Dominación rusa y estadounidense predicha por la evaluación del carácter
Asombrosamente, este mundo bipolar había sido predicho casi proféticamente más de un siglo antes por el historiador político francés Alexis de Tocqueville en su libro Democracy in America (La democracia en Estados Unidos, 1835), basado en el carácter y la condición de las naciones.
Hay que tener en cuenta que cuando se escribió lo siguiente, el Imperio británico era la potencia mundial dominante. Rusia, a pesar de su gran poderío, no era todavía una superpotencia mundial, ya que esto ocurrió casi un siglo antes de la Unión Soviética, y tampoco lo era el recién formado Estados Unidos, que todavía estaba en la etapa que precedió la Guerra Civil. El carácter nacional descrito por De Tocqueville en 1835 sigue profundamente arraigado:
“Hay en la actualidad dos grandes naciones en el mundo, que partieron de puntos diferentes, pero que parecen tender hacia el mismo fin. Me refiero a los rusos y a los estadounidenses . . . Todas las demás naciones parecen haber llegado prácticamente a sus límites naturales, y solo tienen que mantener su poder; pero estas dos todavía se hallan en proceso de crecimiento . . . Solo ellas avanzan con facilidad y celeridad [rapidez] por un camino en el que no se percibe ningún límite.
“El estadounidense lucha contra los obstáculos que la naturaleza le presenta; para el ruso, sus adversarios son los hombres. El primero lucha contra la naturaleza y la vida salvaje; el segundo, contra la civilización con todo su poderío. Las conquistas del estadounidense se obtienen, por tanto, con la reja del arado; las del ruso, con la espada.
“El angloamericano depende del interés personal para lograr sus fines, y da amplia libertad a la fuerza no dirigida y al sentido común del pueblo; el ruso concentra toda la autoridad de la sociedad en un solo líder.
“El instrumento principal del primero es la libertad; el del segundo, la servidumbre. Su punto de partida es diferente y sus rumbos no son los mismos; sin embargo, cada uno de ellos parece haber sido marcado por la voluntad del Cielo para regir los destinos de la mitad del orbe”.
Esto es extraordinariamente sorprendente. Es evidente que el carácter nacional existe y que, indudablemente, es muy importante.