¿Esperaba el apóstol Pablo subir al cielo?

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El apóstol Pablo dedicó su vida a predicar el evangelio del Reino de Dios (Hechos 14:22; Hechos 19:8; Hechos 20:25; Hechos 28:23, Hechos 28:31). Como resultado, sufrió persecución, flagelación y encarcelamiento. Cuando les escribió a los filipenses, estaba viviendo un período de arresto domiciliario en Roma. Pablo sabía que el gobierno romano tenía la autoridad para condenar a los prisioneros a la muerte; y aunque fuera liberado por algún tiempo, bien sabía lo que el futuro podría depararle.

En Filipenses 1:23-24 él escribió acerca del futuro inmediato: “De ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros”.

Muchos han pensado que estas palabras indican que Pablo creía que en el momento de la muerte se iba a reunir con Cristo en el cielo. Sin embargo, esto no es cierto.

Pablo sabía que si era ejecutado tendría que ir al sepulcro y allí permanecería hasta el momento de la resurrección. Sabía que los muertos no tienen conciencia, no piensan nada, pero que en el momento de despertar estaría con Jesucristo quien estaría regresando, y que se reuniría con él y con los otros santos resucitados en ese mismo tiempo.

A la iglesia en Tesalónica Pablo le escribió acerca de la resurrección que ocurrirá cuando regrese Jesucristo: “El Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero” (1 Tesalonicenses 4:16).

Pablo sabía que este sería el único momento, y todavía era algo futuro, en el que las personas resucitadas se reunirían con Cristo. Sabía que sólo en ese momento, él y los demás fieles siervos de Dios recibirían el don de la vida eterna en el Reino de Dios.

Más tarde, cuando ya hubo recibido la sentencia para ser ejecutado (2 Timoteo 4:6-7), Pablo escribió acerca de esa época futura: “Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (v. 8). Él sabía muy bien que recibiría su recompensa “en aquel día”, el día de “su venida”, y no en el momento de la muerte.

Entre el momento del último pensamiento de Pablo como ser humano, y el momento en que verá a Cristo en la resurrección, parecerá que no hubo ningún intervalo, que fue instantáneo, porque la Biblia nos dice que los muertos “nada saben” (Eclesiastés 9:5).

Esta es la razón por la cual Pablo se expresó de esta manera en su carta a los filipenses.