La parábola del rico y Lázaro

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La parábola del rico y Lázaro

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Jesús dio una parábola: “Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas.

“Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.

“Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá.

“Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento.

“Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos.

“Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán.

“Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos” (Lucas 16:19-31).

Cuando analizamos este relato a la luz de otros pasajes y su contexto histórico, resulta evidente que es una alegoría, una historia familiar de esa época. Jesús se valió de ella para enseñar una lección espiritual a aquellos que conocían la ley de Dios pero no la guardaban. Nunca pretendió que se tomara literalmente.

El comentarista Lawrence Richards explica que Jesús utilizó el pensamiento judío acerca de lo que ocurría después de la muerte, para destacar un importante principio espiritual:

“Según la creencia popular, el Hades no sólo estaba dividido en dos compartimientos, sino que también las personas en el Gan Edén [la morada de los justos] y el Gehinnom [la morada de los injustos] podían tener conversaciones. Los escritos judíos también describen al primero como una tierra verde con aguas dulces que brotan de numerosas fuentes, mientras que el Gehinnom es una tierra no solamente reseca sino que las aguas del río que lo separan del Gan Edén se devuelven cada vez que los sedientos desesperados se arrodillan y tratan de beber.

“. . . En la historia que relató Jesús, Dios era la única fuente de ayuda con que contaba el mendigo, porque ¡el rico no iba a hacer absolutamente nada por él! . . . Es importante reconocer que esta parábola de Jesús era una continuación de su debate con los fariseos sobre el tema de las riquezas. Jesús les había dicho: ‘No podéis servir a Dios y a las riquezas’ (Lucas 16:13). Cuando los fariseos se burlaron de él, Jesús les respondió: ‘Lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación’ (Lucas 16:15).

“No hay ninguna duda de que los fariseos no quedaron convencidos . . . Y Jesús les relató esta historia para subrayarles la importancia de lo que acababa de decir.

“. . . El mendigo agonizaba abandonado y despreciado en las afueras de la mansión . . . Seguramente . . . esta persona riquísima nunca se dignó mirar a este hombre que afuera se estaba muriendo de hambre, aunque Lázaro se hubiera contentado con las migajas que caían de las mesas rebosantes de comida . . .

“Pero luego, según lo que dijo Jesús, ambos hombres murieron y súbitamente sus situaciones cambiaron. Lázaro estaba ‘en el seno’ de Abraham, lo que quiere decir que estaba ocupando un lugar de honor en un banquete que simboliza bendición eterna. Pero el rico estaba en el tormento, separado del lugar de bendición por ‘una gran sima’ (Lucas 16:26). Aunque él suplicaba por tan sólo una gota de agua, Abraham se la negaba. ¡Ningún alivio era posible ni apropiado!

“. . . El rico ya había recibido las cosas buenas y las había usado exclusivamente para su propio beneficio . . . La indiferencia del rico hacia Lázaro demostraba cuán lejos estaba su corazón de Dios y cuánto se habían alejado sus caminos de los de Dios. Las riquezas eran suyas, pero sólo quería usarlas para sí mismo . . .

“Así, el primer punto que quería dejar claro Jesús era obvio. Ustedes fariseos simplemente no pueden amar a Dios y amar el dinero. El amor por el dinero es algo detestable a los ojos de Dios, porque seguramente los llevará a tomar decisiones que son odiosas a los ojos de Dios . . .

“Pero Jesús no paró ahí. Él mostró al hombre rico apelando ante Abraham para que mandara a Lázaro a advertir a sus hermanos, quienes vivían tan egoístamente como él. Abraham se negó nuevamente. Ellos tenían ‘a Moisés y a los profetas’ (Lucas 16:31), esto es, las Escrituras. Si no les hacían caso a las Escrituras, tampoco oirían a alguien que hubiera regresado de la muerte . . .

“En esencia, Jesús los estaba reprendiendo en forma muy grave: La dureza y falta de arrepentimiento de los fariseos y de los maestros de la ley ante las palabras de Jesús reflejaban su dureza ante la Palabra misma de Dios, la cual ellos decían honrar y respetar . . .

“Todo este capítulo nos hace entender que si realmente tomamos en serio esta verdad, nuestro concepto acerca del dinero y la forma en que lo manejamos va a cambiar, lo mismo que nuestra respuesta ante las necesidades de los pobres y los oprimidos” (Victor Bible Background Commentary, New Testament [“Comentario de antecedentes bíblicos, de Victor, Nuevo Testamento”], 1992-1998).