Jesús no fue crucificado un viernes ni resucitó un domingo

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Jesús no fue crucificado un viernes ni resucitó un domingo

Casi dos mil millones de personas que profesan el cristianismo creen que Jesucristo fue crucificado y sepultado en la tarde del Viernes Santo y que volvió a la vida en la alborada del Domingo de Resurrección, es decir, un día y medio más tarde.

Pero cuando comparamos esto con lo que Jesús mismo afirmó con respecto al lapso que iba a estar en el sepulcro, nos encontramos con una enorme contradicción. Él dijo: “Como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches” (Mateo 12:40).

El contexto en el que Jesús pronunció estas palabras es muy importante. Los escribas y fariseos estaban exigiendo una señal milagrosa como prueba de que él era realmente el tan esperado Mesías. “Él respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás” (v. 39).

Esta fue la única señal que Jesús les daría para corroborar que era el Mesías profetizado: “Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches”.

La cronología tradicional no tiene sentido

Los evangelios son muy explícitos al afirmar que Jesús murió y que su cuerpo fue colocado apresuradamente en el sepulcro hacia el final de la tarde, justo antes de la puesta del sol, cuando estaba por comenzar un día santo (Juan 19:30-42).

De acuerdo con la cronología tradicional, de la puesta del sol del viernes hasta la puesta del sol del sábado hay una noche y un día. Del sábado por la noche hasta el amanecer del domingo hay otra noche, lo que da un total de dos noches y un día. Entonces, ¿de dónde sacamos otra noche y dos días más para completar los tres días y las tres noches que Jesús dijo que estaría en el sepulcro?

Sin duda alguna, esto es un problema serio. La mayoría de los teólogos y eruditos religiosos tratan de justificarse argumentando que cualquier porción de un día o de una noche cuenta como un día o una noche completos. Así, dicen ellos, los minutos finales del viernes equivalen al primer día, todo el día sábado equivale al segundo, y los primeros minutos del domingo equivalen al tercer día.

Suena razonable, ¿no le parece? Pero el problema es que simplemente no cuadra. Si tal explicación fuese válida, tendríamos tres días y sólo dos noches.

Además, en Juan 20:1 se nos dice que “el primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro”.

¿Capta usted el problema en este punto? Juan nos dice que aún estaba oscuro cuando María fue a la tumba el domingo y la encontró vacía. Antes del amanecer Jesús ya había resucitado. Eso quiere decir que no estuvo en el sepulcro en ningún momento de la parte diurna del domingo, así que éste no puede contarse como parte de los tres días y las tres noches.

Eso nos deja, cuando mucho, con parte del día viernes, toda la noche del viernes, la parte diurna completa del sábado, y la mayor parte de la noche del sábado. Todo ello suma un día entero y parte de otro, más una noche completa y la mayor parte de otra noche. A todo esto aún le falta por lo menos un día y una noche completos si creemos lo que Jesús dijo acerca del tiempo que iba a permanecer en el sepulcro.

Es evidente que algo no encaja bien. O Jesús se equivocó al decir el lapso que estaría en el sepulcro, o la cronología tradicional del Viernes Santo y el Domingo de Resurrección está errada por cuanto no concuerda con la Biblia.

Obviamente, ambas cronologías no pueden ser ciertas. ¿Cuál de ellas es, entonces, la correcta?

El tiempo según Dios

La fórmula para entender la cronología correcta de la crucifixión y resurrección de Jesucristo se basa en conocer cómo marca Dios el comienzo y el final de los días, y también el calendario de las fiestas bíblicas que coincidieron con estos sucesos.

En primer lugar, debemos darnos cuenta de que Dios no comienza ni termina los días a la medianoche, como lo hacemos nosotros. Este es un método de origen humano. En Génesis 1:5 se nos dice claramente que, para Dios, los días empiezan en la tarde y terminan en la siguiente tarde: “Y fue la tarde [la porción nocturna] y la mañana [la porción diurna] un día”. Dios repite esta fórmula en todos los seis días de la creación.

En Levítico 23, donde Dios enumera todas sus fiestas santas, especifica que deben observarse “de tarde a tarde” (v. 32), en otras palabras, de puesta de sol a puesta de sol.

Por esta razón José de Arimatea y Nicodemo, seguidores de Jesús, se apresuraron a colocar su cuerpo en el sepulcro de José, que quedaba cerca, justo antes de la puesta del sol (Juan 19:39-42). Estaba por comenzar un día santo (v. 31), cuando todo tipo de labor debía suspenderse.

Dos tipos de “días santos”

Juan nos dice en el versículo 31: “Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la Pascua, a fin de que los cuerpos [de los crucificados] no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas [para acelerar la muerte], y fuesen quitados de allí”.

En la cultura judía de ese tiempo, las labores de cocina y limpieza del hogar se hacían el día anterior al sábado para así no trabajar en el día de reposo que Dios santificó. Por eso, el día previo al sábado se conocía comúnmente como “el día de preparación”. Resulta evidente que el día en que Jesús fue crucificado y sepultado tuvo que ser la víspera de un día santo.

Pero la pregunta es: ¿Qué día santo?

La mayoría de las personas creen que Juan está hablando simplemente del día de reposo semanal, que se observaba desde la puesta del sol del viernes hasta la puesta del sol del sábado. Como la afirmación de Juan aquí parece muy clara, la mayoría supone que Jesús murió y fue sepultado un viernes, y de allí se deriva la tradicional creencia de que fue crucificado y murió el “Viernes Santo”.

Tal parece que son muy pocos los que entienden que en la Biblia se habla acerca de dos tipos de días santos: primero, el sá- bado, el séptimo día de cada semana (que no debe confundirse con el domingo, que en realidad es el primer día de la semana); y segundo, los siete días santos anuales que se mencionan en Levítico 23 y en varios otros pasajes bíblicos, los cuales pueden caer en cualquier día de la semana.

Debido a que el cristianismo tradicional abandonó hace mucho la celebración de estas fiestas bíblicas anuales (además del sábado semanal), por muchos siglos la gente no ha podido reconocer que los evangelios claramente nos revelan cuándo Jesús fue crucificado y cuándo resucitó. Esto, a su vez, nos permite entender por qué tanto el “Viernes Santo” como el “Domingo de Resurrección” jamás ocurrieron como comúnmente se cree.

El apóstol Juan explícitamente nos dice que el día santo que comenzó a la puesta del sol inmediatamente después de la sepultura de Jesús era uno de estos días santos anuales. Fijémonos en Juan 19:31, donde se menciona que “aquel día de reposo era de gran solemnidad”, expresión que se usaba para diferenciar los siete días santos anuales del día de reposo que ocurría cada sábado.

¿Cuál era, entonces, ese día “de gran solemnidad” que comenzó inmediatamente después de la apresurada sepultura de Jesús?

Los evangelios nos dicen que la noche previa a la condena y crucifixión de Jesús, él celebró la Pascua con sus discípulos (Mateo 26:19-20; Marcos 14:16-17; Lucas 22:13-15). Esto significa que fue crucificado en el día mismo de la Pascua.

En Levítico 23, donde se detallan las fiestas de Dios, leemos que el día después de la Pascua comienza un nuevo festival, la Fiesta de los Panes sin Levadura (vv. 5- 6). Refiriéndose específicamente a esta fiesta dice: “El primer día tendréis santa convocación; ningún trabajo de siervos haréis” (v. 7).

Este es el primero de los días santos anuales de Dios. Es el día “de gran solemnidad” al cual se refirió Juan. Varios comentarios, enciclopedias y diccionarios bíblicos hacen notar que aquí Juan se estaba refiriendo a un día santo anual en lugar del día de reposo que ocurre cada sábado.

La Pascua comenzó a la puesta del sol y concluyó a la puesta del sol del día siguiente. Jesús comió la cena pascual con sus discípulos y fue arrestado más tarde esa misma noche. Unas horas más tarde, después del amanecer, fue interrogado por Poncio Pilato, crucificado y luego sepultado apresuradamente justo antes de la próxima puesta de sol, cuando terminaba la Pascua y comenzaba el día “de gran solemnidad”, es decir, el primer día de la Fiesta de los Panes sin Levadura.

En Levítico 23 se especifican el orden y la fecha de estos días, y los evangelios confirman el orden de los acontecimientos a medida que ocurrieron.

Crucificado un miércoles, no un viernes

Existen varios programas de computador que nos permiten calcular en cualquier año determinado la fecha de la Pascua y las demás fiestas bíblicas. Estos programas muestran que en el año 31 de nuestra era, año en que murió Jesucristo, la cena pascual se comió el martes en la noche y que la puesta del sol del miércoles marcó el comienzo del día “de gran solemnidad”, el primer día de la Fiesta de los Panes sin Levadura.

En consecuencia, Jesús murió y fue sepultado un miércoles por la tarde, no un viernes.

¿Es posible encontrar más pruebas de esto en los evangelios? ¡Desde luego que sí!

Examinemos un detalle que rara vez se tiene en cuenta: “Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle” (Marcos 16:1).

En esos tiempos, si el cuerpo de un ser querido era colocado en un sepulcro en lugar de ser enterrado, era habitual que los amigos y familiares pusieran especias aromáticas en el sepulcro junto al cadáver para neutralizar las emanaciones de la descomposición del cuerpo.

Como el cuerpo de Jesús había sido colocado en el sepulcro justo antes del comienzo de ese día de reposo anual, las mujeres no habían tenido tiempo de comprar especias. Además, no pudieron haberlas comprado durante el día santo, ya que las tiendas estaban cerradas. Por ello, dice Marcos, compraron las especias “cuando pasó el día de reposo”.

Pero observemos otro detalle muy revelador en Lucas 23:55-56: “Y las mujeres que habían venido con él desde Galilea, siguieron también, y vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo. Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento”.

¿Capta usted el problema? Marcos afirma claramente que las mujeres compraron las especias después del sábado: “cuando pasó el día de reposo”. Lucas nos dice que las mujeres prepararon las especias y aceites fragantes, después de lo cual “descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento”.

Por lo tanto, compraron las especias después del día de reposo, y las prepararon antes del día de reposo. Hay una evidente contradicción entre los relatos de ambos evangelios, ¡a menos que se esté hablando de dos días de reposo!

De hecho, cuando entendemos que se trata de dos días de reposo distintos, ya no existe ninguna contradicción.

Marcos nos dice que después del día “de gran solemnidad”, es decir el día santo anual que comenzó el miércoles a la puesta del sol y terminó el jueves a la misma hora, las mujeres compraron las especias para ungir el cuerpo de Jesús. Lucas nos dice que entonces ellas prepararon las especias —labor que debió haberse realizado el viernes— y que después “descansaron el día de reposo [el día de reposo semanal, que se guardaba desde la puesta del sol del viernes hasta la puesta del sol del sábado], conforme al mandamiento”.

Cuando comparamos los detalles en ambos relatos, claramente podemos observar que se está hablando de dos días santos distintos, separados por un día de trabajo. El primero era un día “de gran solemnidad”: el primer día de la Fiesta de los Panes sin Levadura, que cayó en un jueves. El segundo era un día de reposo normal: el sábado, séptimo día de la semana. (En el recuadro adjunto hemos enumerado estos sucesos día por día.)

El texto griego de los evangelios también nos permite ver claramente que en estos relatos se mencionan dos días santos. En Mateo 28:1, donde Mateo escribe que las mujeres fueron al sepulcro “pasado el día de reposo”, la palabra griega que corresponde a la frase “día de reposo” es plural, de manera que una traducción más acertada podría ser “pasados los días de reposo”.

¿Cuándo resucitó Jesús?

Hemos visto, pues, que Jesucristo fue crucificado y sepultado un miércoles, justo antes del comienzo de un día santo anual, no del día de reposo semanal (el sábado). Siendo así, ¿cuándo resucitó entonces?

Como lo explicamos anteriormente, en Juan 20:1 se nos dice que “el primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro”. El sol todavía no había salido —aún era oscuro, nos dice Juan— cuando María encontró el sepulcro vacío.

Por lo tanto, es obvio que Jesús no resucitó al despuntar la mañana del domingo. Entonces, ¿cuándo resucitó? La respuesta es muy sencilla si nos limitamos a leer los evangelios —y las palabras del mismo Jesucristo— y simplemente aceptamos lo que nos dicen.

Jesús dijo: “Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches” (Mateo 12:40).

Él fue sepultado —su cuerpo fue depositado “en el corazón de la tierra”— justo antes de la puesta del sol de un día miércoles. Todo lo que hay que hacer es contar los días. Un día y una noche nos llevan a la puesta del sol del jueves. Otro día y otra noche nos llevan a la puesta del sol del viernes. Y un tercer día y una tercera noche nos llevan a la puesta del sol del sábado.

De acuerdo con las palabras del mismo Jesús, él resucitaría tres días y tres noches después de su sepultura, alrededor de la misma hora, es decir, a la puesta del sol. ¿Concuerda esto con las Escrituras? Sí, porque como leí- mos, él ya había resucitado y abandonado el sepulcro cuando María llegó el domingo por la mañana, “siendo aún oscuro”.

Aun cuando no había nadie en los alrededores para presenciar su resurrección (que se llevó a cabo dentro de un sepulcro custodiado por guardias armados), las propias palabras de Jesús y los detalles registrados en los evangelios comprueban que tuvo que haber ocurrido tres días y tres noches después de ser sepultado, cerca de la puesta del sol, al final del sábado.

Por mucho que se esfuerce uno, es imposible contar tres días y tres noches entre una sepultura el viernes por la tarde y una resurrección el domingo por la mañana. Por inverosímil que pueda parecer, la tradición del Viernes Santo y del Domingo de Resurrección no se basa en el testimonio de las Sagradas Escrituras ni concuerda con los hechos verdaderos. Sin embargo, cuando examinamos todos los detalles registrados en los evangelios y los comparamos con las palabras de Jesús mismo, podemos ver la verdad, y todo encaja a la perfección.

Las palabras del ángel, que tanto asombraron a las mujeres en el sepulcro vacío, fueron absolutamente ciertas: “No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo” (Mateo 28:5-6).

No se aferre a tradiciones e ideas religiosas que no se basan en el testimonio de las Escrituras. Asegúrese de que sus propias creencias y prácticas estén firmemente enraizadas en las enseñanzas de la Biblia. ¿Está usted dispuesto a comprometerse a adorar a Dios conforme a la verdad bíblica y no de acuerdo con las tradiciones humanas?