El perdón sí es posible

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El apóstol Pablo escribió lo siguiente al pueblo de Dios: “Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes” (Colosenses 3:12-13, Nueva Versión Internacional)

Para la mayoría de las personas perdonar no es fácil. Nuestro instinto natural es replegarnos y escudarnos, tomar represalias y desquitarnos. Por naturaleza no nos sobra misericordia, gracia ni indulgencia cuando se nos agravia.

El apóstol Juan habló del gran amor de Dios por nosotros y el sacrificio de Jesucristo para pagar esta pena por nuestros pecados, haciendo posible el perdón.

La purificación del pecado y la reconciliación con Dios es por la sangre derramada de Jesucristo, nuestro Salvador

Pedro, discípulo y amigo de Jesús, conocía lo insondable del perdón de Dios. Al jurar lealtad a su Maestro, prometió que nunca lo abandonaría durante su hora de angustia. No obstante, Jesús conocía su corazón y sabía que no estaba preparado para cumplir semejante promesa. El apóstol era aún muy débil y demasiado humano.

Jesús tiene un profundo y vehemente deseo de ayudar a la humanidad para compartir la eternidad con él.

Es importante que nos veamos a nosotros mismos desde esta perspectiva y que nos enfoquemos en el futuro, no en el pasado.

Sin importar quién sea usted, ni qué haya hecho en el pasado, el verdadero perdón está a su alcance. No tiene por qué vivir avergonzado o atemorizado. Dios le ofrece la voluntad y el poder para arrepentirse sinceramente delante de él y quedar limpio de sus pecados.