La resurrección
Promesa de vida después de la muerte
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La resurrección: Promesa de vida después de la muerte
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‘‘Cuando el hombre muere, ¿volverá a vivir?” (Job 14:14, Nueva Reina-Valera). Esta pregunta ha inquietado a los hombres desde tiempo inmemorial.
En la Biblia, Dios inspiró al patriarca Job no solamente para que hiciera esta importante pregunta, sino para que además la respondiera. Dirigiéndose a Dios, Job le dijo: “Todos los días de mi milicia esperaré, hasta que venga mi renovación. Entonces llamarás, y yo te responderé. Pues tú amas la obra de tus manos” (vv.?14-15, NRV). En este pasaje Job hace alusión a que los muertos volverán a vivir por medio de una resurrección.
Otros pasajes del Antiguo Testamento nos hablan de la resurrección. Por ejemplo, en Daniel 12:2 se nos habla de una época futura en la que “muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados?.?.?.”.
Pero en aquellos días el concepto de la vida eterna no se entendía en toda su plenitud. Fue necesario que Jesucristo revelara la verdad en forma más completa. Él dijo: “No se asombren de esto, porque viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz, y saldrán de allí. Los que han hecho el bien resucitarán para tener vida, pero los que han practicado el mal resucitarán para ser juzgados” (Juan 5:28-29, Nueva Versión Internacional). También declaró: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25). Por medio de Cristo nosotros tenemos la oportunidad de “resucitar para tener vida”, “porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (1 Corintios 15:22).
La maravillosa enseñanza de la resurrección, el hecho de que el hombre puede escapar del poder del sepulcro, puso al cristianismo en una categoría aparte de las demás religiones y filosofías del primer siglo. Entre las diferentes sectas del judaísmo el concepto de la resurrección era muy controvertido; algunas negaban dogmáticamente que los muertos pudieran volver a la vida, y otras decían que sí era posible (Hechos 23:8).
El mundo en que vivió Jesús, además de ser judío, se hallaba bajo la fuerte influencia cultural de dos imperios —el griego y el romano— que habían dominado sucesivamente el Cercano Oriente por muchos siglos. En las religiones griega y romana había poca esperanza para los muertos.
“Según la antigua creencia griega, y su equivalente romano, una vez que el cuerpo estaba muerto, el alma sin cuerpo tenía una existencia miserable. Tristeza, silencio y desesperanza parecían cernirse sobre la vida después de la muerte .?.?. Para los hombres de esa época, la muerte era el peor desastre” (J.B. Phillips, Ring of Truth: A Translator’s Testimony [“Con carácter de verdad: El testimonio de un traductor”], 1967, pp.?40-41).
Un diccionario bíblico nos reafirma el concepto tan desalentador de aquella época y nos dice que la resurrección de Jesucristo les dio a los hombres más que un ápice de esperanza. “Una de las características más sobresalientes de la primera predicación cristiana fue el énfasis en la resurrección. Los primeros predicadores estaban absolutamente seguros de que Jesús había resucitado y, por lo tanto, estaban seguros de que los que creyeran en él también lo harían. Esto es completamente diferente de lo que enseñaban otros maestros del mundo antiguo .?.?. El común denominador del pensamiento de aquellos tiempos, aun en el mejor de los casos, era la desesperanza ante la muerte. Sin lugar a dudas, en la fe cristiana la resurrección es de primordial importancia” (New Bible Dictionary [“Nuevo diccionario bíblico”], 1996, p.?1010).
Una verdad que hizo impacto
La fascinante verdad acerca de la resurrección de Jesús tuvo un impacto profundo y le dio ímpetu a la naciente Iglesia de Dios. En su predicación en el día en que la iglesia fue fundada, que aparece en Hechos 2, el apóstol Pedro proclamó las buenas nuevas: “Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella” (Hechos 2:22-24).
La noticia de la resurrección de Jesús de Nazaret se esparció rápidamente por toda la región. Los discípulos de Jesús, envalentonados por el Espíritu de Dios, comenzaron a predicar con mucho celo. Los que antes eran considerados como una banda de judíos renegados, pronto se convirtieron en el núcleo de una iglesia floreciente.
En esos primeros días la iglesia creció por millares (Hechos 2:41; Hechos 4:4). La joven iglesia llevaba un mensaje de esperanza: la esperanza de la vida eterna por medio de la resurrección. Por inspiración de Dios, los discípulos enseñaron que todos aquellos que se arrepintieran, fueran bautizados y recibieran el Espíritu de Dios, serían resucitados (ver Hechos 2:38 y Romanos 8:11).
La resurrección que esperaban los discípulos no tenía nada que ver con el remedo de una existencia inferior que los griegos y los romanos creían que les esperaba después de la muerte. A los discípulos se les exhortó: “Echen mano de la vida eterna” (1 Timoteo 6:19).
Antes de ser crucificado, Jesús les había dicho: “Porque yo vivo, vosotros también viviréis” (Juan 14:19). Jesús también compartió con sus discípulos su plan para la humanidad: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). La abundante vida acerca de la cual Jesús estaba hablando alcanza su total realización con la resurrección de la muerte.
La resurrección le da sentido a la vida
En el mundo del primer siglo había numerosas ideas contradictorias acerca de lo que sucedía después de la muerte. Las filosofías paganas habían ocultado la verdad a la mayoría de las personas.
Nuestra situación es semejante. El ateísmo y el agnosticismo han dejado sus huellas, de manera que en el mundo moderno un número muy grande de personas cree que no hay nada después de la tumba. El mundo necesita escuchar y entender el mensaje original de la resurrección que enseñaron Jesús y los apóstoles.
Ahora, al igual que en el mundo antiguo, muchas personas se sienten inquietas acerca del tema de la muerte. Pero la verdad acerca de la resurrección proclamada por la Palabra de Dios puede contrarrestar la ansiedad y la desesperanza que son inherentes a los conceptos falsos.
Al hablar del regreso de Jesucristo y la resurrección de los justos que ocurrirá en ese momento, el apóstol Pablo animó a los creyentes: “Alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Tesalonicenses 4:18). La verdad de la resurrección es una gran fuente de consuelo para la ansiedad natural que sentimos ante la muerte.
La resurrección: Un hecho histórico
¿Por qué debemos creer en la resurrección de los muertos? Porque la resurrección es un hecho confirmado tanto por la Biblia como por la historia.
Después de la muerte y sepultura de Jesús, su cuerpo desapareció, y aun sus enemigos, aquellos que querían negar su resurrección, no pudieron explicar la razón por la cual el sepulcro de Jesús estaba vacío. La resurrección de Jesús fue confirmada por muchos testigos; en una ocasión fueron más de 500 personas (1 Corintios 15:6). El apóstol Pedro, hablando en nombre de los demás apóstoles, proclamó con denuedo: “El Dios de nuestros padres levantó a Jesús .?.?. Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas” (Hechos 5:30-32).
Años más tarde, Pablo también afirmó que “Dios le levantó de los muertos. Y él se apareció durante muchos días a los que habían subido juntamente con él de Galilea a Jerusalén, los cuales ahora son sus testigos ante el pueblo” (Hechos 13:30-31). Los apóstoles y otros miembros de la iglesia primitiva dieron sus vidas como mártires por esta verdad.
Cada uno en su debido orden
Muchos lectores de la Biblia conocen y entienden estos hechos, pero lo que no siempre les es tan claro es que la Biblia habla de más de una resurrección. Los escritos tanto de Pablo como de Juan nos confirman esta verdad. En 1 Corintios 15:22-23 Pablo escribió: “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida”.
La referencia a las primicias nos da a entender que hay otros frutos que vendrán después. Pablo especifica que Dios ha establecido un orden según el cual todos van a resucitar; no todos serán resucitados en el mismo momento.
Aquellos que creen que las personas van al cielo o al infierno cuando mueren, se sienten confundidos cuando leen en la Biblia que pocos, relativamente, van a ser salvos. Esto se basa en pasajes como Mateo 7:13-14: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”.
En estos versículos Jesús explica lo que sucede en este “presente siglo malo” (Gálatas 1:4), en el que Dios no está llamando a todas las personas para convertirlas ahora. En Apocalipsis 12:9 leemos que Satanás “engaña al mundo entero”, y Juan escribió: “Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno” (1 Juan 5:19).
Por ahora, la mayor parte de la humanidad está engañada. Jesús dijo: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:44). Jesús indicó claramente que sólo unos pocos estarán en la primera resurrección, aquellos que hayan sido llamados específicamente por Dios. La Biblia nos enseña que en la era que precede al regreso de Cristo, Dios está llamando tan sólo a una pequeña parte de la humanidad para que llegue a entrar en su reino.
La primera resurrección
La resurrección de aquellos que sean llamados ahora, aquellos que el apóstol Pablo mencionó como “los que son de Cristo” (1 Corintios 15:23), está descrita con más detalles en el capítulo 20 del Apocalipsis.
Veamos la forma en que Juan describe esta resurrección: “Vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección” (Apocalipsis 20:4-5).
Nótese que algunos son resucitados en “la primera resurrección”, al principio de los mil años del reinado de Cristo. El uso del término primera nos muestra que esta no será la única resurrección.
Otra resurrección
Este mismo versículo nos explica: “Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años”. Esta es otra resurrección que ocurre después de la primera, y en esta resurrección otros tendrán la oportunidad de recibir la salvación. Durante un período llamado en ocasiones el juicio del gran trono blanco (Apocalipsis 20:11), ellos serán llamados para que puedan entender los caminos de Dios y tener la oportunidad de arrepentirse.
En el versículo 12 vemos más detalles de este tiempo de juicio: “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras”.
Como ya lo hemos visto, en la era previa al regreso de Cristo, Dios está llamando tan sólo a una pequeña parte de la humanidad. Por lo tanto, la inmensa mayoría de las personas que han vivido nunca han escuchado la verdad de la Biblia ni han tenido la oportunidad de aprender los caminos de Dios y arrepentirse de sus pecados. Pero en lugar de que estas personas sean condenadas a la agonía eterna en un infierno espantoso, la verdad de la Palabra de Dios nos revela un hecho por demás consolador. Dios ofrecerá a todas las personas la oportunidad de recibir la vida eterna; miles de millones de personas recibirán esta oportunidad en la futura segunda resurrección.
Es importante tener en cuenta que el juicio consiste en mucho más que el veredicto final de recompensar o de condenar. El juicio se lleva a cabo durante cierto período, al final del cual se toma la decisión definitiva. Quienes resuciten en esta resurrección serán seres físicos, mortales (Ezequiel 37:1-14); serán instruidos en los verdaderos caminos de Dios y tendrán la oportunidad de demostrar si obedecerán a Dios o no. Finalmente, con base en cómo respondan a Jesucristo, se pronunciará la sentencia. Así, serán juzgados “según sus obras”. Ante esta maravillosa oportunidad de conocer a Dios y entender sus caminos, muchos aceptarán la verdad, se arrepentirán y recibirán el don de la vida eterna.
Las generaciones anteriores resucitarán simultáneamente
Jesús se refirió a este período de juicio cuando mencionó que incluso los pecadores de la destruida ciudad de Sodoma iban a tener la oportunidad de arrepentirse en un juicio futuro. Cuando envió a sus discípulos con la misión de predicar el evangelio del Reino de Dios (Mateo 10:9-14), les dijo que algunos de los que iban a encontrar rechazarían su mensaje. Al referirse a éstos, Jesús dijo: “De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y de Gomorra, que para aquella ciudad” (v.?15).
El hecho de que habrá cierto grado de tolerancia en ese día para los habitantes de Sodoma y Gomorra nos muestra que ellos van a tener la oportunidad de entender el camino de Dios, arrepentirse de sus pecados y entrar en el Reino de Dios. Esto se debe a que cuando ellos vivieron, o no tuvieron la oportunidad de conocer a Dios y su camino o no entendieron cabalmente lo que oyeron. El tiempo de su llamado y de su juicio está todavía en el futuro. No se trata de una segunda oportunidad de salvación; esta será su primera oportunidad, la primera vez que podrán actuar de acuerdo con un verdadero entendimiento de la voluntad de Dios.
En un ejemplo similar, Jesús dijo que sus contemporáneos serían resucitados junto con la gente que había muerto hacía mucho tiempo en la ciudad de Nínive, y también con la “reina del sur”, quien vivió en la época de Salomón. La gente de esas generaciones había muerto hacía muchos siglos, sin tener un entendimiento claro del Dios verdadero, de lo que él requiere del hombre o de su plan de ofrecernos vida eterna por medio de su Hijo Jesucristo.
El hecho de que Dios ofrecerá la salvación a todos los seres humanos de todas las épocas que no lo conocieron a él realmente, nos muestra la gran misericordia que tiene para con toda la humanidad. En Dios no hay parcialidad (Romanos 2:11). Él llama a cada uno en el momento más propicio, y a su tiempo les dará a todos la misma maravillosa oportunidad de recibir su don de salvación y vivir eternamente en su reino.
El castigo de los incorregibles
Las Escrituras nos dicen que, a pesar de la longanimidad y misericordia de Dios, habrá algunos que deliberada y voluntariamente se negarán a arrepentirse de su rebelión contra él.
Hablando de la futura separación entre los justos y los incorregibles, Jesús dijo: “De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga” (Mateo 13:40-43).
Jesús también habló de quienes rechazarán el conocimiento espiritual que Dios les da, y dijo que esta blasfemia intencional “contra el Espíritu no les será perdonada .?.?. ni en este siglo ni en el venidero” (Mateo 12:31-32).
Los que finalmente sean lanzados al lago de fuego serán aquellos que “una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo” (Hebreos 6:4), pero después rechazaron definitivamente los justos caminos de Dios. Fueron perdonados y convertidos alguna vez, y recibieron el Espíritu Santo, pero después decidieron rechazar el gobierno de Dios en sus vidas y el precioso conocimiento que les había dado.
Según la Biblia, al que “pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia”, ya no le “queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios” (Hebreos 10:26-29).
Dios ha determinado que todos los incorregibles deberán sufrir “la muerte segunda” (Apocalipsis 20:14), de la cual no habrá resurrección. “He aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho el Eterno de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama” (Malaquías 4:1).
La destrucción en el lago de fuego es el destino de aquellos que rehúsen arrepentirse de su arrogante rebelión, a pesar de la maravillosa oportunidad que Dios les ha ofrecido.
Cuando todo se haya terminado, leemos: “Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda” (Apocalipsis 20:14). El juicio de Dios estará completo. Aquellos que sean salvos nunca tendrán que volver a temer la muerte, pues ésta será sorbida en victoria (1 Corintios 15:54).