Cómo lograr éxito en su trabajo y carrera profesional
En un mundo que ha evolucionado vertiginosamente en los últimos años, pareciera que pocas cosas han cambiado tan rápido como el empleo y la situación económica.
Hasta hace poco, era normal para una persona trabajar de manera independiente o aprender un oficio y trabajar para un empleador durante toda su vida laboral, o al menos gran parte de ella. La mayoría de las personas comenzaban y se jubilaban trabajando en una misma compañía. Sin embargo, ya no es así. Ese tipo de seguridad y lealtad, de empleador a empleado y viceversa, es cosa del pasado. Ahora es mucho más común que las personas trabajen para varios empleadores durante su vida, que aprendan muchas destrezas, y que tengan varios tipos de trabajo a lo largo su carrera profesional.
En un mundo cada vez más competitivo de fusiones comerciales, adquisiciones y bancarrotas, la antigüedad y la experiencia ya no son necesariamente garantías de seguridad laboral. La gente puede perder su empleo por reducciones o despidos, sin previo aviso o después de uno muy abrupto. En muchos países desarrollados han sido eliminadas categorías completas de trabajo, para ser reemplazadas por computadores y procesos de automatización, o exportadas a naciones más pobres, donde los trabajadores realizan la misma tarea por una fracción del costo.
En un mundo que está tan lejos de la vida y época bíblica, ¿ofrecen las Escrituras alguna guía sobre como tener éxito en nuestro trabajo y carrera profesional?
Versatilidad en un mundo cambiante
Obviamente, la clave para la supervivencia económica es la versatilidad. Este cambio tan notable hacia la especialización es un fenómeno exclusivo de las últimas generaciones y ha sido motivado principalmente por los avances tecnológicos. Estos avances alteran constantemente nuestro mundo, creando nuevos negocios y oportunidades laborales prácticamente de la noche a la mañana, y en ese proceso dejan rápidamente obsoletos a otros.
Pero en términos de versatilidad, sí podríamos comparar nuestro mundo con el mundo bíblico de hace 2.000 años. En esa época, las personas en su mayoría tenían sus propios trabajos y debían aprender muchas habilidades por necesidad. No era una sociedad desechable, en la que si un artículo se rompía, simplemente se iba a la tienda y se compraba uno nuevo. Las personas elaboraban la mayoría de sus cosas y las reparaban cuando era necesario. A causa de la necesidad, debían aprender muchas destrezas para proveerse a sí mismas y a sus familias.
De igual forma, hoy en día la gente se ve obligada a aprender muchas habilidades laborales, por las necesidades que surgen en este mundo rápido y cambiante. Aquellos que no aprenden, no crecen ni cambian con el tiempo, pueden quedarse rezagados, teniendo que valerse por sí mismos.
Principios siempre vigentes para tener éxito
Aunque vivimos en un mundo de cambio constante, hay cosas que no cambian ni en un millón de años. Nuestro mundo dista mucho del que se describe en la Biblia, pero aun así, en sus páginas se pueden encontrar principios que se pueden aplicar perfectamente hoy como en la época en la que fueron escritos.
El libro de Proverbios es especialmente útil, no solo porque nos ofrece guías sobre cómo tener éxito en el trabajo, sino también sobre cómo triunfar en todas las áreas de la vida. Observe cómo expresa el rey Salomón el propósito del libro de Proverbios en los primeros versículos:
“Los proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel. Para entender sabiduría y doctrina, para conocer razones prudentes, para recibir el consejo de prudencia, justicia, juicio y equidad; para dar sagacidad a los simples, y a los jóvenes inteligencia y cordura. Oirá el sabio, y aumentará el saber, y el entendido adquirirá consejo” (Proverbios 1:1-5).
En palabras simples, el libro de Proverbios nos enseña sabiduría. Registra cientos de observaciones acerca de todos los aspectos de la vida y las relaciones interpersonales, además de ofrecer muchos consejos que han superado la prueba del tiempo.
Examinemos algunos de los consejos que presenta para ayudarnos a tener éxito en el trabajo y en el desarrollo profesional.
Una diminuta maestra proveniente de la naturaleza
Salomón fue un hombre de muchos talentos. No solo fue escritor, maestro y un dotado compositor, sino también un estudiante de la naturaleza que registró sus observaciones acerca del mundo natural que lo rodeaba (1 Reyes 4:30-34). Uno de los primeros principios que él registró para tener éxito en el trabajo y en todas las áreas de la vida, surgió al observar a una de las criaturas más pequeñas creadas por Dios: la hormiga.
“Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio”, aconseja Salomón. “La cual no teniendo capitán, ni gobernador, ni señor, prepara en el verano su comida, y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento. Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño? Un poco de sueño, un poco de dormitar, y cruzar por un poco las manos para reposo; así vendrá tu necesidad como caminante, y tu pobreza como hombre armado” (Proverbios 6:6-11).
Salomón nos dice que podemos aprender mucho acerca de cómo lograr éxito en la vida tomando como ejemplo a la minúscula hormiga. Primero, ésta no necesita a nadie que le diga lo que tiene que hacer, sino que, por el contrario, sabe de antemano cuáles son sus deberes y los cumple a cabalidad.
Cualquier supervisor reconoce el valor de un empleado con ese mismo enfoque: alguien que aprende su trabajo, lo hace, y no requiere que nadie le recuerde sus obligaciones. Quienes necesitan que se les repita constantemente sus deberes rara vez tienen éxito, porque no solo absorben el tiempo y la energía de sus jefes, sino que demuestran poca o ninguna iniciativa o potencial de avance.
De acuerdo a las observaciones de Salomón, la hormiga instintivamente reconoce la necesidad de prepararse para el futuro. Cuando detecta la oportunidad de reunir comida, con voluntad y diligencia trabaja duro y se abastece de provisiones para los tiempos de escasez que puedan presentarse más adelante.
Al igual que la hormiga, deberíamos reconocer la necesidad de prepararnos para el futuro. Cuando las situaciones son buenas hay que aprovecharlas al máximo, sabiendo que no durarán toda la vida. Cuando las oportunidades se presentan, debemos tener la capacidad de reconocerlas y actuar mientras las circunstancias lo permitan, de lo contrario, pueden desaparecer para siempre.
El mérito del trabajo duro
Una de las lecciones de la meditación de Salomón sobre el comportamiento de la hormiga es inconfundible: para tener éxito, hay que trabajar duro. La hormiga parece saber instintivamente que debe trabajar tenazmente para sobrevivir. Muchas personas ni siquiera han llegado a tal conclusión.
Nadie quiere contratar (o mantener) a una persona perezosa, pasiva, no confiable y que siempre está buscando excusas o formas de eludir el trabajo. Este tipo de personas por lo general son solo un problema. Salomón señala que estas personas terminan sufriendo pobreza y escasez.
Curiosamente, los comentarios de Salomón implican que estas consecuencias afectan a la persona perezosa inesperadamente, como un bandido o ladrón que irrumpe súbitamente y sin aviso. Aparentemente, al menos algunas de estas personas carecen hasta de la capacidad para darse cuenta de las inevitables consecuencias de su propia desidia. Tal vez usted haya visto empleados con este problema, que andan felices por la vida, despreocupados de las deficiencias de su comportamiento hasta que son despedidos. Salomón incluso comenta que algunas personas son tan inconscientes de su ineficiencia, que parecen no darse cuenta de la realidad (Proverbios 26:16).
Salomón agrega que debemos aprender de los ejemplos de comportamiento que nos rodean. Deberíamos reconocer la causa y su efecto, y aprender lo que nos lleva al éxito y lo que nos lleva a la pobreza. Él nos dice: “Pasé junto al campo del hombre perezoso, y junto a la viña del hombre falto de entendimiento; y he aquí que por toda ella habían crecido los espinos, ortigas habían ya cubierto su faz, y su cerca de piedra estaba ya destruida. Miré, y lo puse en mi corazón; lo vi, y tomé consejo. Un poco de sueño, cabeceando otro poco, poniendo mano sobre mano otro poco para dormir; así vendrá como caminante tu necesidad, y tu pobreza como hombre armado” (Proverbios 24:30-34).
El libro de Proverbios reiteradamente nos dice que cuando se trata del éxito, no hay nada que reemplace el trabajo diligente. “Todo esfuerzo tiene su recompensa, pero quedarse solo en palabras lleva a la pobreza” (Proverbios 14:23, NVI)
El hablar por hablar, como Salomón señalara, no produce nada. Las buenas intenciones son nada más que eso, buenas intenciones. “El alma del perezoso desea, y nada alcanza; mas el alma de los diligentes será prosperada” (Proverbios 13:4). Las buenas intenciones sin acciones son infértiles.
Salomón observó que aquellos que no quieren trabajar siempre inventan excusas creativas. “Dice el perezoso: ‘El león está fuera; seré muerto en la calle’” (Proverbios 22:13). Las excusas no sirven para hacer que el trabajo se lleve a cabo.
La diligencia da frutos
El trabajar duro es un rasgo al que la Biblia a menudo se refiere como “diligencia”. A esto le podríamos llamar de muchas formas: iniciativa, motivación, entusiasmo, ímpetu, visión de futuro. Curiosamente, esta palabra en el hebreo original se interpreta en varios versículos como “listo” o “perspicaz”. Hoy día decimos que alguien es listo si creemos que es inteligente, productivo y eficiente, en otras palabras, diligente.
La diligencia y el trabajo duro son antónimos de la flojera. Los frutos de la diligencia y el trabajo riguroso también son contrarios a los de la pereza. ¿Qué nos dice Salomón acerca de la recompensa de la diligencia, de la iniciativa, del ímpetu y la visión de futuro?
“El de manos diligentes gobernará; pero el perezoso será subyugado”, escribe (Proverbios 12:24, NVI). Quienes son entusiastas y motivados en su trabajo son los que naturalmente obtendrán las promociones y recibirán mayores responsabilidades. Si usted quiere ser considerado para oportunidades de ascenso, cultive y desarrolle estas características. Haga lo mejor que pueda en su actual puesto de trabajo para demostrar que puede hacerse cargo de responsabilidades adicionales y lo más seguro es que lo promuevan.
Nadie que tenga un enfoque pasivo y desinteresado en el trabajo debería esperar que le den responsabilidades adicionales o le aumenten el sueldo. “La mano negligente empobrece; mas la mano de los diligentes enriquece”, dice Salomón (Proverbios 10:4). Los resultados de los hábitos de trabajo que Salomón observó hace 3.000 años aún siguen vigentes.
“Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas” aconseja Salomón en otro libro bíblico (Eclesiastés 9:10).
Este es un consejo sumamente sabio. Si damos lo mejor de nosotros en las oportunidades que se nos presentan, más ocasiones aparecerán en nuestro camino. Como rey de Israel, Salomón se dio cuenta de lo diligentes y emprendedores que pueden ser los empleados cuando se lo proponen: “¿Has visto hombre solícito en su trabajo? Delante de los reyes estará; no estará delante de los de baja condición” (Proverbios 22:29).
La preparación antes del placer
Para las personas jóvenes en particular, Salomón ofrece un consejo que se hace entendible cuando aplicamos su principio fundamental a nuestra realidad y época. “Prepara tus faenas de cultivo y ten listos tus campos para la siembra; después de eso, construye tu casa”, escribió (Proverbios 24:27, NVI). ¿Qué tiene que ver con nosotros este sabio consejo?
Salomón estaba resumiendo un principio crucial para tener éxito. En las sociedades de su época, basadas en la agricultura, las personas vivían, y algunas veces morían, de acuerdo a las condiciones de productividad y preparación de los campos. Si sus tierras producían poca o ninguna cosecha, el individuo o su familia estaban en grandes problemas. Por esta razón, su máxima prioridad era mantener los campos en buenas condiciones, de manera que todos
pudieran comer.
Salomón aconseja a los jóvenes que tengan “sus campos listos”. En otras palabras, que sigan los pasos necesarios para poner comida en su mesa. “Después, construyan su casa”. Salomón aquí resume nuestras prioridades básicas en la vida: primero el trabajo, después el placer.
El equivalente moderno sería asegurarse de estar bien preparado para mantenerse económicamente antes de empezar a disfrutar de una buena vida. Trabaje duro cuando comience una carrera y obtenga y mantenga empleos bien remunerados. Una vez que sus campos (o su equivalente económico) estén listos, después que usted haya desarrollado las habilidades para proveer para usted y los suyos, puede darse el tiempo para construir su casa y pensar en tener un hogar y una familia.
En nuestro tiempo, el equivalente a esa preparación para ganarse la vida radica en tener una educación apropiada. En promedio, los estadounidenses con un título universitario ganan el doble de quienes solo han egresado de la escuela secundaria. Y quienes tienen títulos de postgrado ganan aún más.
La educación es la mejor inversión que uno puede hacer para tener estabilidad financiera y poder adquisitivo. A medida que la tecnología transforma nuestro mundo, la educación probablemente se hará más importante con cada año que pase. Al mismo tiempo, el avance constante de la tecnología significa que la educación superior –el desarrollo y adquisición de más habilidades— es también crucial.
Estabilidad y fuerza mediante la autodisciplina
Salomón nos dice que este tipo de autodisciplina es indispensable para nuestro éxito. “Como ciudad derribada y sin muro, es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda” (Proverbios 25:28).
La autodisciplina es crucial para obtener y mantener el control sobre nuestras vidas. Salomón comparó a una persona sin autodisciplina con una ciudad sin muros. En su época, una ciudad sin murallas estaba indefensa ante los invasores, incapaz de controlar su propio destino. Se hallaba completamente vulnerable ante sus enemigos; si era atacada, tenía la opción de rendirse, pagar tributo de protección, o pelear y sufrir las consecuencias, por lo general muy sangrientas. Ninguna de estas opciones era algo fácil.
De la misma forma, una persona sin autodisciplina es incapaz de controlar su propio destino. Sin autodisciplina no puede establecer y mantener un rumbo que la guíe a la seguridad y a la estabilidad. Si se deja llevar por sus propios impulsos, ella misma será su más grande obstáculo al éxito, tropezando una y otra vez.
La perspectiva de otro escritor bíblico
Salomón no fue el único escritor bíblico que ofreció consejos sabios para tener éxito profesional. El apóstol Pablo entrega un enfoque que puede ayudarnos en el trabajo sin importar la circunstancia en la que nos encontremos. Él describe la perspectiva que un cristiano, y por lo tanto cualquiera de nosotros, debiera tener frente a su empleo y a su empleador.
“Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres” (Colosenses 3:22-23; compare este pasaje con Efesios 6:5-8).
La instrucción de Pablo es simple: debemos realizar nuestro trabajo como si estuviésemos trabajando para Jesucristo. Dios nos observa aunque la persona que nos emplea no lo haga, por lo tanto, siempre debemos dar lo mejor de nosotros y esforzarnos por complacerlo y honrarlo. Hacerlo de otra manera es deshonrarlo y desobedecer a Dios; en otras palabras, si aceptamos lo que nuestro empleador nos paga pero no producimos la cantidad y calidad de trabajo que hemos acordado con él, estamos cometiendo fraude.
¿Es usted un siervo rentable?
Tal vez no haya otro enfoque bíblico sobre como tener éxito en el trabajo y en nuestra carrera mejor expresado que aquel que resumió Jesucristo. Él reconoció la diferencia entre un sirviente (equivalente a un empleado actual) que es rentable para su empleador y el que no lo es.
“¿Acaso da gracias [el amo] al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no. Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: ‘Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos’” (Lucas 17:9-10).
Un siervo inútil, dijo Jesús, hace solo lo que se le ordena. Cumple con sus responsabilidades, pero mínimamente. Este tipo de siervo, según Jesucristo, no es productivo.
Jesús no describió lo que hace rentable a un siervo. No fue necesario, pues lo dejó bastante claro: un siervo rentable debe ir más allá de su deber. Debe hacer más de lo que su maestro —su empleador— espera.
En tiempos de incertidumbre económica e inestabilidad financiera, tal vez no haya mejor camino para asegurar nuestra seguridad y crecimiento laboral que seguir la advertencia de Pablo: trabajar para nuestro empleador como si estuviéramos trabajando para Jesucristo. Al hacerlo así, estaremos cumpliendo con la descripción de lo que debemos hacer para ser verdaderamente siervos rentables.