Sepultando el pasado
Así como Dios ya no nos asocia más con nuestros pecados pasados, así mismo debemos dejar nuestro pasado detrás de nosotros. Con nuestros viejos pecados ahora ya sepultados en la tumba, representado por el bautismo, nosotros no debemos volver al pasado a desenterrarlos. Si consideramos el simbolismo que esto envuelve, equivaldría a saquear una tumba.
Continuar preocupándose por los pecados del pasado puede parecer como si fuera arrepentimiento. Pero eso es solamente mortificarse. La verdad es que Dios quiere arrepentimiento, no pesadumbre. Él no quiere que nos castiguemos a nosotros mismos una vez que él nos ha perdonado. Dios no quiere que volvamos a traer viejos pecados a su presencia porque continuamos siendo consumidos pensando en ellos. Él quiere que confiemos en él y en su deseo de perdonarlos y olvidarlos completamente. Olvidar puede parecer imposible para la gente, pero Dios obra este milagro en nuestras vidas removiendo completamente nuestros pecados pasados cuando nos arrepentimos. Después de perdonarlos, esos pecados ya dejan de existir para Dios. Una vez más, “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones” (Salmos 103:12).
Necesitamos aprender de nuestros errores. Pero una vez que hemos hecho eso, necesitamos dejarlos enterrados en el pasado. Hemos de andar “en vida nueva” (Romanos 6:4). Quien actúa así, ante los ojos de Dios, se convierte en una nueva persona, alguien completamente perdonado como si nunca hubiese pecado. ¡Qué maravilloso milagro que Dios hace a través del arrepentimiento y el perdón!
Es importante que nos veamos a nosotros mismos desde esta perspectiva y que nos enfoquemos en el futuro, no en el pasado. Pablo expresó el concepto de esta manera en Filipenses 3:13-14: “una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.
Al darnos cuenta de cuán completo es el perdón de Jesucristo a través de su perfecto sacrificio, tenemos que mirar hacia adelante para mantener el rumbo correcto. Se nos dice en Hebreos 10:22: “acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe, interiormente purificados de una conciencia culpable y exteriormente lavados con agua pura” (NVI). Una conciencia pura es uno de los más maravillosos regalos que Dios da a sus hijos.