Los judíos
Desde la dispersión hasta el actual Estado de Israel
En la época en que el profeta Mahoma estaba predicando los dogmas de la nueva religión islámica, los judíos, desde hacía casi cinco siglos, no habían tenido un territorio propio. Se habían sublevado en contra de la dominación romana en el año 66 d.C., y después de cuatro años de lucha fueron derrotados y el templo de Jerusalén fue destruido.
Una rebelión posterior, de 132 a 135 (la rebelión de Bar-Kokhba), causó la destrucción total de Jerusalén. Sobre sus ruinas los romanos construyeron un pueblo nuevo que nombraron Aelia Capitolina. Los judíos tenían prohibido entrar, so pena de muerte. Ya no había una patria judía, y no sería hasta mediados del siglo xx que volvería a existir.
Muchos de los sobrevivientes de esas rebeliones huyeron de Judea hacia otras partes del Imperio Romano y más allá. Jerusalén estuvo bajo el dominio islámico del año 638 a 1917, a excepción de un corto período durante las cruzadas.
Esparcidos por todo el mundo, los judíos anhelaban volver a su tierra natal. Siendo perseguidos por gobiernos y por la iglesia romana, expulsados frecuentemente de algunas naciones donde habían podido asentarse y negados sus derechos en otras, el pueblo judío sufrió durante varios siglos.
Hacia finales del siglo xix, a medida que nacía el movimiento sionista, los judíos empezaron a regresar a su tierra natal. Ya en el ocaso del Imperio Otomano, los judíos que retornaban se unieron a sus compatriotas que habían permanecido en la región por siglos. Prosperaron y crecieron en número.
En 1917, después de la derrota de los turcos otomanos, la región quedó bajo el control de los ingleses. Ese mismo año el gobierno británico publicó la Declaración de Balfour, llamada así por el ministro inglés de Asuntos Exteriores Arthur Balfour, quien les había prometido a los sionistas una patria en Palestina. Mientras tanto, y con el afán de envalentonar a los árabes a rebelarse contra el gobierno de los turcos, quienes se habían aliado con los alemanes en la primera guerra mundial, los ingleses les ofrecieron la independencia y sus propias tierras, dos promesas que resultaron violentamente contradictorias.
Durante las tres décadas de administración británica, el pueblo judío en la región continuó creciendo y la población árabe lo veía como una amenaza cada vez más seria. Choques entre estos dos grupos étnicos se hacían más frecuentes. La resistencia judía en contra de la regencia británica y las incontrolables contiendas civiles condujeron a la retirada de los ingleses y a la división de Palestina por la Organización de las Naciones Unidas. En 1947 ese organismo propuso la resolución número 181, en la cual se pedía que el territorio palestino bajo el control británico fuera dividido en un estado judío y un estado árabe, y que Jerusalén fuera una ciudad internacional administrada por la ONU. La solución fue aceptada por los judíos de Palestina, pero rechazada por los árabes de la región y por todas las naciones árabes.
La noche del 14-15 de mayo de 1948 fue reconocida la nación judía de Israel, con una población de medio millón de habitantes. De inmediato fue atacada por los ejércitos de cinco naciones árabes: Líbano, Siria, Arabia Saudita, Jordania y Egipto. Israel obtuvo la victoria, pero habrían de venir décadas de violencia, con más guerras en 1956, 1967, 1973 y 1982. El resentimiento árabe por la existencia de Israel continúa sin resolución, y los israelíes viven inseguros en una región turbulenta y hostil.
La mayor parte del pueblo judío aún vive fuera del Estado de Israel, muchos en Europa, Rusia y los Estados Unidos.