¿Está engañado todo el mundo?

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Si usted fuera el diablo y quisiera engañar a todo el mundo, ¿cómo lo haría?

Tal vez lo primero sería convencer a las personas de que usted no existe y que la única fuente de información que revela sus intenciones y métodos no es nada más que una colección de fábulas que no tiene nada que ver con la vida real.

Eso es exactamente lo que hemos visto. Desde hace siglos, e impulsadas por las teorías de hombres como Carlos Darwin —quienes se las ingeniaron para explicar la creación sin necesidad de un Creador— muchas personas empezaron a dudar de la autoridad y la inspiración de la Biblia. Comenzaron a ridiculizarla diciendo que la existencia del mundo espiritual, algo que por siglos había sido aceptado sin discusión por quienes creían en la Biblia, era tan sólo mito y superstición.

En las universidades de renombre mundial los escépticos pusieron en duda la validez y la confiabilidad de la Biblia, y el razonamiento científico —basado en gran parte en el rechazo de todo aquello que no pueda ser captado por los sentidos físicos— se convirtió en la doctrina más popular. A varias generaciones de líderes se les enseñó que debían desechar todo aquello que no pudiera ser comprobado por métodos científicos.

Luego ocurrieron dos guerras mundiales. Dos generaciones sucesivas vieron cómo sus padres, abuelos e hijos perdieron la vida en sangrientas batallas en lejanas partes del mundo, sin que con ello se lograra alcanzar una paz duradera. Las víctimas civiles también fueron numerosísimas, con la pérdida de decenas de millones de vidas. Aturdidos ante la destrucción masiva no sólo de vidas humanas sino de propiedades materiales, muchos perdieron su fe en Dios pensando que un ser todopoderoso nunca habría permitido semejante maldad y sufrimiento.

Así, en muy pocas generaciones quedaron destrozadas la creencia en un Dios todopoderoso y amoroso, y la confianza en la Biblia como su revelación a la humanidad.

En el mundo moderno, aunque muchas personas todavía afirman creer en Dios, muy pocas toman en serio sus creencias hasta el punto de permitir que sean éstas las que rijan sus vidas. La Biblia, a pesar de ser un perenne éxito de librería, es uno de los libros menos leídos y, de hecho, muy pocos lo entienden. Muchas personas creen que la Biblia y el mundo espiritual no tienen nada que ver con ellos ni con sus vidas.

Aunque la religión debería ser una fuente del entendimiento de Dios y del mundo espiritual, con frecuencia no es más que otra fuente de confusión y desacuerdo. Por ejemplo, el cristianismo es la religión más grande de todas, ya que lo profesa la tercera parte de la población mundial. Pero está dividida en miles de sectas, muchas de las cuales afirman representar y seguir las verdaderas enseñanzas de la Biblia y de Jesús.

Por supuesto, nunca en la historia de la humanidad los cristianos han sido la mayor parte de la población mundial. Durante los últimos 2.000 años muchas personas han seguido una asombrosa variedad de dioses, gurús y maestros religiosos. Algunos han creído en el Dios de la Biblia, otros en varios espíritus buenos y malignos, y otros no han creído en ningún dios ni en nada del mundo espiritual.

Obviamente, todas estas ideas contradictorias no pueden ser correctas. El Dios de la Biblia no es Dios de confusión (1 Corintios 14:33). El efecto de tanta división y confusión religiosa es exactamente lo que uno esperaría de este ser que en la Biblia se menciona como aquel que “engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9). Mucha gente no cree para nada en el diablo; y muchos de los que suponen que existe no están seguros de lo que deben creer, ya que tantas enseñanzas religiosas son confusas y contradictorias.

La mayoría de las personas son muy sinceras en cuanto a sus creencias. Pero como las creencias de algunos cristianos son diferentes y se contradicen con las creencias de otros que también afirman ser cristianos, no pueden estar en lo cierto todos ellos. Muchos son sinceros, pero están sinceramente equivocados; al igual que el resto de la humanidad, han sido engañados. Para los que profesan ser cristianos, ¿cuáles son, entonces, las implicaciones que tienen el engaño de Satanás y la confusión que resulta de esto?

Jesús desafió a las personas que en su época, a pesar de ser sinceras, estaban engañadas: “¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lucas 6:46).

Les advirtió a sus seguidores que se mantuvieran alerta ante el engaño religioso. “Mirad que nadie os engañe” fue su exhortación en Mateo 24:4. Jesús profetizó que vendrían dirigentes religiosos que afirmarían representarlo a él, pero que en realidad serían impostores que engañarían “a muchos” (v. 5).

En lugar de ser una fuente de información y de entendimiento acerca de este ser malévolo y perverso —el espíritu que es enemigo de la humanidad— ¡la religión de hecho ha sido uno de los recursos más grandes que el diablo ha utilizado para engañar al mundo!