Dos supuestos ejemplos de la evolución darviniana
¿Busca usted pruebas de la evolución? Los textos de biología citan con frecuencia dos ejemplos para mostrar que la evolución darviniana pudo ocurrir en el mundo real.
El primer caso que se cita normalmente es del siglo xix en Inglaterra. Se trata de una especie de polilla que tiene dos variedades, una clara y otra oscura. Por años, las polillas claras habían predominado, ya que por su color no se distinguían fácilmente de la corteza de los árboles en los que solían descansar.
Sin embargo, el hollín de las fábricas empezó a oscurecer gradualmente la corteza de los árboles, y las polillas claras resaltaban mucho sobre los troncos. Las aves podían ver mejor a las polillas y pronto devoraron a la mayoría de ellas. No tomó mucho tiempo para que las polillas oscuras, ahora menos visibles, fueran la variedad predominante. Un libro de biología dice al respecto: “Este hecho es la primera prueba directa que hemos obtenido para respaldar la teoría de Darwin de que ocurre la selección natural” (Contemporary Biology [“Biología contemporánea”], 1973, p. 567). Pero ¿es así realmente?
Este habría sido un caso de selección natural darviniana, en el que hay un cambio en la especie que le confiere una ventaja de supervivencia, si de verdad las polillas claras se hubieran convertido en polillas oscuras. Pero esto no fue lo que sucedió. De hecho, ambas ya existían. Las polillas claras no evolucionaron hasta convertirse en polillas oscuras, sino que simplemente se las estaban comiendo las aves. Como resultado, la proporción de las polillas oscuras aumentó en tanto que la de las polillas claras disminuyó.
Una publicación científica advirtió: “Los estudiantes debieran entender que el cambio de polillas claras a polillas oscuras no es un ejemplo de cambio evolutivo, puesto que ambas polillas ya eran parte de la población” (Science Frame-work [“Marco científico”], 1990, p. 103).
No vino a existir nada nuevo. Las polillas no cambiaron, lo que cambió simplemente fue la proporción de los dos tipos de polillas. Es irónico que ahora, con una regulación más estricta de la contaminación industrial, la población de las polillas claras ha vuelto a incrementarse considerablemente. Sin embargo, esta supuesta prueba de la forma en que funciona la evolución está todavía incluida en muchos textos de biología.
El segundo ejemplo citado comúnmente tiene que ver con una especie de pinzones (un tipo de ave) que habita las islas Galápagos. Nada menos que el mismo Darwin fue el primero en citarlos como ejemplo de la evolución en acción.
Darwin midió los picos de los pinzones y se dio cuenta de que existía una diferencia sutil entre los picos de los pinzones de una isla con respecto a los de otra. Escribió: “Al ver esta diferencia de longitud y diversidad de estructura en un grupo pequeño pero íntimamente relacionado de pájaros, uno puede realmente imaginarse que de la escasez original de pájaros en este archipiélago, una especie se había adaptado y modificado con diferentes propósitos” (tomado de The Voyage of the Beagle [“El viaje del Beagle”], por Carlos Darwin, citado en Contemporary Biology [“Biología contemporánea”], 1973, p. 560).
Para Julian Huxley, biólogo y político inglés, esto fue una prueba viviente de “la evolución en acción”. Pero ¿lo fue realmente?
En realidad, la variedad de los tamaños de los picos de los pinzones no implicaba la creación de nada nuevo. La verdad es que el tamaño y la forma del pico de los pinzones variaba un poco de acuerdo con las condiciones ambientales y el aislamiento de ciertos genes debido a la separación geográfica.
Por ejemplo, en 1977 hubo una grave sequía en Daphne, una de las islas Galápagos. Muchos pinzones murieron, pero los investigadores se dieron cuenta de que la siguiente generación, primicias de los sobrevivientes, tenían picos entre un 4 y un 5 por ciento más largos. Sus padres, con un pico más fuerte, habían sido capaces de abrir las últimas semillas que quedaban en la isla. Los sobrevivientes, con unos picos más grandes, produjeron una generación de pájaros con picos más grandes, porque heredaron las características de sus padres.
Luego, en 1983 lluvias torrenciales inundaron esa misma isla. Ahora lo que había allí era una abundancia de semillas más pequeñas y lo que los científicos descubrieron con el correr del tiempo era que las tallas de los picos de los pinzones habían disminuido un poco, al adaptarse a la comida disponible. Ahora los pájaros con picos más pequeños podían competir igualmente por la comida; así que aumentó el número de los de pico más pequeño y sus crías también los tenían así.
¿Es esta la evolución darviniana en acción o es algo totalmente diferente?
Esta adaptación dentro de las especies se llama microevolución. Es el mismo fenómeno que ocurrió cuando la talla media de los hombres y mujeres en el mundo occidental se incrementó en varios centímetros entre los años 1900 y 2000. Una mejor salud y nutrición influyeron en la aparición de personas más altas. De la misma forma, la microevolución es lo que permite que los criadores produzcan variedades de perros que van desde el diminuto chihuahua hasta el gran danés, siendo todos parte de la especie Canis familiaris, el perro doméstico.
Estos ejemplos nos muestran que todas las especies tienen un margen de cambio dentro de su mapa genético que les permite adaptarse hasta cierto punto. Esta característica también se encuentra en el hombre, quien se puede adaptar a un frío glacial, como los esquimales, o al intenso calor del desierto, como los beduinos. Pero los beduinos y los esquimales siguen siendo humanos, y si fueran a cambiar de ambiente, con el tiempo su descendencia experimentaría algunos cambios menores que les permitirían adaptarse a las nuevas condiciones.
Pero a pesar de algunos ejemplos que no pasan de ser sueños dorados, nunca se ha demostrado científicamente que pueda ocurrir la macroevolución: la transformación de una especie en otra. Los perros nunca han evolucionado para convertirse en gatos, aves o seres humanos.
El profesor Phillip Johnson va directamente al meollo del asunto: “Los críticos de la teoría de la evolución están conscientes de los ejemplos comunes de la microevolución, entre ellos la crianza de perros y las variaciones cíclicas que se han visto en los tamaños de los picos de los pinzones y en las poblaciones de polillas. La diferencia es que interpretamos estas observaciones como ejemplos de la capacidad de variación que tienen los perros y los pinzones, dentro de ciertos límites, y no como manifestación de un proceso que sea capaz de crear perros y pinzones, y muchísimo menos los grupos principales de plantas y animales . . .
“Cualquier creacionista sabe (y muchos evolucionistas también) que sería necesario mucho más que solamente citar ejemplos de una variación a pequeña escala para que la ‘evolución’ fuera una teoría general de la historia de la vida. Requeriría demostrar cómo estructuras biológicas extremadamente complejas pudieron formarse a partir de comienzos muy simples por medio de un proceso natural, sin la necesidad de la intervención o la guía de un Creador sobrenatural” (Reason in the Balance [“La razón en la balanza”], 1995, p. 74).
Así que estos dos supuestos ejemplos concretos de la evolución, en realidad no son prueba de nada; mucho menos de cómo tales criaturas —polillas, perros, pinzones o el hombre— llegaron a existir.