La creación del nuevo Cercano Oriente

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La creación del nuevo Cercano Oriente

Por siglos los árabes no tuvieron un gobierno propio. No habían sido independientes desde que sus territorios fueron conquistados por los turcos otomanos a principios del siglo xvi. La mayor parte del mundo árabe permaneció bajo el Imperio Otomano hasta la primera guerra mundial. En el siglo xix otras partes habían venido a ser colonias de países europeos a medida que iba menguando ese imperio.

Los árabes anhelaban una nación libre, independiente, cuyo idioma oficial fuera el de ellos. En el siglo xx lograron ser independientes, aunque no como una sola nación sino más de 20. Una gran frustración para el mundo árabe actual es el hecho de que existen 22 naciones árabes y muy pocas posibilidades de que haya verdadera unidad entre ellas.

Mientras fueron súbditos del sultán otomano, a principios del siglo xx, hubo paz en el mundo árabe. Pocos se hubieran imaginado cuánto habría de cambiar el Cercano Oriente en las décadas siguientes. Ciertamente, como ya mencionamos, en el año 1900 esa región “carecía de importancia política”.

Lo que causó la modificación del mapa de esa región fue la primera guerra mundial. El asesinato del archiduque austríaco Francisco Fernando en Sarajevo el 28 de junio de 1914, fue lo que originó la guerra. En cuestión de semanas, todas las principales naciones europeas estaban envueltas en el conflicto. En la región de los Balcanes se habían presentado dificultades a medida que el Imperio Otomano se debilitaba y abandonaba sus territorios. El sentimiento nacionalista de varios grupos étnicos estaba agitando actitudes en contra del dominio extranjero, tanto del Imperio Austrohúngaro como de los turcos.

Al principio de la guerra no era claro qué partido tomarían los otomanos. Finalmente se decidieron por apoyar a Alemania y Austria en contra de la coalición formada por Inglaterra, Francia y Rusia. Esta decisión les resultó nefasta, pues en pocos años condujo a la caída del Imperio Otomano y del dominio que por siglos los turcos habían tenido en el mundo árabe.

Ahora, un siglo más tarde, todavía resulta difícil creer que el asesinato de un archiduque europeo poco conocido haya podido tener tan tremendas consecuencias, y que haya sido la mecha de un siglo de violencia sin fin. Pero ese disparo se oyó en todo el mundo y aún tiene repercusiones.

Aspiraciones nacionalistas y étnicas engendran cambios

Antes de este asesinato, las ambiciones nacionalistas ya estaban brotando en todo el continente europeo y en el Cercano Oriente. Durante la época victoriana, el imperialismo había sido cosa común. En la Europa dominada por imperios multiétnicos, era evidente la aceptación del concepto de que una nación, generalmente considerada superior, pudiera gobernar otras menos capacitadas.

Muchos de esos imperios eran bastante benignos con los diversos grupos étnicos que vivían dentro de sus fronteras, dándoles gran libertad en muchos aspectos, incluso para operar sus propios negocios y prosperar. Pero cada vez era más intenso el deseo de tener sus propias patrias, en parte como resultado de las oportunidades educativas que promovían la lectura de literatura nacional, lo que inspiraba el sentimiento de identidad como nación.

Esta reanimación del sentimiento étnico no ocurrió sólo en Europa. El Cercano Oriente era otra región donde la gente quería hacer realidad sus aspiraciones.

La inclinación de cada grupo étnico para buscar su independencia era algo que, en el siglo xx, tendría mucho que ver con el cumplimiento de la profecía de Jesús en Mateo 24. Cuando sus discípulos le preguntaron cuál sería la señal de su venida y del fin de esta era, una de las cosas que predijo fue una intensificación de las contiendas étnicas. En Mateo 24:7 leemos: “Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino . . .”. La voz griega de la que se tradujo “reino” es ethnos, de la cual proviene la palabra étnico.

Con la expansión de las instituciones democráticas en varias naciones, algunos grupos étnicos contaban con representantes en las capitales y podían promover su gestión por una mayor autonomía, aunque muchos querían la independencia total. Esta tensión fue una de las principales causas de la primera guerra mundial y un asunto muy importante en la subsiguiente conferencia de paz que se efectuó en París.

La conferencia de París dio origen al Tratado de Versalles, que a su vez condujo a la formación de nuevas naciones en todo Europa y el Cercano Oriente. Desaparecieron los antiguos imperios, los cuales fueron remplazados por nuevas naciones más pequeñas, lo que vino a complicar más aún las relaciones internacionales. “La guerra para acabar con todas las guerras” se convirtió en “una paz que acabará con todas las paces”, como lo expresó un funcionario británico.

Se fragua la revolución árabe

Al comienzo de la primera guerra mundial, la Gran Bretaña era ya una gran potencia en el Cercano Oriente. Inicialmente había tenido que entrar en la región con el fin de proteger su ruta hacia la India, su protectorado más valioso. Benjamín Disraeli, primer ministro británico que era de ascendencia judía, había logrado el financiamiento del canal de Suez, considerado como una arteria vital del imperio.

Los ingleses gobernaban Egipto, donde está situado el canal, pero no lo habían anexado como colonia. También gobernaban Adén, en el extremo sur de Arabia, y controlaban otros territorios estratégicos alrededor del golfo Pérsico.

Así que, cuando estalló la guerra, los ingleses estaban muy bien situados para apoyar una rebelión árabe en contra de los turcos, quienes eran aliados de Alemania, su enemigo. Esta revuelta árabe comenzó en el Hiyaz, la región costera de Arabia a lo largo del mar Rojo donde se encuentran La Meca y Medina, el 10 de junio de 1916, dos años después de empezar la primera guerra mundial. La revuelta estaba dirigida por el gran jerife de La Meca y dirigente del clan hachemita, Hussein ibn-Alí (1852-1931), descendiente de Mahoma a través de Hasán, bisnieto del profeta. Hussein era ancestro del actual monarca de Jordania, que también es hachemita.

Aunque resulta irónico, en esta revuelta los árabes se aliaron con los cristianos ingleses en contra de los musulmanes turcos, pero su deseo de tener una nación árabe independiente era lo más importante. Dos de los hijos del jerife comandaban los ejércitos árabes, subvencionados por los ingleses y asesorados en el campo de batalla por T.E. Lawrence, militar británico que luego fue conocido como Lawrence de Arabia.

Los árabes habían entendido que el triunfo significaría una nación árabe. Esto fue el resultado de la correspondencia que tuvieron Sir Henry McMahon, alto comisionado inglés en Egipto, y el jerife Hussein en 1915-1916. En una serie de 10 misivas confidenciales entre ambos, el jerife Hussein ofreció ayudar a los ingleses rebelándose en contra de los turcos, a cambio de la promesa de independencia para los árabes después de la victoria. Los ingleses estuvieron de acuerdo con eso, exceptuando algunas zonas, incluidas aquellas que estaban bajo el gobierno inglés.

La sublevación tuvo éxito. El 17 de octubre de 1917 los ejércitos aliados, bajo el mando del general inglés Allenby, invadieron Palestina; el 9 de diciembre ocuparon Jerusalén. Por primera vez desde que los cruzados habían sido vencidos en 1244, la ciudad estaba nuevamente en manos cristianas. Entonces, después de 400 años de paz bajo los otomanos, empezó un siglo de conflictos centrados en la Ciudad de la Paz.

Poco antes en ese mismo año, los ingleses se habían apoderado de Bagdad. Al año siguiente Damasco cayó en manos de los árabes. Tres días después entraron en la ciudad el general Allenby y el príncipe Faisal, hijo del jerife Hussein. Faisal, al frente de mil jinetes, fue aclamado por el pueblo, ahora liberado del dominio otomano y lleno de euforia por la posibilidad de un reino árabe independiente.

Después de la derrota de las potencias del Eje, los imperios alemán, austríaco y otomano se habían derrumbado. El Imperio Ruso —aliado con Gran Bretaña, Francia y, más tarde, con los Estados Unidos— ya había sucumbido al comunismo. El mundo nunca sería lo mismo. La primera guerra mundial señaló el fin del viejo orden.

Promesas contradictorias

En su afán por ganar la guerra, los ingleses habían hecho promesas contradictorias tanto a los árabes como a los judíos, así como a sus aliados franceses y rusos.

En noviembre de 1917, cuando la revuelta bolchevique triunfó en Rusia, los revolucionarios súbitamente se encontraron con documentos secretos del antiguo régimen zarista y del gobierno interino. Ellos hicieron del conocimiento público un documento llamado el acuerdo Sykes-Picot, debido a que había sido acordado secretamente entre Sir Mark Sykes, representante inglés, y Georges Picot, representante francés, en mayo de 1916. Este documento mostraba que los ingleses y los franceses tenían planes para repartirse entre ellos el Imperio Otomano, sin concederles territorio alguno a los árabes.

Durante el mismo mes, sólo unos días antes del triunfo bolchevique en Rusia, los ingleses habían publicado la famosa Declaración de Balfour, llamada así en honor de Sir Arthur James Balfour, ministro de Relaciones Exteriores. Esta declaración prometía el apoyo inglés para una patria judía en Palestina. Estas promesas contradictorias habrían de causarles interminables dificultades a los ingleses, y dificultades aún mayores a los árabes y a los judíos.

Los árabes habían luchado con los ingleses en contra de los turcos, ayudando a la derrota de las potencias de Europa central. Ellos, a cambio, esperaban el control absoluto de todos los territorios árabes (con excepción de los que ya se encontraban bajo el tutelaje colonial europeo, como Egipto, Adén y Argelia). Desde luego, esperaban que Arabia, Iraq, Siria y Palestina estarían directa y exclusivamente bajo su gobierno.

Palestina, el nombre actual de los antiguos territorios de las naciones bíblicas de Israel y Judá, frecuentemente llamada la Tierra Santa, había estado bajo el dominio islámico desde el siglo vii, a excepción de un breve período durante las cruzadas en el siglo xi. Los judíos podían vivir en Palestina, pero cualquier intento de formar un estado judío sería contrarrestado.

En la conferencia de paz en París, donde se firmó el Tratado de Versalles, los delegados árabes (y T.E. Lawrence) fueron traicionados cuando las fuerzas aliadas dividieron el Imperio Otomano en regiones bajo la tutela de los ingleses y los 
franceses. La recién formada Sociedad de Naciones explícitamente dio la autoridad a los ingleses para gobernar Palestina, Transjordania e Iraq. Los franceses recibieron la misma autoridad para gobernar Siria y el Líbano. Ni los judíos ni los árabes recibieron lo que se les había prometido, cuando menos no en ese entonces.

Los ingleses se retiran

Palestina resultó ser el problema mayor. Por cierto tiempo, los ingleses permitieron abiertamente la inmigración judía. Esto condujo a protestas por parte de los árabes, quienes, temerosos de que los judíos llegaran a hacerse políticamente fuertes, exigieron que se suspendiera la inmigración judía. Poco después de que los ingleses cedieran a estas instancias, se inició la segunda guerra mundial en la cual seis millones de judíos fueron muertos en el holocausto nazi. Cuando más se necesitaba, la ruta de escape hacia Palestina había sido cerrada.

El mapa político de Palestina continuó cambiando durante las tres décadas que estuvo bajo el gobierno inglés. Egipto recuperó su soberanía en 1922 e Iraq en 1932, aunque los ingleses continuaron ejerciendo gran influencia en ambas naciones. El Líbano recibió su independencia de Francia en 1941. Luego siguió Siria en 1946, el mismo año en que los ingleses decretaron un estado independiente palestino-árabe al dar la independencia a Transjordania, que en 1949 se convirtió en el Reino de Jordania.

Después del fin de la segunda guerra mundial en 1945, una exhausta Inglaterra empezó a reducir su imperio. En 1947 les otorgó la independencia a Paquistán y a la India. Al año siguiente se retiró de Palestina.

Los ingleses ya no pudieron mantener la paz entre árabes y judíos. El hotel Rey David, utilizado como cuartel general por el ejército inglés, había sido dinamitado por terroristas judíos, causando la muerte de casi 100 soldados. Como sucedió en el caso de la India, el pueblo inglés ya no quiso arriesgar la vida de sus soldados por mantener la paz entre fuerzas hostiles. Los ingleses notificaron a la recién formada Organización de las Naciones Unidas, sucesora de la Sociedad de Naciones, que en seis meses se retirarían de Palestina.

Nace el Estado de Israel

La Naciones Unidas decidieron dividir Palestina entre los árabes y los judíos, dejando a Jerusalén como una ciudad internacional. Los israelíes aceptaron el plan, mas los árabes lo rechazaron. Cuando salieron los ingleses, la noche de mayo 14-15 de 1948 los dirigentes judíos proclamaron el nacimiento de la independiente nación judía de Israel. En pocas horas, los ejércitos de cinco naciones árabes vecinas atacaron a Israel, decididas a destruir al naciente estado junto con su población de apenas medio millón de habitantes.

La guerra duró hasta principios del año siguiente, e Israel terminó con más territorio del que le había sido concedido por el decreto de la ONU. La mayoría de los árabes en esas regiones abandonaron sus tierras y desde entonces han vivido como refugiados en campamentos en el Margen Occidental del río Jordán, Gaza, Líbano, Siria, Jordania y Egipto. A los árabes que se quedaron en Israel se les concedió la ciudadanía en la nueva nación e, irónicamente, actualmente disfrutan de muchas más libertades personales que sus coterráneos en las naciones árabes.

Luego hubo más guerras. En 1956 Israel apoyó a los ingleses y a los franceses contra Egipto en un intento por recuperar el canal de Suez, del cual se había apoderado el gobierno revolucionario de Egipto. La intervención de los Estados Unidos obligó a las tres naciones a retirarse, lo que representó un gran estímulo al nacionalismo árabe.

Pocos años después, los franceses perdieron Argelia y dejaron de ejercer influencia en el Cercano Oriente. Y para 1971 los ingleses se habían retirado completamente de la región. Fueron remplazados por los norteamericanos y los soviéticos, los dos antagonistas de la guerra fría que utilizaban naciones en el Cercano Oriente como agentes o instrumentos para frustrar los intereses y ambiciones de unos y otros.

Se desvanecen antiguos imperios

Pero el nacionalismo árabe era incontenible. El afán por la unidad árabe permanecía firme en todo el Cercano Oriente.

Y no sólo los árabes se estaban liberando del colonialismo europeo. En todo el mundo estaban apareciendo nuevas naciones como resultado del derrumbe de los imperios europeos después de la segunda guerra mundial. En la primera guerra mundial habían desaparecido los imperios europeos que dominaban grandes extensiones de Europa. Ahora les tocó a los imperios que tenían colonias en ultramar. Nunca antes había cambiado tan dramáticamente el mapa mundial.

Para visualizar la envergadura de este cambio, tengamos en cuenta que inmediatamente después del Tratado de Versalles en 1919 no había ninguna nación árabe independiente. Con excepción de Persia (Irán) y Afganistán —que no son árabes— no había ninguna nación islámica independiente.

El derrocamiento del sultán otomano había llevado al establecimiento de la república secular de Turquía; esto es, aunque el pueblo en su mayoría era islámico, el gobierno oficialmente permanecía al margen de la religión y se inclinaba hacia Occidente. Aunque Egipto era independiente desde 1922, su rey no era árabe y los ingleses dominaban la nación entre bastidores. Todas las demás regiones islámicas del mundo estaban bajo gobiernos europeos. Resulta bastante extraño, pero la mayor potencia islámica en ese tiempo era Inglaterra debido al hecho de que gobernaba el subcontinente índico, incluso lo que ahora constituye Paquistán, Bangladés y Sri Lanka.

En la actualidad existen 57 naciones islámicas, la mayoría gobernadas por musulmanes. Esto incluye 22 naciones árabes, las cuales controlan la mayor parte de las reservas conocidas de petróleo en el mundo, el líquido tan indispensable para la economía mundial. ¿Es, pues, de sorprenderse que el Cercano Oriente y el islam repentinamente hayan venido a ejercer una influencia tan significativa en los asuntos del mundo?