Las buenas nuevas del Reino de Dios
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Las buenas nuevas del Reino de Dios
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“Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:14-15).
Jesucristo vino como un mensajero, y el mensaje que trajo fueron las buenas noticias del Reino de Dios. Cuando leemos los escritos de Mateo, Marcos y Lucas, esto es algo que resalta claramente. En el Evangelio de Lucas encontramos las propias palabras de Jesús, quien describió su misión de esta manera: “Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado” (Lucas 4:43).
Marcos nos relata que Jesús, al principio de su ministerio, “vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios” (Marcos 1:14).
El Evangelio de Mateo nos dice: “Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado . . . Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo” (Mateo 4:17, Mateo 4:23).
En Lucas 8:1 encontramos la confirmación de que, efectivamente, Jesús cumplió la misión que le había sido encomendada: “Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios . . .”
Desde el comienzo, el mensaje acerca del Reino de Dios fue el fundamento y la esencia de las enseñanzas de Jesús. La expresión Reino de Dios se menciona más de 50 veces en los cuatro evangelios. Sin lugar a dudas, el mensaje que Jesús proclamó fueron las buenas noticias de este reino.
A otros se les encomendó divulgar este mensaje
En lo que se refiere a los discípulos de Jesús, ¿quién les ordenó que predicaran? “Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades. Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos” (Lucas 9:1-2).
Más adelante, instruyó a otros para que ellos también proclamaran el mismo mensaje: “Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir”. Les ordenó que anunciaran a la gente: “Se ha acercado a vosotros el reino de Dios” (Lucas 10:1, Lucas 10:9).
El tema central del ministerio de Jesús fue claramente el Reino de Dios. En su famoso Sermón del Monte, Jesús encaminó a sus seguidores hacia el Reino de Dios, diciendo: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos . . . Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3, Mateo 5:10).
Jesús les dijo que para entrar en ese reino era preciso que obedecieran la ley de Dios: “De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos. Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (vv. 19-20). También recalcó la importancia de someterse a la voluntad de Dios: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21).
Cuando Jesús enseñó a sus discípulos a orar, les indicó que una de las peticiones más importantes debía ser: “Venga tu reino” (Mateo 6:10). También les mandó que buscaran “primeramente el reino de Dios y su justicia” (v. 33). Entrar en el Reino de Dios debe ser lo más importante en nuestra vida.
En muchas ocasiones él se valió de parábolas para ilustrar diferentes aspectos del reino (Mateo 13, 20, 22, 25; Lucas 13, 19). Pocas horas antes de su crucifixión, Jesús les dijo a sus discípulos que no volvería a participar de los símbolos de la Pascua “hasta que se [cumpliera] en el reino de Dios” (Lucas 22:15-18). Luego, después de su muerte y resurrección, Jesús se les apareció a sus discípulos durante 40 días y, según podemos leer en Hechos 1:3, continuaba “hablándoles acerca del reino de Dios”.
¿Cuál fue el mensaje que predicaron los discípulos de Jesús?
Jesucristo no fue el único que predicó este mensaje. Aun antes de que él comenzara su ministerio, Juan el Bautista había exhortado a las personas para que se arrepintieran, diciéndoles: “El reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:2).
Como hemos visto, el tema principal del ministerio de Jesús era el Reino de Dios. Luego, después de su crucifixión, los discípulos siguieron sus instrucciones y continuaron proclamando aquel mensaje. Naturalmente, la vida, el sacrificio y la resurrección de Jesús eran aspectos muy importantes del mensaje que enseñaron los apóstoles. Por ejemplo, Pedro habló de estas cosas en el sermón que predicó el día en que comenzó la Iglesia con la milagrosa venida del Espíritu Santo (Hechos 2:22-24, Hechos 2:36).
Más adelante, Pedro ahondó en el tema del Reino de Dios. Por ejemplo, en 2 Pedro 1:10-11 leemos lo siguiente: “Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada enel reino eternode nuestro Señor y Salvador Jesucristo”.
Nótese también que como resultado del mensaje que Felipe predicó acerca del Reino de Dios, muchas personas fueron bautizadas: “Cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres” (Hechos 8:12).
El apóstol Pablo también proclamó el Reino de Dios
¿Qué podemos decir acerca de Pablo? En el libro de los Hechos leemos que en los primeros años de su ministerio, mientras establecía congregaciones en diferentes ciudades, él fortalecía “los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hechos 14:22). Y más tarde, en Éfeso, “entrando Pablo en la sinagoga, habló con denuedo por espacio de tres meses, discutiendo y persuadiendo acerca del reino de Dios” (Hechos 19:8).
Al referirse a la enseñanza que impartió en Corinto, Pablo la describió como referente al “reino de Dios” (1 Corintios 4:20), y en Colosenses 4:11 aludió a sus compañeros como “los únicos” que le ayudaban “en el reino de Dios”. Y en los últimos días de su ministerio, cuando Pablo se hallaba bajo arresto domiciliario en Roma, recibía visitantes “a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde”. Y es muy interesante lo que nos dice a continuación: que se basaba en la ley de Moisés y en los profetas para predicar acerca de Cristo y del Reino de Dios (Hechos 28:23).
Las enseñanzas de Pablo han sido frecuentemente tergiversadas y se ha dicho que él se limitó a predicar sobre la vida, muerte y resurrección de Cristo. La realidad, sin embargo, es que Pablo predicó un mensaje en el que estaban presentes tanto Jesucristo como el Reino de Dios. Los últimos versículos del libro de los Hechos nos lo demuestran claramente: “Y Pablo permaneció dos años enteros . . . predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento” (vv. 30-31).
Aquellos que siguieron el camino de Jesucristo enseñaron el mismo mensaje que él enseñó. El libro de los Hechos y las cartas que los apóstoles escribieron a la Iglesia primitiva son la prueba de que ellos enseñaron acerca del Reino de Dios.
El evangelio antes de Jesucristo
Muchos dan por sentado que el primero que introdujo el tema del evangelio fue Jesús, durante el tiempo de su ministerio; sin embargo, en Apocalipsis 14:6 se nos dice que este mensaje es mencionado como “el evangelio eterno”, lo que nos demuestra que existía desde mucho antes de la predicación de Jesús.
En Hebreos 3:16-19 podemos leer acerca de la incredulidad de Israel y del trágico fin de todos aquellos que no pudieron entrar en la Tierra Prometida. En Hebreos 4:2 la narración continúa: “Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos”. Israel oyó el evangelio, pero fracasó debido a su falta de fe y desobediencia (v. 6).
Siglos antes, también el patriarca Abraham había oído el evangelio (Gálatas 3:8). Estos pasajes nos confirman que el evangelio había sido proclamado antes de que Jesús lo anunciara.
Jesús nos describe cómo, a su regreso, recompensará a todos aquellos que hayan seguido fielmente los caminos de Dios. Por esto sabemos que el Reino de Dios ha sido planeado con mucha anterioridad: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mateo 25:34).
Desde el principio, las buenas noticias del glorioso futuro de la humanidad han sido parte del plan de Dios. También desde el comienzo estaba planeado el papel que desempeñaría Jesucristo en dicho plan, incluyendo el sacrificio que pagaría por los pecados de la humanidad (Apocalipsis 13:8; 1 Pedro 1:18-20). Estas fueron las buenas nuevas que Abraham recibió: que por medio de un descendiente suyo, Jesucristo, todas las naciones serían bendecidas (Gálatas 3:8, 16).
Antes de Jesucristo, muy pocos entendieron
Aun antes de que Jesucristo realizara su ministerio, los siervos de Dios predicaron acerca de su reino venidero. El rey David, en algunos de los salmos, habló de la futura realidad del Reino de Dios. En Salmos 145:10-13 escribió: “Te alaben, oh Eterno, todas tus obras, y tus santos te bendigan. La gloria de tu reino digan, y hablen de tu poder, para hacer saber a los hijos de los hombres sus poderosos hechos, y la gloria de la magnificencia de su reino. Tu reino es reino de todos los siglos, y tu señorío en todas las generaciones”.
El profeta Daniel también conocía acerca del Reino de Dios y fue inspirado a escribir acerca de su futura manifestación: “Que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán” (Daniel 7:27).
Sin embargo, a pesar de que el evangelio fue proclamado a lo largo de los siglos, muy pocos lo entendieron hasta que Jesús y sus apóstoles empezaron a declararlo al mundo.
¿Por qué sucedió esto? Como vimos en Hebreos 3:19 y Hebreos 4:2, la antigua nación de Israel no tuvo la fe necesaria para actuar de acuerdo con la voluntad de Dios. Además, el Antiguo Testamento no aportaba todos los elementos necesarios para ver el panorama total; encontramos varias referencias al Reino de Dios, pero un entendimiento más completo solo fue posible con la venida de Jesucristo, el verdadero revelador de “los misterios del reino de Dios” (Lucas 8:10).
Cuando Jesús predicó el evangelio del Reino de Dios, edificó sobre la base de lo que su Padre había planeado originalmente y que había sido revelado por los antiguos profetas. Pero como Mensajero del reino, él reveló verdades fundamentales que nunca habían sido entendidas según la perspectiva exclusiva de las profecías del Antiguo Testamento.
Uno de los aspectos menos comprendidos acerca del reino, y que en realidad no fue aclarado sino con la venida de Cristo, es el hecho de que transcurrirían muchos siglos entre su primera venida como el Cordero de Dios (Juan 1:29) y su retorno como el victorioso Rey de reyes (Apocalipsis 19:11-16). En su primera venida él cumplió una parte fundamental del evangelio: su sacrificio hizo posible el perdón de nuestros pecados, la justificación y la posibilidad de entrar en el Reino de Dios. Cuando regrese, va a establecer ese maravilloso reino.
La Biblia proclama consistentemente el Reino de Dios desde Génesis hasta Apocalipsis, y este mensaje ha sido anunciado por los siervos de Dios a través de los siglos. Resulta paradójico que hoy por hoy el aspecto menos entendido del evangelio sea el mismo que fuera explicado más clara y ampliamente en numerosas profecías del Antiguo Testamento: que el Reino de Dios será un reino literal regido por el Redentor profetizado.
Muchos suponen que la asombrosa verdad de que los seguidores de Jesucristo recibirán la vida eterna en un reino eterno hace totalmente innecesaria la existencia de un gobierno literal que rija la Tierra. Pero ¿qué nos dice la Biblia al respecto? Dejemos de lado cualquier idea preconcebida que podamos tener y creamos lo que la Palabra de Dios tan claramente nos enseña.