La profecía y la explosión demográfica

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La profecía y la explosión demográfica

Según los cálculos de los expertos, se necesitaron cerca de 1.900 años para que la población mundial pasara de 250 millones de personas (cifra estimada en la época de Jesucristo) y llegara a 1.500 millones (a comienzos del siglo 20). En el siglo 20 esta cifra se cuadruplicó, de manera que hemos llegado a la impresionante cifra de seis mil millones de personas. A pesar de los esfuerzos en el control de la natalidad, la población mundial continúa aumentando rápidamente.

Un análisis de esta tendencia nos ayuda a entender por qué muchos están preocupados. Según la División de Población de las Naciones Unidas, se necesitaron 123 años para que la población de mil millones de personas se incrementara a dos mil millones. Luego, en solamente 33 años se llegó a los tres mil millones; y en 14 años se alcanzó la cifra de los cuatro mil millones. Lo que ocurrió después fue que en 13 años llegamos a cinco mil millones; y ahora, tan sólo en 11 años, hemos alcanzado la impresionante cifra de seis mil millones de seres humanos.

A partir de ahora, se estima que cada 10 años tendremos por lo menos mil millones más de personas. De acuerdo con esta tasa de crecimiento, la población mundial se duplicará en unos 50 años.

¿Qué implica todo esto? ¿Contamos con los recursos suficientes para mantener esta superpoblación sin que tengamos que afrontar nefastas consecuencias?

El medio ambiente

Actualmente la tierra ya muestra graves consecuencias por este rápido aumento de la población y el consumo de los recursos naturales. En 1989 la industria pesquera experimentó una disminución en el número de peces obtenidos en las pescas en los océanos, y esta tendencia se ha mantenido. Hay una disminución de las reservas de metales, combustibles derivados del petróleo, bosques, tierras cultivables, agua potable y especies naturales.

La contaminación se ha disparado en todo el mundo, y escasamente podemos hablar de algún sitio cuyo aire, agua y suelo no estén contaminados. Esta no es una perspectiva pesimista; es lo que continuamente informan organizaciones como la Cruz Roja Internacional y las Naciones Unidas.

Tal vez en los Estados Unidos, Japón y los países europeos no existe gran preocupación, ya que cuentan con recursos para afrontar las consecuencias más graves de este aumento de la población. Pero estas naciones representan únicamente la sexta parte de la población mundial, unos mil millones de personas. El resto de la humanidad se encuentra en condiciones mucho peores.

Habrá escasez de alimentos

El dramático incremento en la población ha creado grandes presiones en todos los sistemas políticos, militares, económicos y sociales del mundo. Algunas organizaciones de socorro internacional consideran que hay ciertos lugares del África donde se padece crónicamente de hambre.

La explosión demográfica no es solamente un problema de cantidad sino también de calidad, debido a que existen diferencias en los niveles de vida. Mientras la tasa de crecimiento en las naciones industrializadas ha descendido vertiginosamente, en las regiones en vías de desarrollo todavía se mantiene muy alta.

Se calcula que más del 95 por ciento del aumento de la población ocurrirá en los 130 países más pobres del planeta. Cerca de la cuarta parte de la humanidad tiene que subsistir con el equivalente de menos de un dólar al día. Y este grupo está aumentando rápidamente. La mitad de toda la población mundial está concentrada en China (1.200 millones), India (1.000 millones) y África (800 millones).

A medida que la población aumenta, también aumentan las tensiones en las ciudades y entre las naciones. Y a medida que las personas se ven obligadas a vivir en sitios malsanos y abarrotados, el crimen, la violencia y las enfermedades también aumentan.

Según las estadísticas de 1990 de las Naciones Unidas, la ciudad más populosa de todas era Tokio, con 25 millones de personas, seguida por Nueva York, con 16 millones. Pero los expertos calculan que en 15 años las ciudades más grandes estarán situadas en naciones más pobres, tales como Bombay, en la India, con 28 millones; Lagos, en Nigeria, con 24 millones; Shangai, en la China, con 23 millones; y México y São Paulo, con 20 millones cada una. ¿Podrán estas empobrecidas ciudades continuar proveyendo los servicios básicos y asegurar la paz a medida que disminuyan sus recursos?

La profecía se cumple

¿Qué tiene que ver todo esto con la profecía? Primero, según lo que se nos describe en el Apocalipsis, en el tiempo del fin un enorme ejército procedente del oriente del río Éufrates cruzará el río para desencadenar una guerra mundial desastrosa: “El sexto ángel tocó la trompeta, y oí una voz . . . diciendo al sexto ángel que tenía la trompeta: Desata a los cuatro ángeles que están atados junto al gran río Éufrates. Y fueron desatados los cuatro ángeles que estaban preparados para la hora, día, mes y año, a fin de matar a la tercera parte de los hombres. Y el número de los ejércitos de los jinetes era doscientos millones” (Apocalipsis 9:13-16).

Para que esta profecía se pueda cumplir es necesario que primero existan miles de millones de personas en la tierra y que una región como el Asia pueda tener un ejército de 200 millones de soldados. Hasta mediados del siglo 20, los chinos y otros asiáticos juntos no alcanzaban a tener sino la mitad de este número. Pero ahora, por primera vez en la historia, ellos pueden reunir semejante fuerza militar.

De la misma forma en que la población mundial se multiplicó en el siglo 20, también ocurrió lo mismo con el conocimiento, impulsado por las comunicaciones, los viajes y la tecnología. Fácilmente vemos el cumplimiento de la profecía que Dios le dio a Daniel: “Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará” (Daniel 12:4).

Nosotros damos por sentadas muchas cosas como el número y la rapidez de los viajes internacionales, las computadoras, el Internet y la explosión del conocimiento, pero todas estas cosas sólo estuvieron a nuestra disposición hacia finales del siglo 20.

El paralelo con los días de Noé

La predicción del rápido incremento de la población está estrechamente relacionada con las circunstancias de la época de Noé. Jesús comparó la sociedad de los días de Noé con la que existirá en el tiempo del fin: “Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:37-39).

Las personas de la época de Noé no se dieron cuenta de que ese juicio divino se estaba llevando a cabo debido precisamente a sus pecados. La Biblia nos dice que la tierra estaba llena de violencia y de corrupción, y que por esta razón Dios trajo el diluvio (Génesis 6:5-12).

En Génesis 6:12-13 leemos: “Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra. Dijo, pues, Dios a Noé: He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré con la tierra”.

Según las palabras de Jesús, las condiciones del tiempo del fin serán semejantes a las condiciones de los días de Noé. Vemos que nuestra época encaja perfectamente con esta descripción, pero no sabemos cuánto tiempo Dios en su paciencia nos va a dar antes de intervenir en nuestros asuntos. Él profetizó que va a castigar a los habitantes de la tierra por sus malas acciones y va a establecer su reino de paz. El apóstol Pedro nos recuerda que “Dios esperaba con paciencia mientras se construía el arca” (1 Pedro 3:20, Nueva Versión Internacional).

La explosión demográfica es una realidad patente. Pero son muy pocas las personas que se dan cuenta de que estas circunstancias nos están conduciendo al cumplimento de las profecías del fin de nuestra era, lo que traerá finalmente las soluciones para este mundo atribulado que sólo Dios en su misericordia puede proveer.