atención, pero se aclaran al comparar las palabras proféticas con la historia.
Una prolongada intriga política
Los primeros 35 versículos de Daniel 11 hablan, con años de anticipación, de la intriga entre dos entidades políticas: el “rey del sur” y el “rey del norte”. En la historia profana con frecuencia se hace referencia a Tolomeo como el rey del sur; esta dinastía gobernó desde Alejandría, en Egipto. El rey del norte gobernó desde Antioquía, en Siria, bajo el nombre de Seleuco o Antíoco.
Con esto en mente, comentaremos ahora sobre la profecía. Por favor, lea en su propia Biblia los versículos que mencionamos, y recuerde que estas cosas fueron predichas mucho tiempo antes de que ocurrieran.
Daniel 11:2: Los “tres reyes” son Cambises II, el hijo mayor de Ciro el Grande; seudo-Esmerdis, un impostor que se hizo pasar como el segundo hijo de Ciro, quien había sido asesinado secretamente; y Darío el persa. “El rey persa que invadió Grecia fue ... Jerjes, quien reinó de 485-464 a.C.” (The Expositor’s Bible Commentary [“Comentario bíblico del expositor”], 1986, 7:128).
Versículos 3-4: “El versículo 3 nos presenta a ... Alejandro Magno” (ibídem). El versículo 4 “sugiere claramente que este poderoso conquistador iba a reinar por un tiempo relativamente corto ... En siete u ocho años él logró la conquista militar más deslumbrante en la historia de la humanidad. Pero sólo vivió cuatro años más; y ... murió de una fiebre en el año 323...” (ibídem). El imperio de Alejandro fue dividido entre “cuatro imperios menores y más débiles” (ibídem, p. 129). El tío de Alejandro fue asesinado en 317 a.C. y el pequeño hijo de Alejandro fue asesinado en el año 310. “Por eso no había descendientes o familiares que sucedieran a Alejandro” (ibídem). Así que su reino fue repartido entre otros que no eran de su sangre (v.4).
Los generales de Alejandro lucharon entre sí por el control del imperio. Estas pugnas por el dominio eliminaron a todos menos a cuatro, quienes vinieron a ser las cabezas de las cuatro partes en que se dividió el imperio. Los cuatro fueron Casandro, quien reinó en Grecia y el occidente; Lisímaco, en Tracia y Asia Menor; Tolomeo, en Egipto; y Seleuco, en Siria. De estos cuatro, dos —Tolomeo y Seleuco— ampliaron su dominio y su territorio; éstos fueron los reyes de Egipto y Siria respectivamente.
Las intrigas que se mencionan a continuación se relacionan con estos dos. Se hace referencia a ellos como el rey del sur (Tolomeo) y el rey del norte (Seleuco) debido a su ubicación en relación con Jerusalén.
Versículo 5: “El rey del sur sería Tolomeo I” (ibídem, p. 130). La expresión “uno de sus príncipes” se refiere a Seleuco, quien originalmente había servido a Tolomeo. En las intrigas que surgieron después de la muerte de Alejandro, Seleuco finalmente logró el control sobre Siria y vino a ser el rey del norte. Con el tiempo Seleuco ejerció más poder que Tolomeo. La dinastía de los seléucidas continuó hasta el año 64 a.C.
La guerra laodiceana
Versículo 6: Entre el rey del sur y el rey del norte existía un estado de tensión y hostilidad. Tolomeo I murió en el año 285 a.C. En el 252 los dos reinos intentaron hacer un tratado bajo el cual Berenice, la hija de Tolomeo II, se casaría con Antíoco II, el rey del norte. Pero Laodicea, primera esposa de Antíoco II, estaba enojada con él porque la había repudiado. Como represalia, ella, estando en el exilio, urdió una conspiración en la que mandó asesinar a Berenice y a su pequeño hijo. “Poco tiempo después, el rey mismo [Antíoco II] fue envenenado...” (ibídem).
Debido a que su hijo Seleuco II era demasiado joven para gobernar, Laodicea se declaró reina a sí misma. Lo profetizado de que “ella [Berenice] no podrá retener la fuerza de su brazo”, se refiere al plan de Laodicea para asesinar a Berenice. También fueron eliminados algunos de los nobles que apoyaban a Berenice como reina.
Versículos 7-9: Las venganzas continuaron, dando por resultado una serie de luchas que fueron conocidas como la guerra laodiceana. Tolomeo II murió al poco tiempo de que Laodicea mató a su hija Berenice. Tolomeo III buscó vengar la muerte de su hermana y, atacando al rey del norte, capturó Antioquía, la capital de Siria. En el versículo 8 se puede ver cómo Tolomeo recuperó “aun a los dioses de ellos, sus imágenes fundidas y sus objetos preciosos de plata y de oro” que habían sido robados de los egipcios por Cambises en el 524 a.C.
En el año 240, Tolomeo III y Seleuco II acordaron la paz, y las hostilidades cesaron hasta el 221, cuando murió Tolomeo III.
Versículos 10-12: Después del fallecimiento de Seleuco II sus hijos atacaron al rey del sur. Uno de ellos, Seleuco III, reinó sólo tres años y murió envenenado. Su actividad militar no fue muy importante. Otro hijo, Antíoco III (el Grande), “inundó y pasó adelante”: él conquistó Palestina.
El rey del sur, Tolomeo IV, se vengó (v. 11) y en la batalla de Rafia derrotó al ejército de Seleuco III, que era más numeroso. Después de su victoria Tolomeo se dedicó a una vida de libertinaje durante la cual exterminó decenas de miles de judíos en Egipto (v. 12). Por estas acciones debilitó su reino.
Versículos 13-16: La frase “al cabo de algunos años” se refiere a un suceso cuando, 14 años después de su derrota, Antíoco III vino en contra de Tolomeo V, quien aún era niño (Tolomeo IV había fallecido en el año 203). Debido a la vida disoluta de Tolomeo IV, las provincias egipcias se encontraban en desorden. Mucha gente, incluso judíos simpatizantes del rey del norte, se unieron a Antíoco en contra del rey del sur. La rebelión fue finalmente aplastada por el general egipcio Escopas (v. 14).
Escopas también rechazó el ejército de Antíoco durante el invierno de 201-200. El rey del norte respondió con otra invasión, y capturó la ciudad de Sidón, una “ciudad fuerte” (v. 15), donde Escopas se rindió. De esa manera Antíoco consiguió el dominio absoluto de la Tierra Santa, la “tierra gloriosa” (v. 16).
Versículo 17: El rey del norte “afirmará luego su rostro para venir con el poder de todo su reino; y hará con aquél convenios, y le dará una hija de mujeres para destruirle; pero no permanecerá, ni tendrá éxito”.
Una vez derrotado Escopas, Antíoco quiso obtener el control de Egipto mismo, y dio a su hija Cleopatra a Tolomeo V en matrimonio. Creyó que su hija traicionaría a su esposo en favor de él, pero ella frustró los planes de su padre al apoyar a su marido.
Versículos 18-19: En su frustración, Antíoco atacó las islas y ciudades que se encontraban a orillas del mar Mediterráneo. Los habitantes de algunos de estos lugares pidieron la ayuda de Roma, y Roma atacó y derrotó a Antíoco. Los romanos le quitaron mucho de su territorio y se llevaron varios rehenes a Roma, entre ellos el hijo de Antíoco. Además, le exigieron un tributo pesado (v. 18).
Después de la derrota ignominiosa, Antíoco regresó a su fortaleza Antioquía. No pudiendo pagar el tributo que le había impuesto Roma, intentó saquear un templo pagano. Su actitud encolerizó tanto a la gente que lo mataron, y así tuvo un fin desgraciado (v. 19).
Versículo 20: Según se puede leer en 2 Macabeos 3:7-40 (libro deuterocanónico que relata estos sucesos), el otro hijo de Antíoco, Seleuco IV, tampoco pudo pagar el tributo. Seleuco envió a Heliodoro, un judío, a saquear el templo en Jerusalén. Heliodoro fue a la ciudad santa pero no consiguió nada. Más tarde, Heliodoro envenenó a Seleuco, quien así fue muerto “aunque no en ira, ni en batalla”.
Antíoco Epífanes
Daniel 11:21-35: En estos versículos se nos habla del infame Antíoco Epífanes, hermano de Seleuco IV, el mismo que anteriormente había sido llevado cautivo a Roma. Fue “un opresor tiránico quien hizo todo lo que pudo por destruir completamente la religión judía” (The Expositor’s Bible Commentary [“Comentario bíblico del expositor”], 1986, 7:136).
Antíoco, un hombre increíblemente cruel, decretó la pena de muerte para quienes practicaran la religión judía. Por órdenes suyas “Eleazar, un anciano escriba, fue muerto a latigazos porque rehusó comer carne de cerdo. Una madre y sus siete hijos fueron destrozados sucesivamente en presencia del gobernador por haber rehusado adorar una imagen. Dos madres que habían circuncidado a sus hijos recién nacidos fueron llevadas por toda la ciudad y arrojadas de cabeza desde la muralla” (Charles F. Pfeiffer, Between the Testaments [“Entre los testamentos”], 1974, pp. 81-82).
Versículo 31: Esto se refiere a los graves acontecimientos del 16 de diciembre del 168 a.C., cuando el enloquecido Antíoco entró en Jerusalén y mató a 80.000 hombres, mujeres y niños (2 Macabeos 5:11-14). Luego profanó el templo ofreciendo un sacrificio a Zeus, dios supremo de la mitología griega. Este ultraje prefiguraba un acontecimiento parecido que, según las palabras de Jesucristo, habrá de ocurrir en el tiempo del fin (Mateo 24:15).
Versículos 32-35: Esta es la historia del valor y voluntad indómitos de los macabeos, una familia de sacerdotes que lucharon contra Antíoco y sus sucesores. La rebelión de los macabeos contra el rey de Siria se inició cuando “Matatías, el principal sacerdote en la ciudad de Modín ... después de matar al oficial de Antíoco quien había venido a imponer el nuevo decreto relacionado con la adoración idolátrica ... encabezó un grupo de guerrilleros que huyó a las montañas...” (The Expositor’s Bible Commentary [“Comentario bíblico del expositor”], 1986, 7:141).
Matatías fue apoyado en la defensa de sus principios por sus cinco hijos, principalmente por Judas, quien recibió el apodo de Maqqaba (voz aramea que significa martillo, origen del nombre macabeo). Muchos de estos patriotas murieron por esta causa, pero su heroicidad finalmente expulsó de la nación al ejército sirio.
En este punto la profecía de Daniel pasa a un tema diferente, al “tiempo determinado” o, como lo expresa la Nueva Versión Internacional: “la hora final” (v. 35). “Con la conclusión del extracto previo en el versículo 35, termina el material profético que indiscutiblemente se aplica a los imperios helénicos y al conflicto entre los seléucidas y los patriotas judíos. La presente sección (vv. 36-39) contiene algunos aspectos que difícilmente se aplican a Antíoco IV, aunque la mayoría de los detalles podrían aplicarse a él lo mismo que a ‘la bestia’, su antitipo del tiempo del fin” (ibídem, p. 143).
Muchos eruditos bíblicos, tanto conservadores como liberales, “están de acuerdo en que todo el capítulo 11 hasta este punto contiene predicciones sorprendentemente exactas acerca del panorama de acontecimientos desde el reinado de Ciro ... hasta el fracasado intento de Antíoco Epífanes de acabar con la fe judía” (ibídem).
Interpretación de las pruebas proféticas
No obstante, estos mismos eruditos no concuerdan en cuanto al significado de los pasajes proféticos de la Biblia. Hablando acerca de los dos puntos de vista, el comentarista Gleason L. Archer dice que para los eruditos conservadores “este patrón de profecía y cumplimiento [sirve como] una fuerte prueba de la inspiración y autoridad divinas de las Escrituras hebreas, ya que sólo para Dios sería posible predecir el futuro y hacer que su plan, tal como fue anunciado, fuera cumplido en forma precisa. Para los racionalistas, no obstante, quienes empiezan con la premisa de que no existe un Dios personal ... no hay posibilidad de un cumplimiento genuino de la profecía ... Todos los casos bíblicos de profecías cumplidas deben ser considerados como un fraude piadoso en el cual sólo después de que el suceso se llevó a cabo se inventó el cuento acerca de su predicción ... Así es cómo los racionalistas explican todas las partes proféticas de la Biblia. Para ellos no puede haber tal cosa como la revelación divina de acontecimientos futuros. De otra forma, tendrían que abandonar su posición fundamental y reconocer la posibilidad de que exista lo sobrenatural, tal como lo demuestra el cumplimiento detallado de acontecimientos predichos por un profeta de Dios con más de 360 años de anticipación, como en el caso de Daniel” (ibídem, pp. 143-144).
¿Captamos todo el significado de esta última frase? Los que niegan la validez de la profecía bíblica lo hacen porque no quieren admitir la posibilidad de que exista lo sobrenatural; niegan la existencia de un Dios que puede predecir acontecimientos con gran acopio de detalles.
Algunos ateos confiesan que han adoptado su punto de vista simplemente porque no quieren que Dios les diga cómo vivir. Por ejemplo, el novelista y ensayista inglés Aldous Huxley escribió lo siguiente acerca de su parcialidad: “Yo tenía motivos para no querer que el mundo tuviera un significado; por consiguiente, supuse que no tenía ninguno, y fácilmente pude encontrar razones satisfactorias para esta suposición ... El filósofo quien no encuentra significado en el mundo no lidia exclusivamente con un problema de pura metafísica; también está interesado en probar que no hay motivo válido para que él personalmente no haga lo que le plazca, o para que sus amigos no echen mano del poder político y gobiernen en la forma que les parezca más ventajosa para ellos”.
Más adelante dice: “Para mí ... la filosofía de que la vida carece de significado fue esencialmente un instrumento de liberación ... Nos opusimos a la moralidad porque interfería con nuestra libertad sexual...” (Ends and Means [“Fines y medios”], 1937, pp. 270, 272-273).
¡Cuán claramente lo expresó! La gente niega la autoridad de la Biblia porque no quiere que Dios le diga cómo vivir. Pero a nadie le servirá semejante actitud cuando tenga que enfrentarse al juicio de Jesucristo, porque “de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio” (Mateo 12:36).
Hace más de 1900 años el apóstol Pablo se dirigió a algunas personas en la ciudad de Atenas que pensaban en forma semejante: “Por cuanto [Dios] ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón [Jesucristo] a quien designó” (Hechos 17:31). El tiempo del juicio vendrá con toda seguridad, y Dios mostrará su misericordia al abrirles el entendimiento a todas estas personas para que cada una en lo individual tenga la oportunidad de aprender, comprender y seguir los caminos de su Hacedor.