Antiguos conceptos de la creación en el Oriente Próximo

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Antiguos conceptos de la creación en el Oriente Próximo

¿Es el relato del Génesis tan sólo un antiguo mito, algo muy parecido a los cuentos de hadas inventados por otras culturas a lo largo de la historia? Obviamente, muchas personas creen que sí. Veamos lo que dice Richard Dawkins, ateo reconocido y profesor de zoología en la Universidad de Oxford (Inglaterra), acerca del relato bíblico:

“Casi todos los pueblos han inventado su propio mito acerca de la creación, y la historia del Génesis es tan sólo una de las tantas que existen, adoptada por una tribu de pastores del Oriente Próximo. No tiene ninguna categoría diferente de la de la leyenda de una tribu del occidente de África que afirma que el mundo fue creado a partir de los excrementos de las hormigas” (Richard Dawkins, The Blind Watchmaker: Why the Evidence of Evolution Reveals a Universe Without Design [“El relojero ciego: Por qué los indicios de la evolución revelan un universo que no ha sido diseñado”], 1986, p. 316).

¿Es cierta la aseveración del profesor Dawkins? ¿Es el registro del Génesis un cuento de hadas que no difiere para nada de otros que existían en las culturas antiguas?

Hace cerca de 5.000 años los sumerios de Mesopotamia dejaron registrados sus relatos de la creación en tabletas cuneiformes. Los sumerios pensaban que la tierra era plana y que el cielo era un toldo de nubes y estrellas. Creían que el cielo y la tierra habían sido creados por dos dioses: An, el dios del cielo, y Ki, la diosa de la tierra.

Éstos procrearon a muchos otros dioses, cada uno con un poder especial y una responsabilidad sobre una parte específica de la creación o de un fenómeno físico (relámpagos, árboles, montañas, enfermedad, etc.). Ellos vivían en una corte celestial. An, el dios supremo, estaba rodeado de cuatro dioses creadores que le estaban sometidos. Por debajo de ellos estaba un consejo de siete dioses y, finalmente, otros 50 dioses menores.

Los sacerdotes podían interpretar todos los fenómenos físicos como el efecto de cierto estado de ánimo o capricho de uno de esos dioses. Según ellos, podían ser apaciguados con ofrendas y sacrificios. Aunque esos dioses eran considerados inmortales, su conducta era todo menos divina. Con frecuencia se les describía peleando entre sí, llenos de envidia, lujuria y capaces de sentir hambre y aun morir.

Pocos siglos después, los babilonios conquistaron a los sumerios y modificaron estos mitos con el fin de engrandecer su propia civilización. Ahora el dios principal era la deidad babilónica Marduk; él formó los cielos y la tierra al matar a la diosa Tiamat. Veamos el relato babilónico de la creación:

“El dios Apsu y la diosa Tiamat hicieron los otros dioses. Más tarde, Apsu se sintió contrariado con estos dioses y trató de matarlos, pero en lugar de esto, fue muerto por la diosa Ea. Tiamat trató de vengar su muerte y quiso matar a Ea, pero en vez de esto Marduk, el hijo de Ea, mató a Tiamat. Marduk partió su cuerpo en dos, y de una parte hizo el cielo y de la otra mitad hizo la tierra. Después Marduk, con la ayuda de Ea, hizo la humanidad con la sangre de otro dios, Kingu” (Life: How Did It Get Here? [“¿De dónde vino la vida?”], 1985, p. 35).

¿Acaso semejante relato tan estrambótico tiene alguna semejanza con el relato bíblico de la creación? De ninguna manera. Las primeras civilizaciones de la media luna fértil tienen relatos similares de la creación, pero el único que está libre de los mitos extravagantes, y que tiene un Dios noble y moralmente recto, es el relato bíblico.

En contraste con las batallas crueles del politeísmo que se encuentran en todos los mitos antiguos, el relato del Génesis es tranquilo, sistemático, racional y —sí— científico.

Veamos la reacción de Hugh Ross, astrofísico, al leer por primera vez el relato bíblico de la creación: “Las características distintivas [de la Biblia] me llamaron la atención inmediatamente. Era sencilla, directa y específica. Me sorprendió mucho el número de referencias históricas y científicas, y el gran número de detalles.

“Gasté toda una tarde para investigar tan sólo el primer capítulo. En lugar de ser otro mito extraño de la creación, éste era un registro como de periódico acerca de las condiciones iniciales de la tierra —descritas correctamente desde la perspectiva de la astrofísica y la geofísica— seguido por un resumen de la secuencia de cambios necesarios para que la tierra fuera habitada por seres vivos y finalmente por los seres humanos.

“El relato era sencillo, elegante y correcto desde el punto de vista científico. Según lo que yo entendí, la narración se hizo desde la perspectiva de un observador que estuviera en la superficie de la tierra, y tanto el orden como la descripción de los sucesos de la creación concuerdan perfectamente con el registro establecido de la naturaleza. Yo quedé francamente sorprendido” (The Creator and the Cosmos [“El Creador y el cosmos”], 1993, p. 15).

Notemos esta franca afirmación: “De hecho, nuestro mejor conocimiento actual, que carece de la magia poética de las Escrituras, parece en cierta forma menos creíble que el relato de la Biblia?.?.?.” (The Columbia History of the World [“Historia del mundo, de Columbia”], John Garraty y Peter Gay, directores, 1972, p. 3).

Es natural concluir que a medida que las naciones se fueron distanciando del Dios verdadero, el Creador, y se sumieron en la inmoralidad y el politeísmo, su entendimiento de la creación se fue corrompiendo y finalmente lo utilizaron para apoyar sus perspectivas políticas, sociales, filosóficas y religiosas.

Vernon Blackmore y Andrew Page escribieron: “En la actualidad, la diferencia entre el Génesis y el relato babilónico es evidente. El primero nos habla de un Dios que crea el mundo y la humanidad por su propia orden; el otro describe el caos y las guerras entre varios dioses, hasta que uno de ellos, Marduk, finalmente crea a la humanidad del barro y la sangre. La profundidad espiritual y la dignidad del Génesis sobrepasan enormemente las ideas politeístas de Babilonia. Y sin embargo, antes de que la historia completa hubiera sido reconstruida, eruditos imprudentes hablaron del relato de la Biblia como si fuera una copia del de Babilonia. Argumentaron que el Génesis ciertamente debía ser considerado como una leyenda, y lo fecharon mucho tiempo después de Moisés, cuando Israel estaba en cautiverio en Babilonia.

“Se ha comprobado que gran parte del liberalismo del siglo xix era excesivo. El Antiguo Testamento no es una pobre copia de cuentos más antiguos de Babilonia o de Canaán. Entre estos textos hay más diferencias que similitudes. Los capítulos iniciales del Génesis sobresalen por ser únicos. Sin embargo, muchos eruditos insisten en usar el término mito para nombrar cierta parte del material bíblico” (Evolution: The Great Debate [“Evolución: El gran debate”], 1989, p. 130).