Un giro dramático en la sociedad

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Un giro dramático en la sociedad

¿Por qué la evolución se ha convertido en algo tan universalmente aceptado, y por qué hay tanta hostilidad contra la Biblia? ¿Qué es lo que ha cambiado en nuestro mundo?

Hace pocas generaciones que en algunos países y comunidades era prohibido enseñar la teoría de la evolución. En general, la Biblia era aceptada como un relato verdadero y confiable de nuestros orígenes. Pero ahora predominan conceptos muy diferentes. La Biblia está prácticamente proscrita en las escuelas, y un estudio serio del punto de vista bíblico de la creación del universo —y del origen del hombre— está prohibido. Al mismo tiempo, en algunas ocasiones el análisis crítico de la teoría de la evolución es suprimido tajantemente en los círculos académico y científico.

En realidad, no todos los científicos niegan la existencia del Creador y no todos creen que el ser humano sea producto del azar. En 1972 el Consejo de Educación del estado de California, EE.UU., le pidió a Wer­nher von Braun, director de la NASA y padre del programa espacial norteamericano, que expusiera su parecer acerca del origen del universo, de la vida y del hombre. Veamos lo que dijo al respecto:

“Para mí, la idea de la creación no es concebible a menos que recurramos a la necesidad del diseño. Cualquiera que observe la ley y el orden que existen en el universo no puede menos que concluir que tiene que haber un diseño y un propósito detrás de todo ello. En el mundo que nos rodea podemos ver obvias manifestaciones de un plan o diseño estructurado y ordenado . . .

”Nos sentimos insignificantes frente a las poderosas fuerzas que obran en escala galáctica y ante el ordenado designio de la naturaleza que dota a una pequeña semilla, de aspecto ordinario, de la capacidad de convertirse en una hermosa flor. Mientras más entendemos la enorme complejidad del universo y todo lo que encierra, más motivos encontramos para maravillarnos ante el diseño inherente en el cual está basado . . .

”Si somos obligados a aceptar un solo punto de vista —que todo lo que ha ocurrido en el universo ha ocurrido por accidente— esto violaría la objetividad misma que es propia de la ciencia. Es verdad que algunos aseguran que el universo evolucionó a partir de un proceso caprichoso, pero ¿qué clase de proceso fortuito pudo producir la mente del hombre o el sistema de visión que posee?

”Algunos afirman que la ciencia ha sido incapaz de probar la existencia de un Diseñador. Reconocen que muchos de los milagros que vemos en el mundo a nuestro alrededor son muy difíciles de entender, y no niegan que el universo, tal como la ciencia moderna lo concibe, es muchísimo más majestuoso que la creación que podía concebir el hombre medieval. Pero aun así insisten en que ya que la ciencia nos ha provisto con tantas respuestas, algún día será capaz incluso de entender las leyes fundamentales de la naturaleza sin una intervención divina. Ellos desafían a la ciencia a que pruebe la existencia de Dios, pero ¿acaso necesitamos encender una lámpara para ver el sol? . . .

”¿Qué extraña lógica hace que algunos físicos acepten como algo real el inconcebible electrón, cuando al mismo tiempo rehúsan aceptar la realidad de un Diseñador con el argumento de que no lo pueden imaginar?” (Scott Huse, The Collapse of Evolution [“El derrumbamiento de la evolución”], 1997, pp. 159-160).

Muchas personas educadas aceptan como válida la teoría de la evolución. Pero ¿es cierta? Curiosamente, nuestra existencia como seres humanos es uno de los mejores argumentos en contra de ella. De acuerdo con la teoría de la evolución, los rasgos que más favorecen la supervivencia de una especie son los que se transmiten de generación en generación. Sin embargo, la reproducción humana desmiente esta premisa fundamental.

Si la evolución es el principio que guía el desarrollo humano, ¿cómo es que las formas de vida superiores evolucionaron con los géneros masculino y femenino? Si los seres humanos son el pináculo del desarrollo evolutivo, ¿cómo es que tenemos la desventaja de necesitar de un miembro del otro sexo para reproducirnos, cuando formas de vida más primitivas —tales como los virus, protozoarios y bacterias— son asexuadas y muchísimo más prolíficas? Si estos organismos se pueden reproducir por medio de métodos muchísimo más sencillos, ¿por qué no podemos hacerlo nosotros? Si la evolución es cierta, ¿por qué esto salió mal?

Es más, si los humanos somos el resultado de una evolución que continuamente refuerza las características que ofrecen una ventaja para la supervivencia, mientras que elimina aquellas que amenazan la perpetuidad de la especie, ¿cómo podemos explicar la condición de un bebé humano?

En miles de especies, el recién nacido (o el recién salido del cascarón) es capaz de sobrevivir por sí mismo en unos pocos días o, en ciertos casos, en unos pocos minutos. Muchos ni siquiera llegan a ver a sus padres. En cambio, entre los seres humanos el recién nacido es totalmente desvalido, no sólo durante algunos días sino durante varios años después de su nacimiento.

Un bebé humano depende de los adultos para el alimento, el abrigo y el cuidado tan necesarios para sobrevivir. Al mismo tiempo, el tener que cuidar de ese ser desvalido es una desventaja para los adultos, ya que el dar de su tiempo y su energía les disminuye sus propias perspectivas de supervivencia.

Si realmente ocurre la evolución, y los seres humanos son el pináculo de un proceso evolutivo, ¿por qué algo tan básico como la reproducción humana no encaja en los postulados fundamentales de la evolución?

Desafortunadamente, muchas personas pasan por alto estas fallas tan obvias de la teoría.

Aun Carlos Darwin, cuyas teorías acerca del origen de la vida irrumpieron en el mundo como un vendaval, tuvo ciertas dudas. En sus últimos años reflexionó acerca de lo que había dicho inicialmente: “Yo era joven y tenía ideas inmaduras. Formulé preguntas y sugerencias, siempre perplejo acerca de todo; y para mi asombro, estas ideas fueron aceptadas sin chistar. Las personas las convirtieron en una religión” (William Federer, America’s God and Country [“El Dios y el país de los Estados Unidos”], 1996, p. 199).

Ahora, casi un siglo y medio después de que Darwin publicara El origen de las especies, podemos ver hasta dónde nos ha llevado su pensamiento. En Europa, sobre todo, la creencia en Dios ha disminuido tremendamente. En los Estados Unidos, los tribunales han tomado decisiones que reinterpretan las garantías constitucionales de libertad de culto como si fueran una abolición absoluta de la religión; han prohibido específicamente cualquier expresión pública de las creencias religiosas y han negado la rica herencia religiosa del país.

Mientras tanto, el mundo está sumido en el dolor y el sufrimiento que son la consecuencia del rechazo de los principios morales absolutos. Sin parámetros claros e indiscutibles, no tenemos ninguna razón para preocuparnos por lo que les suceda a nuestros semejantes. Buscaremos únicamente nuestro propio beneficio sin importarnos lo que esto implique para otros; o sea que actuaremos exactamente como la teoría de la evolución nos dice que debemos actuar (según el principio de la supervivencia del más apto).

¿Puede el hombre crear una religión sin Dios? Al ver la aceptación casi universal de esta teoría, resulta obvio que eso es precisamente lo que ha hecho. La Biblia nos enseña que Dios creó al hombre; la evolución afirma que el hombre creó a Dios.

Si Dios creó al hombre, no tenemos ningún derecho de rechazarlo o de hacer caso omiso de sus instrucciones. Si el hombre creó a Dios, fácilmente puede desecharlo. Entonces seremos libres para conducirnos como si Dios no existiera, libres para rechazar la Biblia y libres para determinar por nosotros mismos lo que es bueno y lo que es malo y para vivir como nos dé la gana.

A final de cuentas, ¿cuál es el verdadero mito, Dios o la evolución? Louis Bounoure, profesor de biología en la Universidad de Estrasburgo y director del museo de zoología de la misma ciudad, afirma: “La evolución es un cuento de hadas para los mayorcitos. Esta teoría no ha contribuido para nada al progreso de la ciencia. No sirve para nada” (ibídem, p. 61).

El profesor Bounoure, aunque estaba en lo cierto al hablar acerca de la evolución, se equivocó en algo. La evolución sí sirve para algo: sirve como pretexto para rechazar la idea de un Dios.

En esta publicación examinaremos las premisas fundamentales de la teoría de la evolución. Analizaremos los argumentos dados por los evolucionistas para respaldar su teoría. Más importante aún, veremos los hechos científicos que los evolucionistas no se atreven a discutir en público, por razones obvias.

La verdad es que usted puede saber si la teoría de la evolución es cierta o si no lo es. Esperamos que examine cuidadosamente los hechos, porque sí importa lo que cree.