¿Cuál es la recompensa de los justos?

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¿Es la recompensa de los justos una eternidad en el cielo? Durante muchos siglos esta ha sido la esperanza enseñada por el cristianismo tradicional.

¿A qué se asemejaría ir al cielo? ¿Qué haríamos si estuviéramos allí? ¿Cómo se describe el cielo en la Biblia?

Con el paso de los siglos han variado considerablemente las creencias acerca del cielo como la recompensa de los salvos. Muchos cuadros tradicionales del cielo muestran que sobre la entrada hay un arco iris, y con frecuencia hay un puente de oro o de cristal frente a la entrada. San Pedro es representado generalmente como el portero. Los moradores están acompañados por ángeles, o ellos mismos pueden parecer ángeles, cada uno con su par de alas.

Otra idea muy popular es que los moradores del cielo caminan entre nubes tocando arpas. La decoración del cielo con frecuencia incluye joyas, estrellas, candeleros y trompetas.

Estas ideas representan la visión clásica de algunos artistas, pero otros hombres han tenido diferentes opiniones con respecto a cómo es el cielo. Los teólogos y filósofos de diferentes épocas han adaptado sus conceptos conforme a la influencia de la sociedad en que vivieron.

“Monjes y frailes, dependiendo de dónde se sintieran más a gusto, si en el campo o en la ciudad, predicaban un cielo definido principalmente por los términos del medio ambiente” (Colleen McDannell y Bernhard Lang, Heaven: A History [“Historia de las enseñanzas acerca del cielo”], 1988, p. 108).

En otras palabras, los maestros religiosos, dependiendo de sus experiencias y preferencias personales, se han imaginado un paraíso urbano o rural. “El cielo se convirtió en una ciudad . . . o la experiencia de una visión de castillos celestiales. Los relatos acerca del otro mundo están llenos de descripciones de calles de oro, edificios de joyas, y residentes vestidos lujosamente” (ibídem).

Los hombres del Renacimiento se imaginaban un paraíso más sensual. “En su forma más pura, la nueva teología se imaginaba el cielo como un lugar para el amor erótico humano, en un ambiente bucólico en medio de un paisaje natural hermoso” (ibídem, p. 112).

Una eternidad en el cielo, ¿haciendo qué?

La relación que posiblemente vayan a tener con Dios aquellos que estén en el cielo ha sido largamente debatida. Un autor contemporáneo describe la interacción con Dios de esta manera: “Los santos se van a regocijar eternamente, sin interrupción, mirando a Dios, viendo siempre sus gloriosas perfecciones” (John MacArthur, The Glory of Heaven [“La gloria del cielo”], 1996, p. 221).

Otros creen que si esto es lo único que van a hacer, el cielo será un lugar muy aburridor. La oración de muchos podría ser: “Dios, por favor no me lleves al cielo todavía, pues ¡aún no he podido viajar a Hawái!” (ibídem, p. 49).

Los conceptos cristianos modernos del cielo varían ampliamente. Otro escritor dijo: “Tengo la teoría de que el cielo les va a ofrecer a los cristianos fieles todo aquello que han sacrificado por el nombre de Jesús. Al amigo que le gusta trepar y escalar montañas, pero que ha tomado la decisión de vivir en uno de los barrios bajos de Chicago, va a tener como suyo propio los valles del Yosemite. Un misionero que vive en el desierto reseco de Sudán tendrá su propia selva tropical para explorar” (Philip Yancey, “What’s a Heaven For?” [“¿Para qué sirve el cielo?”], revista Christianity Today, 26 de octubre de 1998).

Para muchos, lo más importante del cielo es que tendrán la oportunidad de volver a ver a sus seres queridos. “Indiscutiblemente, lo más llamativo del concepto moderno del cielo para los cristianos contemporáneos es la esperanza de volver a reunirse en familia. Incontables avisos funerarios en los periódicos de Europa y América reflejan la creencia de que las familias separadas por la muerte volverán a reunirse” (McDannell y Lang, op. cit., p. 309).

Como veremos, Dios ciertamente tiene un plan para reunir a los seres queridos otra vez. Pero las ideas populares del cielo se quedan muy cortas ante la grandeza y majestuosidad del plan divino.

¿Van al cielo las personas que mueren?

La creencia del cristianismo tradicional es que la gente buena va al cielo inmediatamente después de morir. Pero las cosas no son tan sencillas porque, según esta perspectiva, el cuerpo se queda en la tumba mientras el alma va al cielo.

La profesión de fe de Westminster, escrita en el siglo xvii, afirma en parte: “Después de morir, los cuerpos de los hombres regresan al polvo y se descomponen; pero sus almas (que nunca mueren ni duermen), siendo inmortales, regresan inmediatamente a Dios quien las dio. Las almas de los justos, hechas perfectas en santidad, son recibidas en las alturas celestiales, en donde contemplan la presencia de Dios, en luz y en gloria, esperando la redención total de sus cuerpos”.

Pero ¿está de acuerdo este concepto con lo que dice la Biblia? ¿Acaso las Escrituras nos dicen que las personas justas van al cielo después de morir?

David, rey de Israel y autor de muchos de los salmos, a quien Dios llamó “varón conforme a mi corazón” (Hechos 13:22), no fue al cielo después de morir. Hablando por inspiración de Dios, el apóstol Pedro declaró: “Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy” (Hechos 2:29). Después añadió que “David no subió a los cielos” (v. 34).

David está incluido en Hebreos 11:32 entre aquellos que murieron en la fe, y en el versículo 39 es uno de aquellos de los que se dijo: “Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido”.

Jesús, hablando cerca de mil años después de la muerte de David, dijo: “Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre . . .” (Juan 3:13). Esto quiere decir que Abraham, Moisés, los profetas y los demás hombres y mujeres justos que vivieron antes de Jesucristo, no fueron al cielo. Simplemente fueron enterrados al igual que David.

Por extraño que parezca, la idea tan generalizada de que el alma de la persona va al cielo después de la muerte, aunque es sostenida muy sinceramente por muchas personas, no se encuentra en la Biblia. Es el resultado de una interpretación errónea de las Escrituras y de la confusión acerca de lo que la Biblia enseña acerca de la resurrección de los muertos.

¿Qué propósito tiene la resurrección?

En general, los teólogos reconocen que la Biblia habla acerca de la resurrección, aunque no están muy seguros acerca de lo que esto significa o cuándo va a ocurrir. La idea más común es que en la resurrección el cuerpo es resucitado para que pueda reunirse con el alma en el cielo. Pero la realidad es que el concepto de la inmortalidad del alma —el alma que existe aparte del cuerpo— tiene sus orígenes en la filosofía griega, no en los escritos de la Biblia.

Podemos hacernos esta pregunta: Si fuera cierto que en la resurrección el cuerpo es levantado para reunirse con el alma en el cielo, ¿qué caso tendría que hubiera resurrección? ¿Para qué guardar el cuerpo en la tumba? Si al morir el justo asciende inmediatamente al cielo, ¿por qué Dios no envía todo el ser —cuerpo y alma— simultáneamente, en lugar de mantener el cuerpo y el alma separados durante muchos siglos? Si las almas se van al cielo inmediatamente después de la muerte, ¿qué necesidad habría de volver los cuerpos a la vida?

El hecho ineludible es que, según la creencia popular acerca del cielo y el alma, no hay ningún motivo lógico para la resurrección.

¿Por qué existe confusión acerca de cómo encaja la resurrección con la idea más comúnmente aceptada del cielo? Tal vez porque en la Biblia no encontramos respaldo para la idea de que después de morir vamos al cielo.

¿Qué es el Reino de los Cielos?

Muchas personas creen que irán al cielo porque en repetidas ocasiones Jesús habló acerca del Reino de los Cielos. En Mateo 5:3 dijo: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. Hay otros tres versículos en ese mismo capítulo que se refieren a que los justos van a entrar en el Reino de los Cielos. La expresión Reino de los Cielos aparece 32 veces en el Evangelio de Mateo.

Sin embargo, es necesario tener en cuenta que Mateo es el único escritor bíblico que utiliza este término; todos los demás dicen Reino de Dios (esta expresión aparece 69 veces en el Nuevo Testamento, principalmente en los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan). Por ejemplo, al registrar la misma enseñanza que acabamos de mencionar, Lucas cita las palabras de Jesús de esta manera: “Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios” (Lucas 6:20).

Conviene notar también que, aunque Mateo mencionó frecuentemente el Reino de los Cielos, hubo ocasiones en que empleó indistintamente los términos Reino de Dios y Reino de los Cielos. Por ejemplo, en Mateo 19:23-24 aparecen ambos nombres, lo que indica claramente que son sinónimos. “El significado de las formas ‘reino de Dios’ y ‘reino de los cielos’ es idéntico . . . puesto que los judíos frecuentemente usaron la palabra ‘cielo’ como una perífrasis respetuosa del nombre divino” (The Interpreter’s Dictionary of the Bible [“Diccionario bíblico del intérprete”], 1962, 3:17).

Como veremos, Jesús no les dijo a sus discípulos que lo que debían esperar era ir al cielo. Les habló acerca de un reino cuyo origen y procedencia es de Dios en el cielo y que será establecido en la tierra cuando él regrese. Tengamos en cuenta la explicación que él mismo dio de que vendría para reunirse en la tierra con sus seguidores, en el momento de su regreso, en lugar de llevárselos al cielo para estar con él donde reside actualmente.

Después de la crucifixión y la resurrección de Jesús, él estuvo 40 días enseñándoles a sus discípulos, instruyéndolos acerca del Reino de Dios (Hechos 1:3). Después, subió a su Padre en el cielo. Veamos la instrucción que recibieron sus discípulos después de que él ascendió al cielo:

“Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:9-11).

Jesús habló en repetidas ocasiones acerca de su retorno para establecer el Reino de Dios aquí en la tierra (Mateo 25:31-34; Lucas 21:27-31). Regresará a la tierra y establecerá su reino aquí, no en el cielo. En lo que se conoce comúnmente como la oración del padrenuestro, Jesús instruyó a sus seguidores a orar así a su Padre celestial: “Venga tu reino” (Mateo 6:10; Lucas 11:2). Este reino es una meta tan real que todo cristiano debe orar por que venga pronto (Mateo 6:33).

En Lucas 19:12 Jesús habló acerca de sí mismo en una parábola, y se comparó a “un hombre noble [que] se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver”. Este “país lejano” es el lugar donde reside su Padre, y se encuentra en el cielo. Jesús va a traer el Reino de Dios a la tierra cuando regrese. (Si desea una explicación más detallada de lo que dicen las Escrituras acerca del Reino de Dios, no vacile en solicitarnos el folleto gratuito El evangelio del Reino de Dios.)

Un reino establecido en la tierra

Una profecía del Antiguo Testamento que se refiere al retorno de Jesús nos indica exactamente el lugar al cual va a regresar para establecer su reino: “Se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente . . . Y el Eterno será rey sobre toda la tierra” (Zacarías 14:4, Zacarías 14:9).

En el pasaje del libro de los Hechos que describe la ascensión de Jesús, vemos que él estaba en el monte de los Olivos la última vez que habló con sus discípulos, y que desde ese monte ascendió a las nubes a la vista de ellos. De igual manera, él regresará al mismo monte cuando venga a comenzar su reinado.

En Mateo 5:5 Jesús nos dice: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad”. Este y otros versículos dejan muy claro que los santos reinarán en la tierra en el Reino de Dios. Por ejemplo, en Apocalipsis 5:10, al hablar de los santos resucitados, se nos dice: “De ellos hiciste un reino y sacerdotes para servir a nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra” (Nueva Reina-Valera).

La recompensa de los santos es la vida eterna en el Reino de Dios. La recibirán cuando Cristo regrese, pero la Biblia muestra que reinarán con él en la tierra y no en el cielo.